15 de mayo de 1915
Primera Guerra Mundial
Se lucha duramente en Ypres, donde la batalla sigue indecisa.
En los Dardanelos, los Aliados sufren un nuevo revés cuando un pequeño caza-torpedero turco dispara dos torpedos contra el acorazado británico “HMS Goliath”, que se hunde a los pocos minutos, llevándose al fondo del mar a 570 de los 700 hombres que componían su tripulación.
El Goliath había sido comisionado en 1898. Antes de cumplir 10 años, la “Royal Navy” comisionó el “HMS Dreadnought”, que revolucionó el diseño de los acorazados y dejó obsoletos a todos los buques de su clase. En poco tiempo, los acorazados “pre-Dreadnought” fueron limitados a labores y estaciones de segunda línea.
Durante sus primeros años de operación, el Goliath fue destinado a las unidades navales británicas del Pacífico, donde debía contrarrestar la creciente amenaza de la Marina Imperial Japonesa, que se iba convirtiendo en un actor de cuidado, sobre todo, después de destrozar a la Flota Rusa en 1905. Después de que Japón y el Reino Unido firmaran un tratado de alianza, este último pudo retirar del Extremo Oriente a la mayoría de sus unidades navales mayores, incluyendo al Goliath, que pasó por diversos destinos hasta sumarse a la fuerza de apoyo en la gran operación montada por los Aliados contra los estrechos que unen el Mar Negro y el Mediterráneo, cuyo objetivo era abrir una ruta de suministro hacia Rusia y colocar al Imperio Turco fuera de combate.
Eran las 01.00 hrs. en la madrugada del 13 de mayo de 1915, cuando el torpedero Muâvenet-i-Millîye de la Marina Imperial Turca consiguió pasar, sin ser detectado, a través de la pantalla de destructores cuya misión era proteger a los grandes acorazados de la amenaza de los pequeñas embarcaciones, como submarinos y torpederos, que podían, con un golpe de mano, echar a pique a buques mucho más grandes y mejor armados. Junto con el “HMS Cornwallis”, el Goliath había estado prestando soporte, con su poderosa artillería, a las tropas francesas desembarcadas en los estrechos, que estaban experimentando grandes dificultades para avanzar tierra adentro y, en algunos sectores, para evitar ser devueltos al mar por los defensores turco-alemanes.
La pequeña nave turca consiguió colocar tres torpedos en la línea de flotación del enorme coloso británico y consiguió escapar sin daños, a pesar de ser atacado inmediatamente por las embarcaciones aliadas. Cuatro acorazados se perdieron de manera similar. El Gobierno Británico decidió retirar al moderno “HMS Queen Elizabeth” y, en cosa de días, el Almirante Sir John Fisher, Primer Lord del Mar, presentó su renuncia, que fue pronto seguida por la renuncia del primer Lord del Almirantazgo, Sir Winston Churchill. La campaña en los Dardanelos, que se esperaba fuera corta y victoriosa, ya convertida en desastre, empezaba a cobrar sus víctimas en los altos mandos políticos y militares de los Aliados.
Durante décadas, entre fines del siglo XIX y mediados del siglo XX, las mayores potencias navales se afanaron en construir acorazados cada vez más grandes, con mayores cañones, con mayor blindaje y con sistemas de propulsión cada vez más poderosos, capaces de mover esas enormes moles, tripuladas por miles de hombres. Sin embargo, a medida que pasaron los años, resultó claro que la única amenaza no eran los cañones de otros acorazados; era necesario tener también en cuenta a los pequeños enemigos: lanchas torpederas, submarinos o aviones que, con una bomba o torpedo bien ubicado, podían eliminarlos con estruendosa sorpresa.
En la imagen, aparece la tripulación del torpedero. El primero a la derecha es el capitán Ayasofyali Saffe; a su derecha, el teniente Rudolph Firle, asesor de la “Kaiserliche Marine” destinado a la embarcación.
Imagen tomada de http://3.bp.blogspot.com/
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