Hace 100 años
1 de noviembre de 1915
Primera Guerra Mundial
El 28 de octubre de 1915, la “Royal Navy” pierde una de sus unidades frente a Dundee, Escocia. En la madrugada de ese día, el crucero acorazado “HMS Argyll” encalló, luego de perder el rumbo en una cerrada noche de tormenta. Durante la guerra, los faros debían estar apagados, por temor a que sirvieran como guía a los submarinos alemanes que amenazaban las líneas de comunicación británicas. En medio de la tormenta, el comandante del Argyll solicitó que las luces del faro más cercano fueran encendidas, pero este último no tenía radio, de modo que nunca recibió la petición. El navío, ignorante de que el faro no había recibido el aviso, siguió su curso en medio de la tormenta y terminó varado en la costa, sufriendo extensos daños. La tripulación, sin bajas que lamentar, fue rescatada por otras unidades navales británicas que llegaron hasta el lugar. El Argyll, que había entrado en servicio en 1905, no pudo ser recuperado y puede considerarse una víctima indirecta de los submarinos alemanes.
La lucha prosigue en los distintos frentes y Serbia sigue siendo el teatro de operaciones más activo, con las fuerzas de los Imperios Centrales cerrando cada vez más el puño sobre las tropas serbias que venden caro cada palmo de terreno que ceden. Ante la inminente derrota de Serbia, los aliados de la Entente reestructuran los mandos, preparándose para afrontar lo que será una larga y dura campaña para mantener la presencia en el sureste de Europa. El general Bryan Mahon asume el comando de las fuerzas británicas en Los Balcanes, mientras que el general Charles Monro toma el mando de la Fuerza Expedicionaria del Mediterráneo. El 30 de octubre, se reúne nuevamente el Comité del Gabinete Británico de Los Dardanelos, que delibera sobre la marcha de la campaña empeñada contra las posiciones turco-alemanas en los Estrechos que unen el Mar Negro y el Mediterráneo.
En África, tropas coloniales de la Entente atacan Mora, en el Camerún, por tercera vez. El “Kolonialreich” Alemán había conseguido consolidar tres territorios principales en el reparto del continente negro por parte de las potencias europeas, a fines del siglo XIX. La más pequeña era el Togo, una pequeña franja de territorio frente al Golfo de Guinea, rodeada por grandes colonias francesas y británicas. Rodeados, aislados de Alemania y abrumadoramente superados en número, la pequeña fuerza militar alemana se rindió antes de que terminara agosto de 1914.
Mucho mayor en superficie era el África Sudoccidental Alemana, correspondiente a la actual Namibia. Aquí los alemanes pudieron resistir algunos meses más, pero fueron igualmente vencidos por tropas de la Unión Sudafricana, controlada por el Reino Unido. Para inicios de 1915, el África Sudoccidental Alemana estaba ocupada por el gobierno “Afrikáner” sudafricano, que consiguió mantener su influencia política y militar sobre Namibia hasta fines del siglo XX.
El caso del África Oriental Alemana, al otro lado del continente, fue notable por muchos aspectos. Se trataba de un territorio colonial de gran envergadura, que correspondía aproximadamente a las actuales Tanzania, Ruanda y Burundi, rodeado de territorios coloniales enemigos, que iniciaron sus ataques apenas estalló la guerra en Europa. Bien mandados por el habilidoso general Paul von Lettow-Vorbeck, las “Schutztruppen” alemanes y los “Askari” nativos leales al Káiser Guillermo pusieron en serios aprietos a las fuerzas belgas, francesas y británicas con las que lucharon desde 1914. Usando tácticas guerrilleras y contraatacando siempre que podía, Von Lettow-Vorbeck pudo resistir hasta el mismísimo final de la guerra y nunca pudieron obligarlo a rendir sus fuerzas, que sólo desarmó cuando supo del armisticio firmado por Alemania en Europa, el año 1918.
El Camerún, por último, correspondía aproximadamente a la nación independiente que hoy lleva ese nombre, más una parte de lo que serían luego Chad, la República Centroafricana, Gabón y la República del Congo (ex Congo Francés). Los defensores alemanes del Camerún no fueron tan exitosos como los que lucharon en el África Oriental Alemana, pero pudieron ofrecer considerable resistencia. El territorio era lo bastante grande como para maniobrar y perder de vista a las tropas enemigas; el clima tropical y las montañas eran además obstáculos naturales que podían ser aprovechados para una guerra defensiva. Duala, el puerto principal de la colonia, fue abandonado en septiembre de 1914 por los alemanes que, superados en número y armamento, se retiraron hacia el interior, donde contaban con jefes tribales leales a su causa. La resistencia alemana se articuló en torno a Yaundé, que llegaría a ser la capital del actual Camerún, donde resistieron hasta inicios de 1916. En el norte del país, se hicieron fuertes en Mora, una posición montañesa casi inexpugnable, que resistió numerosos ataques. Para fines de octubre de 1915, cuando las tropas coloniales francesas reanudaron su ofensiva, los defensores de Mora fueron capaces de mantener su posición por un tiempo, pero no tenían forma de reemplazar sus bajas, ni de reponer los suministros, especialmente municiones, sin las cuales, cualquier intento de contraataque era imposible. Al igual que en el resto del Imperio Colonial Alemán, la única posibilidad era demorar la inevitable derrota en las colonias y distraer todos los recursos que el enemigo tuviera que disponer en esos lejanos escenarios, con la esperanza de que Alemania pudiera imponerse en los campos de batalla de Europa, donde realmente se decidiría la suerte general de la Gran Guerra.
En la fotografía, tomada en Camerún en 1915, un grupo de Askari al servicio del Imperio Alemán posa junto a oficiales y suboficiales europeos.
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