Hace 100 años
22 de mayo de 1916
Primera Guerra Mundial
El 16 de mayo de 1916, Francia y Gran Bretaña llegan a un acuerdo en torno al reparto del Oriente Medio, una vez que finalice la guerra y sea destruido el Imperio Turco-Otomano. Las negociaciones son secretas y sólo se participa directamente de las mismas a Rusia, cuya venia será solicitada algunos días después para convertir el convenio en letra oficial. Una vez oficializado, el llamado “Acuerdo Sykes-Picot” será una de las acciones más controvertidas y de consecuencias más duraderas de la Gran Guerra.
Ese mismo día, la Cámara de los Comunes aprueba una ley que extiende la obligación de reclutamiento a los hombres casados, que se mantenían hasta entonces entre los grupos que podían tomar las armas si lo decidían voluntariamente. La carnicería desatada en todos los frentes ha consumido casi por entero al antiguo Ejército Británico formado por soldados profesionales y ahora está devorando a toda una generación de jóvenes británicos que padecen y mueren en los regimientos del “New Army”, instaurado a instancias del general Horatio Kitchener, Secretario de Estado para la Guerra. El ejército de Kitchener fue formado por voluntarios al comienzo y posteriormente por conscripción obligatoria. Al estallar la guerra en 1914, las tropas regulares del viejo Ejército totalizaban cinco divisiones en la llamada “British Expeditionary Force” (“BEF”, Fuerza Expedicionaria Británica), que luchó con valor, pero que terminó casi exterminada luego de las batallas de 1914-1915. A comienzos del verano de 1916, en la antesala de la Batalla del Somme, el “New Army” agrupaba unas 60 divisiones y alineaba alrededor de dos millones de hombres luchando en Francia. Y eso sin contar los miles de soldados reclutados por todo el Imperio y que defendían el honor de Gran Bretaña en los frentes de tres continentes.
El 22 de mayo, en la Batalla de Beringia, las fuerzas rebeldes de Alí Dinar, Sultán de Darfur, son decisivamente derrotadas por una fuerza anglo-egipcia, que había cruzado las fronteras del sultanato en marzo de 1916. Con su victoria en Beringia, las puertas de la capital enemiga, El Fasher, quedan abiertas para los británicos, que necesitan imperiosamente mantener el orden en sus posesiones coloniales para afrontar con todas las energías disponibles la enconada lucha contra Alemania y sus aliados. Alí abandonó la capital cuando supo que sus fuerzas habían sido deshechas en Beringia y huyó a las montañas, donde siguió resistiendo hasta noviembre, al mando de una fuerza guerrillera.
El Frente Occidental, el más importante de cuantos están abiertos en esta guerra global, está llegando a momentos decisivos en estos días de la primavera boreal de 1916. Mientras alemanes y franceses siguen masacrándose en Verdún, los británicos acceden a preparar su propia ofensiva, que alivie en algo la presión sobre los apurados franceses, que pierden miles de hombres cada día en la lucha contra los tenaces soldados del Káiser Guillermo. Los británicos están preparando un ataque a gran escala en la zona del Somme, que lanzarán en julio de 1916. Y mientras aceleran los preparativos para su gran ofensiva, los británicos además despliegan refuerzos en zonas del frente cubiertas hasta entonces por fuerzas francesas que han debido ser enviadas a contener a los alemanes que intentan desangrar a Francia en los campos de Verdún. En el marco de esta operación de refuerzo, en marzo de 1916, el 10º Ejército Francés, mandado a Verdún, fue reemplazado por unidades británicas recién llegadas, de modo que los británicos debieron hacerse cargo de la defensa del frente entre Ypres, por el norte, y el Río Somme, por el sur.
En las zonas adonde llegaron tropas británicas, éstas se sorprendieron de encontrar muchos sectores con trincheras poco profundas, faltas de mantenimiento y carentes de fortificaciones apropiadas. El sector de Vimy era especialmente peligroso, pues los alemanes podían disparar fácilmente sobre los británicos desde posiciones altas que dominaban el campo. Esos mismos riscos que dominaban el terreno ocultaban los movimientos de los alemanes, que podían pasar hasta los flancos o la retaguardia de los defensores británicos, casi sin ser detectados. Las fuerzas de la “Commonwealth” llevaron especialistas en túneles del Real Cuerpo de Ingenieros, que se enzarzaron con los alemanes en una inusual batalla subterránea, que duró varias semanas y que consistía en plantar minas debajo de la línea defensiva adversaria, al tiempo que intentaban frustrar los trabajo enemigos en la construcción de nuevos túneles.
A fines de abril, la habilidad de los ingenieros británicos les estaba dando la ventaja en esta guerra de topos. Los alemanes decidieron preparar un ataque en la superficie, que les permitiera capturar las entras a los túneles enemigos y retomar la iniciativa en el sector. Desde comienzos de mayo, los alemanes se afanaron en ajustar el fuego de su artillería y sus morteros hacia las trincheras que iban a atacar y las líneas de comunicaciones que las servían. A mediados de mayo, los alemanes empezaron a observar mucho movimiento de tropas en el sector. Sin saber que los británicos estaban concentrando tropas para la próxima ofensiva en el Somme y temiendo que sus adversarios se les adelantaran, los alemanes fijaron para el 21 de mayo de 1916 la fecha del ataque sobre “Vimy Ridge” (“Cresta de Vimy”). Ese día, como era acostumbrado, los alemanes prepararon su acción con un intenso fuego de artillería sobre un sector relativamente estrecho del frente, descargando 70.000 proyectiles en cuatro horas. A continuación, detonaron una de las minas que habían preparado bajo la trinchera británica y posteriormente la capturaron, tras desbordar a sus defensores, que se retiraron o cayeron prisioneros. Los británicos intentaron restablecer la línea del frente, pero no tuvieron éxito en sus contraataques. Finalmente el alto mando británico decidió concentrar todos sus esfuerzos en la preparación de la ofensiva del Somme y el sector de Vimy pasó a segundo plano.
En la fotografía, un grupo de soldados alemanes posa para la cámara alrededor de un mortero de trinchera, como los que seguramente se usaron para preparar el ataque sobre la Cresta de Vimy en mayo de 1916. Aunque eran difíciles de mover y tenían poco alcance, bien servidos, este tipo de armas podía ser tanto o más devastador que las grandes piezas de artillería, que apostaban al volumen de fuego, más que a la precisión.
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