Hace 75 años
23 de julio de 1942
Segunda Guerra Mundial
Hitler (II): ascenso al poder
Las fuerzas del mariscal Erwin Rommel han detenido su avance en El
Alamein, África del Norte. Por el momento, no tienen medios para proseguir su
arremetida hacia el Canal de Suez, pero las fuerzas de la “Commonwealth”
tampoco consiguen desalojarlos de Egipto y sus contraataques fracasan, con
graves pérdidas. Los ítalo-alemanes están en franca inferioridad numérica y
material, especialmente luego del arribo de nuevos modelos de tanques británicos
y norteamericanos, pero está claro que, si los Aliados quieren recuperar el
terreno perdido en África, deberán pagar un alto precio.
En el Frente Oriental, prosigue “Caso Azul”, la ofensiva alemana
destinada a asegurar la conquista de los pozos petrolíferos del Cáucaso y
mantener las comunicaciones entre el corazón del “Reich” y las ricas tierras
agrícolas de Ucrania. Mientras una punta de lanza avanza rápidamente hacia el
Volga, otro grupo de ejércitos alemanes se acerca a Rostov del Don, la ciudad
considerada “llave del Cáucaso”, que la “Wehrmacht” ya conquistó una vez y de
la que fueron desalojados por el Ejército Rojo durante el sangriento invierno
de 1941-1942.
En Washington, el Comando Conjunto se da cuenta de la gravedad que
implicaría permitir a los japoneses consolidar una base aérea en Guadalcanal. Estados
Unidos no está del todo listo para emprender ofensivas terrestres o anfibias,
pero la urgencia de la situación obliga a ensamblar a la “1ª División de
Marines”, que será la encargada de intentar frenar los planes japoneses. Si Japón
tiene éxito, puede estrangular las rutas que unen América con Australia y Nueva
Zelanda.
En todos los frentes, la situación es mala para los Aliados. En el mejor
de los casos, les esperan largas y sangrientas campañas para recuperar las
gigantescas extensiones de tierra y mar que controlan Alemania, Japón, Italia y
sus aliados menores. Si se retrocede mentalmente a 1919, cuando Hitler ingresó
al entonces “Partido de los Trabajadores Alemanes”, nadie habría sospechado que
ese vagabundo se convertiría en el jefe del partido legalmente gobernante de
Alemania y que, desde esa posición, llegaría tan cerca de imponer su
desquiciada visión del mundo a casi todo el planeta, por la vía de las armas.
El joven agitador ascendió rápidamente en la jerarquía del pequeño
partido, gracias a una poderosa elocuencia y a una rara capacidad de
persuasión. A fines de 1920, la agrupación adoptó el nombre que usaría hasta el
amargo fin de mayo de 1945: “Nationalsozialistische Deutsche Arbeiterpartei”, “Partido
Nacionalsocialista de los Trabajadores Alemanes”, generalmente acortado en sus
siglas “NSDAP” o más comúnmente, “Nazi”. Para ese entonces, contaba con unos
3.000 militantes y actuaba sólo en Baviera. Para 1921, Hitler, el encantador de
serpientes, había conseguido hacer creer que el futuro del partido dependía de
su elocuencia y de su genio. Desde entonces, el partido se convirtió en una
entidad altamente centralizada, regida por el principio, según el cual, todas
las instancias del partido se resumían en la voluntad del “Führer”, el Conductor
o Líder, cuyas decisiones eran irrevocables, por considerarse siempre
infalibles. Era una forma muy ambiciosa de ver las cosas, especialmente si se
considera que no era más que uno de los tantos grupúsculos que pululaban en la
arena política bávara de ese entonces. En realidad, era poco más que una banda
de antiguos soldados desempleados, con poca educación y algunos con
antecedentes penales.
Muy rápidamente, Hitler juzgó que su persona y su partido estaban
destinados a regir los destinos de Alemania, de modo que se puso a preparar un
golpe de Estado en Baviera. La idea era ganarse a la guarnición local del
Ejército y marchar sobre Berlín, imitando la exitosa “Marcha Sobre Roma” de
Mussolini y sus “Camisas Negras” fascistas, en octubre de 1922. Además del
estimulante ejemplo de “Il Duce” italiano, la situación internacional ayudó a
crear el caos que podía ser necesario para levantar una revolución similar en
Alemania. En enero de 1923, el Ejército Francés ocupó la zona industrial y
carbonífera del Ruhr, en respuesta a los retrasos alemanes de las costosas
reparaciones de guerra, impuestas a los alemanes por el Tratado de Versalles. La
ocupación francesa del Ruhr, además de aumentar la humillación de la derrotada
Alemania, profundizó el caos económico, empujó la caída del gobierno y animó al
Partido Comunista Alemán a intentar un levantamiento revolucionario, imitando
el ejemplo ruso de 1917.
Los sucesos de 1923, convencieron a Hitler de que el momento estaba
maduro para su revolución, más aun, cuando obtuvo el respaldo del célebre
general Erich Ludendorff, que compartió con el mariscal Paul von Hindenburg el
lugar de mayor estima entre los altos mandos alemanes de la Gran Guerra, que
acababa de terminar. Hitler pensaba que el desastre nacional y la figura del
viejo general, bastarían para que los regimientos bávaros se pusieran a las
órdenes de su rebelión. El “putsch” fue implementado en la noche del 8 al 9 de
noviembre de 1923, mediante el secuestro de los jefes del gobierno y del oficial
de mayor graduación del Ejército. Los secuestrados fueron obligados a sumarse
al golpe a punta de pistola, pero escaparon a la primera oportunidad y dieron
órdenes a la policía que aplastara la insurrección. Después de dispararse unos
cuantos tiros y de que murieran 16 amotinados, todos los golpistas huyeron,
incluyendo a Hitler, con la sola excepción del general Ludendorff, que se
resistió hasta el último momento a pensar que un soldado alemán pudiera
dispararle. El viejo general efectivamente caminó tranquilamente entre el fuego
cruzado, aunque se retiró a la vida privada, desencantado de Alemania y del
Ejército.
El Partido Nazi fue proscrito y sus líderes fueron enjuiciados, partiendo
por el propio Hitler. Pero éste aprovechó la tribuna que suponía el juicio para
exponer sus ideas y colocarse en el lugar de acusador, achacando al gobierno y
a la democracia parlamentaria todas las culpas por los males de Alemania. Al final,
recibió una muy leve condena, que usó para consolidarse como figura política y
para escribir “Mein Kampf”, “Mi Lucha”, un libro donde expone su desquiciado
pensamiento político, racista y expansionista, que pondría en práctica
puntualmente cuando llegara al poder.
Para 1925, Hitler estaba libre y el partido había sido legalizado de
nuevo. El intento de golpe de Estado, con muertos incluidos, casi no tuvo
consecuencias penales para el aventurero y, en cambio, lo convirtió en una
reconocida figura política, capaz de proyectar su liderazgo más allá de
Baviera. Hitler no era un buen administrador, pero contó con buenos colaboradores
en la organización del partido, tanto en el área política, como en el aparato
paramilitar, que tanta importancia cobraría a comienzos de la década de 1930. Además
contó con buenos encargados de propaganda, especialmente Joseph Goebbels, que
concentró todos sus esfuerzos en reforzar la imagen personal de Hitler.
El partido consiguió crecer durante la década de 1920, gracias a su
disciplinada organización, pero nunca habría llegado al poder, de no producirse
la Gran Depresión, que golpeó tan rudamente a Alemania. Si en 1928, el nazismo
no llegaba al 3% de los votantes, para 1930, con la crisis ya desatada,
alcanzaba sobre un 18% de las preferencias. En las elecciones de 1932, los
nazis ya superaban el 33% de los votos para el “Reichstag”, lo que les daba un
pequeño margen de mayoría. El anciano Presidente Hindenburg fue convencido de
que podía aceptarse a Hitler como Jefe de Gobierno, con una minoría de
ministros nazis, de modo que el resto de la coalición pudiera controlarlo. El
30 de enero de 1933, por medios democráticos y cumpliendo las normas de una de
las constituciones más liberales jamás promulgadas, un fanático racista, militarista
y expansionista, lleno de rencor hacia gran parte del mundo que lo rodeaba, se
convertía en Jefe de Gobierno de uno de los países más poderosos del mundo.
Abajo, Hitler aparece sentado junto al anciano Presidente Hindenburg. Claramente
no se siente cómodo todavía con su nueva posición.
Imagen tomada de http://skepticism-images.s3-website-us-east-1.amazonaws.com/images/jreviews/Adolf-Hitler-Hindenburg.jpg
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