domingo, 9 de abril de 2017

Hace 75 años. 9 de abril de 1942. Segunda Guerra Mundial. La rendición de Bataán

Hace 75 años
9 de abril de 1942
Segunda Guerra Mundial

La rendición de Bataán

El 3 de abril de 1942, los portaaviones “Shokaku” y “Akagi”, de la Armada Imperial Japonesa, entran en el Océano Índico, acompañados de un grupo de batalla. Desde el siglo XIX, el Índico se había convertido en un “lago británico”. La dependencia francesa de Madagascar era la única presencia colonial importante en sus orillas, sobre la que no ondeaba la “Union Jack”. El resto, desde el Cabo de Buena Esperanza, hasta las Indias Orientales Holandesas, era una zona de decidido predominio británico. La múltiple ofensiva japonesa de diciembre de 1941-abril de 1942 cambió esa relación de fuerzas a favor de los japoneses. Tras amenazar Australia, conquistar Singapur y penetrar en Birmania, el Japón prácticamente barrió la presencia naval británica en el Extremo Oriente y se dio el gusto de incursionar en el Índico, casi sin hallar oposición de la otrora todopoderosa “Royal Navy”.

Mientras el “Shokaku” y el “Akagi” ponían rumbo hacia Ceilán, fueron avistados el 4 de abril por un “Catalina”, a unas 400 millas marinas al sur de la isla. Un “Zero” despegó y derribó rápidamente al “Catalina” que, no obstante, pudo enviar por radio la ubicación de la flota japonesa. Pero los británicos no tenían los medios para hacer frente a la poderosa formación japonesa, que lanzó 89 bombarderos en picado y torpederos hacia la base naval de Colombo, Ceilán, causando destrozos en el puerto y hundiendo un mercante. Alrededor del mediodía, un hidroavión lanzado por el crucero japonés “Tone”, detectó a los cruceros británicos “HMS Cornwall” y “HMS Dorsetshire”, que fueron atacados por 53 aviones japoneses y resultaron hundidos. El 8 de abril, el portaaviones británico “HMS Hermes” abandona Triconmalee, escoltado por el destructor australiano “HMAS Vampire”, ante la cercanía de la flota japonesa. Al día siguiente, 9 de abril de 1942, los portaaviones japoneses lanzaron sus aeronaves contra el puerto y, más tarde, detectaron al “Hermes” y al “Vampire”, que fueron hundidos esa misma jornada.

En el Frente Oriental, el 3 de abril, un grupo de 62 “Stukas” y 70 bombarderos horizontales, escoltados por 59 cazas “Bf-109”, atacan la flota soviética anclada en Kronstadt. Como resultado del ataque, resultan con diversos daños los acorazados “Revolución de Octubre” y “Petropavlovsk”, los cruceros “Gorki” y “Kirov”, y los destructores “Silny” y “Grozashchi”. En el Este, la guerra está a punto de recobrar el ritmo vertiginoso de 1941. El 5 de abril, Hitler emite la Directiva Número 41, que ordena atacar la región de Stalingrado y el Cáucaso, ambos en el sur de la URSS. El 6 de abril, la “Luftwaffe” consigue una exitosa misión de suministro aéreo a las tropas alemanes que quedaron rodeadas en Kholm, luego de la contraofensiva soviética de fines de 1941. La “bolsa de Kholm” y la “bolsa de Demiansk” demostraron que la aviación podía ser muy útil para abastecer a tropas cercadas. Sin embargo, el suministro aéreo a las fuerzas encerradas en Kholm y en Demiansk provocó un exceso de confianza en la capacidad de sostener una batalla de asedio sólo con material entregado desde el aire. Cuando se produjera una situación similar en Stalingrado, a fines de 1942, ese exceso de confianza resultaría catastrófico para los alemanes.

Malta continúa bajo asedio. El 3 de abril, aviones alemanes hunden el submarino griego “Glavkos”. El 5 de abril, bombarderos italianos hunden el dragaminas “HMS Abingndon” y el destructor “HMS Gallant”. El destructor “HMS Lance” también fue dañado. El frente norteafricano, que tan conectado está con la suerte de Malta, está en una fase de relativa calma, mientras ambos bandos reponen fuerzas, a la espera de un momento favorable para nuevas ofensivas. Luego de su fulgurante éxito de la “Operación Crusader”, los británicos fueron empujados por Rommel hasta la Línea de Gazala, donde el frente se estabilizó debido al agotamiento de los ejércitos contendientes.

En las Filipinas, el 3 de abril de 1942 partió con un intenso bombardeo aéreo y artillero de los japoneses sobre las posiciones estadounidenses en Bataán. Entre las 9.00 y las 15.00 horas, cientos de piezas artilleras y aviones dejaron caer su carga mortal sobre los defensores. Con las defensas reblandecidas por el bombardeo, los japoneses se lanzaron al asalto y ese mismo día penetraron las líneas defendidas por la 41ª División de Infantería Filipina. El 9 de abril de 1942, las tropas filipinas y estadounidenses que defendían la Península de Bataán son obligadas a rendirse. Sólo queda el reducto insular de Corregidor, donde algunos miles de soldados seguirán negando a los invasores japoneses, durante algunas semanas, la conquista total de Filipinas y el aprovechamiento de Manila, la mejor bahía del Pacífico asiático.

Para el Japón, controlar las Filipinas era clave en su esfuerzo de dominar el Pacífico Sudoccidental, proyectarse hacia las Indias Orientales Holandesas y defender su flanco asiático sudoriental. Para fines de diciembre de 1941, los japoneses habían destruido o reducido al mínimo la presencia de aeronaves y buques norteamericanos alrededor de las Filipinas, efectivamente aislando el archipiélago de toda posibilidad de refuerzos y haciendo muy difícil la llegada de pertrechos. Los planes de defensa estadounidenses establecían que las fuerzas del “US Army” y las tropas de la “Mancomunidad de Filipinas” librarían una primera batalla para demorar el avance de los invasores japoneses, para tener tiempo de almacenar lo necesario en Bataán y Corregidor, pensando en resistir un asedio de seis meses. Los planificadores de preguerra suponían que, durante ese lapso, la flota norteamericana del Pacífico se habría abierto camino y habría destruido a la Marina Imperial Japonesa, permitiendo un flujo libre de hombres y material de guerra hacia el archipiélago. Sin embargo, luego del ataque sobre Pearl Harbor y las derrotas en torno a las Indias Holandesas, la presencia naval estadounidense prácticamente desapareció del teatro de operaciones filipino. El general Douglas MacArthur estimaba que estos planes eran derrotistas y prefirió implementar un curso de acción más agresivo, intentando defender todo el archipiélago de desembarcos japoneses. Sin embargo, al final, las tropas defensoras fueron obligadas a retroceder y la dispersión de recursos impidió que los sitiados en Bataán tuvieran suficientes suministros para un largo asedio.

Entre diciembre de 1941 y marzo de 1942, las tropas filipino-estadounidenses lucharon batallas defensivas en una serie de líneas fortificadas, que terminaron en la Península de Bataán, donde se planteó la resistencia final, menos de cuatro meses después de iniciada la invasión y sin que existiera posibilidad, en el corto plazo, de que la “US Navy” y las marinas aliadas pudieran recuperar el control de las líneas de comunicación marítima. Los defensores de Bataán, salvo por la esporádica llegada de algunos submarinos con suministros, estaban solos.

MacArthur recibió la orden de abandonar su comando y partió hacia Australia a fines de marzo de 1942, quedando el general Jonathan Wainwright a cargo de lo que quedaba de las fuerzas defensoras. Durante marzo y hasta los primeros días de abril, la línea de defensa fue machacada con decenas de piezas de artillería y bombardeos de aviación. El 3 de abril, 300 cañones y 100 aviones precedieron el avance de la 65ª Brigada y de la 4ª División del Ejército Imperial Japonés, que empezó a ganar terreno en todo el frente. El teniente general Masaharu Homma, comandante del 14º Ejército Japonés, ya había intentado dos veces tomar la posición al asalto y había sido rechazado. Basado en su experiencia inmediata, Homma suponía que le tomaría una semana romper la primera línea de defensa y un mes completo para limpiar otras dos líneas defensivas que suponía debía encontrar en su camino. Sin embargo, para el 6 de abril, los japoneses habían destrozado el centro de la línea norteamericana y rechazado todos los contraataques de los desesperados defensores.

Para el 7 de abril, la defensa empezó a derrumbarse, con los comandantes habiendo perdido contacto con muchas de sus unidades, que se retiraban en desorden. Durante los dos últimos días de batalla, el II Cuerpo y lo que quedaba del I Cuerpo filipino-estadounidense se desintegraron, con los pocos caminos disponibles llenos de refugiados y de unidades que huían del avance japonés. El 9 de abril de 1942, comprendiendo que la resistencia resultaba inútil, el comandante de la defensa de Bataán, general Edward P. King, se presentó ante el general Kameichiro Nagano, para discutir los términos de la capitulación.

Era la mayor rendición de tropas estadounidenses desde la Guerra de Secesión. Para 60.000 soldados filipinos y 15.000 soldados norteamericanos, se iniciaba la tristemente célebre “Marcha de la Muerte de Bataán”, hacia sus lugares de reclusión como prisioneros de guerra. Alrededor de 10.000 hombres consiguieron escapar del cerco y formaron una guerrilla en las montañas, hasta que, dos años más tarde, MacArthur cumplió su promesa de regresar.

En la fotografía, un grupo de prisioneros filipinos y estadounidenses son vigilados por soldados japoneses, tras la rendición de Bataán.




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