Hace 75 años
5 de julio de 1940
Segunda Guerra Mundial
El 28 de junio, al sur de Creta, buques británicos e italianos chocan al sur de Creta. Los italianos pierden un destructor, pero el resto del convoy, que llevaba refuerzos para el puerto-fortaleza de Tobruk, en la Libia italiana, consigue llegar a destino.
Al comenzar julio, el nuevo gobierno francés, encabezado por el mariscal Pétain, se traslada hacia su nueva sede en el balneario de Vichy, que dará su nombre al régimen que administrará Francia bajo la tutela de la Alemania Nazi.
Entre el 30 de junio y el 4 de julio de 1940, los alemanes completan la ocupación de las llamadas Islas del Canal. Eran pequeñas islas situadas cerca de la costa francesa, como una reliquia del antiguo Ducado de Normandía, tan ligado a la Corona Británica. Carentes de todo valor estratégico, los británicos decidieron no defender el archipiélago, pero esta información era desconocida para los alemanes, que bombardearon las islas antes de proceder a su ocupación. Para Alemania, constituía un gran golpe de propaganda, al ser el único territorio británico en Europa que pudieron ocupar. Para Churchill, fue un golpe muy duro tener que rendir las posesiones más antiguas que el Reino Unido tenía fuera de las Islas Británicas, sin disparar un tiro.
Pero una de las decisiones más difíciles para el “bulldog” británico fue la que tuvo que tomar respecto de la poderosa flota francesa. Tras la firma del armisticio entre Alemania y Francia, los británicos quedaron muy preocupados por el futuro de las potentes unidades de la “Marine Nationale”. La rendición de Francia, a fines de junio de 1940, convirtió el único aliado europeo de Gran Bretaña en un gobierno títere de Hitler, que fue conocido como la “Francia de Vichy”. Este gobierno heredó a los buques de guerra franceses, entre los que destacaban sietes acorazados que, en conjunto, constituían la fuerza de buques capitales más importantes después de los poseídos por la “Royal Navy” británica. Sumados a los numerosos y potentes cruceros, destructores y portaaviones franceses, la flota francesa era, a ojos del Reino Unido, demasiado peligrosa como para arriesgarse a que cayera en manos alemanas e italianas.
Tanto Italia, como Alemania, acordaron expresamente, en sus respectivos armisticios firmados con Francia, que ninguno de los dos intentaría apoderarse de las naves de guerra francesas. Por otro lado, nazis y fascistas no eran precisamente famosos por respetar los tratados internacionales.
La concentración más poderosa de naves de guerra francesa estaba anclada en Mers-el-Kébir, Argelia. Se encontraban allí los acorazados “Provence”, “Bretagne”, “Dunkerque” y “Strasbourg”, un buque madre de hidroaviones y seis destructores, todos bajo el mando del almirante Marcel-Bruno Gensoul. El 3 de julio de 1940, frente al puerto, se presentó sorpresivamente una fuerza de tareas británica, compuesta por los acorazados “Valiant” y “Resolution”; el crucero de batalla “Hood”, el portaaviones “Ark Royal y abundante escolta de cruceros y destructores.
El almirante James Somerville, al mando de la fuerza británica, envió a Gensoul un ultimátum que dejaba a los marinos franceses cuatro opciones: zarpar con los británicos y proseguir la lucha, zarpar hacia un puerto británico con tripulaciones reducidas, que serían luego repatriadas; en caso de que los franceses no quisieran romper el espíritu del armisticio con los alemanes, permitiendo que sus buques se usen contra ellos, se daba una tercera opción, consistente en zarpar hacia la colonia francesa de Martinica, en el Caribe, donde podían ser desmilitarizados o entregados temporalmente a Estados Unidos, entonces neutral; si fallaban en cumplir estas condiciones, los británicos exigían que los buques fueran hundidos en un plazo de 6 horas o seguirían las instrucciones de Churchill, en el sentido de usar toda la fuerza necesaria para impedir que los buques franceses cayeran en manos de los alemanes.
Los franceses rechazaron el ultimátum y se prepararon a luchar antes que entregar sus buques a sus antiguos aliados de un modo que juzgaban traicionero. Al finalizar el combate, un acorazado y un destructor francés se habían hundido; otros dos acorazados y tres destructores fueron seriamente dañados, y casi 1.500 marinos franceses estaban muertos o heridos.
Al día siguiente, aviones franceses atacaron la posesión británica de Gibraltar, en la Península Ibérica y la Francia de Vichy cortó relaciones diplomáticas con Londres. Los alemanes se regodearon con uno de sus mejores golpes de propaganda, pudieron mostrar a los británicos como traidores a sus antiguos aliados.
Fue una movida desesperada y muy controvertida. Sin embargo, en la óptica de Churchill tenía sentido, no sólo por prevenir que la potente flota francesa pasara a manos del enemigo, sino también (y tal vez principalmente) para mostrar a todo el mundo que Gran Bretaña no estaba dispuesta a hablar de rendición y seguiría luchando hasta la victoria final. El principal destinatario de ese mensaje era, desde luego, el gobierno de Estados Unidos que, igual que todos, esperaba que el Reino Unido se sentara a negociar con Hitler. Luego de la lamentable Batalla de Mers-el-Kébir, Roosevelt sabía que toda ayuda que prestara a Gran Bretaña sería usada efectivamente contra la Alemania de Hitler.
En la imagen, los acorazados franceses bajo fuego de la artillería y de la aviación embarcada británica. Pese a la potencia de las naves francesas, éstas sufrieron muchos daños, casi sin ocasionar daños a los atacantes. Recordemos que los franceses no esperaban un ataque y, encerrados en la bahía, tenían mucho menos espacio para maniobrar. De todos modos, parte importante del escuadrón francés logró escapar hacia alta mar y llegar hasta Tolón, en la Francia metropolitana.
Imagen tomada de http://forgalus.free.fr/LE%20COIN%20DE%20GEORGES%20VIEVILLE/HISTOIRE/MERS%20EL%20KEBIR%201937%201940/slides/Cuirasse%20PROVENCE%20014.html#picttop
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