domingo, 3 de diciembre de 2017

Hace 75 años - 3 de diciembre de 1942 - Segunda Guerra Mundial - Tragedia francesa en Tolón

Hace 75 años
3 de diciembre de 1942
Segunda Guerra Mundial

Tragedia francesa en Tolón

Los alemanes e italianos han ganado la “carrera por Túnez”. A pesar de sus resonantes victorias en Egipto y Libia, los Aliados deberán esperar varios meses hasta poder acabar del todo con la lucha en África. El 27 de noviembre, los alemanes contraatacan a las fuerzas que vienen avanzando desde Argelia y consiguen tomar casi 300 prisioneros de la 11ª Brigada de Infantería Británica. Al día siguiente, la misma brigada vuelve a atacar en dirección a Djedeida, apoyada por la 1ª División Blindada Estadounidense, pero son rechazados, perdiendo 19 tanques en el proceso. Será un duro invierno para todos en Túnez.

En el sur de Rusia, el 6º Ejército Alemán, a las órdenes del general Friedrich Paulus, así como una parte del 4º Ejército Panzer, al mando del general Hermann Hoth, que estaba apoyando al primero, han quedado rodeados por el Ejército Rojo. Gueorgui Zhukov sabe que han rodeado una gran cantidad de tropas alemanas y que están a poco de conseguir una gran victoria para el Ejército Rojo. En los primeros días, después del cerco, el alto mando soviético estimaba que unos 95.000 soldados del Eje habían quedado dentro de la bolsa. En realidad, sumaban más de 250.000 efectivos. El 27 de noviembre de 1942, el alto mando alemán organiza el Grupo de Ejércitos del Don, al mando del mariscal Erich von Manstein, con el encargo de relevar al atrapado 6º Ejército y restablecer la situación estratégica en el sur, en favor del Eje. En el Cáucaso, la otra punta de lanza de “Caso Azul” sigue luchando para asegurar los pozos petrolíferos de la región. No han sido rodeados, pero no lo pasan mejor que sus compañeros en Volga. El 29 de noviembre, el Frente Transcaucásico del Ejército Rojo lanza su propia ofensiva contra ellos.

En la noche del 30 de noviembre de 1942, se produce la Batalla de Tassafaronga, frenta a las costas de Guadalcanal, la islita tan disputada por japoneses y norteamericanos. Para fines de noviembre, el alto mando japonés estaba desesperado. Como los Aliados tenían control del aire, la entrega de suministros usando barcos de transporte era demasiado riesgosa y, después de las batallas navales en torno a Guadalcanal, incluso el uso de rápidos destructores había probado ser demasiado riesgoso. Al final, las tropas japonesas no recibían todos los pertrechos necesarios y la flota japonesa perdía buques que difícilmente podía reponer. La “US Navy” también había sufrido fuertes pérdidas, pero la capacidad industrial estadounidense podía reemplazar las naves destruidas o dañadas. Y los aviones norteamericanos controlaban el espacio aéreo desde los aeródromos de Guadalcanal.

Después de las dos batallas navales, sostenidas a mediados de noviembre, el alto mando naval japonés decidió usar sólo submarinos para abastecer a sus tropas. Los submarinos podían pasar la vigilancia aérea norteamericana, pero su capacidad de carga era escasa, sólo podía llegar uno cada noche y la tare de llevar los pertrechos, desde la playa, debía hacerse a hombros de los soldados, a través de la jungla, hasta las líneas japonesas. A los pocos días, la situación japonesa de suministros se hizo crítica, de modo que intentaron reestablecer el uso de destructores para el abastecimiento. En la noche del 30 de noviembre, un total de siete destructores japoneses, al mando del almirante Raizo Tanaka, llegaron hasta Guadalcanal, frente al Punto Tassafaronga. El plan era usar estanques flotantes, que pudieran ser llevados rápidamente hasta las playas.

La Marina Norteamericana había interceptado las comunicaciones japonesas, de modo que, al llegar los destructores japoneses, una flota de cinco cruceros y cuatro destructores los estaba esperando, al mando del almirante Carleton Wright. Con la ventaja de la sorpresa y del radar, los norteamericanos sorprendieron a los japoneses, que debieron suspender la descarga de suministros y perdieron uno de sus destructores casi inmediatamente después de iniciado el combate. Sin embargo, los japoneses reaccionaron rápido y contraatacaron con sus excelentes torpedos. Al contrario, los torpedos entonces en uso en las naves estadounidenses eran conocidos por fallar y, de hecho, casi ninguno llegó a dañar sus blancos. Aproximadamente entre las 23.15 y las 23.45 horas, una feroz batalla naval se desarrolló, dejando como saldo un crucero hundido y tres cruceros seriamente dañados en la flota norteamericana, mientras los japoneses se retiraron sólo con un destructor dañado de consideración. Era una resonante victoria táctica, que demostraba nuevamente que los oficiales japoneses se contaban entre los mejores marinos del mundo y que eran especialmente hábiles en el combate nocturno. De hecho, después de Pearl Harbor y de la Batalla de la Isla de Savo, librada frente al mismo Guadalcanal, algunos meses antes, es considerado el peor desastre naval de la “US Navy” en el curso de la guerra.

Por otro lado, el solo hecho de que tuvieran que retirarse sin dejar suministros para las tropas de tierra, significaba una derrota estratégica para Japón. Los japoneses seguirían intentando proveer a sus tropas en batalla, pero no pasaría mucho tiempo, antes de que tuvieran que disponer lo necesario para evacuar Guadalcanal.

En Tolón, Francia, el 27 de noviembre de 1942, la “Marine Nationale” sufre una nueva tragedia. Las fuerzas armadas francesas habían dejado de operar contra Alemania e Italia, a partir del armisticio de junio de 1940. Desde entonces, para Gran Bretaña, una de las principales preocupaciones era el futuro de la poderosa flota francesa, que podía desbalancear gravemente el escenario naval, si caía en manos del Eje. A pesar de las seguridades dadas por el Gobierno de Vichy, surgido del armisticio, los británicos atacaron la flota francesa en julio de 1940 en Mers-el-Kebir y en Dakar, en septiembre de ese mismo año, intentando asegurarse que no fuera usada por los italianos o los alemanes. El resultado fue un fiasco, dañando irreparablemente la confianza existente entre los antiguos aliados. Hitler, al mantener un gobierno títere en Vichy, con su escuadra mayormente intacta, pero inmovilizada, evitaba que Gran Bretaña o Estados Unidos se aprovecharan de la debilidad de Francia y ocuparan sus colonias. Al mismo tiempo, la presencia de los buques franceses en la Costa Azul era un poderoso disuasivo para cualquier ataque aliado por el sur de Europa.

La situación cambió dramáticamente con la derrota del mariscal Erwin Rommel en El Alamein, en octubre-noviembre, y con los desembarcos anglo-estadounidenses en Marruecos y Argelia, el 8 de noviembre de 1942. Hitler ordenó de inmediato que la Francia de Vichy fuera ocupada militarmente y que el gobierno del mariscal Philippe Pétain dejara finalmente su pantomima de existencia semi independiente. Los restos del orgulloso Ejército Francés fueron desarmados, pero quedaba pendiente la suerte de la poderosa flota anclada en Tolón. El mando naval de Tolón era compartido entre el almirante André Marquis, Prefecto Marítimo a cargo del puerto, y el almirante Jean de Laborde, al mando de las “Forces de Haute Mer”, es decir, las naves de combate de alta mar. Los marinos franceses estaban divididos entre el rechazo de lo que consideraban una invasión anglosajona a sus colonias africanas y la traición alemana, al desconocer el armisticio de 1940 e invadir la Francia de Vichy.

En el norte de África, el almirante François Darlan fue capturado por los Aliados y aceptó hacer un llamamiento para que la flota se uniera a las fuerzas de la Francia Libre. Darlan ordenó un cese al fuego el 10 de noviembre y mandó un mensaje personal a Laborde, pidiéndole que ignorara las órdenes de Vichy de permanecer en puerto y zarpara hacia África, para unirse a los británicos y norteamericanos. Molesto por el súbito cambio de lealtades de Darlan, Laborde ignoró la orden de su superior, a pesar de que las tropas alemanas avanzaban rápidamente y se acercaban a Tolón.

Influido por Mussolini, Hitler quería capturar los buques franceses por la fuerza, pero fue persuadido por el almirante Erich Raeder, Comandante en Jefe de la “Kriegsmarine”, que estaba seguro de que los franceses honrarían su compromiso de no entregar sus naves a los británicos. Hitler accedió a dar unos días de tranquilidad a Tolón, pero siguió a la espera de un momento más propicio para echar mano de la flota francesa. El “Führer” y el “Duce” estaban además muy contrariados, por el hecho de que las tropas de la Francia de Vichy habían sido muy tibias en la defensa de África del Norte, cuando no se habían pasado derechamente al bando de los Aliados. De modo que les quedaban pocas ganas de honrar un compromiso que, desde su perspectiva, había sido incumplido por los franceses en primer lugar.

En medio de la incertidumbre de la ocupación alemana de la Francia de Vichy, el Ministro de Marina del gobierno de Pétain, Gabriel Auphan, ordenó a Marquis y Laborde que se opusieran por todos los medios al ingreso de personal extranjero a las naves de la flota, aunque sin recurrir a la fuerza. Si no conseguían mantener los buques en sus manos, la instrucción era que las mismas tripulaciones de los buques debían hundirlos, a fin de evitar que cayeran en manos alemanas. El 15 de noviembre, con el país enteramente ocupado por los alemanes, Auphan se reunió en privado con Laborde e intentó persuadirlo de que zarpara con sus buques hacia África y se uniera a los Aliados. Sin embargo, el almirante afirmó que sólo levaría anclas con órdenes expresas del gobierno, emitidas por escrito.

El 18 de noviembre, los alemanes ordenaron que el Ejército Francés fuera desbandado. Como resultado, la defensa del puerto debió ser encargada al personal naval, que quedaba impedido de realizar una rápida salida del puerto, si era el caso. Además los buques estaban desarmados y no tenían combustible. En los siguientes días, Laborde siguió disponiendo las defensas del puerto con los medios que tenía, incluyendo cargas explosivas a bordo de los buques, para detonarlas como último recurso.

A las 4.00 de la madrugada del 27 de noviembre de 1942, los alemanes pusieron en movimiento la “Operación Lila”, cuyo objetivo era capturar intactos los buques franceses surtos en Tolón. La idea era entregar los acorazados y cruceros a la “Regia Marina” y los submarinos a la “Kriegsmarine”. Elementos de la 7ª División Panzer y de la 2ª División SS Panzer, capturaron rápidamente Fort Lamalgue, donde estaba el almirante Marquis, que cayó prisionero, antes de poder hacer nada. Pero su Jefe de Estado Mayor pudo alertar al almirante Laborde que, indignado con la traición de los alemanes, dispuso las medidas de defensa de los buques, hasta que éstos pudieran ser hundidos con cargas explosivas y con la apertura de las válvulas. Los alemanes avanzaron casi sin oposición a través de la ciudad, ocupando el terreno alto, que permitía observar el puerto. Al mismo tiempo, aviones alemanes empezaron a dejar caer minas en el canal, para evitar que las naves francesas pudieran escapar.

Los tanques alemanes entraron a la base a las 5.25 hrs. Desde su buque insignia, el acorazado “Strasbourg”, Laborde ordenó el hundimiento de su propia flota, por las manos de sus propios marinos. Al poco tiempo, empezó el intercambio de disparos. Poco inclinados a luchar por unos cuantos barcos que irían a parar a los italianos, los alemanes intentaron negociar, dando tiempo a los tripulantes a ultimar los hundimientos. Los atacantes sólo pudieron entrar al crucero pesado “Dupleix” y alcanzaron a cerrar las válvulas, pero tuvieron que abandonar el buque, por explosiones y fuego en sus torretas. Al acercarse el amanecer, los alemanes estaban rodeados de buques incendiándose o hundiéndose. Sólo pudieron capturar tres destructores desarmados, cuatro submarinos averiados y tres naves civiles. Los marinos franceses hundieron 77 naves, incluyendo tres acorazados, siete cruceros, quince destructores y 13 lanchas torpederas. Cinco submarinos pudieron huir; tres de ellos llegaron hasta África, uno fue internado en España y uno más tuvo que ser hundido por sus propios tripulantes a la salida de la bahía. El único buque de superficie que logró llegar hasta Argelia fue el tendedor de boyas “Leonor Fresnel”.

Los alemanes e italianos intentaron reflotar los buques, pero ninguno de los cruceros, acorazados o destructores volvió a prestar servicio en lo que restaba de guerra. Tras la liberación de Francia, el almirante Laborde fue acusado de traición, por no intentar salvar la flota. Fue sentenciado a muerte, pero la pena fue conmutada por cadena perpetua. Fue amnistiado en 1947.

Abajo, agonizan los hermosos navíos de la que fuera la segunda agrupación de naves capitales más potente de Europa, sólo superada en poderío por la “Home Fleet” británica. De izquierda a derecha, ardiendo junto a sus muelles, el acorazado “Strasbourg”, los cruceros pesados “Colbert” y “Algérie”, y el crucero ligero “Marseillaise”.




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