domingo, 19 de noviembre de 2017

Hace 75 años - 19 de noviembre de 1942 - Segunda Guerra Mundial - El Eje bajo asedio

Hace 75 años
19 de noviembre de 1942
Segunda Guerra Mundial

El Eje bajo asedio

En todos los frentes, el último trimestre de 1942 es el momento en que la situación estratégica se vuelve contra el Eje. En el Atlántico, donde se libra la batalla más larga de la guerra, en septiembre de 1942, el “grossadmiral” Karl Doenitz reconoce que no puede seguir luchando frente a la costa este norteamericana. Los Aliados han empezado a reconocer la real amenaza de los “U-Boote” y empiezan a organizar contramedidas apropiadas, que permiten reducir las pérdidas de mercantes aliados y causan cada vez mayores pérdidas de submarinos alemanes. Para fines de octubre, Doenitz concentra su fuerza de submarinos en el centro del Atlántico, a una altura aproximada entre Groenlandia e Islandia, donde los “Catalina” estadounidenses y los “Sunderland” británicos no pueden llegar, para ayudar desde el aire a sus convoyes y destructores.

La “Kriegsmarine” había sufrido mucho entre mayo de 1941 y febrero de 1942, debido al desciframiento de su código naval, por parte del equipo de decodificadores de Bletchley Park, especialmente gracias al aporte del matemático Alan Turing. Turing pudo descifrar una parte importante del código naval alemán, transmitido mediante las famosas “máquinas Enigma” (no hubo realmente una sola “Enigma”, sino una serie de modelos, producidos y mejorados por distintos fabricantes). La capacidad de descifrar las comunicaciones navales alemanas permitió a los almirantazgos aliados anticiparse a los movimientos de los submarinos germanos, desviando a tiempo los trayectos de los mercantes y concentrando a sus destructores en los lugares donde se esperaba que pasaran los submarinos, para emboscarlos. Sin embargo, en febrero de 1942, una nueva “Enigma”, con un nuevo código, empezó a ser usada por los alemanes, dejando ciegos nuevamente a los Aliados. El aumento de la flota submarina alemana, el ingreso de Estados Unidos en la guerra y la intensificación general de la guerra hicieron posible lo que se conoció como “Segundo Tiempo Feliz” de los submarinos alemanes. En general, 1942 fue el peor año para el tráfico mercante aliado en el Atlántico Norte.

Pero el 30 de octubre de 1942, el submarino alemán “U-559” fue dañado y forzado a emerger frente a Port Said. La tripulación capturada no alcanzó a hundir la nave, ni a destruir las máquinas descifradoras, que fueron capturadas por tripulantes del destructor “HMS Petard”, junto con los libros de claves. Con este material en su poder, los científicos de Bletchley Park fueron capaces nuevamente de descifrar las comunicaciones de los submarinos alemanes, que empezaron a sufrir graves pérdidas a partir de noviembre de 1942.

En África del Norte, se va cerrando un gran cerco sobre las fuerzas del Eje. El mariscal Erwin Rommel, con los restos de su “Panzerarmee Afrika”, ha estado retirándose sin pausa desde el 6 de noviembre, tras ser derrotado en la Segunda Batalla de El Alamein, por las formaciones de la “Commonwealth”, al mando del general Bernard Law Montgomery. Al producirse los desembarcos anglo-estadounidenses (“Operación Antorcha”) en Marruecos y Argelia, el 8 de noviembre, Rommel intentaba establecer una línea defensiva en Mersa Matruh, 180 kilómetros al oeste de El Alamein. Pero al saber que una gran fuerza de 20.000 hombres estaba llegando a Argelia y que empezaba a moverse hacia Túnez, Rommel ordenó retirarse hacia El Agheila, lo que significaba abandonar la mayor parte de la Cirenaica, casi sin lucha, al avance británico. El 9 de noviembre, los ítalo-alemanes dejaron Sidi Barrani y, el día 11, abandonaron el Paso de Halfaya, la última posición que mantuvieron dentro de Egipto.

Montgomery pisaba los talones de Rommel e intentó rodear a la guarnición de Tobruk, pero ésta logró escapar antes y dirigirse por la “Via Balbia” hacia Tripolitania, con el resto de las fuerzas del Eje. Rommel, sin embargo, debió abandonar más de 9.000 toneladas de suministro en el puerto, que tanto le había costado conquistar y que ahora era ocupado por “Monty” el 13 de noviembre. El 15, el 8º Ejército Británico llegaba a Derna y ocupaba el aeródromo de Martuba, que fue puesto de inmediato a disposición de los aparatos de la “RAF”. Desde Martuba, los bombarderos británicos podían dar apoyo aéreo estrecho a sus tropas que avanzaban y además eran capaces de operar en apoyo de los convoyes de Malta; de hecho, así lo hicieron el 18 de noviembre. De este modo, quedaba ligada la suerte de la larga campaña de África del Norte y de la campaña por el control del Mediterráneo, que se empezaba a sellar con la victoria de Gran Bretaña y de las naciones de su Imperio, sobre alemanes e italianos.

Desde Argelia y Marruecos, avanzaba otra poderosa fuerza aliada, desembarcada el 8 de noviembre. Luego de que cesara la resistencia de las fuerzas de Vichy, el 10 de noviembre, al alto mando aliado ordenó al 1er Ejército Británico, del general Kenneth Anderson, moverse hacia Túnez, pero no alcanzó a reunir suficientes tropas para decidir rápidamente la situación. Los alemanes, en cambio, reaccionaron más rápido, aprovechando la indecisión del almirante francés Jean Pierre Esteva, gobernador de Túnez, que no terminaba de saber si debía luchar contra los alemanes o contra los Aliados, que invadían simultáneamente el territorio a su cargo. Durante los días 9 y 10 de noviembre, más de 140 aviones alemanes llevaron tropas y suministros hasta Túnez. Dos días después, a los transportes aéreos se sumaron numerosos buques de transporte, que consiguieron traer desde Europa 15.000 hombres, 176 tanques, 131 piezas de artillería, 1.152 vehículos y 13.000 toneladas de suministros. Hacia fines de noviembre, el Eje había llevado hasta Túnez a la 10ª División Panzer y cuatro divisiones de infantería (dos alemanas y dos italianas), al mando del general Walther Nehring, que llegó hasta su nuevo comando el 17 de noviembre. En respuesta a la llegada masiva de tropas del Eje, el general Georges Barré, al mando de las tropas francesas de Túnez decidió alinearse con los Aliados y estableció una línea defensiva en las montañas al oeste del país.

Para el 17 de noviembre, los Aliados habían llegado hasta Gafsa, ya en territorio tunecino. El 19 de noviembre, el general Nehring solicitó libre paso para sus tropas, a través del territorio ocupado por el general Barré, solicitud que fue denegada. Los alemanes atacaron las posiciones francesas dos veces, que pudieron repeler los primeros ataques, pero carentes de artillería y blindados, tuvieron que retirarse. A pesar de que algunas fuerzas se decantaron por los británicos y estadounidenses recién llegados, la situación de las tropas francesas en el área, nominalmente obedientes a Vichy, sería incierta por algunos días.

En Stalingrado, el general Friedrich Paulus había intentado un último ataque entre el 11 y el 14 de noviembre. Al acabar su ofensiva, los alemanes controlaban un 90 por ciento de la ciudad. Los soviéticos del 62º Ejército del general Vasili Chuikov estaban acorralados en estrechas franjas, de espaldas al río, con sus embarcaderos, vitales para recibir refuerzos, bajo constante fuego alemán… pero la ciudad no caía. Para el 15 de noviembre, el ataque había perdido ímpetu y los mandos alemanes estaban resignados a pasar el invierno de 1942-1943 entre las ruinas de Stalingrado. Los primeros nevazones y las temperaturas bajo cero llegaron al mismo tiempo que el 6º Ejército Alemán intentaba acabar con la batalla, en el último y supremo esfuerzo por decidir la lucha en el Frente Oriental.

Mientras Paulus intentaba acabar con la fuerza de Chuikov en la castigada ciudad del Volga, el general Gueorgui Zhukov ultimaba los detalles para lanzar una masiva ofensiva sobre los flancos de Paulus, mal protegidos por fuerzas húngaras, rumanas e italianas, carentes del armamento necesario para lidiar contra los potentes tanques soviéticos. A las 7.20 hrs. del 19 de julio de 1942, los Frentes Sudoccidental y del Don recibieron la palabra clave “sirena”, que indicaba el inicio de la “Operación Urano”. Miles de cañones y baterías de cohetes abrieron fuego contra las posiciones del Eje en un frente de 300 kilómetros. Tras una hora y media de preparación artillera, el 1er Ejército de Guardias Soviético caía sobre el 8º Ejército Italiano, mientras el 5º Ejército de Tanques hacía lo propio contra el 3er Ejército Rumano. Los rumanos e italianos resistieron con valor, dentro de sus posibilidades, pero carecían de armas antitanque en cantidad y calidad necesarias para repeler a los poderosos “T-34”, que aplastaban las posiciones defensivas con sus anchas orugas. Para la tarde del primer día de ofensiva, los rusos habían destrozado el 4º Cuerpo Rumano y abierto grandes brechas en las líneas encargadas de proteger el flanco alemán al norte de Stalingrado.

Paulus no fue informado de la magnitud del ataque enemigo, sino hasta casi las 10.00 de la mañana e incluso entonces, aunque sabía que era una amenaza seria, prefirió mantener la mayoría de sus formaciones panzer luchando en la ciudad, en vez de enviarlas rápidamente a proteger el flanco norte, que se derrumbaba. Los alemanes todavía creían que la caída de la ciudad era inminente. Alrededor de las 15.30 hrs., se empezaba a hacer de noche. Poco después, el ala norte de la ofensiva soviética se encontró con las fuerzas del 48º Cuerpo Blindado Alemán, que había sido enviado a reforzar a los rumanos. En teoría, un cuerpo de tanques alemán era capaz de lidiar con varios ejércitos soviéticos, pero la situación era ahora muy diferente. El 48º Cuerpo era una unidad de reserva, con tanques anticuados, que se desplazaban malamente por la nieve y el hielo, escasa de combustible y con gran parte de sus tanques dañados o faltos de repuestos. Los experimentados tripulantes de las “Panzerdivisionen” no tenían manera de explotar su proverbial habilidad táctica y capacidad de coordinación, que los había llevado a destruir tantos enemigos dotados de más y mejores tanques, desde 1939. Y el mal tiempo impedía a la “Luftwaffe” apoyarlos con sus “Stuka”, “Dornier” y “Heinkel”, que debieron permanecer en sus pistas, impedidos de despegar.

El ala sur de la ofensiva soviética, al mando del general Andrei Yeremenko, demoró el inicio del ataque, pues el clima era aun peor en su zona de responsabilidad, de lo que había sido en el norte. La artillería y cohetería soviética abrió fuego recién a eso de las 10.00 y la infantería y los tanques no se pusieron en marcha sino hasta alrededor de las 11.00, encuadrados en los Ejércitos Soviéticos 57º, 64º y 51º. El primer contacto en el sur también fue con rumanos. Un cierto mayor alemán, Bruno Gebele, cuyo regimiento era vecino de un batallón rumano, conocía bien a su comandante, un cierto coronel Gross, veterano del “Real e Imperial Ejército Austrohúngaro” y que por eso hablaba bien el alemán. El pobre Gross contaba apenas con una pieza antitanque de 37 milímetros para todo su sector, que debía ser movida con caballos y que no tenía ninguna posibilidad contra los tanques soviéticos, si es que llegaban a dispararla. A pesar de su inferioridad en armamentos, los rumanos lucharon bien y sus posiciones tuvieron que ser literalmente aplastadas por los tanques rusos que avanzaban sobre ellos.

La única reserva alemana en el sur era la 29ª División de Infantería Motorizada, del general Hans-Georg Leyser. Leyser causó fuertes bajas a los soviéticos cuando contraatacó, pero su superior, el general Hermann Hoth, a cargo del 4º Ejército Panzer, recibió la orden de retirarlo de la lucha y desplegarlo más cerca de Stalingrado, para proteger el flanco del 6º Ejército de Paulus. El 6º Cuerpo Rumano había sido prácticamente volatilizado por los tanques rusos y sólo quedaba un regimiento de caballería rumano en reserva, pero los alemanes aún fallaban en darse cuenta de la gravedad de la amenaza. El éxito inicial de Leyser sugiere que una fuerte reserva móvil en retaguardia pudo haber sido usada para lidiar con el ala sur de la ofensiva, para ser luego enviada contra el ala norte, que era la más peligrosa. Pero eso habría significado que el mando del 6º Ejército Alemán tuviera una apreciación clara de la situación general del frente, algo de lo que carecía por completo, no sólo Paulus, sino toda la cadena de mando de la “Wehrmacht”, que no sospechaba que el Ejército Rojo tuviera reservas para atacar con seis ejércitos frescos desde la retaguardia y, sobre todo, que sus generales fueran capaces de coordinar algo parecido a una ofensiva bien coordinada.

En Guadalcanal, al otro lado del mundo, los japoneses se han dado cuenta de que los estadounidenses tienen mucho más tropas en la isla de lo que esperaban encontrar. Y también han llegado a la convicción de que sólo destruyendo “Henderson Field”, el aeródromo que ellos mismos quisieron construir en primer lugar, podían retomar el control del aire en torno a las Islas Salomón. El 11 de noviembre de 1942, los japoneses reunieron una gran fuerza de naves de transporte, cargados con suficientes suministros para un mes de lucha. Para proteger sus transportes, desplegaron una poderosa flota de combate, centrada en torno a los acorazados “Hiei” y “Kirishima”, cuyo propósito esencial era bombardear “Henderson Field” hasta dejarlo fuera de operaciones. Alrededor de la 1.00 de la madrugada del 13 de noviembre, la fuerza japonesa de bombardeo entró en el “Estrecho del Fondo de Hierro”, como llamaban los estadounidenses al espacio entre Guadalcanal y la isla de Savo, por la gran cantidad de barcos hundidos ahí en el curso de la campaña.

Navegando de noche, la formación japonesa perdió cohesión y se aproximó sin saberlo a una flota de cruceros estadounidenses, al mando del almirante Daniel Callaghan, secundado por el almirante Norman Scott. La “US Navy” contaba con la ventaja del radar, mientras que los japoneses habían demostrado ser expertos en las maniobras nocturnas. Callaghan, demasiado confiado en los radares de su buque insignia, el crucero pesado “USS San Francisco”, decidió entablar batalla contra la fuerza japonesa alrededor de las 1.50 de la madrugada, sin saber, entre otras cosas, que dos grandes acorazados formaban parte de la flota enemiga. Al querer “cruzar la T” de la línea enemiga de batalla, Callaghan causó una brutal y confusa batalla nocturna a corta distancia, que no fue un desastre total para los norteamericanos, sólo porque los japoneses llevaban munición explosiva en sus cañones, para destruir el aeródromo de la isla, en vez de munición perforante, capaz de perforar con más facilidad el blindaje de los cruceros. La peor parte se la llevaron los estadounidenses, que perdieron más buques que los japoneses y lamentaron muchas bajas, entre ellas, sus dos almirantes. Sin embargo, la intrépida, aunque imprudente acción de Callaghan bastó para evitar la destrucción del importante aeródromo de Henderson y dejó al “Hiei” lo bastante dañado, como para tener que ser hundido por sus propios tripulantes al día siguiente. Era la primera vez que la Marina Imperial Japonesa perdía un acorazado en batalla.

Ninguno de los dos bandos había sido capaz, sin embargo, de asegurar plenamente el suministro de sus propias tropas que luchaban en Guadalcanal, o negar esa misma posibilidad al enemigo. El escenario quedaba listo, pues, para otra gran batalla naval, dos noches después.

La “US Navy” se había quedado sin un solo crucero operativo en las Salomón. El alto mando estadounidense sabía que una segunda fuerza naval japonesa se acercaba, cargada con suministros y refuerzos. El Comandante en Jefe del Teatro de Operaciones del Pacífico Sur, almirante William Halsey, decidió correr el riesgo de usar los dos acorazados encargados de proteger al portaaviones “USS Enterprise”, para evitar que los japoneses llevaran su precioso cargamento hasta el campo de batalla de Guadalcanal. El “Enterprise”, que era el último portaaviones aliado en el sur del Pacífico, se mantendría al margen, para no arriesgarlo innecesariamente, de modo que la siguiente batalla naval sería de tipo clásico, con cruceros y acorazados enfrentándose con sus grandes cañones.

Al mando del almirante Willis Lee, los acorazados “USS Washington” y “USS South Dakota” llegaron el 14 de noviembre de 1942 hasta el “Ironbottom Sound”, frente a “Canal”, escoltados por una escuálida pantalla de cuatro destructores. Desde el norte, los japoneses enviaron otra fuerza a bombardear “Henderson Field”. El núcleo de la flota nipona estaba formado por el acorazado “Kirishima” y dos cruceros pesados, “Atago” y “Takao”, escoltados por dos cruceros ligeros y ocho destructores. El “South Dakota” sufrió muchos problemas eléctricos, que redujeron mucho su efectividad en combate. Con pérdidas constantes de potencia, el “South Dakota” acabó bajo el fuego directo del “Kirishima”, al que se sumó prácticamente cada cañón de la flota japonesa. La superestructura del buque fue despedazada, pero su casco no sufrió daños de consideración, de modo que se mantuvo a flote. Mientras tanto, el “Washington” se aproximó a la fuerza japonesa sin ser detectado y abrió fuego sobre el “Kirishima” desde una distancia de 7.500 metros. Entre las 00.05 y las 00.12 hrs. del 15 de noviembre, una avalancha de fuego se dejó caer sobre el acorazado japonés, que quedó convertido en una humeante ruina. Después de hundir el destructor “Ayanami”, Lee decidió retirar al “Washington”, ante el riesgo de perder su único acorazado operativo por el nutrido ataque de torpedos que podía recibir desde los destructores y cruceros japoneses restantes.

Tras las dos batallas navales de Guadalcanal, las posibilidades japonesas de reforzar sus tropas en el área quedaron drásticamente reducidas. En tres días, habían perdido dos acorazados, un crucero pesado, tres destructores y once transportes, además de 5.000 soldados de infantería que murieron ahogados y cientos de bajas entre el personal naval. Los estadounidenses también sufrieron graves bajas y sus fuerzas navales también estaban llegando a sus últimas reservas, pero controlaban los aires, gracias a la posesión de “Henderson Field” y Estados Unidos podía reemplazar sus pérdidas, por graves que fueran, algo que Japón no tenía esperanzas de conseguir. Los japoneses seguirían intentando mantener la iniciativa, pero no pasaría mucho tiempo, antes de que decidieran abandonar la isla y evacuar sus tropas.

Abajo, el “USS Washington” abre fuego con sus armas principales de 406 milímetros sobre el acorazado japonés “Kirishima”, durante la Segunda Batalla Naval de Guadalcanal, en la noche del 14 al 15 de noviembre de 1942.




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