domingo, 21 de agosto de 2016

Hace 75 años. 21 de agosto de 1941. Segunda Guerra Mundial

Hace 75 años
21 de agosto de 1941
Segunda Guerra Mundial

El 15 de agosto de 1941, el crucero auxiliar alemán “Orión” entra en aguas territoriales españolas, luego de realizar una patrulla de combate alrededor del mundo. Los cruceros auxiliares eran mercantes armados, destinados a acosar las líneas de comunicaciones enemigas. Fueron usados por ambos bandos en las dos guerras mundiales, pero más por Alemania, que siempre estuvo en una posición de inferioridad frente al poderío de la “Royal Navy” británica y quedaba obligada a recurrir con más frecuencia a estilos de guerra naval más furtivos. El “Orión” fue posiblemente uno de los más célebres cruceros auxiliares. En la que fue su única misión de guerra, había partido el 6 de abril de 1940 desde Alemania, a las órdenes del capitán de corbeta Kurt Weyher. Simulando la identidad de varios barcos mercantes neutrales, pertenecientes a distintas nacionalidades, hundió 10 naves, con un total de 62.915 toneladas, recorriendo 235.828 kilómetros en 510 días. Como una curiosidad, al aproximarse a Japón, el agregado naval alemán ante el gobierno nipón gestionó la compra de un hidroavión modelo E8N, que operó desde “Orión”, en conjunto con el Arado “Ar-196” que ya se encontraba a bordo, de modo que fue el único buque alemán que utilizó una aeronave fabricada por Japón durante la guerra.

El 18 de agosto, la Radio Belgrado reprodujo la grabación de una desconocida canción alemana, hallada en un polvoriento subterráneo de la Radio Viena. La canción, conocida como “Lili Marleen”, tuvo éxito inmediato y las tropas alemanas enviaban peticiones a la estación, para que la tocara una y otra vez. Especialmente insistentes fueron los hombres del “Afrika Korps”, seguramente más melancólicos, por hallarse separados de casa por las aguas del Mediterráneo. Al poco tiempo, la canción tuvo letra en inglés y se volvió muy popular entre las tropas británicas y de la “Commonwealth”. Después de la guerra, casi todos los ejércitos del mundo occidental la adoptaron con sus correspondientes idiomas y quedó muy asociada al recuerdo de la gran cantante y actriz alemana-estadounidense, Marlene Dietrich.

El 18 de agosto, Hitler ordena suspender el programa de eutanasia que se desarrollaba contra personas enfermas o discapacitadas, a modo de recuperar la “uniformidad racial” correspondiente al ideal del “gran rubio ario”, que tan central era en la retorcida ideología nacionalsocialista. Fue el primer plan de asesinato masivo realizado por el “III Reich”, algunos años antes de que la “Solución Final” intentara el exterminio de las comunidades judías de Europa. El plan genocida fue conocido como “Acción T4”, por estar coordinado desde unas oficinas ubicadas en el número 4 de la “Tiergartenstrasse”. Los asesinatos de “T4” eran coordinados directamente desde la dirección de la Cancillería, a cargo de Phillip Bouhler, en colaboración con el médico personal de Hitler, el doctor Karl Brandt. Desde el otoño de 1939 y hasta inicios de 1940, 5.000 niños y adolescentes alemanes fueron asesinados mediante envenenamiento, sobredosis de medicamentos o inanición. Desde enero de 1940, los adultos enfermos empezaron a ser incluidos entre las víctimas, que eran retiradas de las instituciones donde eran atendidas y llevadas en secreto a instalaciones donde eran eliminadas usando gases letales. Para agosto de 1941, más de 70.000 pacientes habían sido asesinados por el nazismo. La masividad del genocidio terminó alertando a las iglesias protestantes y católica de Alemania, que protestaron públicamente para detener la matanza. La suspensión de las eutanasias, sin embargo, fue sólo temporal y, para agosto de 1942, había sido reiniciada, usando métodos más discretos. Cientos de miles de personas serían asesinadas, bajo este “programa”, hasta el final de la guerra.

Como otro signo de los odios nazis, desde el 15 de agosto de 1941, se convierte en delito para los judíos no portar las estrellas de David amarillas en lugar visible. Pocos días después, el 20 de agosto, las fuerzas alemanas de ocupación realizan una redada de judíos en París. Los detenidos sufrieron la requisa de sus pasaportes y fueron luego enviados al Campo de Concentración de Dancy, desde donde serían reubicados en diversos campos de Alemania y Europa Oriental.

En el Frente Oriental, los alemanes siguen imparables. El 16, caen Novgorod y la base naval de Nikolaiev, en la costa ucraniana del Mar Negro. Al mismo tiempo, el Ejército Rumano lanza un nuevo ataque sobre el importante puerto de Odesa, que es bombardeado por la “Luftwaffe” el 18. El 17, en el Norte, los alemanes entran en Narva, Estonia, y el 20, se inicia el sitio de Leningrado. El frente soviético se derrumba, a pesar de los esfuerzos de Moscú para convocar nuevas reservas y producir más armas, que son generalmente abandonadas por las decenas de divisiones soviéticas que se rinden o se dispersan luego de breve lucha, con notables excepciones que, no obstante, se van haciendo paulatinamente más frecuentes.

La vieja Rusia, llamada temporalmente Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas tiene hombres de sobra para pelear diez guerras mundiales, posee montañas de armas modernas y una industria capaz de producirlas en abundancia. La auténtica razón de la debacle soviética es moral: es el divorcio entre la gente y la tiranía comunista que lleva decenios gobernando a su pueblo mediante el terror, la cárcel y el asesinato masivo, con el silencio cómplice de muchos líderes occidentales, tal como ocurrió con los nazis al comienzo. En un intento por detener la avalancha de desertores y rendiciones masivas, el 16 de agosto de 1941, es firmada la Orden nº 270 del Estado Mayor Soviético “Sobre Incidentes de Cobardía y Rendición y las Medidas para Prevenir tales Acciones”. La orden fue firmada por el “Hermano Mayor”, Iosif Stalin; Vyacheslav Molotov, Ministro de Relaciones Exteriores y segundo hombre de la URSS, y los cinco generales que, en ese momento, detentaban las mayores responsabilidades estratégicas en la conducción de la guerra: Kliment Voroshilov, Semión Budyonny, Semión Timoshenko, Georgi Zhukov y Boris Shaposhnikov. Redactada por orden de Stalin, el documento rezaba así:

“Ordeno lo siguiente:

1.      Los comandante y oficiales políticos que se arranquen insignias de mando en combate y deserten a retaguardia o se rindan al enemigo, deben ser considerados desertores maliciosos, cuyas familias deben ser arrestadas, como familiares de violadores de juramento y traidores desertores. Todos los comandantes y comisarios deben disparar a tales desertores a primera vista.
2.      Las tropas rodeadas por el enemigo deben luchar desinteresadamente hasta el amargo final y deben preservar el material de guerra como lo más valioso; deben romper las líneas enemigas para llegar hasta el grueso de sus tropas y derrotar a los perros fascistas en el camino.

Todo soldado, sin importar su rango, queda obligado a demandar de sus superiores, en caso de que la unidad quede rodeada por el enemigo, a luchar hasta el amargo final y tratar de huir hacia las fuerzas propias, y aquellos oficiales y unidades del Ejército Rojo que prefieran rendirse, en vez de luchar, deben ser destruidos por todos los medios disponibles, por tierra y por aire, privando de toda asistencia del estado a las familias del personal del Ejército Rojo que se rindan al enemigo.

La orden debe ser anunciada a todas las compañías, escuadrones, baterías, tripulaciones y personal.”

Pero incluso con sus familias rehenes del “NKVD” (sigla en ruso para la policía política comunista), los soldados soviéticos seguían sin sentir el despertar de su “amor por el líder”. De hecho, las peores derrotas de los soviéticos estaban por venir. Millones de hombres vistiendo el uniforme del Ejército Rojo estaban aún por rendirse.

La Alemania Nazi era gobernada por una tiranía tan siniestra como el comunismo marxista, pero siempre contó con tropas muy motivadas. Como contraste con las draconianas medidas que tuvo que dictar Stalin, el siguiente es el texto de la orden del día 15 de agosto, firmada por el general alemán Gerd von Rundstedt, comandante en jefe del Grupo de Ejércitos Sur, que recién había conseguido una gran victoria en la Batalla de Uman:

“Estoy orgulloso de estar al mando de un grupo de ejércitos cuyas tropas llevan a cabo todas sus tareas con la mayor entrega y preparación, y que empeñan al enemigo cada día en feroz combate (…) Expreso repetidamente mis gracias y mi aprecio sin reservas por todos estos esfuerzos sobresalientes (…) Sin embargo, todavía no se ha ganado la campaña. Debemos mantener la presión sobre el enemigo y no darle cuartel, pues dispone de muchas más reservas que nosotros (…) Pido a todos los niveles del mando que encuentren la manera de crear cortas pausas de recuperación para sus exhaustas unidades, durante las que serán retiradas del frente y tendrán un día para el descanso que necesitan. Durante estas pausas de recuperación, no hay que molestar a la tropa con entrenamiento. Debe disfrutar de su cuota de sueño y dedicar tiempo a la higiene personal y el arreglo de su ropa y equipo, y si es posible, hay que proporcionarle raciones más abundantes.”

Von Rundstedt tenía razones para estar orgulloso. Luego de acabar con decenas de miles de tropas soviéticas, se dirigía hacia Kiev, donde le esperaba una victoria aún mayor que la de Uman. Al terminar 1941, el Grupo de Ejércitos Sur, por sí solo, habría conquistado un territorio mayor que el de toda Francia.

En la fotografía, un “Panzerjäger I” hace una pausa durante el avance del Grupo de Ejércitos Sur por Ucrania. Este vehículo fue uno de los tantos frutos de la improvisación alemana, ante la falta de carros de combate apropiados para enfrentar a los tanques enemigos, especialmente los poderosos T-34 y KV-1 soviéticos. Consistía en un cañón antitante checo de 47 milímetros, montado sobre el chasís del ya obsoleto “Panzer I”. Era un avance, pero no estaba suficientemente armado y la tripulación quedaba muy expuesta. Para mediados de 1942, la mayor parte de los modelos habían sido dañados, destruidos o retirados del frente, para ser reemplazados por vehículos de combate más eficientes.

Ya en la Campaña de Francia, se había constatado la fragilidad de los carros alemanes ante los mejores modelos británicos y franceses, que palidecían ante la potencia y blindaje de los tanques soviéticos. Mientras la industria alemana conseguía mejorar los “Panzer III” y “Panzer IV” en existencia, los “Panzerjäger” (“cazadores de tanques”) fueron un intento por, al menos, contar con un vehículo que contara con un arma antitanque más decente que la casi inútil pieza de 37 milímetros con que la “Wehrmacht” entró en la Segunda Guerra Mundial. A la serie de “Panzerjäger” seguirían, con mejores diseños y más éxito operativo, la serie de los “Jagdpanzer” (“tanque cazador”), que verían combate a partir de 1943. Los primeros “Jagdpanzer” eran construidos usando el chasís del “Panzer IV”, montando una gran pieza de 75 milímetros, en un vehículo cerrado por arriba, de modo que las tripulaciones quedaban mucho mejor protegidas que las de los “Panzerjäger”, que además tenían siluetas más altas y eran, por tanto, blancos más fáciles para las tropas enemigas.

Por último, los “Sturmgeshcütz”, especialmente el modelo llamado “Stug III”, aunque fueron concebidos originalmente como artillería de asalto, destinada a apoyar el avance de la infantería, fueron convirtiéndose en excelentes cazacarros. La versatilidad del “Stug III” hizo del mismo el vehículo blindado de combate más construido por las fábricas del “III Reich”.






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