Este día, esperado Señor,
por milagro de tu amor infinito,
para enmendar nuestro error,
te volviste Niño pequeñito.
Siendo Rey te hiciste esclavo,
siendo todo te haces nada;
es tu palacio un establo
y tu guardia real, una yugada.
A tu corte real son invitados
un par de asnos de carga,
tres corderos trasquilados
y una yegua de crines largas.
Junto a su madre, unos potrillos
contemplan la Nochebuena,
y unos cuantos pastorcillos
completan la magna escena.
Los más humildes animales,
de los hombres despreciados,
en tu casa son principales,
como nobles y potentados.
Ya que glorificaste, mi Niñito,
tan modesto rincón;
si yo, tu siervo, hoy te invito,
¿Vendrás a mi corazón?
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