Hace 75 años
22 de mayo de 1941
Segunda Guerra Mundial
Durante los días 15 y 16 de mayo de 1941, se desarrolla la “Operación Brevity”. Se trata de una ofensiva lanzada por las tropas de la “Commonwealth” contra las fuerzas del Eje en África del Norte. El primer objetivo era reconquistar el estratégico Paso de Halfaya. El objetivo siguiente era preparar el terreno para preparar un ataque con mayor profundidad hacia Tobruk, que permitiera relevar por tierra a la guarnición asediada por las fuerzas de Rommel. A pesar del éxito inicial de la ofensiva británica, los contraataques alemanes consiguieron restablecer la situación y, para el segundo día, el mando británico inició la retirada de sus tropas.
El 16 de mayo de 1941, el Delegado del Comisario del Pueblo para la NKVD (la policía política y represiva soviética), Vsevolod Merkulov, reporta a Iosif Stalin sobre la deportación planificada para los “elementos socialmente peligrosos” de los países bálticos, que habían sido anexados por la URSS en agosto de 1941. Las deportaciones masivas fueron una herramienta muy utilizada por el régimen comunista de Stalin, como una forma de diluir los sentimientos nacionales de los pueblos de la Unión Soviética y, de paso, eliminar toda amenaza (real, potencial o imaginaria) de grupos que pudieran sentir poca simpatía hacia el gobierno de Moscú. La primera vez que se usó este mecanismo fue en 1937, cuando casi la totalidad de los ciudadanos soviéticos de etnia coreana fueron deportados desde su hogar ancestral hasta Kazajstán y Uzbekistán, en el Asia Central. De los más de 170.000 coreanos desplazados, alrededor de 40.000 personas murieron de hambre, a causa de las horribles condiciones del viaje o por las dificultades de adaptarse a los territorios hasta donde eran llevados.
En el caso de los países bálticos —Estonia, Letonia y Lituania—, las primeras migraciones forzosas fueron las deportaciones de junio de 1941, aunque el aparato represivo estalinista estaba trabajando a toda máquina desde el mismo día en que las tropas soviéticas atravesaron las fronteras de los tres pequeños países, que tuvieron que aceptar la “protección” comunista, ante la alternativa de lisa y llanamente ser exterminados por entero de la faz de la Tierra. En Lituania, las deportaciones de junio afectaron entre 16.000 y 18.000 personas. En Letonia, el conteo supera las 15.000 personas. En Estonia, más de 10.000 personas fueron deportadas en la misma operación y, durante el primer año de la ocupación soviética, un total de 54.000 estonios fueron ejecutados, deportados o movilizados en el Ejército Rojo. Además de los “enemigos del pueblo” y los “elementos socialmente extraños o peligrosos”, los comunistas enviaban hasta los campos de concentración a todas sus familias, de hecho, generando una campaña de exterminio en regla.
Entre 1937 y 1949, el régimen comunista ordenó la deportación de 2.000.000 de personas, pertenecientes a 13 nacionalidades distintas, en lo que ha sido una de las mayores, más despiadadas y más efectivas limpiezas étnicas de la historia universal. Hubo grupos nacionales que, no obstante perder gran parte de su población, pudieron mantener su identidad y recuperar su independencia a fines del siglo XX, cuando cayó el Imperio Mundial Soviético; fue el caso de Estonia, Letonia y Lituania, entre otros. Pero otros grupos, como los soviéticos de ascendencia alemana y finesa; los calmucos, los tártaros de Crimea y los griegos del Mar Negro fueron prácticamente extinguidos. A diferencia de los crímenes genocidas llevados a cabo por los nazis y sus aliados, los genocidios comunistas han recibido poca atención mediática, aunque están bien documentados y han sido cada vez más estudiados, especialmente por investigadores de las naciones que los sufrieron.
El 19 de mayo de 1941, el acorazado alemán “Bismarck”, acompañado del crucero pesado “Prinz Eugen”, inician la “Operación Rheinübung” (“Ejercicio del Rin”). Al mando del almirante Günther Lütjens, el objetivo de los dos poderosos navíos era entorpecer el tráfico mercante de convoyes dirigidos hacia y desde las Islas Británicas. Fueron escoltados por destructores hasta el Mar del Norte. Luego de reabastecerse en la Noruega ocupada, la flotilla siguió hacia el mar abierto. Informes erróneos de inteligencia y reconocimiento convencieron al mando naval alemán de que la “Home Fleet” no estaba al tanto de la salida del “Bismarck” y de que seguía anclada en su base escocesa de Scapa Flow. Sin embargo, la “Royal Navy” supo de la operación apenas iniciada, despachando de inmediato al crucero de batalla “HMS Hood” y al acorazado “HMS Prince of Wales” para reforzar los navíos que patrullaban la zona. En pocos días, el “Bismarck” y los británicos escribirían una página memorable de la historia naval.
En la madrugada del 20 de mayo, se da inicio a la “Operación Merkur”, el nombre en clave dado al asalto aerotransportado alemán sobre Creta. La isla había recibido miles de soldados aliados evacuados desde Grecia. Al momento de producirse el ataque, la isla era defendida por alrededor de 40.000 soldados griegos y de la “Commonwealth”. Sin embargo, las tropas escapadas del desastre de Grecia y Yugoslavia habían perdido casi todo su equipo pesado y, en ocasiones, carecían de equipo en lo absoluto. Uno de los comandantes británicos, poco antes de la invasión, pidió que algunos miles de hombres bajo su mando fueran sacados de la isla antes del inminente asalto, pues al carecer de armas y estar desmoralizados por la reciente derrota, lo único que podía esperarse de ellos era que se metieran en problemas con la población civil.
Los alemanes, por otro lado, se encontraron con un panorama mucho más difícil que el que planificaron. Suponían que la isla estaba defendida por no más de 5.000 hombres, una estimación muy inferior a lo que realmente había. Su dominio del aire les permitía transportar tropas usando aviones con relativa facilidad, pero la “Royal Navy” dominaba las aguas y, aunque los británicos sufrieron sensibles pérdidas navales por acción de la “Luftwaffe”, frustraron todos los intentos de desembarcar tropas por mar. La “Regia Marina”, muy disminuida luego de Tarento y Cabo Matapán, hizo lo mejor que pudo, pero no tenía buques lo bastante poderosos como para desafiar a las unidades británicas en mar abierto. Por último, fue también sorpresiva la resistencia ofrecida por la población civil cretense que los alemanes esperaban fuera pasiva, si no abiertamente simpatizante de la fuerza invasora.
En Creta, fue la primera vez que los “Fallschirmjäger” (paracaidistas) alemanes fueron usados en masa y fue la primera invasión aerotransportada de la historia. Se habían utilizado paracaidistas en Holanda, Noruega y Grecia, pero en Creta fue la primera vez que el grueso de las fuerzas de una operación llegaba desde el aire, sea saltando en paracaídas o desembarcando desde planeadores.
Los alemanes sufrieron severas bajas, especialmente en los primeros días de la batalla. Hubo una compañía del 1er Regimiento de Asalto que perdió 116 de sus 126 hombres y dos tercios del 3er Batallón del mismo regimiento cayeron muertos en el primer día. Además de la vulnerabilidad inherente de los paracaidistas y soldados aerotransportados en planeadores, algunos aspectos de la operación fueron mal calculados. Por ejemplo, la mayor parte del armamento fue lanzado en cajas separadas y no junto con los paracaidistas que, de tal suerte, muchas veces tocaban tierra sólo con su cuchillo y una pistola, mientras que su armamento, en ocasiones, caía varios kilómetros más lejos, empujado por el viento. Los civiles cretenses y las tropas defensoras hicieron amplio uso de las armas alemanas que caían literalmente desde el cielo.
La suerte de la batalla quedó vinculada desde el comienzo a la lucha en torno al aeródromo de Maleme, uno de los principales de la isla, que podía permitir traer numerosa tropa y abundante equipo desde el continente, en caso de ser capturado. En torno a Maleme se libraron recias batallas. En la noche del 21 de mayo, fallas en las comunicaciones de las tropas defensoras del aeródromo incidieron en que éstas fueran retiradas, convencidos los comandantes de las mismas de que los paracaidistas estaban a punto de desbordarlos. La captura de Maleme resultó clave y, aunque el resto de la batalla fue muy dura, la llegada de refuerzos por aire hizo posible a los alemanes sostenerse y, a la larga, ganar la batalla. Para el 27 de mayo, la posición greco-británica era insostenible. Entre el 28 de mayo y el 1 de junio, casi 20.000 soldados fueron evacuados, aunque Londres tuvo que ver nuevamente cómo sus fuerzas debían ser rescatadas con lo puesto desde un campo de batalla, además de lamentar más de 22.000 bajas entre muertos, heridos y prisioneros. La Marina Británica tuvo que operar bajo los peligrosos cielos de Creta, hasta la mismísima evacuación, prácticamente carente de apoyo aéreo. Las aviaciones del Eje, dueñas de los aires, hundieron 4 cruceros y 6 destructores, además de dañar un portaaviones, un acorazado, 4 cruceros, 2 destructores y un submarino. Cuando parte del alto mando británico flaqueaba ante las sensibles pérdidas navales, el Comandante en Jefe de la Flota del Mediterráneo, Andrew Cunningham, determinado a no abandonar a sus camaradas del ejército, pronunció palabras que ganarían fama: “le toma a la marina tres años construir un buque. Tomará trescientos años construir una nueva tradición. La evacuación continuará.”
En la fotografía, las telas de los paracaídas alemanes nublan el cielo de Creta. Al centro de la captura, un transporte “Junkers JU-52”, dañado por fuego antiaéreo, se precipita hacia tierra. Al fondo, sobre el mar y las montañas, se aprecian las columnas de agua y humo levantadas por las bombas que caen desde los bombarderos alemanes que apoyan el espectacular asalto.
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