Perdóname,
te lo pido, en lo mucho que yo te fallo;
que
el tonto no se equivoca, por querer equivocarse,
tal
como estrella fugaz, que el cielo pasa surcando,
no
quiere ser piedra ordinaria y al suelo precipitarse.
Discúlpame
las palabras que no encuentran el camino,
que
va desde mi cabezota, a una boca que no sabe hablarte,
y
a veces se congestiona, y se hace estrecho el recorrido,
con
tanta canción y poema y tanto beso que quiero darte.
Excusa
que sea tan poco, lo que tengo para ofrecerte,
que
paso de noche y día, trabajando en la construcción
de
ese palacio fastuoso, en que reines para siempre
como
reina, dueña y señora de mi vida y mi corazón.
Te
quiero más cada día, pero sé menos que entonces,
cuando
recién aprendí a querer y me enseñaste lo que se siente.
Y
habrás de seguirme educando, porque el amor, a lo hombres,
nos
vuelve más enamorados, pero no más inteligentes.
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