Hace 100 años
26 de noviembre de 1917
Primera Guerra Mundial
Los tanques de Cambrai
En la mañana del 20 de noviembre de 1917, los británicos lanzaron la
Batalla de Cambrai, en lo que sería el primer uso realmente masivo de tanques
en un campo de batalla. Los vehículos blindados habían debutado un poco más de
un año antes, en el Somme, pero en Cambrai los británicos emplearían
prácticamente todo su “Real Cuerpo de Tanques”, con 474 unidades desplegadas. Fue
una de las mayores novedades de la Gran Guerra, pero la reputación del tanque
se había deteriorado notoriamente para el otoño de 1917. Nadie negaba que
resultaban muy efectivos para montar ataques sorpresa; sin embargo, muchas
veces, habían mostrado tendencia a sufrir fallas mecánicas, eran poco maniobrables
y también poco útiles en operaciones ofensivas de largo alcance.
Cada vez que los modelos británicos o franceses (desarrollados un poco
después que los primero) habían aparecido en el campo de batalla, las líneas
alemanas habían sufrido mucho, pero una vez que los “landser” se reponían de la
alarma inicial, generalmente eran capaces de lidiar contra los tanques con
sorprendente efectividad. Los comandantes alemanes de la Primera Guerra Mundial
vieron al tanque con desdén, como un arma poco fiable y fácil de destruir, si
se empleaba contra ellos la artillería de manera concentrada. Resulta
sorprendente esta concepción de los alemanes de la Gran Guerra, cuando uno
piensa en la relación de los tanques y los alemanes en la guerra siguiente.
En el “Royal Army”, también había detractores del uso del tanque. Sin
embargo, la innovación halló suficientes partidarios, como para que, en la
víspera de la Batalla de Cambrai, existiera una gran fuerza de blindados, bajo
la designación de “Tank Corps” (Cuerpo de Tanques). Los defensores del tanque
estaban convencidos de que las decepciones quedarían olvidadas, una vez que la
nueva arma pudiera ser desplegada en condiciones de terreno más favorables.
Cuando llegó el momento de preparar las ofensivas de verano en el Frente
Occidental, el teniente coronel John Fuller, del Cuerpo de Tanques, recomendó
un ataque masivo de blindados en algún punto del terreno más o menos seco entre
el “Canal du Nord” y el Canal San Quintín. Su jefe directo, el general Julian
Byng, comandante del 3er Ejército, acogió la idea, pero ambos hallaron la
oposición del Comandante en Jefe de la “BEF”, general Douglas Haig, quien
prefirió persistir con los esfuerzos ofensivos en Passchendaele. No obstante,
como el avance en Passchendaele no fue todo lo espectacular que se esperaba, Haig
retomó la idea de Fuller y Byng, ansioso por conseguir alguna victoria
decisiva, antes de que acabara 1917, para restaurar la alicaída moral en la
retaguardia.
Inicialmente Fuller propuso que los tanques realizaran una rápida y
destructiva incursión sobre la “Línea Hindenburg”, para retirarse de inmediato.
Sin embargo, Byng se entusiasmó con la oportunidad de lograr una victoria
decisiva y apostó por conseguir un rompimiento mayor de la línea alemana. El
ataque fue pospuesto hasta fines de noviembre, a pesar de que las condiciones
climáticas seguramente empeorarían. Los comandantes del Cuerpo de Tanques
temieron, con algo de razón, que lanzar a sus colosos de hierro otra vez sobre
un mar de lodo, sólo serviría para socavar la ya dañada reputación del tanque
como arma de guerra.
Al alba del 20 de noviembre de 1917, 476 tanques británicos se lanzaron
al ataque en un frente de 10 kilómetros, en conjunto con seis divisiones de
infantería y dos divisiones de caballería, listas para explotar las brechas que
se produjeran. Desde el aire, catorce nuevos escuadrones del “Royal Flying
Corps” estaban listos para apoyar a las fuerzas de la “Commonwealth”. En
tierra, las tropas podían contar con el soporte adicional de unas 1.000 piezas de
artillería; sin embargo, los mandos británicos omitieron toda preparación
artillera contra las defensas alemanas, consiguiendo así una estruendosa
sorpresa.
El ataque cayó encima del 2º Ejército Alemán, del general Georg von
Marwitz. Los defensores alemanes se mostraron sorprendidos durante las primeras
horas del ataque y, por primera vez, las tres líneas defensivas alemanas serían
penetradas por las fuerzas de la Entente. Algunas unidades atacantes llegaron a
cubrir casi 8 kilómetros en el primer día de la ofensiva, capturando 10.000
prisioneros y 100 cañones; un avance impactante para los estándares de la Gran
Guerra. Sin embargo, la destrucción de algunos puentes, causados por el peso de
los mismos tanques, impidió a la caballería explotar del todo el éxito inicial,
y avanzar hasta la retaguardia enemiga. Además, algunos objetivos importantes
no pudieron conseguirse en el primer día, como el bosque de Bourlon, que no
sería conquistado sino hasta el 25 de noviembre, luego de una feroz lucha, en
que Byng, ya carente de reservas, consiguió empujar a los ingentes refuerzos
alemanes, sólo gracias al masivo apoyo combinado de los tanques y la aviación,
en un despliegue que anunciaba las cosas por venir en la siguiente guerra,
cuando la acción combinada de tanques y blindados fuera tan decisiva en las
batallas.
Al acercarse el final de noviembre, los británicos habían conseguido
empujar varios kilómetros la “Línea Hindenburg”, que se había mostrado
inexpugnable hasta entonces. La victoria parecía decisiva y aplastante. Por
primera vez desde el inicio de la guerra, las campanas sonaron por toda Gran
Bretaña, anunciando a los ciudadanos que su ejército, por fin, se encaminaba en
el sendero de la victoria final. Sin embargo, los alemanes seguían en torno al
importante poblado de Cambrai, Byng no tenía reservas cercanas de las que echar
mano, muchos de sus tanques estaban fuera de combate y la posición británica se
había convertido en una comprometida saliente, que podía ser atacada desde tres
direcciones simultáneamente. El escenario quedaba listo para uno de esos contraataques
en que los comandantes alemanes habían demostrado maestría.
En la imagen, el “Flying Fox II”, un modelo “Mark I”, de los que
participaron en la Batalla de Cambrai, yace en el fondo del Canal San Quintín,
luego de destruir, con su tonelaje, el ya dañado puente, a la altura de
Mesnieres. La destrucción de este puente fue fatídica para la caballería, que
no pudo avanzar hacia las líneas finales enemigas y mostró que el tanque,
siendo un arma prometedora, necesitaba todavía de mucha comprensión y desarrollo
táctico, por parte de los hombres llamados a operarlos, en ésta y en las
siguientes guerras.
No hay comentarios:
Publicar un comentario