domingo, 29 de octubre de 2017

Hace 75 años - 29 de octubre de 1942 - Segunda Guerra Mundial - El Alamein: “Monty” al ataque

Hace 75 años
29 de octubre de 1942
Segunda Guerra Mundial

El Alamein: “Monty” al ataque

Entre el 23 de octubre y el 4 de noviembre de 1942, las fuerzas del Imperio Británico, al mando del teniente general Bernard Law Montgomery, se enfrentan al “Panzerarmee Afrika”, formado por tropas italianas y alemanas, al mando del mariscal de campo, Erwin Rommel. Es la tercera y última batalla librada en torno a una apartada estación de ferrocarril, cuyo nombre será famosísimo desde entonces: El Alamein.

En julio de 1942, el 8º Ejército Británico, al mando del general Claude Auchinleck, estableció posiciones defensivas en El Alamein, perseguido de cerca por las fuerzas de Rommel, que le habían dado una paliza en Gazala y habían capturado el importante puerto-fortaleza de Tobruk. Durante lo que se conoce como Primera Batalla de El Alamein, Rommel intentó romper las defensas británicas en El Alamein, pero sus tropas estaban demasiado agotadas y su cadena logística se hallaba demasiado estresada, debido al alejamiento de los puertos desde donde llegaban los suministros hasta las tropas en el frente. Para fines de julio, ni Rommel tiene posibilidades de vencer a Auchinleck, ni éste tiene fuerzas para emprender un contraataque. El 12 de agosto, había llegado hasta África el general Bernard L. Montgomery, para reemplazar a Auchinleck al mando del 8º Ejército, mientras que el general Harold Alexander se convertía en el nuevo Comandante en Jefe del Oriente Medio, cargo que también había desempeñado Auchinleck hasta ese momento.

Auchinleck fue un buen comandante y sus hombres le tenían aprecio, pero no llegó a entenderse bien con Winston Churchill, Primer Ministro Británico, que deseaba una ofensiva inmediata sobre las cansadas tropas alemanas. Desde la desastrosa Campaña de Francia, el desierto norteafricano fue el único teatro de operaciones donde el “Royal Army” estuvo en contacto permanente con los enemigos del Imperio. Para Churchill, era esencial cosechar victorias, tan necesarias para la moral de la población británica y de los dominios. Sabiendo también de la inminencia de la invasión anglo-estadounidense a Marruecos y Argelia, en Londres y Washington pensaban que las tropas de Vichy podían estar más abiertas a no resistir o incluso a colaborar con las tropas invasoras, si sabían de una gran victoria británica en Egipto.

Para desesperación de Churchill, el recién llegado general Montgomery tampoco quiso atacar de inmediato. “Monty” sabía que su rival, Rommel, era un gran estratega, con rasgos de genio y que, incluso en la difícil situación logística que enfrentaba, podía dar una sorpresa a sus enemigos. Habían sido muchas las ocasiones en que el “Zorro del Desierto” parecía vencido y aprovechaba las persecuciones de las tropas británicas, para propinarles desmoralizantes palizas. Montgomery quería completas las dotaciones de sus diezmadas unidades, dar descanso a unas tropas que llevaban luchando desde junio y, sobre todo, entrenar al 8º Ejército, hasta que alcanzara sus exigentes estándares de adiestramiento. Además, “Monty” sabía que Rommel iba a esperarlo con una línea defensiva formidable y, si quería romperla, necesitaba una superioridad en todos los sentidos: en número de hombres, de tanques y en apoyo aéreo. Esta vez, los británicos no se conformarían con devolver a Rommel a Libia; el objetivo era expulsar al Eje definitivamente de África.

Tras las batallas de julio, el mariscal Erwin Rommel sabía que sus tropas estaban agotadas y que no recibiría los suministros necesarios para una victoria decisiva. A la larga, era probable que ni siquiera tuviera lo suficiente para mantenerse a la defensiva. A mediados de agosto, el alto mando germano-italiano supo que un gran convoy británico debía llegar a Alejandría en las próximas semanas, con lo necesario para reponer las pérdidas británicas de los últimos meses y convertir al 8º Ejército Británico nuevamente en una poderosa fuerza ofensiva. Rommel estaba consciente de que sus reservas de suministros (especialmente combustible) eran muy inadecuadas, pero también entendía que, con el tiempo, el flujo de suministros sería más abundante para Montgomery y más escaso para él. La única esperanza de decidir la campaña de Egipto a su favor, pasaba por intentar un golpe a la línea de El Alamein, antes de que las fuerzas de la “Commonwealth” se volvieran invencibles.

El 31 de agosto de 1942, el “Panzerarmee Afrika” lanzó lo que se conoce como Batalla de Alam Halfa. Para el 4 de octubre, resultaba claro que las fuerzas del Eje no conseguirían penetrar la línea británica. A diferencia de lo hecho por la mayoría de los comandantes aliados anteriores, Montgomery no se lanzó en un contraataque masivo contra Rommel. El nuevo jefe del 8º Ejército sabía que sus tropas no estaban listas y no estaba dispuesto a desperdiciar sus preciosos tanques en una ofensiva mal preparada. Durante el resto de septiembre y casi todo octubre, ambos bandos se prepararon para la siguiente fase de la campaña, que hallaría a los alemanes e italianos a la defensiva y a las fuerzas de “Monty” al ataque, para intenta derrotar decisivamente al mariscal Rommel.

A inicios de 1942, el 8º Ejército Británico había tenido que desprenderse de algunas unidades, que fueron enviadas a defender las posesiones del Imperio en el Lejano Oriente, amenazadas por Japón. Luego vinieron las batallas del verano, que causaron considerables bajas a las fuerzas de Auchinleck. Con todo, al llegar a El Alamein, con los alemanes pisando sus talones, el 8º Ejército era una fuerza poderosa. Auchinleck esperaba retener Alejandría y el Canal de Suez, pero su prioridad era mantener al 8º Ejército como una fuerza combativa creíble y estaba dispuesto a sacrificar Egipto y retirarse cuanto fuera necesario, para evitar ser destruido por Rommel y poder luchar de nuevo otro día. Junto a formaciones veteranas, como las famosas “Ratas del Desierto” de la 7ª División Blindada, formaban a su mando unidades bisoñas, llegadas hace poco desde Gran Bretaña y numerosos contingentes llegados desde distintos rincones del Imperio: India, Sudáfrica, Nueva Zelanda y Australia, además de tropas formadas por los restos de los ejércitos de los países ocupados por los alemanes, como la 1ª Brigada Griega y la 1ª y 2ª Brigada de la Francia Libre, que ya habían tenido participación destacada en Gazala. Posiblemente su mayor ventaja, en la víspera del segundo Alamein, era la superioridad establecida por la “Fuerza Aérea del Desierto”, del general Arthur Cuningham, sobre la “Luftwaffe” y la “Regia Aeronautica Italiana”.

Al 8º Ejército, lo esperaba el “Panzerarmee Afrika”. Aunque el teatro de operaciones africano estaba nominalmente a cargo de los italianos, la estrategia era dictada por los alemanes. La columna vertebral de las tropas del Eje correspondía al “Afrika Korps”, que incluía la 15ª y la 21ª Divisiones Panzer, reforzada por la 90ª División Ligera, una formación motorizada que se había hecho famosa a lo largo de la campaña. En julio de 1942, se había sumado la 164ª División Ligera “Afrika”. Estas unidades estaban bien entrenadas, bien mandadas y habían probado ser capaces de moverse con celeridad a los puntos críticos de la batalla. Rommel también disponía de tres potentes formaciones móviles italianas: la 101ª División Motorizada “Trieste” y dos divisiones acorazadas: la 133ª “Littorio” y la 132ª “Ariete”. El equipo de los italianos era inferior a las armas alemanas y británicas, pero formaban un conjunto poderoso, constituido por tropas veteranas. Al igual que las divisiones italianas de infantería tradicional, si estaban bien empleadas, podían ser enemigos muy difíciles de vencer.

El tanque más usado por los italianos era el “M13/40”, dotado de un motor lento y poco potente. Su blindaje era apenas adecuado para un tanque medio. Estaba armado con un cañón antiblindaje de 47 milímetros, que había servido para enfrentar a los “cruiser” británicos de comienzos de la campaña, pero que nada tenía que hacer contra modelos británicos más modernos o contra los tanques de fabricación estadounidense, como el “Grant” y el “Sherman”. A medida que la tecnología fue dejando atrás a los tanques italianos, fue frecuente que avanzaran escoltados por ejemplares del “Semovente da 75/18”, un cañón autopropulsado, dotado de una potente pieza de 75 milímetros, capaz de lidiar con blindajes más potentes.

Entre los alemanes, las armas más efectivas eran el “Panzer IV” y el cañón antiaéreo de 88 milímetros. El “Panzer IV-G” había sido dotado de una nueva pieza de alta velocidad de 75 milímetros, capaz de derrotar a cualquier tanque aliado o soviético. Era una solución de compromiso, pero era lo mejor del arsenal alemán en África en 1942. Al comenzar la Batalla de El Alamein, Rommel contaba con unos pocos ejemplares, pero supo usarlos muy bien. El “88”, en tanto, había probado ser una excelente arma contracarro, capaz de destruir cualquier tanque en el campo de batalla. Tal vez su único defecto era su alta silueta, que lo hacía visible a mucha distancia en el campo de batalla del desierto.

El principal problema para Rommel era la escasez de suministros de todo tipo, especialmente combustible, tan necesario para una guerra de movimientos, como la librada en el desierto. Los convoyes venidos desde Italia tenían cada vez mayores dificultades para llegar hasta África. A pesar de haber castigado duramente a Malta y anularla como base para atacar los convoyes, el dominio del Mediterráneo correspondía a los británicos, de modo que gran parte de las armas y provisiones mandadas a Rommel desde Italia y Alemana acababan en el fondo del mar. Rommel y sus comandantes sabían que la única posibilidad que les quedaba era fortalecer sus defensas y aguantar el golpe de Montgomery, todo el tiempo que fuera posible, hasta que la situación estratégica en el Mediterráneo volviera a ser favorable a los alemanes e italianos.

A las 21.40 hrs. del 23 de octubre de 1942, 800 piezas de artillería abrieron fuego sobre las líneas del Eje, en el mayor bombardeo artillero desplegado por el Ejército Británico desde la Primera Guerra Mundial. Era el inicio de la “Operación Lightfoot”, la primera fase de la ofensiva de Montgomery en El Alamein. A las 22.00 hrs., las andanadas de artillería disminuyeron y los ingenieros del 30º Cuerpo empezaron a trabajar en el campo minado, para permitir el paso de los tanques británicos. Mientras los británicos intentaban crear un corredor para el ataque principal en el norte de la línea, otras unidades del 8º Ejército lanzaban ataques distractivos en otros puntos, para mantener ocupadas a las fuerzas móviles, que Rommel había situado tras sus líneas. Al terminar el día 24, las fuerzas británicas estaban avanzando más lento de lo planificado, pero estaban consiguiendo debilitar las defensas del Eje. Para el 25, resultaba claro que la situación era lo bastante seria, como para que Rommel regresara desde Alemania, donde había estado convaleciente durante tres semanas. El “Zorro del Desierto” estuvo de vuelta en su puesto el 26 a primera hora. Mientras tanto, su reemplazo, el general Georg Stumme había muerto de un infarto y había sido reemplazado temporalmente por el general Wilhelm von Thoma.

En los siguientes cuatro días, a pesar de su esfuerzo, los alemanes e italianos no pudieron evitar ir perdiendo las pocas ventajas que tenían. Rommel no conseguía llevar sus reservas móviles a todos los puntos amenazados y el combustible escaseaba cada vez más. Además la aviación británica dominaba el aire y hacía muy complejos todos los desplazamientos. Al acabar el 29 de octubre, 148 tanques alemanes y 187 italianos era todo lo que quedaba de las poderosas fuerzas acorazadas del “Panzerarmee”. Los británicos habían sufrido graves pérdidas, pero todavía alineaban más de 800 tanques. Era sólo cuestión de tiempo, antes de que Rommel tuviera que retirarse y abandonar su línea defensiva.

Abajo, soldados australianos salvan una zanja, mientras avanzan hacia las líneas del frente, durante la Segunda Batalla de El Alamein.





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