lunes, 2 de enero de 2017

Hace 100 años. 1 de enero de 1917. Primera Guerra Mundial. 1916: un balance



Hace 100 años
1 de enero de 1917
Primera Guerra Mundial

1916: un balance

El 26 de diciembre de 1916, el general Joseph Joffre es creado Mariscal de Francia, el primero en alcanzar esa distinción bajo la Tercera República. Quien fuera Comandante en Jefe desde el estallido de la guerra en 1914, es tan popular, que lo han apodado “Papá Joffre”. La victoria pírrica en Verdún y el decepcionante resultado de la gigantesca ofensiva anglo-francesa en el Somme hicieron caer en desgracia a Joffre, a quien, sin embargo, las autoridades se cuidan de llenar de honores, para no dañar el prestigio del hombre que supo conservar la calma en el verano de 1914, cuando rechazó a los alemanes en la Batalla del Marne, luego de haberlos tenido a 40 kilómetros de París.

El 27 de diciembre, mientras se dirigía a los Dardanelos, es hundido el acorazado francés “Gaulois”. Era un acorazado “pre-dreadnought”, de la “Clase Charlemagne”, que inició su servicio en 1899. Había sido destinado a escoltar convoyes de tropas al comienzo de la guerra. Participó más tarde apoyando la presencia de la Entente en los Dardanelos en 1915. Mientras participaba del bombardeo de las posiciones turcas, junto con el resto de la flota anglo-francesa, fue seriamente dañado y tuvo que regresar a Tolón para reparaciones. Volvió a los estrechos en enero de 1916, para colaborar en la evacuación de las tropas de la Entente, obligadas a reembarcar debido a la presión ejercida por los defensores turco-alemanes.

Después de su participación en la fallida expedición a los Dardanelos, el “Gaulois” necesitaba urgentes reparaciones, luego de las cuales recibió la orden de volver al Mediterráneo oriental. El 27 de diciembre, había entrado al Mar Egeo y navegaba al sur de Grecia, cuando fue torpedeado por el submarino alemán “UB-47”, que logró burlar la escolta de un destructor y dos pesqueros de arrastre armados, encargados de proteger al gigantesco navío de las amenazas submarinas. Afortunadamente las bajas fueron moderadas y sólo cuatro marinos de sus 668 tripulantes murieron en el ataque: dos a causa del impacto del torpedo y dos más durante la evacuación. Su pérdida fue, sin embargo, un rudo golpe para la moral de la “Marine Nationale”.

El año de 1916 termina siendo decepcionante para todos los beligerantes. A pesar de tantos esfuerzos, ninguno de los dos bandos está cerca de resolver la guerra a su favor y la situación se asemeja un empate. Los alemanes pueden estar un poco más satisfechos que el resto. A medida que pasaron los meses, sus aliados se han ido haciendo más y más dependientes del Imperio del Káiser, que lucha simultáneamente en Flandes, Polonia, los países bálticos, Ucrania, Rumania, Grecia, Palestina y África. A partir de 1917, las tropas alemanas también harán acto de presencia en los Alpes, apoyando a las tropas austrohúngaras que se baten contra los italianos. En el mar, la “Kaiserliche Marine” apenas ha podido desplegar su poderosa flota de superficie, superada en número por la “Royal Navy”, pero sus submarinos y mercantes armados han sido capaces de causar serios problemas a las líneas de comunicación marítima de las potencias de la Entente.

En 1916, Bulgaria probó ser un valioso aliado del “Reich”. Los búlgaros están decididos a luchar hasta las últimas consecuencias y sus tropas han sido determinantes para ir acorralando a los rumanos y mantener a raya a las fuerzas anglo-francesas en Salónica. El Imperio Otomano, que todos juzgaban moralmente acabado, con el apoyo alemán, ha sido capaz de luchar con sorprendente eficacia y el inicio del año que termina estuvo marcado por la victoria conseguida por los turco-alemanes en los Dardanelos. Austria-Hungría, el tercer aliado de los alemanes, tiene crecientes dificultades para reponer las enormes bajas sufridas en el campo de batalla y los líderes en Viena parecen convencidos de que otro año más en guerra puede significar el fin del Imperio. Por el momento, parece el eslabón más débil en la alianza de los Imperios Centrales.

El mayor desencanto para los alemanes en 1916 fue Verdún, que se esperaba pusiera a Francia fuera de combate y acabó en una especie de costoso empate, que terminó dejando el frente donde estaba antes de la batalla, pero con cientos de miles de soldados alemanes muertos, heridos o prisioneros, muy difíciles de reponer en las filas.

A pesar de partir el año con el fiasco de la retirada desde los Dardanelos, la Entente planificó sus operaciones de 1916 de modo de abrumar a los Imperios Centrales con ofensivas simultáneas en todos los frentes europeos. Los rusos atacaron con la Ofensiva de Brusilov, Italia machacó incansablemente la línea austriaca en el Isonzo y los franco-británicos preparaban una gran operación en el Oeste, que tuvieron que modificar en cuanto al momento de ejecución, debido al masivo ataque alemán en Verdún. La Batalla del Somme sería esa gran ofensiva, que terminó librándose de manera simultánea con la Batalla de Verdún. El ingreso de Rumania en la guerra estaba pensado para añadir aun más presión sobre Alemania y sus aliados, al igual que la confusa intervención en Grecia.

Las ofensivas simultáneas pusieron en serios aprietos a los Imperios Centrales y el Káiser Guillermo pensó que la guerra estaba perdida cuando Rumania declaró la guerra. Pero los germanos y sus aliados no se quebraron. De hecho, la Batalla del Somme tuvo un costo altísimo para la Entente, a cambio de un avance insignificante, mientras que Italia no consiguió casi nada en las muchas batallas que presentó en el río Isonzo. En Los Balcanes, Rumania terminaba 1916 con su capital capturada y carente del apoyo de sus más poderosos aliados, Francia y Gran Bretaña. Rusia, aquejada de muchos problemas internos, era incapaz de apoyar a los rumanos apropiadamente, y la ofensiva encabezada por el general Alexei Brusilov, aunque causó bajas catastróficas a los austrohúngaros, también supuso un alto costo a los rusos, que se iban encaminando rápidamente a la revolución que pondría fin al Imperio de los Zares.

En Salónica, el frente quedó estático, con Grecia sumida en una cuasi guerra civil, que enfrenta al gobierno del Rey Constantino, partidario de la neutralidad, y al ex Primer Ministro, Eleftherios Venizelos, que encabeza un gobierno paralelo, bajo la protección de la Entente.

Mirado desde más lejos, la Gran Guerra se ve como un empate, donde el tiempo corre a favor de la Entente, dueña de las vías de comunicación marítima. Alemania, Austria-Hungría, Bulgaria y el Imperio Otomano, conectados por tierra, se ven como una fortaleza terrestre, que ha rechazado hasta ahora los asaltos, pero que parece con pocas posibilidades de levantar el asedio. En 1917, la entrada de Estados Unidos en la guerra inclinará la balanza estratégica aun más del lado de Francia y Gran Bretaña.

Abajo, la portada del “Saturday Evening Post” del 30 de diciembre de 1916. El año nuevo 1917, representado por un querubín envuelto en pañales, mira angustiado el lugar que una vez ocupó Europa en el globo terráqueo y que ahora luce un agujero que representa los efectos de una guerra que entra en su tercer año según calendario.



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