domingo, 8 de enero de 2017

Hace 75 años. 8 de enero de 1942. Segunda Guerra Mundial. El Terror Rojo (II)

Hace 75 años
8 de enero de 1942
Segunda Guerra Mundial

El Terror Rojo (II)

El 2 de enero de 1942, 7.000 soldados del Eje, aislados de las tropas que se retiran hacia el oeste, son obligados a rendirse en Bardia, Libia. La seriedad de la situación en África se deja sentir en Roma y Berlín. El 3 de enero, cinco cargueros y un tanquero zarpan desde Mesina, Brindisi y Tarento, llevando 1.200 soldados, 54 tanques, numerosas piezas de artillería y autos blindados, 1.000 toneladas de municiones y 5.300 toneladas de combustible. El convoy, que se dirige a Trípoli, recibe la escolta de cuatro acorazados, cinco cruceros, 19 destructores y 5 lanchas torpederas de la “Regia Marina Italiana”. El convoy llega hasta Libia el día 5 y consigue entregar su valiosa carga a las apuradas tropas del general Rommel.

El 2 de enero, aviones japoneses, basados en aeródromos de Borneo y Malasia, atacan Singapur, mientras tropas anglo-indias luchan desesperadamente contra los invasores. En las Filipinas, los japoneses entran en Manila y capturan la base naval de Cavite, así como la base aérea de Clark Field. Para el 5 de enero, las tropas estadounidenses y filipinas son puestas a media ración, debido a la falta de suministros.

Los soviéticos siguen haciendo progresos en su contraofensiva en torno a Moscú. El 3 de enero de 1942, recapturan Kaluga, que había sido conquistada por los alemanes durante la “Operación Tifón”. Stalin, entusiasmado por lo que son sus primeras victorias en la guerra, ordena que se pase a la ofensiva en todos los frentes. A sus generales les preocupa que se aplique tanta presión al Ejército Rojo, que hace apenas unas semanas estaba al borde de la disolución. Para el 7 de enero el contraataque ruso estaba detenido, debido a varios factores: la llegada de lo peor del invierno, el estiramiento de las líneas de suministro soviéticas, la porfiada defensa de los alemanes, la oportuna actuación de la “Luftwaffe” y la baja moral en algunas unidades del Ejército Rojo, cuyo cuerpo de oficiales tardará en recuperarse del doble golpe de las purgas estalinistas y del ataque alemán. De todos modos, al terminar la Batalla de Moscú, aunque haya sido de última hora, la victoria  pertenece al Ejército Rojo y los alemanes habían sido obligados a retirarse hasta 250 kilómetros en algunas secciones del frente central.

La fase final de la Batalla de Moscú, que corresponde a la contraofensiva soviética destinada a eliminar la amenaza inmediata a la capital soviética, fue la primera vez que el Ejército Rojo consiguió detener y hacer retroceder a la “Wehrmacht”, desde el inicio de la campaña en junio de 1941. En el ínterin, la población civil de la URSS había sufrido los rigores de la guerra, no menos que los soldados de uno y otro bando. Es posible que nunca una población civil en guerra haya sido tan abusada por el ejército invasor y por su propio ejército, encargado de defenderla. Pero el abuso no es algo nuevo para los pueblos soviético. Están habituados a sufrir y Stalin estuvo a punto de perderlo todo, en gran parte, por la crueldad con que el Partido Comunista había gobernado el país desde la Revolución en 1917. El pueblo soviético, en su mayoría, no estaba dispuesto a dejarse matar, para salvar a semejante gobierno. Prefería huir o darse prisionero, sin sospechar que su suerte bajo los nazis podía ser todavía peor.

Uno de los aspectos más crueles del método de gobierno comunista fue el constante enfrentamiento entre el gobierno bolchevique y la masa de campesinos, que sufrió el acoso de los destacamentos de requisa desde los tiempos de la guerra civil. Ya en esos años iniciales del régimen marxista, eran frecuentes las insurrecciones y resistencias de todo tipo de las comunidades campesinas a los abusos de los destacamentos de requisa, que cometían todo tipo de arbitrariedades y abusos, además de presentarse para despojar a los campesinos de todo el producto de su trabajo y condenar a pueblos enteros a la escasez y el hambre. Era común que la Cheka, la policía política bolchevique, ejecutara a decenas de personas, si mostraban la más mínima señal de desobediencia. También era frecuente la captura de rehenes entre las familias campesinas, que respondían con su vida del cumplimiento de las cuotas de requisa, impuestas desde el poder central, con expectativas cada vez menos realistas y que terminaron desembocando en dos grandes hambrunas, que acabaron con la vida de millones de ciudadanos de la URSS.

Los primeros campos de concentración aparecieron en el verano de 1918. En agosto de ese año, Lenin telegrafió a los responsables de la provincia de Penza, para disponer el internamiento en campos de concentración de los “kulaks”, es decir, los “campesinos acomodados”, lo que podía equivaler a cualquier cosa en esos confusos años; el líder de la revolución también ordenaba internar a los “guardias blancos”, una confusa categoría que podía reunir a todos los que hubieran estado relacionados con el zarismo, real o imaginariamente; los dirigentes de los partidos políticos diferentes al bolchevismo; así como a otros muchos “elementos dudosos”, entre los que se contaba a los sacerdotes y miembros de ciertos grupos étnicos considerados hostiles al poder soviético, como los cosacos.
En una declaración de septiembre de 1918, Grigori Zinoviev, uno de los principales dirigentes bolcheviques de los primeros años, declaraba: “debemos atraer a nuestro lado, digamos, a noventa de los cien millones de habitantes de la Rusia Soviética. En cuanto a los otros, no tenemos nada que decirles. Deben ser aniquilados.” Entre fines del verano e inicios del otoño de 1918, con la guerra civil en pleno desarrollo, con las grandes fábricas hirviendo en huelgas y el campo resistiendo las requisas, la Cheka pudo mantener a Lenin y sus compañeros en el poder sólo desplegando la más sanguinaria de las represiones. En dos meses aproximadamente, entre 10.000 y 15.000 personas fueron ejecutadas por esa siniestra organización.

Resulta ilustrativo comparar estas cifras con la represión llevada a cabo por el Zarismo contra sus opositores. Entre 1825 y 1917, los tribunales (incluyendo tribunales militares y de excepción) pronunciaron 6.325 condenas a muerte en procesos relacionados con el orden político. El año más violento fue 1906, cuando la reacción a la Revolución de 1905 significó la dictación de 1.310 sentencias de muerte en un año. En unas pocas semanas, la policía de seguridad bolchevique ejecutó dos a tres veces más personas que lo que el Zarismo había condenado a muerte en noventa y dos. Además, en el caso de los reprimidos por el Zarismo, fueron ejecutados siguiendo un procedimiento legal y no siempre fueron ejecutados, pues muchas sentencias a muerte fueron conmutadas por penas de cárcel o relegación a Siberia.

La Cheka, concebida como “comisión extraordinaria” , fue reemplazada en 1922 por el “Directorio Político Unificado del Estado”, más conocida como “GPU”, por sus siglas en ruso. El nacimiento oficial de la Unión Soviética y el término de la guerra civil ese año, crearon la necesidad de una estructura que usara el terror como herramienta permanente de gobierno. Los siguientes decenios, hasta la caída de la URSS, verían ciclos sucesivos de recrudecimiento y pausa en la aplicación del terror masivo a la población, que se transformó en un elemento siempre presente en la relación entre el gobierno comunista y los que tenían la desgracia de ser gobernados por el mismo.

En la fotografía, tomada en junio de 1924, aparecen Iosif Stalin y Felix Dzerzhinsky, quien fuera el primer jefe y organizador del aparato represivo soviético, hasta su muerte, ocurrida en 1926 por causas naturales. Desde esa posición, Dzerzhinsky fue el ejecutor de las políticas de terrorismo de estado masivo que Lenin, primero, y Stalin, más tarde, ordenaron mientras ocupaban la dirección del omnipotente estado totalitario soviético.




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