martes, 15 de agosto de 2017

Hace 75 años - 13 de agosto de 1942 - Segunda Guerra Mundial - Guadalcanal: desastre aliado en la Isla de Savo

Hace 75 años
13 de agosto de 1942
Segunda Guerra Mundial

Guadalcanal: desastre aliado en la Isla de Savo

En África del Norte, acabada la primera fase de El Alamein, hay relativa calma. Quizá el suceso más destacado es la muerte del general William Gott, designado como nuevo comandante del 8º Ejército Británico por Churchill y cuyo avión fue derribado por cazas alemanes en su camino a Egipto, el 7 de agosto de 1942. El Primer Ministro tuvo que hallar un nuevo nombre para mandar el único ejército británico que está en batalla actualmente contra tropas del Eje. El 13 de agosto, el teniente general Bernard Law Montgomery asume oficialmente el mando de las tropas de la “Commonwealth” en África del Norte. Con el tiempo, se convertirá en el general británico más famoso de la guerra.

En el Frente Oriental, los alemanes siguen avanzando por el sur de la Unión Soviética. El 7 de agosto, elementos del 6º Ejército Alemán cruzan el Don, a la altura de Kalach-na-Donu, en Rusia meridional. Más al sur, en el Cáucaso, unidades del 1er Ejército Panzer arriban a los yacimientos petrolíferos de Maikop, aunque los soviéticos han alcanzado a destruir casi todos los depósitos de combustible antes de retirarse.

En el Atlántico y el Mediterráneo (y, en menor medida, en otros mares), se sigue librando la batalla más larga de la guerra, entre los submarinos y “raiders” del Eje, por un lado, y las marinas aliadas, por otro. A veces, los submarinos aliados también causan dolores de cabeza a los convoyes japoneses del Pacífico o ítalo-alemanes del Mediterráneo, pero casi siempre los hundidos por submarinos llevan banderas aliadas en sus mástiles.

El 7 de agosto de 1942, se producen los desembarcos aliados en el archipiélago de las Salomón, que dieron inicio a la larga y decisiva Campaña de Guadalcanal. El objetivo inmediato era evitar que los japoneses consolidaran su posición y aprovecharan sus nuevas bases para cortar las rutas de suministro entre Estados Unidos y Australia. En la madrugada del 7 de agosto de 1942, alrededor de 11.000 efectivos de la 1ª División de Marines de EE.UU. desembarcaron en Guadalcanal y Tulagi. La Isla de Guadalcanal, que acabaría siendo el teatro principal de operaciones de la batalla, resultó una tarea relativamente fácil para los norteamericanos esa madrugada. La mayor parte del personal japonés en la isla correspondía a equipos de construcción, que trabajaban en el nuevo aeródromo, que tan preocupados tenía a los altos mandos en Londres, Canberra y Washington.

Al centro del canal que separa la línea norte y sur de las Salomón, están las Islas Florida, que comprenden, entre muchas otras, a Tulagi, Tanambogo y Gavutu, que fueron tomadas al asalto por unos 3.000 marines esa madrugada. Un total de 886 miembros de la Marina Imperial Japonesa opusieron feroz resistencia en la defensa de las bases establecidas en las tres islas. Los marines consiguieron consolidar la conquista de las tres islas recién el 9 de agosto, después de que prácticamente todos y cada uno de los japoneses fueron aniquilados. Muy pocos aceptaron rendirse, aunque tenían pocas probabilidades de evitar una derrota. Era un aviso de la manera en que las tropas japonesas lucharían en los próximos tres años.

Los japoneses respondieron a los desembarcos con ataques aéreos desde sus bases ubicadas en la Isla de Bougainville, al norte de las Salomón, y en Rabaul, Nueva Bretaña. Los aparatos japoneses se toparon con los cazas de los portaaviones estadounidenses, que daban apoyo aéreo a la flota de invasión. En las subsecuentes batallas aéreas, los estadounidenses perdieron 12 aviones, uno de sus destructores fue severamente dañado y uno de sus transportes se incendió, quedando inutilizado. Además de la ofensiva aérea, la Marina Japonesa ensambló rápidamente una fuerza naval en Rabaul, que fue bautizada como Octava Flota y puesta bajo el mando del vicealmirante Gunichi Mikawa. La fuerza de Mikawa consistía en cinco cruceros pesados (“Chokai”, “Aoba”, “Furutaka”, “Kako” y “Kinugasa”), dos cruceros ligeros (“Tenryu” y “Yubari”) y un destructor (“Yunagi”).

Guadalcanal y las Islas Florida están separadas por el Estrecho de Savo, cerrado al oeste por la isla del mismo nombre, que daría nombre a una de las varias batallas navales desarrolladas durante la campaña. Con los acorazados británicos y estadounidenses destruidos en Pearl Harbor y Malaya, en diciembre de 1941, los Aliados sólo disponían de sus cruceros para proveer fuego de apoyo a los desembarcos y proteger los transportes que habían llevado a los marines hasta las islas, junto con sus suministros. En total, el contraalmirante británico, Victor Crutchley, disponía de seis cruceros pesados y seis destructores para vigilar las aproximaciones al estrecho. Crutchley dividió sus fuerzas en tres grupos, que vigilaban por separado el pasaje norte y el pasaje sur. Los destructores de la “US Navy”, “USS Ralph Talbot” y “USS Blue” eran los encargados de la detección más temprana, por medio de sus radares. En el pasaje sur, estaban situados los cruceros pesados australianos “HMAS Australia” y “HMAS Canberra”, el crucero pesado estadounidense “USS Chicago” y los destructores norteamericanos “USS Bagley” y “USS Patterson”. El grupo del norte estaba compuesto por los cruceros pesados estadounidenses “USS Vincennes”, “USS Quincy” y “USS Astoria”, acompañados por los destructores de su misma bandera “USS Helm” y “USS Wilson”. La aproximación desde el este estaba vigilada por una tercera fuerza, conformada por el crucero ligero australiano “HMAS Hobart”, el crucero ligero norteamericano “HMAS San Juan” y los destructores estadounidenses “USS Monssen” y “USS Buchanan”.

En la noche del 8 al 9 de agosto de 1942, la flota del almirante Mikawa llegaba hasta el Estrecho de Savo, mientras tres portaaviones estadounidenses y su escolta se retiraban, tras sufrir fuertes pérdidas de aparatos en las batallas aéreas y quedar vulnerables a la amenaza de los aviones japoneses basados en tierra. La escolta de los portaaviones incluía seis cruceros, 16 destructores y el “USS North Carolina”, posiblemente el único acorazado aliado operativo, en ese momento, en todo el inmenso Océano Pacífico.

La agrupación japonesa de cruceros rápidos envió hidroaviones exploradores a detectar los buques aliados. Los destructores aliados encargados de la detección de radar estaban al final de sus rutas de patrulla, alejándose de la flota japonesa, que pasó a unos 450 metros del “Blue”, sin que éste la detectara. Los buques australianos y estadounidenses, ignorantes de lo que estaba a punto de caerles encima, dejaban ver sus siluetas contra las llamas de uno de los transportes que había sido alcanzado por los aviones japoneses. Al detectar la fuerza sur, toda la flota japonesa disparó sus torpedos a las 1.30 horas del 9 de agosto. Simultáneamente con las explosiones causadas por el impacto de los torpedos, los hidroaviones japoneses lanzaron bengalas para iluminar la flota aliada y permitir a sus artilleros terminar con más facilidad la tarea que habían iniciado los torpedos.

El “Canberra” recibió dos torpedos y nutrido fuego artillero. El “Chicago” también fue torpedeado en la primera andanada. Los japoneses se dividieron luego en dos columnas. La fuerza aliada del norte no recibió ninguna señal de alarma y sus mandos suponían que sus camaradas del sur estaban usando fuego antiaéreo contra aviones enemigos. Con el movimiento envolvente de los japoneses, el “Astoria”, el “Quincy” y el “Vincennes” fueron acribillados desde estribor y babor al mismo tiempo. En un primer momento, sin saber que los japoneses estaban en el estrecho, los comandantes aliados ordenaron cesar el fuego, pensando que se trataba de buques aliados disparándose entre sí. El “Vincennes” recibió otro torpedo. El destructor “Robert Talbot” llegó desde el sur y, luego de recibir fuego de sus propios buques, huyó hacia el norte, con serios daños. El “Quincy” y el “Vincennes” se hundieron. En las operaciones para intentar rescatar al dañado “Canberra”, los incendios del “Chicago” pasaron al “Patterson”. El “Canberra” fue hundido al día siguiente, para prevenir su captura por los japoneses, poco antes de que los restos de la flota de cruceros aliados abandonara el Estrecho de Savo, que pasaría a ser conocido por los soldados y marinos aliados como “Ironbottom Sound”, “Estrecho del Fondo de Hierro”, por la gran cantidad de barcos que terminaron hundidos en el lugar. El “Astoria”, muy dañado, se hundió, mientras era remolcado, al día siguiente. El “Chicago” estuvo en reparaciones hasta enero de 1943.

En sólo 32 minutos, los japoneses hundieron cuatro cruceros pesados y dañaron seriamente otro crucero pesado y un destructor. Las bajas totalizaron 1.270 muertos y 708 heridos. De los buques de Mikawa, 129 tripulantes perdieron la vida en el combate y sólo tres naves recibieron apenas algún daño que, comparado con lo que causaron, apenas llegaba a rasguño. Más que derrota, fue una paliza. Una serie de errores en la exploración, detección de buques adversarios, traspaso de la información oportuna y descoordinación de los mandos, causó lo que es considerado uno de los peores desastres en la historia naval estadounidense, comparable al sufrido, pocos meses antes, en Pearl Harbor.

Por el momento, los marines seguían siendo dueños del vital aeródromo en Guadalcanal, pero quedaban sin cobertura aérea y sin protección de su flota de guerra, con el muy posible prospecto de que, en el corto plazo, los japoneses llevaran considerables fuerzas hasta la zona, para intentar reconquistar la isla.

Las consecuencias de la derrota pudieron ser peores para los aliados, si la Providencia no les hubiera dado una mano. Los japoneses, después de castigar y dispersar a la flota aliada, no atacaron los transportes indefensos. Para acabar con los transportes, los japoneses habrían sido sorprendidos por la luz del día en el canal, expuestos a un posible ataque aéreo de los portaaviones norteamericanos (Mikawa no sabía que se habían retirado). Además la tradición naval japonesa sólo consideraba rentable el ataque a naves de combate, pero exponer sus propios buques, para destruir transportes desarmados y vacíos, no debió parecer lo bastante valioso, como para volver a la batalla, de día, sin torpedos y con menos de la mitad de las municiones para sus cañones. A fin de cuentas, los buques de Mikawa habían logrado una gran victoria sobre otros buques de guerra y eso debió parecerles suficiente para una noche de trabajo.

Abajo, se ve la silueta del “USS Quincy”, iluminado por multitud de luces de búsqueda de los buques japoneses, que además lo castigan sin piedad con sus torpedos y con decenas de piezas de artillería. La nave estadounidense era un infierno flotante a pocos minutos de iniciada la batalla.




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