Hace 100 años
13 de Septiembre de 1915
Primera Guerra Mundial
El 7 de septiembre, el Ejército Ruso, por fin, intenta retomar la iniciativa contra las fuerzas de los Imperios Centrales que ya han penetrado profundamente en el Imperio de los Zares. Durante estos días de septiembre, la contraofensiva rusa mostrará resultados auspiciosos y mostrará cuán difícil es poner de combate permanentemente al colosal oso ruso. Con el Zar Nicolás II recién asumido en el mando de las fuerzas, el esfuerzo principal ruso se concentra en Tarnopol, Polonia. También se lucha en Vilna y Daugavpils, en los países bálticos.
El 9 de septiembre, el gobierno de Estados Unidos solicita el retiro del embajador austrohúngaro, Konstantin Dumba, bajo sospecha de participar en el intento de sabotear la producción de municiones estadounidense. Aunque Viena designó un nuevo embajador al poco tiempo, nunca llegó a presentar sus credenciales al Presidente Wilson, de modo que Dumba fue, de hecho, el último embajador que Austria-Hungría tuvo acreditado en Washington.
El mismo día 9, Bulgaria y el Imperio Otomano firman un Tratado de Fronteras, cuyo objetivo era tranquilizar al gobierno del Zar Fernando de Bulgaria, en el sentido de no abrigar temores de parte de Turquía, su vieja enemiga y, dentro de poco, aliada. De este modo, Bulgaria podía retirar sus unidades militares de la frontera con los otomanos y concentrar sus medios contra Serbia. Era el paso final para incorporar a Bulgaria en la alianza con los Imperios Centrales y preparar el golpe de gracia contra Serbia. Terminaba el “verano búlgaro”, cuando las dos alianzas en guerra se disputaron los favores de Bulgaria para atraerla a su causa. Alemanes y austriacos ganaron porque podían ofrecer a Bulgaria, de ganar la guerra, un premio que rusos, franceses y británicos no podían igualar: toda Serbia… aunque es seguro que los Aliados ofrecieron a Sofía más de algún pedazo.
Las relaciones de Bulgaria con el Imperio Turco y con sus vecinos en general tienen una historia complicada. El estado búlgaro contemporáneo emergió independiente como una de las tantas desmembraciones que sufrió el decadente Sultanato Otomano en el siglo XIX. El primer grupo humano que la historia denomina como “búlgaros” apareció en Europa en el último cuarto del siglo VII. Aparentemente hablaban una lengua túrquica y habían establecido una poderosa entidad política en la estepa eurasiática, que era recordada como “Antigua Gran Bulgaria” y que fue destruida por la presión de los jázaros, otro grupo étnico túrquico que los terminó empujando hacia el sur y hacia el oeste. Con los bizantinos ocupados conteniendo a los árabes, los búlgaros pudieron establecerse en la cuenca del Danubio y, con el tiempo, llegaron a erigir un estado de dimensiones imperiales que, por largos períodos, colocó en serios aprietos al Imperio Bizantino, aunque también tuvieron fases de convivencia pacífica y recibieron mucha influencia de Constantinopla, principalmente el Cristianismo Ortodoxo que se transformó en la religión predominante, al punto de constituir un nuevo Patriarcado. Como todos los pueblos “bárbaros” de las estepas, que convivían con sofisticados imperios sedentarios, los búlgaros se beneficiaban de su contacto, al mismo tiempo que luchaban, incursionaban, comerciaban e intercambiaban cultura con sus refinados vecinos, mientras esperaban el turno que la historia les diera de crear su propia entidad política de dimensiones imperiales. Esa oportunidad se las dio la decadencia que sufrió el Imperio Bizantino, atrapado en medio de las Cruzadas y la expansión musulmana dirigida por los turcos.
Este “Primer Imperio Búlgaro”, en su momento de mayor extensión, cubría un territorio que iba desde el sur de la actual Ucrania hasta Grecia Central, y desde el Mar Negro hasta el Danubio. A comienzos del siglo XI, el Imperio fue destruido por la doble presión ejercida desde el sur por Bizancio y desde el norte por el emergente Reino de Hungría (también originado en una tribu que apareció en Europa saqueando reinos y se volvió de lo más respetable con el correr de los siglos). Para entonces, los búlgaros habían desarrollado una identidad propia y los mismos emperadores bizantinos tuvieron que reservar cierto nivel de influencia para las familias nobles búlgaras y para el clero búlgaro dentro del Patriarcado de Constantinopla. El declive del Imperio Bizantino, causado por las Cruzadas y por el avance imparable del Imperio Otomano, permitió a los búlgaros recuperar su independencia y convertirse nuevamente en una potencia regional, dando origen al Segundo Imperio Búlgaro, que se mantuvo fuerte hasta fines del siglo XIV, cuando los turcos convirtieron a Bulgaria en un estado vasallo. Hasta comienzos del siglo XV, en la misma víspera de la caída de Constantinopla, los últimos emperadores búlgaros sucumbieron resistiendo a los turcos en todas las alianzas que los distintos reinos cristianos formaron para intentar detenerlos, casi siempre con resultados infructuosos.
Los búlgaros estuvieron sometidos a los otomanos hasta el siglo XIX, cuando Rusia forzó a Turquía a restaurar la independencia de Bulgaria como principado. En 1908, Fernando elevó la categoría de Bulgaria a reino y se hizo coronar “Zar”, queriendo emular a los emperadores de la Bulgaria medieval. Bulgaria participó en la alianza que terminó de arrebatar a los turcos sus últimas posesiones europeas en la Primera Guerra Balcánica (1912). Sin embargo, al año siguiente, estalló la Segunda Guerra Balcánica, a causa de los desacuerdos surgidos entre Bulgaria y sus aliados del año anterior sobre la manera de repartirse el botín arrebatado a los turcos. Esta vez, Bulgaria fue derrotada por una coalición que formaban Serbia, Grecia, Montenegro y Rumania, a lo que se sumó el ataque de tropas turcas, que consiguieron recuperar algo del territorio perdido el año anterior.
Su larga y compleja historia daba a los búlgaros la sensación de sentirse distintos de las demás naciones balcánicas. Habían sentido durante siglos la opresión del Islam, pero prefirieron aliarse con los turcos en la Primera Guerra Mundial, posiblemente porque entendían que el Imperio Otomano ya no era amenaza para nadie y que, en cambio, Serbia y Grecia podían frenar lo que parecía ser la última oportunidad histórica que podía tener Bulgaria de retornar al sitial de las grandes potencias en que sus grandes “Zares” medievales la habían colocado. Por lo demás, en septiembre de 1915, Francia y Gran Bretaña se habían mostrado increíblemente inefectivas en el Frente Occidental contra el Ejército Alemán, y la aventura anglo-francesa en los Dardanelos ya se estaba convirtiendo en un desastre sin mitigaciones. Ir a la guerra contra Serbia significaba ir a la guerra contra Rusia, que había sido la gestora de la independencia búlgara, un curso de acción que era resistido por buena parte de la opinión nacional, pero Fernando y su gobierno estaban dispuestos a traicionar a Rusia, si el botín que se podía obtener era lo bastante suculento. Así ocurriría, al cabo de poco más de un mes, cuando Bulgaria tomara la fatal decisión de entrar a la Primera Guerra Mundial del lado de los Imperios Centrales.
En la fotografía, una vista aérea de la Catedral de San Alexander Nevsky, en el centro de Sofía, capital de Bulgaria, cuya construcción fue completada entre 1882 y 1912. Alexander Nevsky fue un príncipe ruso que, en el siglo XIII, luchó contra suecos, teutones y tártaros que amenazaban el Principado de Novgorod y, para muchos, es el máximo héroe nacional de Rusia. Canonizado por la Iglesia Ortodoxa Rusa, su nombre fue elegido para la catedral ortodoxa de Sofía como homenaje a los soldados rusos caídos en la Guerra Turco-Rusa de 1877-1878, que tuvo a la independencia búlgara entre sus principales efectos. La ruso-búlgara se trataba, pues, de una vieja sociedad que estaba a punto de ser fracturada por las mezquindades de una política internacional que tenía a la Civilización Europea sumida en una de sus peores crisis.
Imagen tomada de https://blogesnuek.files.wordpress.com/2013/11/bulgaria.jpg
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