Hace 100 años
21 de mayo de 1917
Primera Guerra Mundial
Los dilemas de Kerenski
En la noche del 14 al 15 de mayo de 1917, la Imperial y Real Marina
Austrohúngara lanzó un ataque que pasaría a la historia como la Batalla de
Otranto. Con una fuerza de cruceros ligeros y destructores, apoyada por
submarinos, los austrohúngaros se proponían destruir o dislocar gravemente la
llamada “Barrera de Otranto”, un complejo sistema de bloqueo, implementado por
la Entente en 1914, ideado para mantener a la Marina Austrohúngara embotellada
en el Mar Adriático. El objetivo se había cumplido parcialmente con las grandes
unidades de superficie, pero los submarinos alemanes y austrohúngaros casi
siempre encontraban una brecha entre los pequeños pesqueros armados que patrullaban
el estrecho y conseguían llegar a la amplitud del Mediterráneo, donde causaban
serios descalabros en las líneas de comunicación marítima de la Entente.
El ataque del 14 de mayo tenía el propósito de dislocar indefinidamente
el bloqueo y, tras una intensa acción de combate que incluyó la participación
de las marinas de cinco naciones, los austrohúngaros se retiraron habiendo
cumplido su objetivo en gran parte. Las medidas de contención se mantuvieron en
el Estrecho de Otranto, pero con menor intensidad. Las potencias de la Entente
se estaban dando cuenta de que sólo el sistema de convoyes podía mantener a las
naves mercantes a salvo de la amenaza de los submarinos. Por el momento, el
entonces capitán Miklós Horthy se convirtió en el más influyente comandante
naval del Imperio Habsburgo. Acabaría la guerra como Comandante en Jefe y sería
el hombre fuerte de la Hungría de entreguerras.
El 15 de mayo de 1917, el general Philippe Pétain sucede al general
Robert Nivelle, caído en desgracia, en el comando del Grupo de Ejércitos
Franceses Norte y Noreste. El general Ferdinand Foch reemplaza a Pétain en el
cargo que desempeñaba hasta entonces, Jefe del Estado Mayor. Con el tiempo,
Foch llegará a ser el jefe de todas las tropas de la Entente en el Oeste.
El 16 de mayo de 1917, Alexander Kerenski recibe el nombramiento de
Ministro de Guerra del Gobierno Provisional Ruso, establecido tras la
abdicación del Zar Nicolás II. El ingreso de Kerenski al gobierno en febrero
fue resistido por una parte de su propio partido, el Socialista Revolucionario,
que no se sentía cómodo dejando uno de sus miembros en lo que consideraba un
régimen “burgués”, incluso sin el Zar de por medio. Kerenski, real o
fingidamente, aceptó a regañadientes, y consiguió permanecer al mismo tiempo dentro
de la estructura de su partido y del Soviet de Petrogrado. Su nombramiento como
ministro de guerra obedeció a la necesidad de animar a las tropas con la
presencia de un gran héroe revolucionario, como Kerenski, en vistas a la gran
ofensiva proyectada para el verano. Se esperaba de él, que consiguiera moderar
el extremismo de los elementos más radicales del Soviet, mientras que los
revolucionarios más duros le exigían que acelerara el proceso transformador
desde su presencia en el gobierno. Como era de esperarse, terminó
desilusionando a todos.
La omnipresencia de Kerenski lo convirtió en la figura dominante del
Gobierno Provisional, que rigió al agonizante Imperio Ruso desde la caída de
Nicolás II, en febrero (juliano) de 1917, hasta el golpe de fuerza bolchevique
de octubre del mismo año. Kerenski aportó su gran carisma y ascendiente popular
en el gobierno, pero careció de un programa claro para ejecutar. Tampoco pudo
conciliar las posiciones populares y gubernamentales en el espinoso asunto de
la guerra. El país estaba dividido entre los que pensaban que Alemania y sus
aliados podían ser derrotados, y aquellos que asociaban la revolución con la
paz, incluso si eso significaba hacer importantes concesiones al enemigo y
comprometer el estatus de Rusia como gran potencia. Al margen de los líderes
políticos, miles de soldados-campesinos estaban ansiosos por dejar el frente y
volver a su patria, para participar de lo que suponían sería un gran reparto de
tierras arrebatadas a los terratenientes.
El 19 de mayo, el Gobierno Ruso emitió una declaración rechazando
cualquier posibilidad de plantear una paz por separado. Kerenski, cada vez más
protagónico, se decantaba por la suculenta promesa de cumplir el viejo sueño
imperialista de la Rusia de los Zares: dominar los estrechos y regir sobre
Constantinopla, la Segunda Roma.
En la fotografía, Kerenski aparece al frente de su Estado Mayor, mientras
pasa revista a las tropas rusas en el frente.
Imagen tomada de http://media.gettyimages.com/photos/photograph-of-alexander-kerensky-the-russian-minister-of-war-saluting-picture-id505999625
No hay comentarios:
Publicar un comentario