lunes, 1 de enero de 2018

Hace 100 años - 31 de diciembre de 1917 - Primera Guerra Mundial - El último año nuevo

Hace 100 años
31 de diciembre de 1917
Primera Guerra Mundial

El último año nuevo

Europa pasa su cuarto Año Nuevo en guerra. Se suponía que la lucha sería corta y ya suma tres años y cuatro meses. Los muertos, heridos y mutilados se cuentan por millones. Serán necesarios años para calcular el impacto en la economía y la infraestructura. El Viejo Continente nunca será el mismo y, poco a poco, a causa de la guerra, empieza a perder el protagonismo mundial del que gozaba desde el siglo XV.

Alemania sigue sufriendo la gran desventaja de no controlar los mares. El “Reich” y sus aliados, desde el comienzo de la contienda, se asemejan a una fortaleza asediada, que lucha contra el tiempo, además de contra los sitiadores. Después de la Batalla de Jutlandia, la “Kaiserliche Marine” no volvió a usar sus grandes unidades de superficie, que quedan fondeadas en sus bases, hasta el final de la contienda. El arma principal de los alemanes en el mar siguió siendo el submarino. El año que termina fue el escenario en que retornó la guerra submarina sin restricciones. Los altos mandos navales esperaban rendir a Gran Bretaña por hambre, destruyendo todo el tráfico mercante que se acercara al archipiélago. Al reiniciarse la campaña, en febrero de 1917, los alemanes disponían de 23 submarinos costeros y 46 grandes unidades, capaces de operar en aguas profundas. Esperaban hundir 600.000 toneladas al mes y causar un caos tan grande en la economía británica, que Londres tuviera que sentarse a negociar.

La campaña submarina sin restricciones causó severos daños en la economía y en las flotas mercantes de la Entente, pero no llegó a colocar a Gran Bretaña de rodillas. En cambio, prácticamente empujó a Estados Unidos a la guerra, con sus gigantescos recursos humanos e industriales. Las contramedidas adoptadas por las marinas de guerra afectadas acabaron disminuyendo el tonelaje hundido y aumentando el número de submarinos destruidos. Alemania, por su parte, sí estaba efectivamente bloqueada y su población llevaba varios meses sufriendo los efectos de la escasez.

En el Medio Oriente, el 27 de diciembre de 1917, las tropas del Imperio Turco-Otomano lanzaron un fuerte contraataque sobre las líneas británicas en torno a Jerusalén, ocupada a comienzos de diciembre por el general Edmund Allenby. Después de la evacuación de la Ciudad Santa por parte de las tropas otomanas, las fuerzas británicas ocupaban una línea que corría a 6,5 kilómetros al norte y este de la ciudad, que seguía al alcance de la artillería otomana. Temiendo un posible contraataque, Allenby preparó una nueva ofensiva, para empujar a los turcos lejos de la ciudad, programada para el 24 de diciembre. Sin embargo, el mal tiempo retrasó su inicio.

Los otomanos acabaron adelantándose y lanzaron su ofensiva en la madrugada del 27. Al comienzo, los turcos lograron ventaja en algunos puntos, pero acabaron perdiendo el impulso inicial. La batalla siguió por dos días y, para el día 30, los británicos habían recuperado la iniciativa y estaban nuevamente al ataque en toda la línea. Para la víspera del Año Nuevo de 1918, la infantería de Allenby había empujado el frente entre 5 y 10 kilómetros, dejando Jerusalén firmemente asegurada en sus manos. El Imperio Británico mantendría el control de Jerusalén hasta 1948.

Con esta batalla, terminaron las operaciones en torno a Jerusalén. La línea británica tendría sólo dos variaciones importantes en el resto de la guerra: con la conquista de Jericó, en febrero de 1918, y al comenzar el avance sobre Damasco y Alepo, en 1918, que terminaría con la guerra en Palestina. La de Jerusalén fue, con ventaja, la más grave derrota de los Imperios Centrales en 1917. La campaña de la “EEF” (“Egyptian Expeditionary Force”), entre octubre y diciembre de 1917, significó avanzar desde el Canal de Suez hasta el corazón de Palestina, incluyendo la conquista de Jerusalén, cuyo valor estratégico se añadía a su innegable valor simbólico. Las tropas de Allenby podían estar también orgullosas de la forma en que consiguieron sus victorias, especialmente durante su ataque a la línea otomana de Gaza-Beersheba, que resultó ser la primera derrota de una fuerza adversaria experimentada, bien atrincherada y, hasta entonces, muy exitosa, bien apoyada por artillería, nidos de ametralladora, aviación y abundante asesoría de oficiales alemanes que, en muchos casos, compartieron el mando con los generales del Sultán. Se trataba en suma, del asalto a una línea muy parecida a aquellas que se extendían por los frentes europeos y que sus camaradas no habían podido romper en más de tres años de guerra.

Al acabar 1917, Allenby podía estar orgulloso de conseguir enormes ganancias territoriales, en fuerte contraste con las ofensivas franco-británicas en el Frente Occidental, que habían costado inmensas bajas y casi no habían reportado ganancias territoriales. Salvo por los éxitos en el Medio Oriente, 1917 no fue un buen año para la Entente. Además de las grandes ofensivas en Flandes, que acabaron en sangrientos fiascos, el Ejército Francés, considerado la pieza clave para obtener la victoria en el Oeste, estaba recuperándose de graves episodios de motín; los italianos habían sufrido la desastrosa derrota de Caporetto; por último, en el este de Europa, la derrota militar había noqueado a Rumania fuera de la guerra, mientras que la Revolución había hecho lo mismo con Rusia. Estados Unidos estaba en guerra y era, sin duda, más poderoso que Rusia y Rumania juntas, pero no sería sino hasta el verano de 1918, que los norteamericanos estarían listos para desplegar todo su potencial.

Abajo, la portada del “Saturday Evening Post” del 29 de diciembre de 1917. El nuevo año, siempre representado como un pequeñín, aparece también ataviado con sable, terciado y casco militar, recogiendo la circunstancia de que Estados Unidos recibe 1918 en guerra contra Alemania y sus aliados.




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