domingo, 23 de julio de 2017

Hace 100 años - 16 de julio de 1917 - Primera Guerra Mundial - La restauración manchú (II)

Hace 100 años
16 de julio de 1917
Primera Guerra Mundial

La restauración manchú (II)

El 10 de julio de 1917, han pasado diez días desde que el general Zhang Xun inició su intento de restaurar en todo su poder al último Emperador de China, el joven Aisin Gioro Pu yi que, hasta el momento, había podido vivir en relativa tranquilidad al interior de la “Ciudad Prohibida”, aunque sin posibilidades de influir en la marcha de los acontecimientos políticos del país. Para el día 10, Zhang sabe que no tiene fuerzas suficientes para vencer a los partidarios de la república, que marchan sobre Pekín. Durante los días 10 y 11, se llevan a cabo intensas negociaciones para frenar una batalla en las calles de la ciudad. Los allegados al Emperador incluso preparan una propuesta de abdicación, pero no están seguros de cómo reaccionará Zhang y deciden no anunciarla. También fracasan los intentos de mediación de los diplomáticos extranjeros. Finalmente los altos mandos republicanos anuncian que ordenarán el asalto a Pekín para el 12 de julio.

La lucha fue de corta duración. Poco después de iniciada la batalla, los monarquistas entablaron negociaciones. Viendo su causa perdida, Zhang huyó hacia las embajadas extranjeras y poco después los ejércitos contendientes acordaron un cese al fuego formal. Pu yi y la corte quedaban en una situación muy precaria, aunque la República permitió al monarca residir en la Ciudad Prohibida hasta 1924. Es posible que la figura del “Hijo del Cielo” tuviera todavía mucho arraigo en los sectores sociales más humildes, menos permeados por las corrientes políticas foráneas, que veían en el sistema absolutista de la monarquía imperial china uno de los factores que explicaban el atraso en que el país se hallaba respecto de otras naciones, especialmente Japón y las potencias occidentales, que llevaban decenios aprovechándose de la debilidad de China, para obtener ventajas comerciales y políticas a costa de ésta.

Los partidarios de la República además sostenían que el apartamiento de Pu yi no hacía sino expulsar del poder al vástago de una dinastía extranjera. Por un lado, la forma de gobierno en China había sido la monarquía absoluta durante milenios, desde los albores de la historia del país y los emperadores chinos podían ostentar una continuidad casi ininterrumpida en el trono imperial desde, al menos, los días de la Dinastía Chin, que rigió en el siglo III a. de C. Sin embargo, la Dinastía Ching fue considerada por muchos como una dinastía extranjera, por hallar sus orígenes en Manchuria; de ahí que se las denominara también Dinastía Manchú, sobre todo en el extranjero. En efecto, los ascendientes de Pu Yi llegaron al poder en el siglo XVII, a expensas de la Dinastía Ming, a la que sustituyeron en el poder. Los Ming fueron la última dinastía perteneciente a la etnia Han en gobernar China. Los Han son todavía hoy el grupo étnico más numeroso de China y del mundo, de modo que los manchúes gobernaron como una casta conquistadora sobre una mayoría que hablaba una lengua distinta, aunque realizaron profundos intercambios culturales en los casi tres siglos que gobernaron China y definieron la base territorial de la China contemporánea. De hecho, en su momento de apogeo, bajo el largo reinado del  Emperador Chianlong (1735-1796), el Imperio Chino alcanzó su máxima extensión y llegó a la cima de su poder, para empezar un lento y doloroso proceso de decadencia que la iría debilitando en el curso del siglo XIX, hasta convertirse en un territorio semicolonial al iniciarse el siglo XX.

Al producirse la “Revolución de Xinhai” de 1911, que instauró la república, muchos líderes políticos chinos sentían que estaban devolviendo el Imperio a sus legítimos dueños, es decir, la mayoría Han. Con el tiempo, el último Emperador, Pu Yi, parece que acabó sintiendo lo mismo, pues accedió a convertirse en un gobernante títere de los japoneses, cuando éstos decidieron crear con sus conquistas el estado títere de Manchukuo. Como Manchukuo correspondía a Manchuria, Pu yi podía digerir su colaboracionismo al pensar que gobernaba la tierra de sus ancestros, mientras dejaba a los chinos, que lo habían expulsado, a su suerte, para ser conquistados y oprimidos por los japoneses.

En julio de 1917, con el fracaso de la última restauración manchú, no sólo acababa el tiempo de una dinastía que había regido China desde 1644. Esta vez, no vendría otra dinastía a reemplazarla y asumir los títulos de los antiguos “Hijos del Cielo”. A la larga, la guerra contra Japón, la inacabable guerra civil y la instauración de la tiranía de Mao Tse Tung barrerían con todas las formas políticas, sociales y culturales que habían predominado en China desde el tercer milenio antes de Cristo.

En la fotografía, tropas republicanas luchan para ocupar la Ciudad Prohibida, el 12 de julio de 1917.




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