Hace 75 años
19 de julio de 1940
Segunda Guerra Mundial
La Unión Soviética completa la anexión de los pequeños estados bálticos. Cientos de miles de estonios, letones y lituanos son asesinados, deportados a campos de concentración o parten al exilio. Moscú impone, de este modo, el “socialismo real”, la llamada “dictadura del proletariado” a sus vecinos.
En respuesta al ataque británico sobre Mers-el-Kébir, la aviación de la Francia de Vichy bombardea la posesión británica de Gibraltar, causando, sin embargo, pocos daños.
En el Mediterráneo, las flotas británica e italiana vuelven a encontrarse en el Combate de Cabo Spada. La “Regia Marina Italiana” lamenta el hundimiento del crucero ligero “Bartolomeo Colleoni”.
En estos días de julio de 1940, Hitler ordena a sus generales preparar un plan para invadir las Islas Británicas, conocido como “Operación León Marino”, que nunca llegará a ejecutarse. Al rendirse Francia, Hitler esperaba que Gran Bretaña, al quedarse sin aliados en una Europa dominada por Alemania, decidiera sentarse a la mesa de negociaciones. Sin embargo, a mediados de julio de 1940, era claro que el Reino Unido no se rendiría. Se produjeron ásperos debates dentro del gobierno británico y destacadas personalidades, como Lord Halifax y Neville Chamberlain, apoyaban negociar la paz, pero finalmente primó la voluntad de Churchill de seguir resistiendo a los nazis hasta las últimas consecuencias.
En el discurso conocido como “His Finest Hour” (“Su Mejor Hora”), Churchill mostró al mundo la medida de su determinación:
“Lo que el general Weygand ha llamado la Batalla de Francia ha terminado. La Batalla de Inglaterra está a punto de empezar. De esta batalla, depende la supervivencia de la Civilización Cristiana. De ella depende nuestra vida británica y la larga continuidad de nuestras instituciones y nuestro Imperio. Toda la furia y poder del enemigo debería volverse pronto hacia nosotros. Hitler sabe que tendrá que quebrantarnos en esta isla o perder la guerra. Si podemos hacerle frente, toda Europa puede ser libre y la vida del mundo puede avanzar hacia lugares más altos, anchos y luminosos. Pero, si fallamos, todo el mundo, incluyendo los Estados Unidos, incluyendo todo lo que conocemos y atesoramos, se hundirá en el abismo de una nueva edad oscura, tal vez más siniestra y prolongada por efecto de las ciencias pervertidas. Aferrémonos a nuestros deberes y asegurémonos de que, si el Imperio Británico y su Commonwealth duraren por mil años, los hombres aún dirán: “Ésta fue su mejor hora”.
El discurso se pronunció el 18 de junio de 1940, con la Batalla de Francia perdida para los Aliados. Entonces y más todavía a mediados de julio, la valiente determinación británica de proseguir la lucha parecía una locura. Hitler era dueño de Europa, entre el Golfo de Finlandia y el Canal de la Mancha. Gran Bretaña poseía aún la marina más poderosa del mundo, pero el “Royal Army” había perdido casi todo su armamento en Francia y las bajas, en términos de muertos, heridos y prisioneros, también habían sido alarmantes. La “RAF” (“Royal Air Force”, “Real Fuerza Aérea”) era un adversario más que respetable, que ya causaba dolores de cabeza a los alemanes, pero no era capaz por sí sola de revertir la suerte de la guerra y no podría liberar Europa desde los aires. A lo más, como se demostraría luego, podía ser capaz de evitar la derrota total que seguramente caería sobre el mundo libre, si la “Luftwaffe” conseguía desplazar a los aviadores británicos de los cielos de su patria.
Por otro lado, Gran Bretaña aún contaba con su enorme Imperio y su marina, que le daban el control de las comunicaciones mundiales. Y el Canal de la Mancha, que tiene poco más de 30 km en su parte más estrecha, no había sido atravesado por un ejército extranjero desde 1066, con Guillermo El Conquistador como el último que consiguió esa hazaña.
La testarudez de Churchill y de la mayoría de los británicos, junto a un puñado de pilotos, era todo lo que se oponía entre Hitler y el “Reich de mil años”. En la imagen, se reproduce un impreso propagandístico con la leyenda “Let us go forward together” (“vamos juntos hacia delante”). En primer plano, el rostro del elocuente premier británico. En el fondo, una composición de carros blindados británicos y del avión al que se debe, en gran parte, el triunfo en la Batalla de Inglaterra: el “Hawker Hurricane”.
Germán, como siempre, tu pluma precisa y conocimiento profundo de la historia contenporánea, entrega un excelente relato de aquella época tan crítica para Europa en particular, como para el mundo en general. Al imponerse la determinación de un pueblo, como sostén moral del Occidente civilizado, frente al errático destino que ataba a otros europeos, cuya civilización y cultura habían degenerado en tiranía y militarismo totalitario, se mantenía viva la esperanza de retomar el "statu quo ante bellum", tiempo en que las naciones sólo buscaban el ansiado bienestar, antes arrebatado por la cisis económica y los efectos de la Primera Guerra Mundial.
ResponderEliminarRespecto de la Batalla de Inglaterra, sólo me queda recordar aquella frase latina dedicada a los heróicos pilotos de la RAF: "Non multum, sed multa".
Querido amigo, has dado en el clavo. El problema de todas las guerras y de las mundiales en particular, es moral, en el doble sentido de la expresión.
ResponderEliminarY ese latinazgo no puede ser más apropiado para la ocasión de la Batalla de Inglaterra.
Un abrazo.