lunes, 27 de noviembre de 2017

Hace 100 años. 26 de noviembre de 1917 .Primera Guerra Mundial. Los tanques de Cambrai

Hace 100 años
26 de noviembre de 1917
Primera Guerra Mundial

Los tanques de Cambrai

En la mañana del 20 de noviembre de 1917, los británicos lanzaron la Batalla de Cambrai, en lo que sería el primer uso realmente masivo de tanques en un campo de batalla. Los vehículos blindados habían debutado un poco más de un año antes, en el Somme, pero en Cambrai los británicos emplearían prácticamente todo su “Real Cuerpo de Tanques”, con 474 unidades desplegadas. Fue una de las mayores novedades de la Gran Guerra, pero la reputación del tanque se había deteriorado notoriamente para el otoño de 1917. Nadie negaba que resultaban muy efectivos para montar ataques sorpresa; sin embargo, muchas veces, habían mostrado tendencia a sufrir fallas mecánicas, eran poco maniobrables y también poco útiles en operaciones ofensivas de largo alcance.

Cada vez que los modelos británicos o franceses (desarrollados un poco después que los primero) habían aparecido en el campo de batalla, las líneas alemanas habían sufrido mucho, pero una vez que los “landser” se reponían de la alarma inicial, generalmente eran capaces de lidiar contra los tanques con sorprendente efectividad. Los comandantes alemanes de la Primera Guerra Mundial vieron al tanque con desdén, como un arma poco fiable y fácil de destruir, si se empleaba contra ellos la artillería de manera concentrada. Resulta sorprendente esta concepción de los alemanes de la Gran Guerra, cuando uno piensa en la relación de los tanques y los alemanes en la guerra siguiente.

En el “Royal Army”, también había detractores del uso del tanque. Sin embargo, la innovación halló suficientes partidarios, como para que, en la víspera de la Batalla de Cambrai, existiera una gran fuerza de blindados, bajo la designación de “Tank Corps” (Cuerpo de Tanques). Los defensores del tanque estaban convencidos de que las decepciones quedarían olvidadas, una vez que la nueva arma pudiera ser desplegada en condiciones de terreno más favorables.

Cuando llegó el momento de preparar las ofensivas de verano en el Frente Occidental, el teniente coronel John Fuller, del Cuerpo de Tanques, recomendó un ataque masivo de blindados en algún punto del terreno más o menos seco entre el “Canal du Nord” y el Canal San Quintín. Su jefe directo, el general Julian Byng, comandante del 3er Ejército, acogió la idea, pero ambos hallaron la oposición del Comandante en Jefe de la “BEF”, general Douglas Haig, quien prefirió persistir con los esfuerzos ofensivos en Passchendaele. No obstante, como el avance en Passchendaele no fue todo lo espectacular que se esperaba, Haig retomó la idea de Fuller y Byng, ansioso por conseguir alguna victoria decisiva, antes de que acabara 1917, para restaurar la alicaída moral en la retaguardia.

Inicialmente Fuller propuso que los tanques realizaran una rápida y destructiva incursión sobre la “Línea Hindenburg”, para retirarse de inmediato. Sin embargo, Byng se entusiasmó con la oportunidad de lograr una victoria decisiva y apostó por conseguir un rompimiento mayor de la línea alemana. El ataque fue pospuesto hasta fines de noviembre, a pesar de que las condiciones climáticas seguramente empeorarían. Los comandantes del Cuerpo de Tanques temieron, con algo de razón, que lanzar a sus colosos de hierro otra vez sobre un mar de lodo, sólo serviría para socavar la ya dañada reputación del tanque como arma de guerra.

Al alba del 20 de noviembre de 1917, 476 tanques británicos se lanzaron al ataque en un frente de 10 kilómetros, en conjunto con seis divisiones de infantería y dos divisiones de caballería, listas para explotar las brechas que se produjeran. Desde el aire, catorce nuevos escuadrones del “Royal Flying Corps” estaban listos para apoyar a las fuerzas de la “Commonwealth”. En tierra, las tropas podían contar con el soporte adicional de unas 1.000 piezas de artillería; sin embargo, los mandos británicos omitieron toda preparación artillera contra las defensas alemanas, consiguiendo así una estruendosa sorpresa.

El ataque cayó encima del 2º Ejército Alemán, del general Georg von Marwitz. Los defensores alemanes se mostraron sorprendidos durante las primeras horas del ataque y, por primera vez, las tres líneas defensivas alemanas serían penetradas por las fuerzas de la Entente. Algunas unidades atacantes llegaron a cubrir casi 8 kilómetros en el primer día de la ofensiva, capturando 10.000 prisioneros y 100 cañones; un avance impactante para los estándares de la Gran Guerra. Sin embargo, la destrucción de algunos puentes, causados por el peso de los mismos tanques, impidió a la caballería explotar del todo el éxito inicial, y avanzar hasta la retaguardia enemiga. Además, algunos objetivos importantes no pudieron conseguirse en el primer día, como el bosque de Bourlon, que no sería conquistado sino hasta el 25 de noviembre, luego de una feroz lucha, en que Byng, ya carente de reservas, consiguió empujar a los ingentes refuerzos alemanes, sólo gracias al masivo apoyo combinado de los tanques y la aviación, en un despliegue que anunciaba las cosas por venir en la siguiente guerra, cuando la acción combinada de tanques y blindados fuera tan decisiva en las batallas.

Al acercarse el final de noviembre, los británicos habían conseguido empujar varios kilómetros la “Línea Hindenburg”, que se había mostrado inexpugnable hasta entonces. La victoria parecía decisiva y aplastante. Por primera vez desde el inicio de la guerra, las campanas sonaron por toda Gran Bretaña, anunciando a los ciudadanos que su ejército, por fin, se encaminaba en el sendero de la victoria final. Sin embargo, los alemanes seguían en torno al importante poblado de Cambrai, Byng no tenía reservas cercanas de las que echar mano, muchos de sus tanques estaban fuera de combate y la posición británica se había convertido en una comprometida saliente, que podía ser atacada desde tres direcciones simultáneamente. El escenario quedaba listo para uno de esos contraataques en que los comandantes alemanes habían demostrado maestría.

En la imagen, el “Flying Fox II”, un modelo “Mark I”, de los que participaron en la Batalla de Cambrai, yace en el fondo del Canal San Quintín, luego de destruir, con su tonelaje, el ya dañado puente, a la altura de Mesnieres. La destrucción de este puente fue fatídica para la caballería, que no pudo avanzar hacia las líneas finales enemigas y mostró que el tanque, siendo un arma prometedora, necesitaba todavía de mucha comprensión y desarrollo táctico, por parte de los hombres llamados a operarlos, en ésta y en las siguientes guerras.




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