Hace 100 años
10 de septiembre de 1917
Primera Guerra Mundial
El golpe del general Kornilov
Los sucesos que condujeron al intento de golpe de Estado en Rusia en
septiembre de 1917, nunca han sido del todo aclarados. Lo que resulta claro es
que, durante varios días, el entonces Comandante en Jefe del Ejército, general
Lavr Kornilov, estuvo reuniendo tropas y apoyo financiero para ocupar
Petrogrado y, según su versión, restaurar el orden perdido. Después de que el
golpe fracasó, Kornilov alegó que había actuado bajo instrucciones del Primer
Ministro, Alexander Kerensky; éste, por su parte, lo acusó de intentar una
contrarrevolución y de querer convertirse en dictador. Las fuentes nunca han
podido dar un veredicto sobre cuál de los dos hombres decía la verdad. Lo que
sí quedó claro después de la intentona golpista fue la peligrosa debilidad del
Gobierno Provisional Ruso, instalado luego de la abdicación del Zar, en febrero
de 1917; debilidad de la que tomaron buena nota los bolcheviques, bajo el
despiadado liderazgo de Vladimir Ilich Ulianov, llamado “Lenin”.
Hijo de un oficial cosaco, Kornilov llevaba la milicia en la sangre y se
enroló muy joven en el Ejército del Zar. Luchó con distinción en la Guerra
Ruso-Japonesa de 1905, así como en la Gran Guerra. No se sabe mucho de su
pensamiento político, aunque debe haber sido un leal súbdito del Zar, como la
mayoría de los oficiales imperiales. Por otro lado, muchos en el alto mando, a
comienzos de 1917, habían llegado a la convicción de que Nicolás II era un obstáculo
para la gran movilización nacional, necesaria para derrotar a los alemanes y
austrohúngaros. Si eso significaba acabar permanentemente con la monarquía o
simplemente reemplazar al Zar con otro Romanov, es algo que el Ejército Ruso no
tuvo oportunidad de manifestar firmemente, aunque ninguno se movió con decisión
para mantener a Nicolás en su trono. En todo caso, como la mayoría de los
oficiales militares y navales, Kornilov despreciaba el socialismo y pensaba que
el Soviet de Petrogrado no era otra cosa que una organización mafiosa liderada
por Lenin, un agente encubierto de los alemanes, pagado por Berlín para
destruir Rusia desde dentro. Era, en suma, una figura típica del viejo orden,
pero era un buen general, algo que Kerensky necesitaba desesperadamente, luego
de la desastrosa ofensiva de Galitzia, en el verano de 1917, y tras el
alejamiento del general Alexei Brusilov.
Cuando se desempeñaba como comandante de la guarnición de Petrogrado,
Kornilov había tenido sus primeros encontrones con Kerensky. En abril de 1917,
violentas manifestaciones contra la guerra estallaron en las calles de la
capital. Kerensky, presionado por los líderes del Soviet, rehusó a sacar los
cosacos a la calle, como pedía el general. Éste, un tradicional jefe de tropas,
partidario de responder con fuerza a la fuerza, despreció la debilidad del Jefe
de Gobierno, renunció a su puesto en Petrogrado y solicitó su traslado al
frente. Una vez de vuelta en el campo de batalla, Kornilov insistió varias
veces en la necesidad de reestablecer la pena de muerte como castigo a las
ofensas en el frente de guerra. Kornilov pensaba que, sin la amenaza de un
pelotón de fusilamiento, era imposible lidiar con la deserción y evitar la
fraternización con el enemigo. A mediados de julio, con la fuerte oposición del
Soviet de Petrogrado, Kerensky cedió ante la insistencia del general y autorizó
las ejecuciones sumarias.
El 19 de julio de 1917, Kornilov fue nombrado Comandante en Jefe por el
Gobierno Provisional de Kerensky. Apenas dos días después, el general propuso
al gobierno un plan de reformas, que incluía restaurar la autoridad de los
oficiales y la limitación del poder de los comisarios; prohibición de las
asambleas de soldados, censura de la prensa en el frente y disolución de las
unidades militares más contaminadas con ideas revolucionarias. El plan nunca
fue implementado, pero tampoco rechazado abiertamente por el Gobierno,
consciente del estado de descomposición del Ejército, pero temeroso de la
reacción de los Soviets.
Unidos, es posible que Kerensky y Kornilov, sin saberlo, hayan sido la
última oportunidad de salvar a Rusia de la horrible tiranía marxista que se
avecinaba. Sin embargo, el quiebre definitivo entre ambos llegó en agosto de
1917, en un episodio que ha llevado a numerosas interpretaciones, ninguna de
ellas plenamente apoyada por evidencia firme. Ese mes, el día 12, ambos
asistieron a la Conferencia Estatal de Moscú, una reunión convocada por
Kerensky para afirmar su debilitada posición entre los distintos grupos
políticos. Paralelamente Kornilov sostuvo reuniones discretas con algunos
líderes de diversos sectores, sobre la necesidad de reafirmar la autoridad del
Gobierno y aplastar el socialismo. El general se reunió con algunos magnates
rusos, para conseguir apoyo financiero en orden a ocupar Petrogrado con sus
tropas. Declarando que tenía el apoyo de Kerensky, afirmó que su plan era
marchar sobre la capital, arrestar a los bolcheviques, disolver el Soviet y
restaurar el orden. El general también se comprometió a respetar lo que
decidiera una futura Asamblea Constituyente. Según las notas tomadas por uno de
los asistentes, el general declaró que no le importaba si Rusia era una
monarquía o una república, en tanto hubiere orden y autoridad firme en el país
y en el Ejército.
Seguramente Kerensky tenía deseos de deshacerse del Soviet de Petrogrado,
pero no debe haber tenido tanta confianza en Kornilov, como para llamarlo a
instalarse en la capital con sus tropas. Cuando le llegaron los rumores,
Kerensky pidió cuentas a su general con un telegrama, cuya respuesta no
satisfizo al Jefe de Gobierno. Kerensky denunció el golpe de Estado y destituyó
a Kornilov el 9 de septiembre, que se negó a ser relevado y declaró
abiertamente su rebeldía contra el Poder Ejecutivo. Sin saber cuántas tropas
tenía Kornilov, Kerensky pidió la ayuda del Soviet de Petrogrado y sus Guardias
Rojos, admitiendo que, de hecho, el Gobierno Provisional no contaba con los
medios propios para mantenerse en el poder, si alguien quería arrebatárselo por
la fuerza. Mientras tanto, el Gobierno repartió armas entre los bolcheviques y
consintió la liberación de muchos agitadores bolcheviques, incluyendo al
siniestro Lev Davidovich Bronstein, apodado “Trotsky”.
Los agitadores enviados por el Soviet infiltraron las tropas de Kornilov,
que se negaron a avanzar contra el gobierno, una vez que supieron lo que
pasaba. Para el 14 de septiembre, Kornilov tuvo que rendirse y fue arrestado,
aunque tuvo oportunidad de sobrevivir hasta la Guerra Civil y luchar contra los
bolcheviques nuevamente. Kerensky mantuvo su cargo, por el momento, y hasta
hizo la jugada de proclamar abiertamente la República, el mismo día en que
Kornilov era arrestado. No obstante, la posición del Primer Ministro quedaba
muy comprometida. Mientras los conservadores lo consideraban un traidor, que
había entregado al general Kornilov al Soviet de Petrogrado, los izquierdistas
más radicalizados del Soviet sospechaban que Kerensky había estado de acuerdo
con el golpe, al menos, al comienzo. Al pedir la ayuda del Soviet, Kerensky
mostraba al mundo que era en los Soviets donde radicaba el real poder en la Rusia
revolucionaria.
En la fotografía, el general Kornilov seguido por sus oficiales.
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