Hace 100 años
14 de mayo de 1917
Primera Guerra Mundial
John J. Pershing
Los italianos, incómodos con el prospecto de enfrentar tropas alemanas,
llegadas en apoyo de Austria-Hungría hasta el frente alpino, lanzan la décima
Batalla del Isonzo el 10 de mayo de 1917. Los italianos, no menos que los
austriacos, estaban sufriendo mucho con lo que se ha convertido en una
interminable guerra de desgaste. En general, la estructura del Imperio de los
Habsburgo está peor preparada para una guerra larga, pero Italia ha sufrido
también muchas bajas en sus repetitivas ofensivas y su número aumenta, cada vez
que el Jefe del Estado Mayor, general Luigi Cadorna, decide lanzar un nuevo
ataque.
Para muchos líderes de la Entente, incluyendo al Primer Ministro
Británico, David Lloyd George, la guerra no podría ganarse sólo en el Frente
Occidental, de modo que el residente del número 10 de Downing Street estaba dispuesto
a desplegar parte de sus tropas en frentes considerados secundarios, como los Alpes,
para obligar a los austro-alemanes a diluir sus esfuerzos. A fines de abril,
con París y Londres sintiendo todavía el efecto de la fallida ofensiva de
Nivelle, los mandos franceses, británicos e italianos concordaron en que el “Regio
Esercito” recibiría refuerzos en caso de emergencia; por ejemplo, una ofensiva
a gran escala montada por los austriacos con asistencia alemana. Italia tendría
oportunidad de invocar el compromiso de sus aliados, en octubre de 1917, cuando
la Décimosegunda Batalla del Isonzo terminara en el “Desastre de Caporetto” y
estuviera cerca de noquear a Italia fuera de la guerra.
Por el momento, en mayo, el compromiso de ayuda franco-británica obligó a
Cadorna a mostrar una actitud más ofensiva, que aliviara en algo la presión
sentida por los agotados ejércitos franceses y británicos, así como por la
desorganizada Rusia revolucionaria, cuyo ejército empezaba a desintegrarse. El 10
de mayo de 1917, los italianos iniciaron su ataque con una masiva preparación
artillera. Por algunos días, los atacantes consiguieron algunos avances
prometedores, aunque el costo en bajas fue altísimo y, a la larga, el resultado
sería el mismo de todas las batallas del Isonzo hasta la fecha: estancamiento.
El 10 de mayo de 1917, el mayor general John J. Pershing recibe el
nombramiento de Comandante en Jefe de la “American Expeditionary Force” (“AEF”,
“Fuerza Expedicionaria Americana”), que estaba en proceso de organización para
ser desplegada en los campos de batalla de Europa. Pershing sirvió en las
Filipinas y en la lucha contra el caudillo mexicano, Pancho Villa. Como observador
durante la Guerra Ruso-Japonesa de 1905 y en los Balcanes, durante la crisis de
1908, estaba al tanto de los avatares de la política y la guerra moderna. Por otro
lado, era un oficial con ciertas visiones atípicas, como su preferencia por
integrar a los ciudadanos negros en las fuerzas armadas. Fue comandante de una
de las primeras unidades de soldados negros, al punto que le apodaban “Nigger
Jack”, un mote que se suavizó en “Black Jack”, con el que pasaría a la
historia.
Estaba bien casado con Helen, hija del poderoso senador republicano,
Francis E. Warren, aunque su vida personal estuvo marcada por una alta cuota de
sufrimiento. En 1915, mientras servía en la frontera mexicana, su esposa y tres
hijas murieron a causa de un incendio desatado en Presidio, San Francisco. Sólo
su hijo Warren sobrevivió. En 1917, el mismo año en que Estados Unidos fue
arrastrado a la guerra, se comprometió con Nita Patton, hermana menor de uno de
sus protegidos, un joven oficial, llamado George S. Patton, que lucharía con
distinción en los campos de Flandes y alcanzaría fama en la siguiente guerra. El
alejamiento causado por su partida a la guerra, enfrió su relación con Miss
Patton y, aunque Pershing tuvo aventuras en Europa, nunca se casó y se sabe que
lamentó mucho no haberse casado con Nita.
La primera responsabilidad de Pershing era entrenar y equipar una pequeña
fuerza de menos de 30.000 hombres y que llegaría a convertirse en el “Ejército
Nacional”, un contingente que sumó elementos profesionales del “Army”
propiamente tal, de los “Marines”, de la Guardia Nacional y de los cientos de
miles de enlistados durante los dos años en que los norteamericanos se hicieron
parte de la carnicería. Al llegar la paz, en noviembre de 1918, Pershing
encabezaba una fuerza bien preparada, aguerrida y veterana, que superaba los
2.000.000 de uniformados. La distancia y las dificultades del traslado
impidieron que las tropas estadounidenses pudieran desequilibrar la balanza del
Frente Occidental durante 1917. Para mediados de año, menos de 15.000 hombres
habían cruzado el Atlántico y tendrían alguna participación en combate, muy
limitada, recién durante el otoño de ese año. Para facilitar el transporte de
las fuerzas a ser desplegadas en Europa, los estadounidenses utilizaron casi
exclusivamente material de guerra francés y británico, a pesar del altísimo
grado de industrialización de su patria.
Abajo, una fotografía datada en la época en que Estados Unidos estaba
involucrado en la Revolución Mexicana. De izquierda a derecha: el general
Álvaro Obregón, más tarde, Presidente de México; Francisco “Pancho” Villa, el
gran caudillo que acabó siendo cazado por Pershing, y este último, que lo
acompaña en la foto.
Imagen tomada de http://www.emersonkent.com/images/obregon_villa_pershing.jpg
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