Hace 75 años
1 de octubre de 1942
Segunda Guerra Mundial
Polonia: la “Nación Enemigo”
En Guadalcanal, el 26 de septiembre de 1942, los “Marines” atacan las
posiciones japonesas en el río Matanikau, pero son rechazados en ese primer
intento. Al día siguiente, el marinero señalero de primera clase, Douglas A.
Munro, de la Guardia Costera de EE.UU. (“USCG”), muere en combate, durante una
misión de rescate de alrededor de 500 “marines”, asediados por los japoneses.
Munro estaba a cargo de una agrupación de 24 “Lanchas Higgins” de desembarco.
Para proteger a los soldados que estaban siendo evacuados, Munro decidió
colocar su embarcación entre el fuego enemigo y sus tropas, salvando muchas
vidas de sus camaradas, aunque perdiendo la vida en el proceso. Munro es el
único miembro de la Guardia Costera en haber recibido la Medalla de Honor, que
le fue concedida a título póstumo.
El 30 de septiembre, muere Hans Joachim Marseille, uno de los más letales
“ases” de la aviación de caza alemana y posiblemente uno de los mejores pilotos
de combate de todos los tiempos. Su familia provenía de un viejo linaje de
hugonotes franceses, exiliados en Alemania por la persecución religiosa. De naturaleza
rebelde, sus frecuentes roces con la autoridad retrasaron su ascenso; de hecho,
fue transferido a África del Norte para que tuviera menos oportunidades de
desaparecer de su base persiguiendo chicas. En África, su genialidad como
piloto estuvo al servicio de la campaña terrestre mandada por ese otro gran
genio de la milicia alemana: Erwin Rommel. Su mejor amigo de juventud era un
muchacho judío, que desapareció durante los años ’30 y, en cierta ocasión,
cuando ya era una figura famosa en Alemania, fue invitado a tocar el piano para
varios jerarcas nazis, entre otros, Hitler, Hermann Göring y Joseph Goebbels.
Marseille consideró gracioso interpretar una pieza de jazz, considerada música
degenerada y decadente, desde la perspectiva racista del nazismo. El genial
piloto se salió con la suya, sabiendo que nadie se atrevería a tocar a un héroe
nacional.
Marseille, llamado la “Estrella de África”, se hizo célebre también por
conservar la tradición de caballerosidad, tan típica entre los pilotos de la
Primera Guerra y que había ido perdiéndose en la Segunda. Generalmente apuntaba
a los motores y no a las cabinas de sus adversarios, para darles mayores
oportunidades de sobrevivencia. En más de una ocasión, tras averiar un avión
enemigo, que tenía poca visibilidad por humo o aceite esparcido en la cabina,
se colocó al lado del aparato al que había averiado, para intentar guiarlo
hasta un lugar donde pudiera hacer un aterrizaje forzoso con ciertas esperanzas
de éxito. También era frecuente que sobrevolara los aeródromos aliados, para
lanzar desde su avión mensajes, donde detallaba la suerte de pilotos
derribados. Como estos vuelos eran a muy baja altura, el riesgo de recibir
letal fuego antiaéreo era muy alto.
Poco antes del mediodía del 30 de septiembre de 1942, el “Messerschmitt
Bf-109” del capitán Marseille sufrió un inesperado desperfecto. Marseille intentó
salir del avión, pero mientras intentaba saltar, el aparato desvió bruscamente
la nariz hacia abajo y el estabilizador vertical lo golpeó en el aire, antes de
que pudiera abrir sus paracaídas. Al momento de morir, Hans Joachim Marseille
había acumulado un récord de 158 derribos confirmados.
Hitler está cada vez más obsesionado con sus “políticas” raciales y con
la implementación de su “Nuevo Orden”. Las necesidades estratégicas le resultan
cada vez más ajenas y suele entrometerse en la conducción de la guerra, para
desesperación de sus generales, que ven muchas victorias escaparse de sus
manos, por las intromisiones del tirano, convertido en estratega amateur. El 25
de septiembre, Hitler tiene una fuerte discusión con el general Franz Halder,
Jefe del Estado Mayor, uno de los pocos que se atrevía a contradecirle, un
hábito que el líder nazi nunca había sabido aceptar del todo bien. Como
resultado, Halder es despedido, a pesar de que el tirano sabe que es un buen
comandante, y lo reemplaza por el general Kurt Zeitzler, más dócil a los
caprichos del “Führer”.
A fines de septiembre de 1942, las “SS” inician la confiscación de los
efectos personales de los judíos prisioneros en Auschwitz y Majdanek, Polonia.
Elementos como relojes y lapiceras son repartidos entre las tropas alemanas en
el frente. El dinero, joyas y metales preciosos son enviados a los organismos
administrativos de las “SS”. La ropa, en tanto, se distribuye entre familias
alemanas necesitadas, en una retorcida acción de caridad, implementada con la
desgracia ajena. El horror del nazismo golpea a veces a personajes célebres,
como Esther Adolphine, hermana de Sigmund Freud, que muere el 29 de septiembre
de 1942 en el Campo de Concentración de Theresienstadt, Checoslovaquia. Pero la
inmensa mayoría de las víctimas son ciudadanos comunes y corrientes de diversos
estados de Europa. Hitler y sus secuaces están envalentonados. Sus fuerzas y
las de sus aliados han sufrido serios reveses: Japón fue detenido en Midway,
Rommel está a la defensiva en El Alamein y Stalingrado se niega a caer. Para
Hitler, no obstante, desde la tranquilidad de su búnker, no son más que
contratiempos menores, en lo que parece ser una Europa ya irreversiblemente
conquistada por el nazismo. En 1942, la lógica del exterminio en contra
diversos grupos étnicos y nacionales alcanza una escalofriante escalada, en los
que serán los peores años de la ya espantosa tiranía nazi.
A estas alturas, el genocidio contra los judíos es abiertamente
denunciado y los nazis no se molestan demasiado en ocultarlo. Entre el 22 de
septiembre y el 5 de noviembre de 1942, las siniestras “SS” llevan a cabo un
gran operativo de deportación de 39.000 judíos desde Czestochowa, Polonia, y
267.000 residentes judíos de las zonas rurales del distrito de Radom. Todos son
conducidos hasta el campo de exterminio de Treblinka. Por la forma en que fue tratada
por sus opresores nazis y comunistas, Polonia ha sido llamada la “Nación
Enemigo” por algunos especialistas. Los judíos polacos fueron efectivamente
exterminados: menos del 10% de los 3.500.000 que vivían en Polonia en
septiembre de 1939 sobrevivieron a la guerra. La población polaca general
también fue severamente castigada, con alrededor de 2.770.000 víctimas fatales.
Los nazis tenían planificado exterminar a la nación polaca, partiendo por sus
elites, que fueron salvajemente exterminadas al comienzo de la ocupación:
sacerdotes, oficiales militares, profesionales liberales, intelectuales,
artistas, científicos y un largo etcétera de todos quienes pudieren nutrir la
cultura polaca y hacer germinar la resistencia. A la larga, de acuerdo con
documentos hallados luego de la guerra, los nazis tenían programado exterminar
primero a los judíos polacos y luego a todos los polacos, considerados también
racialmente inferiores por Hitler y demasiado cerca de las fronteras del “Reich”,
como para tolerar su existencia, en medio de la política expansionista de
búsqueda del espacio vital.
Abajo, Ceslawa Kwoka, una de las 230.000 personas menores de 18 años, deportadas
a Auschwitz-Birkenau, entre 1940 y 1945. La fotografía fue tomada en algún
momento de 1942 o 1943, por Wilhelm Brasse, un fotógrafo que además era
prisionero y que fue obligado a tomar fotografías para tarjetas de
identificación de los prisioneros, así como de experimentos médicos, llevados a
cabo usando a los prisioneros como conejillos de indias. Su fotografía se hizo
famosa, después de aparecer en la introducción del documental de 2005, “El
Retratista”, sobre el caso de Brasse. La pequeña Ceslawa murió el 12 de marzo
de 1943, a los 14 años, menos de un mes después de la muerte de su madre, con
la que había sido internada en Auschwitz, como parte de las operaciones de
limpieza étnica, llevadas a cabo contra los polacos que vivían en las zonas de
la vieja Polonia, incorporadas a Alemania después de la invasión de 1939.
Imagen tomada de https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/thumb/2/26/Czeslawa_Kwoka_-_Brasse.jpg/1280px-Czeslawa_Kwoka_-_Brasse.jpg
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