Hace 75
años
23 de
abril de 1942
Segunda Guerra Mundial
Doolittle
sobre Tokio
Los aliados
siguen perdiendo buena parte de sus flotas mercantes y de los suministros que
transportan, víctimas de los submarinos alemanes. Cuando termine el “segundo
tiempo feliz” de los “U-Boote”, en agosto de 1942, en un lapso de siete meses,
los sumergibles habrán hundido más de 3.000.000 de toneladas, con sólo 22
submarinos perdidos.
El 17 de abril
de 1942, el general Henri Giraud escapa de su prisión en la fortaleza de
Königstein, Alemania. Giraud fue comandante del 7º Ejército Francés en la
campaña de mayo-junio de 1940, cuyas poderosas formaciones de tanques habían
sido desperdiciadas en un vano intento de cubrir algunos sectores comprometidos
del frente aliado entre las fuerzas belgas y holandesas. Luego de ser tomado
prisionero, Giraud estuvo dos años planificando su evasión. Al llegar a la
Francia de Vichy, intentó convencer al mariscal Pétain de que los alemanes no
podían ganar la guerra y de que lo mejor era romper con ellos. No pudo
convencer a Pétain, pero pudo quedarse en paz en la Francia ocupada durante un
tiempo, hasta que se le ofreció el mando de las tropas francesas empleadas en
el desembarco aliado en África del Norte, en noviembre de 1942. De nuevo logró escabullirse
desde la Francia ocupada hasta África y acudir al llamado de los Aliados. Se retiraría
antes del fin de la guerra, debido a desacuerdos con el general Charles de
Gaulle, líder de la Francia Libre.
El 17 de
abril de 1942, una bomba, proveniente de un bombardero alemán, acabó con la
vida de Nora Cleveney, mientras estaba estacionada como observadora de aviones
cerca de Southampton, Inglaterra. Nora, de 18 años, fue la primera mujer
soldado británica en caer en acto de servicio.
En el
Frente Oriental, el mejoramiento del clima permite a los alemanes retomar la
iniciativa. Con su 33er. Ejército a punto de ser destruido en Vyazma, el
general Mijail Yefremov comete suicidio, disparándose con su propia arma en la
cabeza el 19 de abril. El 20, las tropas alemanas que habían quedado encerradas
en la “bolsa de Demiansk”, luego de la ofensiva soviética de invierno,
consiguen escapar del cerco. Con todo, la mayor ofensiva alemana del verano de
1942 será lanzada en julio contra el Cáucaso y el Volga, especialmente contra
una ciudad cuyo nombre será conocido en todo el mundo: Stalingrado.
El 18 de
abril, 16 bombarderos “B-25 Mitchell”, de la Fuerza Aérea del Ejército de
Estados Unidos, atacaron blancos en Tokio, Yokohama, Yokosuka, Kobe, Osaka,
Nagoya y otras ubicaciones en Japón. La incursión, dirigida por el coronel James
Doolittle, tuvo que ser adelantada, debido al avistamiento por parte de un
buque japonés, que fue rápidamente destruido, pero no antes de que pudiera
transmitir a sus superiores la ubicación de la flota norteamericana. Para no
perder el elemento sorpresa, los “B-25” fueron lanzados a 1.200 kilómetros de
Japón, en vez de los 600 planificados originalmente. Además se habían preparado
para un ataque nocturno, pero ahora se verían obligados a bombardear sus
blancos de día. Todos y cada uno de los 16 pesados bombarderos consiguieron
despegar desde la corta cubierta del “USS Hornet”, diseñado para lanzar aparatos
mucho más pequeños y ligeros. Las preocupaciones iniciales, sobre una posible
alerta a las defensas japonesas, resultaron injustificadas, y los bombarderos
casi no hallaron oposición de parte de la artillería antiaérea y los aviones
interceptores.
Un tal
comandante Mott, del portaaviones “USS Enterprise”, que debía escoltar al “Hornet”,
cuenta que sintonizaron Radio Tokio luego de ser lanzados los bombarderos. Para
sorpresa de todos, el locutor se divertía con lo que, según él, era una noticia
falsa difundida por la agencia Reuters, sobre un bombardeo aéreo sobre Tokio. Claramente
alguien se adelantó en entregar la información a Reuters. Algunas horas
después, la voz del locutor de Radio Tokio dejó de oírse, silenciada debido al
exitoso ataque aéreo.
Todos los
aparatos llegaron hasta sus blancos y dejaron caer sus bombas. A pesar de que
la propaganda japonesa intentó distorsionar y minimizar los efectos de la
incursión, el efecto en la moral japonesa fue considerable. El encargado de la
defensa aérea de Tokio cometió suicidio ritual, como una manera de limpiar su
vergüenza por no haber sido capaz de proteger los cielos de la capital imperial
de los aviadores enemigos.
El adelantamiento
del ataque impidió que los bombarderos tuvieran suficiente combustible para
llegar hasta sus aeródromos de destino en China. La mayoría tuvo que aterrizar
de emergencia en la costa china o en aguas cercanas a la costa. Uno de los
aviones consiguió llegar hasta un aeródromo en Vladivostok, Unión Soviética,
donde el aparato fue confiscado y la tripulación internada. En 1943, la NKVD
los llevó secretamente hasta Irán, para ayudarlos a regresar a Estados Unidos,
sin enemistarse con Japón, al que Stalin no quería provocar. Ocho aviadores
fueron capturados por los japoneses y tres de ellos fueron ejecutados por
atacar blancos civiles. Cinco permanecieron prisioneros de guerra, bajo
terribles condiciones, que significaron la muerte de uno de ellos en
cautiverio.
El “Raid
de Doolittle” convenció a muchos altos oficiales japoneses de que su país era
más vulnerable de lo que creían a un ataque aeronaval. Muchos empezaron a
pensar en la forma de evitar que una incursión similar se repitiera. Y esta
inquietud fue uno de los factores que influyeron en implementar la invasión de
Midway y las Aleutianas, que se convertiría en una gran victoria para Estados
Unidos y marcaría un punto de inflexión en la Campaña del Pacífico.
Abajo, los
“B-25” de Doolittle se ven listos para despegar desde el “Hornet”, el 18 de
abril de 1942.
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