domingo, 10 de septiembre de 2017

Hace 75 años - 10 de septiembre de 1942 - Segunda Guerra Mundial - Los afanes de Stalingrado

Hace 75 años
10 de septiembre de 1942
Segunda Guerra Mundial

Los afanes de Stalingrado

En el Pacífico, Japón y los Aliados sostienen dura lucha en la Papúa Australiana. El 4 de septiembre, los japoneses detienen el ataque australiano en el sector de Goroni, cerca de Milne Bay. Tierra adentro, en el Sendero de Kokoda, los japoneses rompen las líneas australianas en Myola Ridge. El 6 de septiembre, los australianos atacan la cabeza de playa japonesa en Waga Waga, cerca de Milne Bay, ignorantes de que los japoneses ya habían comenzado a evacuarla.

Hasta el Sendero de Kokoda, que es el otro campo de batalla principal en Papúa, llega el 2/27º Batallón Australiano a reforzar a sus camaradas, que han sufrido fuertes bajas en los últimos días. A pocas horas, los australianos tuvieron que trabar dura lucha con efectivos del 144º Regimiento del Ejército Japonés, apoyados por artillería de montaña. Para el 8 de septiembre, los japoneses logran flanquear y rodear tres batallones australianos, que deben retirarse, para evitar su destrucción, desde Efogi hasta Menari, siguiendo el sendero. El avance japonés es detenido momentáneamente, gracias al apoyo de aviones estadounidenses. Mientras se detiene el avance japonés, desembarca en Port Moresby la 25ª Brigada de Infantería Australiana, para reforzar a sus golpeados camaradas. La situación en Nueva Guinea es muy seria para los Aliados y el general Douglas MacArthur debe pedir urgente ayuda en refuerzos y suministros a Washington.

En Guadalcanal, la lucha está llena de avances y reveses para ambos bandos. El 4 de septiembre de 1942, los japoneses logran desembarcar 1.000 soldados en la isla, desde tres destructores. Pero, el mismo día, sufren el hundimiento de varias barcazas, en que llevaban equipo pesado y artillería. Los hundimientos son causados por aviones basados en Henderson Field, el aeródromo que empezaron a construir los japoneses, antes de que los “marines” llegaran hasta la isla, algunas semanas atrás. Al comienzo, parece que el alto mando japonés no se dio cuenta de lo importante que podía ser esa pequeña pista de aterrizaje para amenazar Australia y tampoco se percató de los problemas que le causaría a su flota, si lo usaban aviones de los Aliados. En efecto, al poseer un aeródromo en el corazón del campo de batalla, las aviaciones aliadas tenían mucha libertad para operar y establecieron supremacía aérea sobre los japoneses.

En la madrugada del 5 de septiembre, los destructores japoneses “Yudachi”, “Hatsuyuki” y “Murakumo” bombardearon la pista de Henderson Field, luego de desembarcar tropas. Mientras los japoneses bombardeaban, un patrullero estadounidense “Catalina” sobrevoló el campo de batalla y dejó caer algunas bengalas para iluminar. Sin embargo, la luz fue aprovechada por los japoneses, que hundieron rápidamente los destructores norteamericanos “USS George” y “USS Little”.

El 9 de septiembre de 1942, se produce el único ataque aéreo sobre territorio continental de Estados Unidos. Tras esperar un tiempo sumergido, el submarino japonés “I-25” lanzó su avión de reconocimiento “E14Y”, pilotado por el sargento Nobuo Fujita y el tripulante Shoji Okuda. El aparato dejó caer dos bombas incendiarias en un bosque cerca de Brookings, Oregon, alrededor de las 6.00 de la madrugada, quizás con la intención de provocar un gran incendio forestal o sólo para demostrar que los aviadores japoneses podían atacar el territorio americano de Estados Unidos. Mientras regresaba al submarino, el avión japonés detectó dos mercantes estadounidenses. Tras recuperar a sus pilotos, el “I-25” intentó cazar a los mercantes, pero fue detectado por la aviación norteamericana y tuvo que escapar sumergido.

En el Frente Oriental, los soviéticos intentan equilibrar las cosas. En el norte, las tropas del Frente de Volkhov llegan a unos 6 kilómetros del punto en que podrían romper el cerco alemán de Leningrado, pero su ofensiva empieza a desorganizarse. El 10 de septiembre, las tropas soviéticas cercadas en Leningrado intentan romper el cerco desde dentro, pero también fracasan. En el sur, dos ejércitos soviéticos, el 24º y el 66º, se lanzan contra el XIV Cuerpo Panzer en Stalingrado. Para el mediodía, los soviéticos habían perdido una cuarta parte de sus tanques, en gran parte, debido a la acción devastadora de la “Luftwaffe”. Al día siguiente, 7 de septiembre, los “panzerkampwagen” del XIV Cuerpo reanudan su avance hacia el Volga, atravesando las ruinas de la ciudad.

No fue sino hasta fines de agosto, que el pueblo alemán se enteró de que Stalingrado era un objetivo militar. Hitler nunca había permitido que sus tropas se enfrascaran en una lucha callejera para tomar Moscú o Leningrado, pero decidió de pronto que Stalingrado debía ser tomada al asalto. Para el 7 de septiembre de 1942, el avance sobre el Cáucaso, objetivo primordial de la campaña, enfrentaba severas dificultades, en parte, porque la resistencia soviética se estaba haciendo más dura; pero también por las intervenciones de Hitler, que entorpecían la labor de sus comandantes. El “Führer” había declarado, al comienzo de la campaña de verano de 1942, que debía poner fin a la guerra si no capturaba el petróleo del Cáucaso. Posiblemente Hitler ya sabía que sería imposible conquistar los pozos petroleros y que, en general, la guerra en el Este no sería ganada en este segundo intento de 1942. Pero no estaba dispuesto a admitir su fracaso. El Volga estaba bloqueado para la logística del Ejército Rojo y las fábricas de armamento habían sido destruidas en Stalingrado, es decir, los dos objetivos del ala norte de la ofensiva estaban cumplidos; pero el megalómano tirano ordenaba conquistar, a cualquier precio, la ciudad que llevaba el nombre de su odiado rival y colega. El viejo jugador, que había ganado tantas apuestas en el Ruhr, en Checoslovaquia, en Polonia y en Francia, volvía a jugar a la ruleta en Stalingrado, buscando una victoria simbólica, como compensación al fracaso estratégico, como si esa inyección moral pudiera dar la victoria a los alemanes y hundir a los soviéticos.

Sobre el terreno, los alemanes avanzaban, pero muchas de las habilidades de estas tropas veteranas, que habían conquistado toda Europa en rápidas marchas, se desperdiciaban en una horrenda lucha callejera, en un paisaje de ruinas humeantes y fierros retorcidos, creado por los bombarderos alemanes. Los soviéticos todavía tenían problemas graves de moral entre sus tropas, al punto de que la “Stavka”, el cuartel general soviético, había tenido que repetir la orden “Ni un paso atrás”, del verano de 1941. Pero, a medida que los soviéticos se enteraban de los abusos de los alemanes en las zonas ocupadas y también a medida que los oficiales inexpertos, rápidamente promovidos por la muerte de sus superiores, se convertían en jefes más experimentados, la resistencia se hizo más dura. El historiador Antony Beevor relata que, el 8 de septiembre de 1942, una foto en el “Stalinskoe Znamia”, el periódico del frente de Stalingrado, mostraba a una joven aterrorizada atada de pies y manos. “¿Qué pasa si los fascistas atan así a tu amada? Primero la violarán descaradamente —decía el pie de foto—, luego la tirarán bajo un tanque. Avanza guerrero. Dispara al enemigo. Tu deber es impedir que el violador viole a tu chica.” Toda herramienta de propaganda servía para evitar que la URSS colapsara en lo que parecía ser la batalla decisiva del Frente Oriental y, tal vez, de toda la guerra.

Abajo, un tanque pesado soviético “KV-1”, con las ruinas de Stalingrado al fondo. Todavía, a fines del verano de 1942, la fuerza de tanques del Ejército Rojo era muy superior cualitativamente y cuantitativamente a las divisiones “Panzer” alemanas, que habían podido derrotarlas gracias a que sus tripulaciones estaban mejor entrenadas y mejor motivadas. Incluso con las grandes pérdidas de 1941, los soviéticos contaban todavía con miles de sus excelentes modelos de tanques, “KV-1” y “T-34”. Además habían estado recibiendo miles de tanques de fabricación británica y estadounidense, que se habían probado capaces de vencer a los alemanes, si eran bien empleados por sus comandantes. En cuanto al KV-1, Beevor reproduce las impresiones de un oficial alemán de tropas acorazadas, registradas en julio de 1942. “Tenían un alcance mayor –explicaba el oficial—. No podíamos atacarlos a campo abierto. De modo que, como los buques en el mar, retrocedí con mis tanques fuera de su alcance, hice un amplio desvío, y los ataqué desde atrás». Los pesados tanques rusos se dispersaron, excepto uno que había perdido una oruga; se le había encallado la manivela de dirección, de modo que la torreta no pudo girar. “Nos pusimos en fila detrás de él —proseguía el oficial alemán—, y comenzamos a disparar. Contábamos los disparos contra el tanque, pero ninguno penetró en su blindaje. Entonces vimos que la escotilla del tanque se movía. Entendí que querían rendirse, así que por radio ordené a mi compañía el cese del fuego.” Los rusos entonces abrieron la escotilla, temblorosos y ensordecidos, pero ni siquiera uno estaba herido. “Era deprimente darnos cuenta de cuán inferiores eran los cañones de nuestros tanques”.




No hay comentarios:

Publicar un comentario

17 de Septiembre de 1944. Hace 80 años. Operación Market Garden.

   El 6 de junio de 1944, los Aliados habían desembarcado con éxito en Normandía. En las semanas siguientes, a pesar de la feroz resistencia...