lunes, 14 de diciembre de 2015

Hace 100 años. 13 de diciembre de 1915. Primera Guerra Mundial

Hace 100 años

13 de diciembre de 1915
Primera Guerra Mundial

El invierno de 1915-1916 se acerca. Para muchos, este ha sido el segundo otoño en el infierno de las trincheras que domina el empatado Frente Occidental, donde cualquier ofensiva que intente cambiar la situación general deberá esperar hasta la primavera. En el Frente Alpino, los italianos están empeñados en la que ya es la cuarta ofensiva sobre el Isonzo, pero las abrupciones del terreno sirven como la mejor defensa para los austrohúngaros, que repelen todos los ataques lanzados desde el lado italiano desde fines de noviembre, no sin sufrir también preocupantes bajas. Los primeros fríos y nevazones en las cumbres alpinas, así como la falta de suministros, obligan al “Regio Esercito Italiano” a suspender los ataques.

En Mesopotamia, las tropas británicas vencidas en Ctesifonte hace algunos días, se encierran en la ciudad de Kut, hasta donde son perseguidas por los turcos, que colocan la ciudad bajo asedio. En los Dardanelos, las tropas otomanas siguen manteniendo a raya a las fuerzas de la Entente y, tanto en París, como en Londres, hay quienes empiezan a barajar la posibilidad de retirar las tropas desde Gallípoli y dar por perdida la batalla en los estrechos.

En Serbia, los Imperios Centrales prosiguen su avance, mientras las tropas serbias, francesas y británicas ceden terreno. Austria-Hungría, cuya rivalidad con Serbia desencadenó la Gran Guerra, está a punto de tener la satisfacción de ver la ocupación militar de su adversaria, al menos, por un tiempo.

Yuan-Shih-Kai, militar y político chino, “acepta” el trono del Celeste Imperio. Nunca llegará a consolidar su poder y deberá abandonar sus pretensiones monárquicas a los 83 días. Yuan fue uno de los tantos aventureros y caudillos que produjeron los convulsionados  últimos años de la dinastía Ching. Los Ching, procedentes de Manchuria, se hicieron con el poder a mediados del siglo XVII. Desde un principio y hasta el final de su dominación, los manchúes fueron una minoría gobernando sobre la masa de la población china, perteneciente a la etnia Han. Mientras el Imperio Ching fue exitoso, la élite Han aceptó apoyar a la dinastía, mezclarse con los manchúes por matrimonio y aliarse políticamente con los emperadores, pero siempre pesó sobre los Ching el hecho de que eran vistos como una dinastía extranjera reinando sobre suelo Han.

Hasta mediados del siglo XIX, China se había mantenido cerrada al comercio y a la mayoría de las influencias occidentales. Su gran tamaño y autosuficiencia económica permitieron a China ser posiblemente el país más avanzado del mundo hasta fines del siglo XVII y a mantenerse como el poder hegemónico de Asia oriental hasta comienzos del siglo XIX. La expansión de los intereses comerciales europeos a través de los mares, colocó a China frente a la nueva realidad de un mundo donde ya no era posible el aislamiento total. En 1756, la corte Ching autorizó el comercio exclusivamente a través del puerto de Cantón, pero China no necesitaba materias primas, de modo que la demanda de productos chinos en Europa (té, seda y cerámica), sólo podía satisfacerse mediante la entrega de metales preciosos, principalmente plata acuñada como moneda. Como los chinos rara vez compraban algo, el desbalance comercial era manifiesto.

El comercio del opio, cultivado en Bengala y alentado por los británicos, se convirtió en un excelente medio usado por los británicos para colocar un producto en el mercado chino que efectivamente fuera demandado. La corte imperial, sin embargo, siempre miró con recelo la venta de la droga, tanto por el daño que causaba en sus súbditos, como por la fuga de plata que significaba la compra. En 1839, el gobierno imperial ordenó terminar con el comercio del opio y confiscó las existencias sin dar compensaciones, lo que condujo a Gran Bretaña a declarar la guerra al año siguiente. La Primera Guerra del Opio mostró lo mucho que China, otrora gran potencia, se había atrasado en relación con las naciones europeas. Unos pocos buques a vapor de la “Royal Navy” bastaron para destruir a distancia a las flotas de juncos que el “Hijo del Cielo” envió a la lucha, mientras que, en tierra, las tropas chinas, mal entrenadas y armadas, fueron fácilmente superadas por los británicos, armados con modernos mosquetes y artillería. El 1842, China tuvo que pedir la paz y la segunda mitad del siglo XIX se convirtió en el escenario de una dolorosa decadencia, marcada por las humillaciones y las concesiones territoriales que debieron ser otorgadas a las potencias europeas. En 1856-1860, Gran Bretaña volvió a declarar la guerra a China, que se saldó con una nueva derrota y un nuevo tratado de paz muy gravoso para China.

En 1894-1895, China fue derrotada en una guerra con Japón, que la obligó a ceder gran parte de Manchuria, la isla de Taiwán y el protectorado sobre Corea. El contraste con Japón, una nación asiática, como China, que supo adaptarse a la modernidad, transformándose en potencia, no hizo sino aumentar la humillación para los chinos. La guerra de 1904-1905, entre Rusia y Japón, consolidó el dominio de Japón en el noreste de China y convirtió al Imperio del Sol Naciente en la primera potencia autóctona del Asia Oriental.

Las presiones imperialistas de Occidente y de Japón alimentaron una agresiva tendencia nacionalista china, que identificaba a los manchúes como extranjeros y que propugnaba su expulsión del trono, como parte del proceso que podía conducir a devolver China al sitio de privilegio que le debería corresponder. Para 1911, el descontento había crecido lo suficiente como para desencadenar una revolución, que suprimió la monarquía y proclamó la República de China. En ocasiones anteriores, las potencias europeas habían apoyado a la dinastía Ching contra las rebeliones, como un modo de asegurar el disfrute de las concesiones comerciales que disfrutaban a costa de China. Sin embargo, esta vez, sumida Europa en la antesala de la Primera Guerra Mundial, la dinastía agonizante finalmente cayó.

En la Gran Guerra, China fue aliada de Gran Bretaña y Francia en su lucha contra los Imperios Centrales, aunque siguió muy dividida internamente y siguió siendo escenario de amargas luchas intestinas por largo tiempo. En la Gran Guerra sería un actor secundario y no tuvo los medios para aprovecharse de estar en el bando vencedor, como sí lo hizo Japón, que extendió su influencia en el Pacífico gracias a su alianza con la Entente.

Abajo, un dibujo satírico representa a las potencias europeas y a Japón repartiéndose China, como quien lo hace con un pastel, en alusión a lo que fueron los últimos decenios de la dinastía Ching.


https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/3/32/China_imperialism_cartoon.jpg


 

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