Hace 75 años
26 de noviembre de 1942
Segunda Guerra Mundial
Venganza en Stalingrado
El Eje sigue retirándose en África. El 20 de noviembre de 1942, el 8º
Ejército Británico entra en Benghazi, Libia. Gran parte de las instalaciones
del puerto fueron destruidas por los restos del “Panzerarmee” del mariscal
Erwin Rommel que se retira a toda velocidad. El 23, los germano-italianos son
forzados a abandonar Agedabia.
Por mientras, los altos mandos del Eje intentan reforzar Túnez, la única
posición factible de ser defendida del ataque simultáneo que viene desde Egipto
y desde el África Francesa, que ahora se ha pasado a la Francia Libre del
General Charles De Gaulle. El mismo 20 de noviembre, llega hasta Túnez el
Regimiento de Infantería de Marina Italiano “San Marco”. En Djebel, también en
Túnez, son desplegados el Batallón de Paracaidistas Ingenieros “Witzig”, de la
“Wehrmacht”, y el 1er Batallón Italiano de Paracaidistas. Al día siguiente, los
paracaidistas alemanes e italianos realizaron su primer ataque en suelo
tunecino. Al comienzo, hicieron retroceder a las tropas británicas que
avanzaban desde el oeste, pero finalmente fueron rechazados al caer la noche.
En Guadalcanal, el 22 de noviembre, los japoneses rechazan un nuevo
ataque combinado de “Marines” y de efectivos del “US Army” en el río Matanikau.
Pero los estadounidenses han logrado una gran ventaja, al negar a los japoneses
la posibilidad de abastecer a las tropas de tierra y saben también que, al
controlar el aeródromo de Henderson, tienen el dominio del aire y piensan
seguirlo aprovechando. Entre el 21 y el 25 de noviembre, llegan hasta
Guadalcanal varias unidades aéreas aliadas: 3er Escuadrón de Reconocimiento de
la Real Fuerza Aérea Neozelandesa, 12º Escuadrón de Patrullaje Naval de la “US
Navy” y cuatro escuadrones de la Fuerza Aérea del Ejército de Estados Unidos
(“USAAF”. “United States Army Air Force”): 12º, 68º y 70º escuadrones de caza,
y 69º Escuadrón de Bombardeo.
En Stalingrado, el Ejército Rojo está ejecutando la Operación Urano, cuyo
objetivo es cercar al 6º Ejército Alemán, que hasta entonces ha estado afanado
intentando conquistar la ciudad junto al Volga. La operación había sido lanzada
el 19 de noviembre y, para la mañana del 20, la situación de los alemanes y de
los ejércitos de países satélites de Alemania (Rumania, Hungría e Italia)
estaba muy comprometida. Además de la indecisión y falta de información en los
momentos críticos, los alemanes empezaban a sufrir escasez de combustible,
dificultando enormemente el traslado de las unidades blindadas y motorizadas, que
pudieron haberse desplegado desde Stalingrado hacia el oeste, donde los
soviéticos intentaban cerrar la trampa.
Para el segundo día de “Urano”, la mayoría de las unidades rumanas se
habían derrumbado, salvo unas pocas unidades aisladas, que acabaron siendo
aplastadas por las manadas de “T-34” y por la artillería soviética. La única
unidad blindada de la que el Eje pudo echar mano en la emergencia fue el 48º
Cuerpo Panzer, que reunía a la 22ª División Blindada Alemana y a la 1ª División
Blindada Rumana. Sin embargo, ambas unidades empezaron su cometido con sus
formaciones incompletas y dotadas con modelos de tanques anticuados, incapaces
de enfrentar en igualdad de condiciones a los poderosos modelos soviéticos. Tras
una lucha desesperada, para el 22, la 1ª División Blindada Rumana había
desaparecido del todo, mientras que la 22ª “Panzer”, al lograr retirarse de la
trampa soviética, estaba reducida a poco más que una compañía. De las unidades
rumanas, la que más ferozmente resistió, esperando el auxilio del 48º Cuerpo
Blindado, fue el llamado “Grupo Lascar”, llamado así por el general rumano
Mihail Lascar, que logró agrupar a los restos del maltrecho 5º Cuerpo de
Ejército Rumano, aislado entre los dos grandes ataques acorazados rusos. No logró
retirarse a tiempo y luchó hasta el amargo final, en el margen occidental del
Don, aislado del grueso de las fuerzas del Eje.
Durante el curso de la mañana del 21 de noviembre, el general Paulus y su
jefe de estado mayor, general Arthur Schmidt, recibieron informes que indicaban
grandes columnas blindadas soviéticas, dirigiéndose hacia la carretera del Don,
en un punto donde Paulus no tenía tropas para detenerlas y donde además estaban
ubicadas muchas de las bases de reparación y depósitos de abastecimiento del 6º
Ejército. De pronto, ambos generales vieron que las puntas de lanza soviética
se dirigían rápidamente hacia Kalach y su puente sobre el Don: por fin, cayeron
en la cuenta de que la ofensiva de Zhukov tenía como propósito realizar un gran
cerco sobre las fuerzas alemanas que, hasta entonces, sitiaban Stalingrado y
que, dentro de poco, pasarían a la condición de sitiados. A media mañana del 22
de noviembre, las pocas unidades que defendían Kalach, fueron arrolladas por el
26º Cuerpo de Tanques del general Alexei Rodin. Con la captura de Kalach, el
camino quedaba abierto para que, al día siguiente, se reunieran el grueso del
26º Cuerpo y el 4º Cuerpo de Tanques, que venían desde el norte, con el 4º
Cuerpo Mecanizado, que llegaba desde el sur.
El 6º Ejército Alemán recibió el amanecer del 23 de noviembre, sabiendo
que estaba rodeado. Tras el primer momento de pánico, muchos se consolaron,
recordando los cercos que el Ejército Rojo había conseguido sobre unidades
alemanas durante el invierno anterior, a raíz de la contraofensiva soviética
que resultó de la Batalla de Moscú. Todos esos cercos (el más famoso y más
masivo fue la “Bolsa de Demiansk”) fueron mantenidos mediante puentes aéreos y
terminaron siendo levantados por las tropas alemanas en la primavera de 1942. Pero
los oficiales más realistas sabían que la “Luftwaffe” no tendría la capacidad
de abastecer a una fuerza del tamaño del 6º Ejército y además estaban
conscientes de que Alemana empezaba a quedarse sin reservas.
Los miles de rezagados, que habían quedado al oeste del Don, empezaron
una retirada frenética, que tomó caracteres de estampida en algunos puentes
sobre el río. Más de algún oficial tuvo que imponer el orden, pistola en mano,
para evitar que cundiera el pánico y, si era posible, reunir algunas decenas de
hombres, para dar a los soviéticos algo de resistencia si se acercaban a los
cruces. Para el 25 de noviembre, la temperatura bajó bruscamente, aumentando el
martirio de los soldados alemanes y sus aliados, especialmente los muchos
heridos que fueron abandonados a su suerte. Además, la helada significaba que
pronto la infantería soviética podría avanzar como una avalancha sobre las
congeladas aguas del Don, sin necesidad de recurrir a los puentes. En la noche
del 26 al 27 de noviembre, las últimas unidades del 6º Ejército pasaron el Don
y volaron los puentes. El grueso de la unidad más poderosa de toda la “Wehrmacht”
quedaba encerrada entre el Don y el Volga.
Los soldados del Ejército Rojo se encontraron con la realidad vivida,
hasta entonces, por los civiles que habían soportado la ocupación nazi. Seguramente
muchos abusos reportados eran exageraciones, que se utilizaban como propaganda.
Pero también muchos casos eran ciertos y hay fuentes confiables, como los
escritos de Vassili Grossman, que confirman que las familias campesinas del sur
de Rusia fueron despojadas de casi todo lo que les permitía sobrevivir en los
crudos inviernos, incluyendo el grano de simiente y la ropa de invierno. La ira
vengativa de los soviéticos se dejó caer sobre los prisioneros que empezaban a
caer en sus manos. Las víctimas siguientes de la venganza fueron los ucranianos
y cosacos, que habían colaborado con los alemanes, con la esperanza de
independizarse de la URSS y varios miles de campesinos rusos, comunes y
corrientes, que sabían seguramente poco de los métodos de la tiranía nazi, pero
que estaban lo bastante cansados de la tiranía comunista, como para probar
cualquier cosa.
En la ciudad de Stalingrado, los hombres del general Vasili Chuikov, del
62º Ejército Soviético, habían lanzado sus propios ataques contra las
posiciones alemanas que tenían al frente. Sin embargo, seguían más o menos
acorralados en un minúsculo corredor del margen occidental del Volga y estaban
escasos de todos los suministros, que llegaban poco, debido a que los alemanes
controlaban los pasos del río. Pero el ánimo había cambiado e intuían que el
momento de la venganza, tan esperado, estaba llegando por fin.
Abajo, un “T-34” soviético, posiblemente uno de los mejores tanques de la
guerra, avanza a toda velocidad sobre el difícil terreno helado, gracias a sus
anchas orugas.
Imagen tomada de http://www.ww2incolor.com/d/690695-2/T-34St
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