Hace 100 años
31 de diciembre de 1917
Primera Guerra Mundial
El último año nuevo
Europa pasa su cuarto Año Nuevo en guerra. Se suponía que la lucha sería
corta y ya suma tres años y cuatro meses. Los muertos, heridos y mutilados se
cuentan por millones. Serán necesarios años para calcular el impacto en la
economía y la infraestructura. El Viejo Continente nunca será el mismo y, poco
a poco, a causa de la guerra, empieza a perder el protagonismo mundial del que
gozaba desde el siglo XV.
Alemania sigue sufriendo la gran desventaja de no controlar los mares. El
“Reich” y sus aliados, desde el comienzo de la contienda, se asemejan a una
fortaleza asediada, que lucha contra el tiempo, además de contra los
sitiadores. Después de la Batalla de Jutlandia, la “Kaiserliche Marine” no
volvió a usar sus grandes unidades de superficie, que quedan fondeadas en sus
bases, hasta el final de la contienda. El arma principal de los alemanes en el
mar siguió siendo el submarino. El año que termina fue el escenario en que
retornó la guerra submarina sin restricciones. Los altos mandos navales
esperaban rendir a Gran Bretaña por hambre, destruyendo todo el tráfico
mercante que se acercara al archipiélago. Al reiniciarse la campaña, en febrero
de 1917, los alemanes disponían de 23 submarinos costeros y 46 grandes
unidades, capaces de operar en aguas profundas. Esperaban hundir 600.000
toneladas al mes y causar un caos tan grande en la economía británica, que
Londres tuviera que sentarse a negociar.
La campaña submarina sin restricciones causó severos daños en la economía
y en las flotas mercantes de la Entente, pero no llegó a colocar a Gran Bretaña
de rodillas. En cambio, prácticamente empujó a Estados Unidos a la guerra, con
sus gigantescos recursos humanos e industriales. Las contramedidas adoptadas
por las marinas de guerra afectadas acabaron disminuyendo el tonelaje hundido y
aumentando el número de submarinos destruidos. Alemania, por su parte, sí
estaba efectivamente bloqueada y su población llevaba varios meses sufriendo
los efectos de la escasez.
En el Medio Oriente, el 27 de diciembre de 1917, las tropas del Imperio
Turco-Otomano lanzaron un fuerte contraataque sobre las líneas británicas en
torno a Jerusalén, ocupada a comienzos de diciembre por el general Edmund
Allenby. Después de la evacuación de la Ciudad Santa por parte de las tropas
otomanas, las fuerzas británicas ocupaban una línea que corría a 6,5 kilómetros
al norte y este de la ciudad, que seguía al alcance de la artillería otomana.
Temiendo un posible contraataque, Allenby preparó una nueva ofensiva, para
empujar a los turcos lejos de la ciudad, programada para el 24 de diciembre.
Sin embargo, el mal tiempo retrasó su inicio.
Los otomanos acabaron adelantándose y lanzaron su ofensiva en la
madrugada del 27. Al comienzo, los turcos lograron ventaja en algunos puntos,
pero acabaron perdiendo el impulso inicial. La batalla siguió por dos días y,
para el día 30, los británicos habían recuperado la iniciativa y estaban
nuevamente al ataque en toda la línea. Para la víspera del Año Nuevo de 1918,
la infantería de Allenby había empujado el frente entre 5 y 10 kilómetros, dejando
Jerusalén firmemente asegurada en sus manos. El Imperio Británico mantendría el
control de Jerusalén hasta 1948.
Con esta batalla, terminaron las operaciones en torno a Jerusalén. La
línea británica tendría sólo dos variaciones importantes en el resto de la
guerra: con la conquista de Jericó, en febrero de 1918, y al comenzar el avance
sobre Damasco y Alepo, en 1918, que terminaría con la guerra en Palestina. La de
Jerusalén fue, con ventaja, la más grave derrota de los Imperios Centrales en
1917. La campaña de la “EEF” (“Egyptian Expeditionary Force”), entre octubre y
diciembre de 1917, significó avanzar desde el Canal de Suez hasta el corazón de
Palestina, incluyendo la conquista de Jerusalén, cuyo valor estratégico se
añadía a su innegable valor simbólico. Las tropas de Allenby podían estar
también orgullosas de la forma en que consiguieron sus victorias, especialmente
durante su ataque a la línea otomana de Gaza-Beersheba, que resultó ser la
primera derrota de una fuerza adversaria experimentada, bien atrincherada y,
hasta entonces, muy exitosa, bien apoyada por artillería, nidos de
ametralladora, aviación y abundante asesoría de oficiales alemanes que, en
muchos casos, compartieron el mando con los generales del Sultán. Se trataba en
suma, del asalto a una línea muy parecida a aquellas que se extendían por los
frentes europeos y que sus camaradas no habían podido romper en más de tres
años de guerra.
Al acabar 1917, Allenby podía estar orgulloso de conseguir enormes
ganancias territoriales, en fuerte contraste con las ofensivas
franco-británicas en el Frente Occidental, que habían costado inmensas bajas y
casi no habían reportado ganancias territoriales. Salvo por los éxitos en el
Medio Oriente, 1917 no fue un buen año para la Entente. Además de las grandes
ofensivas en Flandes, que acabaron en sangrientos fiascos, el Ejército Francés,
considerado la pieza clave para obtener la victoria en el Oeste, estaba
recuperándose de graves episodios de motín; los italianos habían sufrido la
desastrosa derrota de Caporetto; por último, en el este de Europa, la derrota
militar había noqueado a Rumania fuera de la guerra, mientras que la Revolución
había hecho lo mismo con Rusia. Estados Unidos estaba en guerra y era, sin
duda, más poderoso que Rusia y Rumania juntas, pero no sería sino hasta el
verano de 1918, que los norteamericanos estarían listos para desplegar todo su
potencial.
Abajo, la portada del “Saturday Evening Post” del 29 de diciembre de
1917. El nuevo año, siempre representado como un pequeñín, aparece también
ataviado con sable, terciado y casco militar, recogiendo la circunstancia de
que Estados Unidos recibe 1918 en guerra contra Alemania y sus aliados.
Imagen tomada de https://s-media-cache-ak0.pinimg.com/originals/69/65/57/69655736ad7869f1552f6a1df14fe02e.jpg
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