domingo, 26 de julio de 2015

Hace 100 años. 26 de julio de 1915. Primera Guerra Mundial



Hace 100 años

26 de julio de 1915
Primera Guerra Mundial

Los Imperios Centrales prosiguen su ofensiva en el Este. Alemanes y austriacos atacan en Ivangorod, Pultusk, Rozan y en el río Narew-Bobr, todo en Polonia, la siempre disputada; esa sufrida Polonia, aferrada a su Fe Católica, que se han repartido y por la que han luchado, durante siglos, los tres grandes imperios dinásticos de Europa: el Alemán (que heredó el involucramiento polaco de Prusia), el Austrohúngaro (que fue conocido como Austriaco hasta las Guerras Napoleónicas y antes se le identificó con el Sacro Imperio Romano-Germánico) y el Ruso.  

Los rusos, superados en casi todos los aspectos, siguen cediendo territorio a los atacantes. Los avances austro-alemanes son un excelente material para la propaganda de Viena y Berlín, pero están lejos de ser victorias decisivas; más bien, en las enormes extensiones de Rusia, los formidables golpes del Ejército Alemán siempre parecen caer en el vacío. Además, el mayor compromiso de Alemania está en el Oeste, donde busca derrotar a Francia, Gran Bretaña y Bélgica, de modo que nunca llega a concentrar la cantidad suficiente de reservas para concluir la lucha con Rusia. 

En el Frente Occidental, se desata una ofensiva francesa en el “Massif des Vosges”, en las mismas montañas donde Julio César detuvo al caudillo suavo Ariovisto en el 58 a. de C. La escarpada naturaleza del territorio montañoso entorpece los avances, que parecen insignificantes, especialmente si ponemos en la balanza las terroríficas cifras de bajas que acontecen en estos intentos de rompimiento de un frente que, por lo demás, casi no se mueve. 

Así es, el Frente Occidental casi no varía. Quedó indefinidamente estancado en una línea de trincheras, que parte en la frontera suiza y termina en la costa belga del Canal de la Mancha. A un lado, las trincheras alemanas; al otro lado, las trincheras aliadas; en medio, la “tierra de nadie”. Lo que, a fines de 1914, era poco más que agujeros rudimentarios practicados con palas de campaña, a mediados de 1915, ha ido evolucionando en un complejo sistema de fortificaciones, diseñado en profundidad, con varias líneas sucesivas de resistencia, puestos de mando, sitios de observación, en fin, todo lo necesario para el mutuo asedio al que se someten los contendientes. 

Para los soldados, clases, suboficiales y oficiales, la principal compañera de trincheras era la muerte, incluso cuando no se estaba en medio de las grandes ofensivas que, de tanto en tanto, los altos mandos organizaban, intentando romper el empate. En sectores más disputados, el bombardeo regular de la artillería enemiga podía colarse hacia los parapetos, lo que obligaba a los soldados a buscar protección en refugios subterráneos o cubiertos por algún rudimentario terraplén. Era frecuente también ser alcanzado por una bala disparada desde la trinchera enemiga. A los recién llegados, se les advertía del peligro que significaba asomar la cabeza por sobre la trinchera, para satisfacer la curiosidad mirando hacia la tierra de nadie. Fueron muchos los reclutas que, en su primer día, cayeron muertos, víctimas de la buena puntería de un francotirador habilidoso. 

Las ratas eran una presencia permanente. Luego de alguna ofensiva, se las veía salir hacia la tierra de nadie, para atiborrarse de la carne de los muertos, que quedaban grotescamente abandonados en las alambradas o en los pozos que abrían las bombas de artillería y que daban a los campos de Francia un paisaje inusualmente lunar. Los odiados roedores desfiguraban horriblemente los rostros de los cadáveres abandonados y, bien alimentados como estaban, podían crecer hasta alcanzar el tamaño de un gato doméstico. En las horas de oscuridad, los hombres las oían y, a veces, las sentían pasar a su lado o sobre ellos. Intentaban de todo para deshacerse de ellas; pero matar una o dos, sólo significaba que otras millones seguían vivas. 

Las ratas no eran el único ser vivo que parasitariamente se beneficiaba de la matanza sinsentido de seres humanos en las trincheras. Las liendres y los piojos eran un problema insoluble. A pesar de todas las medidas de higiene que se intentaban, las condiciones insalubres de las trincheras eran un excelente caldo de cultivo. Estos parásitos causaban la llamada “fiebre del piojo”, muy molesta y dolorosa, que obligaba incluso a retirar a los afectados desde el frente. Y también estaban los mosquitos, las cucarachas, las ranas y las babosas que proliferaban en los charcos de agua descompuesta y en el barro. Y estaba también el “pie de trinchera”, que podía significar la amputación o, en el mejor de los casos, una recuperación espantosamente dolorosa. Y el frío. Y la soledad. Y la nostalgia. Y el miedo. Y, por supuesto, el enemigo, que padecía el mismo calvario inacabable y estaba siempre listo a abandonar su trinchera para mandar al adversario al otro mundo o, por de pronto, fuera de su trinchera. 

Entre fines de 1914 y fines de 1918, millones de hombres —al comienzo, sólo europeos; luego, de los cinco continentes— sufrieron este infierno en la tierra. En la fotografía, un suboficial británico posa sonriente para la cámara, a pesar de que su trinchera y su refugio subterráneo, que serían su “hogar” durante la guerra, están completamente inundados por la lluvia. Se esperaba de él, como de sus compañeros, que viviera en ese lodazal cenagoso, que lo defendiera y que recuperara fuerzas en él. 


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Hace 75 años. 26 de julio de 1940. Segunda Guerra Mundial



Hace 75 años
26 de julio de 1940

Segunda Guerra Mundial

El 21 de julio de 1940, llega a Londres el gobierno checoslovaco en el exilio. Probablemente Londres ha sido la capital que más gobiernos ha albergado, mientras sirvió de asilo a los gobernantes de las naciones ocupadas por la Alemania nazi.

El 22, se reúne la Conferencia de La Habana que, dirigida por Estados Unidos, intenta generar una posición común para las naciones del hemisferio occidental, frente a la guerra que se desarrolla. Este mismo día, Fumimaro Konoye asume como Primer Ministro de Japón. A pesar de su sincero ánimo pacifista, no pudo mantener a Japón fuera de la guerra.

Sobre el Canal de la Mancha, se desarrolla el “Kanalkampf”, la primera fase de la Batalla de Inglaterra, entre la “Royal Air Force” (RAF) británica y la “Luftwaffe” alemana. Luego de la rendición de Francia, cuando quedó claro que Gran Bretaña no se rendiría sin dar más pelea, la aviación alemana se embarcó en un gigantesco esfuerzo para estacionar sus “Luftflotten” (Flotas Aéreas) en Francia y Bélgica. Sin la debida preparación para atacar el Reino Unido propiamente tal, los aviones alemanes se concentraron primero en atacar el tráfico naval británico que pasaba por el Canal, desde y hacia el Atlántico, con el doble propósito de perturbar las comunicaciones británicas y atraer a los cazas de la RAF a luchas aéreas que la fueran desgastando, antes de desatar la fase más intensa de la batalla, prevista para agosto. Era todo lo que Alemania podía hacer por el momento para molestar al Reino Unido, bien seguro tras su Canal y tras su potente flota, que seguía siendo la más fuerte del mundo.

La verdad es que los mandos alemanes no sabían muy bien qué hacer. La mayoría de los generales alemanes no esperaban que Francia cayera vencida tan rápido. Y, una vez derrotada Francia, los alemanes (y casi todo el resto del mundo) esperaban que los británicos se sentaran a negociar. Fueron dos sorpresivas contingencias ante las que el “III Reich” no tenía planes minuciosos y, sobre todo, no tenía suficientes buques de guerra.

Al estallar la Primera Guerra Mundial, en 1914, Alemania poseía la segunda marina más poderosa de la Tierra, sólo superada por su similar británica. Las duras condiciones impuestas por el Tratado de Versalles, que puso fin a la Gran Guerra, contemplaban la entrega de los buques alemanes a los Aliados y permitía a Alemania mantener una flota muy pequeña. Cuando Hitler reinició el rearme alemán en la década de 1930, consiguió notables avances en lo que se refería a la “Kriegsmarine”, pero no estaba lista en 1939, cuando estalló la Segunda Guerra Mundial, para desafiar a la “Home Fleet” británica. Además, la Campaña de Noruega fue, para la Marina Alemana, una victoria pírrica, que le costó perder o dejar inmovilizados, en reparaciones, gran parte de sus mejores y más potentes naves. De modo que, si la única manera de acabar con la porfiada Gran Bretaña era una invasión, había que controlar las aguas del Canal de la Mancha y evitar que la poderosísima “Royal Navy” interfiriera con la flota alemana de invasión. Por sí sola, la “Kriegsmarine” alemana no tenía, ni de cerca, la capacidad para proteger un pasillo, ni siquiera en el breve Estrecho de Dover”, donde la silueta y las luces de las construcciones de una orilla, pueden verse desde la opuesta.

La única opción viable parecía ser dominar los aires tan absolutamente, que la “Luftwaffe”, siendo exclusiva dueña de los aires, pudiera apoyar a la flota de invasión manteniendo a raya a las naves británicas. Incluso si se consiguiera barrer del cielo a los cazas de la RAF, era dudoso que los aviones alemanes tuvieran la capacidad de proteger el asalto anfibio, sin contar al mismo tiempo con una presencia importante de barcos de guerra. Aun así, como era la única posibilidad, la aviación alemana, desde fines de julio, se embarcó en la mayor ofensiva aérea de la historia, decidida a destruir a su similar británica.

En la imagen, una formación de los temibles “Messerschmitt Bf 109”. Este formidable caza había visto acción ya en la Guerra Civil Española, donde permitió contrarrestar la acción de la aviación de caza “Republicana” que, hasta el momento, había dominado los cielos gracias al hecho de poseer aparatos muy efectivos, como el soviético Polikarpov I-6 “Mosca”, que se había mostrado muy superior a los aparatos operados por los “Nacionales”, como el anticuado biplano italiano “Fiat CR.32”. En los primeros meses de la Segunda Guerra Mundial, el “109” fue dominador absoluto de los cielos en las campañas de Polonia, Escandinavia, los Países Bajos y Francia. Su excelente diseño permitió actualizarlo muchas veces, para mantenerlo competitivo hasta el final de la contienda, a pesar de la introducción de nuevos modelos aliados y alemanes. Es el modelo de caza más producido en la historia, con 33.984 unidades fabricadas entre 1937 y 1945. Los mejores ases de Alemania y sus aliados volaron este notable aparato.

En la Batalla de Inglaterra que se avecinaba, le tocaría una difícil doble misión: escoltar las formaciones de bombarderos alemanes y destruir en combate aéreo los cazas británicos. La fotografía muestra los “Messerschmitt Bf 109-E” del “Jagdgeschwader 26” (“Ala de Caza 26”), liderado por el entonces mayor Adolf Galland, quien llegaría a ser, con el tiempo, jefe de toda la aviación de caza alemana.



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domingo, 19 de julio de 2015

Hace 75 años. 19 de julio de 1940. Segunda Guerra Mundial



Hace 75 años
19 de julio de 1940

Segunda Guerra Mundial

La Unión Soviética completa la anexión de los pequeños estados bálticos. Cientos de miles de estonios, letones y lituanos son asesinados, deportados a campos de concentración o parten al exilio. Moscú impone, de este modo, el “socialismo real”, la llamada “dictadura del proletariado” a sus vecinos.

En respuesta al ataque británico sobre Mers-el-Kébir, la aviación de la Francia de Vichy bombardea la posesión británica de Gibraltar, causando, sin embargo, pocos daños.

En el Mediterráneo, las flotas británica e italiana vuelven a encontrarse en el Combate de Cabo Spada. La “Regia Marina Italiana” lamenta el hundimiento del crucero ligero “Bartolomeo Colleoni”.

En estos días de julio de 1940, Hitler ordena a sus generales preparar un plan para invadir las Islas Británicas, conocido como “Operación León Marino”, que nunca llegará a ejecutarse. Al rendirse Francia, Hitler esperaba que Gran Bretaña, al quedarse sin aliados en una Europa dominada por Alemania, decidiera sentarse a la mesa de negociaciones. Sin embargo, a mediados de julio de 1940, era claro que el Reino Unido no se rendiría. Se produjeron ásperos debates dentro del gobierno británico y destacadas personalidades, como Lord Halifax y Neville Chamberlain, apoyaban negociar la paz, pero finalmente primó la voluntad de Churchill de seguir resistiendo a los nazis hasta las últimas consecuencias.

En el discurso conocido como “His Finest Hour” (“Su Mejor Hora”), Churchill mostró al mundo la medida de su determinación:
“Lo que el general Weygand ha llamado la Batalla de Francia ha terminado. La Batalla de Inglaterra está a punto de empezar. De esta batalla, depende la supervivencia de la Civilización Cristiana. De ella depende nuestra vida británica y la larga continuidad de nuestras instituciones y nuestro Imperio. Toda la furia y poder del enemigo debería volverse pronto hacia nosotros. Hitler sabe que tendrá que quebrantarnos en esta isla o perder la guerra. Si podemos hacerle frente, toda Europa puede ser libre y la vida del mundo puede avanzar hacia lugares más altos, anchos y luminosos. Pero, si fallamos, todo el mundo, incluyendo los Estados Unidos, incluyendo todo lo  que conocemos y atesoramos, se hundirá en el abismo de una nueva edad oscura, tal vez más siniestra y prolongada por efecto de las ciencias pervertidas. Aferrémonos a nuestros deberes y asegurémonos de que, si el Imperio Británico y su Commonwealth duraren por mil años, los hombres aún dirán: “Ésta fue su mejor hora”.

El discurso se pronunció el 18 de junio de 1940, con la Batalla de Francia perdida para los Aliados. Entonces y más todavía a mediados de julio, la valiente determinación británica de proseguir la lucha parecía una locura. Hitler era dueño de Europa, entre el Golfo de Finlandia y el Canal de la Mancha. Gran Bretaña poseía aún la marina más poderosa del mundo, pero el “Royal Army” había perdido casi todo su armamento en Francia y las bajas, en términos de muertos, heridos y prisioneros, también habían sido alarmantes. La “RAF” (“Royal Air Force”, “Real Fuerza Aérea”) era un adversario más que respetable, que ya causaba dolores de cabeza a los alemanes, pero no era capaz por sí sola de revertir la suerte de la guerra y no podría liberar Europa desde los aires. A lo más, como se demostraría luego, podía ser capaz de evitar la derrota total que seguramente caería sobre el mundo libre, si la “Luftwaffe” conseguía desplazar a los aviadores británicos de los cielos de su patria.

Por otro lado, Gran Bretaña aún contaba con su enorme Imperio y su marina, que le daban el control de las comunicaciones mundiales. Y el Canal de la Mancha, que tiene poco más de 30 km en su parte más estrecha, no había sido atravesado por un ejército extranjero desde 1066, con Guillermo El Conquistador como el último que consiguió esa hazaña.

La testarudez de Churchill y de la mayoría de los británicos, junto a un puñado de pilotos, era todo lo que se oponía entre Hitler y el “Reich de mil años”. En la imagen, se reproduce un impreso propagandístico con la leyenda “Let us go forward together” (“vamos juntos hacia delante”). En primer plano, el rostro del elocuente premier británico. En el fondo, una composición de carros blindados británicos y del avión al que se debe, en gran parte, el triunfo en la Batalla de Inglaterra: el “Hawker Hurricane”.


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Hace 100 años. 19 de julio de 1915. Primera Guerra Mundial

Hace 100 años
19 de julio de 1915

Primera Guerra Mundial

El 14 de julio de 1915, mientras la República Francesa celebra su día nacional, convertida en el principal campo de batalla de la guerra, al otro lado del Canal de la Mancha, el Primer Ministro de Canadá, Sir Robert Borden, se convierte en el primer jefe de gobierno de un dominio en asistir a una reunión del gabinete británico. Al terminar la Gran Guerra, algunos dominios, como Canadá, Australia y Sudáfrica, se miran como iguales con la metrópoli de Londres y pueden ser consideradas como potencias regionales, con proyección hacia convertirse en potencias mundiales en algunos aspectos.

En este mismo día, el Jerife de La Meca accede a negociar con los británicos para cooperar en la destrucción del Imperio Turco-Otomano. Las negociaciones conducirán a la Rebelión Árabe de 1916 y contruibuirán grandemente hundimiento del Sultanato Turco.

En Gran Bretaña, el 15 de julio de 1915, se dicta una ley (“National Registration Act”) que posterga todas las elecciones regionales y parlamentarias, en vista de la emergencia nacional que significa la Gran Guerra.

El 18 de julio, el crucero acorazado italiano “Giuseppe Garibaldi” es hundido por el submarino austriaco “U-4”, anotando un nuevo éxito para la “k.u.k. Kriegsmarine” (por “kaiserliche und königliche Kriegsmarine”, es decir, “imperial y real Marina de Guerra”, aludiendo al carácter dual de la monarquía danubiana de los Habsburgo, que reunían dos coronas en la anciana testa de Francisco José: Emperador de Austria y Rey de Hungría). En tierra, italianos y austrohúngaros chocan en la Segunda Batalla del Isonzo, en un nuevo intento del general Luigi Cadorna por penetrar el fuerte dispositivo de defensa alpino de Austria.

En el Frente Occidental, impera el empate estático de las trincheras. En el Frente Oriental, en tanto, la guerra es de movimientos y, al menos, en este año de 1915, los Imperios Centrales tienen la iniciativa. El 17 de julio, Bulgaria firma un tratado en que acepta entrar a la guerra como aliada de Alemania, Austria-Hungría y Turquía, a cambio de anexar Albania a su territorio en caso de victoria. Mientras se producen las negociaciones, la ofensiva austro-alemana gana nueva intensidad, desde el Báltico hasta Los Balcanes. Derrotados en Gorlice-Tarnow, los rusos están desorganizados, situación que aprovecha el “Ejército del Niemen”, comandado por el general Otto von Below. Von Below, que cierra el flanco norte de las fuerzas alemanes que enfrentan a Rusia, lanza un gran ataque el día 14 de julio, que barre como un tornado con las defensas del maltrecho 5º Ejército Ruso. Era la guerra de movimiento que los generales soñaron toda su vida. La caballería cruza rauda por bosques, pantanos, ríos y sembradíos, seguida por la artillería y la infantería, que usa una gran cantidad de carretas y unos pocos vehículos motorizados, siempre escasos, por las dificultades que tiene Alemania para proveerse de petróleo (y de materias primas en general).

En una serie de ataques feroces, los alemanes expulsan a los rusos del campo de batalla, hacia el este, obligándolos a ceder suelo patrio, o hacia los campos de prisioneros del oeste. Los soldados rusos luchan valientemente y venden caro cada centímetro de territorio, pero el alto mando ruso está desorientado y se muestra incapaz de atender apropiadamente las necesidades logísticas de las tropas. Hay días en que las tropas alemanas llegan a avanzar más de 50 km en 24 horas y consiguen ser detenidos momentáneamente sólo si los defensores encuentran la ayuda del algún río, de los edificios de algún poblado o del cruce de algún río.

Los contraataques rusos fracasan antes de poder ser plenamente implementados, superados por la rapidez del avance alemán. Maestros en la lucha en retirada, aprovechando las enormes extensiones de su patria, los rusos retroceden a tiempo y logran salvar a la mayor parte de sus tropas de ser rodeadas y aniquiladas. Rusia nuevamente sufre una derrota, pero no está vencida aún y Alemania no consigue sacarla de la guerra todavía. Será necesaria la traición leninista desde dentro, para derrumbar al tambaleante pero aún colosal oso ruso.

La imagen muestra la copia de un documento por el que se concede la Cruz de Hierro de 2da. Clase a un tal Teniente Mövius, reservista movilizado, que ha luchado con distinción en estos días y que es recompensado con esta condecoración, tan familiarmente asociada con las tradiciones militares alemanas.


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sábado, 11 de julio de 2015

Hace 100 años. 12 de julio de 1915. Primera Guerra Mundial



Hace 100 años
12 de julio de 1915

Primera Guerra Mundial

El 7 de julio, finaliza la primera de las once batallas que los italianos plantearán en el Isonzo. Los resultados son magros, sobre todo, si consideramos las enormes bajas sufridas en ambos bandos, especialmente en los atacantes. En el mar, las noticias para Italia tampoco son buenas: el crucero acorazado Amalfi es hundido por un submarino alemán que enarbola bandera austriaca, cerca de las costas de Venecia. Alemania e Italia aún no están en guerra, así que no pueden atacarse abiertamente.

El África Sudoccidental Alemana capitula ante las fuerzas dirigidas por Louis Botha, el famoso general bóer que tanto resistió al Imperio Británico y que ahora se convertía en uno de sus más destacados líderes. Al otro extremo del continente negro, en el África Oriental Alemana, el crucero ligero alemán, “SMS Königsberg” es hundido, poniendo punto final a la llamada Batalla del Delta del Rufiji.

Al comenzar la guerra, en 1914, el Königsberg era el buque alemán más poderoso en el Océano Índico e incluso tuvo oportunidad de hundir al crucero “HMS Pegasus” en la Batalla de Zanzíbar, en septiembre de ese año. Luego de sufrir una falla en sus maquinarias, el Königsberg buscó refugio en el delta del río Rufiji, en el África Oriental Alemana (actual Tanzania), junto al buque de suministro “Somali”. Mientras los alemanes intentaban reparar los desperfectos de su buque, fueron descubiertos a fines de octubre por el crucero ligero británico “HMS Chatham”. El 5 de noviembre, llegaron hasta el Rufiji dos cruceros ligeros más, el “HMS Dartmouth” y el “HMS Weymouth”, completando el bloqueo del crucero alemán.

Los buques británicos eran más poderosos que su adversario alemán, pero eran incapaces de navegar río arriba, como sí podía hacerlo el Königsberg, que simplemente debía remontar el curso del río para ponerse fuera del alcance de las piezas de artillería británicas. Los británicos recurrieron a las potentes piezas de 300 mm del acorazado “HMS Goliath”, pero nuevamente la poca profundidad de las aguas impidió al Goliath acercarse lo suficiente hasta su blanco. Incluso utilizaron aviones para detectar con mayor precisión al escurridizo Königsberg, pero el clima húmedo y caluroso del trópico africano maltrataba sin compasión la estructura ligera de los aviones de la época y dañaba los pegamentos que ayudaban a mantener su integridad estructural.

Para evitar las incursiones británicas con embarcaciones menores, los alemanes prepararon un complejo sistema defensivo en el delta del río, con emplazamientos de artillería, nidos de ametralladora y puestos de observación, obligando a los británicos a usar todo su ingenio en este singular asedio marítimo-fluvial.

Para marzo de 1915, la falta de suministros y las enfermedades tropicales habían causado numerosas bajas en la tripulación del Königsberg. Estas adversas condiciones, sumadas al aislamiento que sufre todo aquel que está bajo asedio, habían causado un efecto muy adverso en la moral de los alemanes. La situación se alivió en parte gracias a la llegada de un barco de suministros disfrazado de mercante danés, que fue destruido por la flota de bloqueo, pero cuya preciosa carga fue salvada en su mayor parte.

Los británicos pudieron romper el empate con la llegada del “HMS Mersey” y el “HMS Severn”, dos monitores dotados de poderosa artillería; anticuados, peo capaces de remontar el río hasta mucho más arriba que los cruceros ligeros británicos, que se encargaron de atacar las defensas de tierra, que protegían el acceso al delta. Aunque el Königsberg consiguió encajar al menos un disparo certero en el Mersey, las potentes piezas de 150 mm de los monitores, apoyados por aviones de observación, finalmente silenciaron los cañones del Königsberg y lo dejaron reducido a una ruina. El 11 de julio de 1915, el comandante de la  nave, Max Looff, ordenó a sus propios tripulantes abandonar la nave y hundirla, no sin antes retirar algunas valiosas piezas de artillería, que fueron usadas con mucho provecho por las tropas que defendían las posesiones africanas alemanas del hostigamiento de las tropas coloniales británicas, francesas, belgas y portuguesas.

Luego de enterrar a sus camaradas caídos, los 188 sobrevivientes del Königsberg se unieron al ejército del general Paul von Lettow-Vorbeck, que defendió exitosamente el África Oriental Alemana, de fuerzas numéricamente muy superiores, hasta el momento mismo del armisticio en Europa, en noviembre de 1918.

En la imagen, el crucero Königsberg, que tantos dolores de cabeza dio a la “Royal Navy”.


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17 de Septiembre de 1944. Hace 80 años. Operación Market Garden.

   El 6 de junio de 1944, los Aliados habían desembarcado con éxito en Normandía. En las semanas siguientes, a pesar de la feroz resistencia...