lunes, 27 de noviembre de 2017

Hace 75 años. 26 de noviembre de 1942 .Segunda Guerra Mundial .Venganza en Stalingrado

Hace 75 años
26 de noviembre de 1942
Segunda Guerra Mundial

Venganza en Stalingrado

El Eje sigue retirándose en África. El 20 de noviembre de 1942, el 8º Ejército Británico entra en Benghazi, Libia. Gran parte de las instalaciones del puerto fueron destruidas por los restos del “Panzerarmee” del mariscal Erwin Rommel que se retira a toda velocidad. El 23, los germano-italianos son forzados a abandonar Agedabia.

Por mientras, los altos mandos del Eje intentan reforzar Túnez, la única posición factible de ser defendida del ataque simultáneo que viene desde Egipto y desde el África Francesa, que ahora se ha pasado a la Francia Libre del General Charles De Gaulle. El mismo 20 de noviembre, llega hasta Túnez el Regimiento de Infantería de Marina Italiano “San Marco”. En Djebel, también en Túnez, son desplegados el Batallón de Paracaidistas Ingenieros “Witzig”, de la “Wehrmacht”, y el 1er Batallón Italiano de Paracaidistas. Al día siguiente, los paracaidistas alemanes e italianos realizaron su primer ataque en suelo tunecino. Al comienzo, hicieron retroceder a las tropas británicas que avanzaban desde el oeste, pero finalmente fueron rechazados al caer la noche.

En Guadalcanal, el 22 de noviembre, los japoneses rechazan un nuevo ataque combinado de “Marines” y de efectivos del “US Army” en el río Matanikau. Pero los estadounidenses han logrado una gran ventaja, al negar a los japoneses la posibilidad de abastecer a las tropas de tierra y saben también que, al controlar el aeródromo de Henderson, tienen el dominio del aire y piensan seguirlo aprovechando. Entre el 21 y el 25 de noviembre, llegan hasta Guadalcanal varias unidades aéreas aliadas: 3er Escuadrón de Reconocimiento de la Real Fuerza Aérea Neozelandesa, 12º Escuadrón de Patrullaje Naval de la “US Navy” y cuatro escuadrones de la Fuerza Aérea del Ejército de Estados Unidos (“USAAF”. “United States Army Air Force”): 12º, 68º y 70º escuadrones de caza, y 69º Escuadrón de Bombardeo.

En Stalingrado, el Ejército Rojo está ejecutando la Operación Urano, cuyo objetivo es cercar al 6º Ejército Alemán, que hasta entonces ha estado afanado intentando conquistar la ciudad junto al Volga. La operación había sido lanzada el 19 de noviembre y, para la mañana del 20, la situación de los alemanes y de los ejércitos de países satélites de Alemania (Rumania, Hungría e Italia) estaba muy comprometida. Además de la indecisión y falta de información en los momentos críticos, los alemanes empezaban a sufrir escasez de combustible, dificultando enormemente el traslado de las unidades blindadas y motorizadas, que pudieron haberse desplegado desde Stalingrado hacia el oeste, donde los soviéticos intentaban cerrar la trampa.

Para el segundo día de “Urano”, la mayoría de las unidades rumanas se habían derrumbado, salvo unas pocas unidades aisladas, que acabaron siendo aplastadas por las manadas de “T-34” y por la artillería soviética. La única unidad blindada de la que el Eje pudo echar mano en la emergencia fue el 48º Cuerpo Panzer, que reunía a la 22ª División Blindada Alemana y a la 1ª División Blindada Rumana. Sin embargo, ambas unidades empezaron su cometido con sus formaciones incompletas y dotadas con modelos de tanques anticuados, incapaces de enfrentar en igualdad de condiciones a los poderosos modelos soviéticos. Tras una lucha desesperada, para el 22, la 1ª División Blindada Rumana había desaparecido del todo, mientras que la 22ª “Panzer”, al lograr retirarse de la trampa soviética, estaba reducida a poco más que una compañía. De las unidades rumanas, la que más ferozmente resistió, esperando el auxilio del 48º Cuerpo Blindado, fue el llamado “Grupo Lascar”, llamado así por el general rumano Mihail Lascar, que logró agrupar a los restos del maltrecho 5º Cuerpo de Ejército Rumano, aislado entre los dos grandes ataques acorazados rusos. No logró retirarse a tiempo y luchó hasta el amargo final, en el margen occidental del Don, aislado del grueso de las fuerzas del Eje.

Durante el curso de la mañana del 21 de noviembre, el general Paulus y su jefe de estado mayor, general Arthur Schmidt, recibieron informes que indicaban grandes columnas blindadas soviéticas, dirigiéndose hacia la carretera del Don, en un punto donde Paulus no tenía tropas para detenerlas y donde además estaban ubicadas muchas de las bases de reparación y depósitos de abastecimiento del 6º Ejército. De pronto, ambos generales vieron que las puntas de lanza soviética se dirigían rápidamente hacia Kalach y su puente sobre el Don: por fin, cayeron en la cuenta de que la ofensiva de Zhukov tenía como propósito realizar un gran cerco sobre las fuerzas alemanas que, hasta entonces, sitiaban Stalingrado y que, dentro de poco, pasarían a la condición de sitiados. A media mañana del 22 de noviembre, las pocas unidades que defendían Kalach, fueron arrolladas por el 26º Cuerpo de Tanques del general Alexei Rodin. Con la captura de Kalach, el camino quedaba abierto para que, al día siguiente, se reunieran el grueso del 26º Cuerpo y el 4º Cuerpo de Tanques, que venían desde el norte, con el 4º Cuerpo Mecanizado, que llegaba desde el sur.

El 6º Ejército Alemán recibió el amanecer del 23 de noviembre, sabiendo que estaba rodeado. Tras el primer momento de pánico, muchos se consolaron, recordando los cercos que el Ejército Rojo había conseguido sobre unidades alemanas durante el invierno anterior, a raíz de la contraofensiva soviética que resultó de la Batalla de Moscú. Todos esos cercos (el más famoso y más masivo fue la “Bolsa de Demiansk”) fueron mantenidos mediante puentes aéreos y terminaron siendo levantados por las tropas alemanas en la primavera de 1942. Pero los oficiales más realistas sabían que la “Luftwaffe” no tendría la capacidad de abastecer a una fuerza del tamaño del 6º Ejército y además estaban conscientes de que Alemana empezaba a quedarse sin reservas.

Los miles de rezagados, que habían quedado al oeste del Don, empezaron una retirada frenética, que tomó caracteres de estampida en algunos puentes sobre el río. Más de algún oficial tuvo que imponer el orden, pistola en mano, para evitar que cundiera el pánico y, si era posible, reunir algunas decenas de hombres, para dar a los soviéticos algo de resistencia si se acercaban a los cruces. Para el 25 de noviembre, la temperatura bajó bruscamente, aumentando el martirio de los soldados alemanes y sus aliados, especialmente los muchos heridos que fueron abandonados a su suerte. Además, la helada significaba que pronto la infantería soviética podría avanzar como una avalancha sobre las congeladas aguas del Don, sin necesidad de recurrir a los puentes. En la noche del 26 al 27 de noviembre, las últimas unidades del 6º Ejército pasaron el Don y volaron los puentes. El grueso de la unidad más poderosa de toda la “Wehrmacht” quedaba encerrada entre el Don y el Volga.

Los soldados del Ejército Rojo se encontraron con la realidad vivida, hasta entonces, por los civiles que habían soportado la ocupación nazi. Seguramente muchos abusos reportados eran exageraciones, que se utilizaban como propaganda. Pero también muchos casos eran ciertos y hay fuentes confiables, como los escritos de Vassili Grossman, que confirman que las familias campesinas del sur de Rusia fueron despojadas de casi todo lo que les permitía sobrevivir en los crudos inviernos, incluyendo el grano de simiente y la ropa de invierno. La ira vengativa de los soviéticos se dejó caer sobre los prisioneros que empezaban a caer en sus manos. Las víctimas siguientes de la venganza fueron los ucranianos y cosacos, que habían colaborado con los alemanes, con la esperanza de independizarse de la URSS y varios miles de campesinos rusos, comunes y corrientes, que sabían seguramente poco de los métodos de la tiranía nazi, pero que estaban lo bastante cansados de la tiranía comunista, como para probar cualquier cosa.

En la ciudad de Stalingrado, los hombres del general Vasili Chuikov, del 62º Ejército Soviético, habían lanzado sus propios ataques contra las posiciones alemanas que tenían al frente. Sin embargo, seguían más o menos acorralados en un minúsculo corredor del margen occidental del Volga y estaban escasos de todos los suministros, que llegaban poco, debido a que los alemanes controlaban los pasos del río. Pero el ánimo había cambiado e intuían que el momento de la venganza, tan esperado, estaba llegando por fin.

Abajo, un “T-34” soviético, posiblemente uno de los mejores tanques de la guerra, avanza a toda velocidad sobre el difícil terreno helado, gracias a sus anchas orugas.





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