A 100 años de la tragedia.
20 de septiembre de 1914.
En el Combate Naval de Zanzíbar, el crucero "SMS Konigsberg", de la "Kaiserliche Marine", hunde al crucero "HMS Pegasus", de la Royal Navy.
El Konigsberg sobrepasó hábilmente la vigilancia del remolcador armado "HMS Helmuth" y sorprendió al Pegasus en el puerto de Zanzíbar, frente al África Oriental Alemana, actual Tanzania, donde había recalado para realizar reparaciones. Tomado por sorpresa, más anticuado y menos armado que el navío alemán, el Pegasus casi no pudo responder al nutrido fuego del crucero germano. Antes de 30 minutos de lucha, el Pegasus empezaba a hundirse, dejando 55 heridos y llevándose 38 marinos británicos al fondo del mar.
Las naves que formaban las marinas de guerra que se enfrentaron en la contienda eran de muchísimos tipos, pero se pueden destacar cuatro categorías como las principales.
En primer lugar, el submarino, que había entrado al siglo XX poco más que como curiosidad tecnológica y, al finalizar la Gran Guerra, se había transformado en la gran sorpresa estratégica. Su uso por parte de los alemanes estuvo a punto de descalabrar para siempre el tráfico aliado en el Atlántico.
El destructor, en segundo lugar, había resultado de la necesidad de proteger a las naves mayores de la amenaza planteada por los pequeños botes torpederos, aparecidos en el siglo XIX. La misión del destructor, al comenzar la guerra, era proteger a las grandes naves, dotadas de grandes cañones, que podían ser catastróficamente dañados por un torpedo disparado con fortuna desde un pequeño bote torpedero. Con el paso del tiempo, resultó claro que los destructores, además de ser muy buenos cazando torpederos, eran excelentes plataformas para disparar torpedos contra otros destructores o contra los buques mayores. Finalmente, el destructor resultó ser un arma muy efectiva contra los submarinos, de modo que los aliados usaron profusamente los destructores para escoltar los convoyes mercantes del Atlántico.
El acorazado, tercera categoría de nuestro recuento, era una gigantesca plataforma de armas de gran calibre. El acorazado tenía un solo propósito en la vida: ser usado en las grandes batallas decisivas y hundir a las flotas enemigas, especialmente a las flotas de acorazados enemigos. Al estallar la guerra, los acorazados tipo "Dreadnought" reinaban en los mares y serían los dueños de las olas hasta que los portaaviones aparecieran en la siguiente guerra.
Por último, tenemos a los cruceros -ligeros y pesados-, que son el tipo de nave que luchó en la Batalla de Zanzíbar. Mejor artillados que los destructores y más veloces que los acorazados, el crucero era ideal para servir de pantalla a las grandes flotas de acorazados y, dado su buen equilibrio entre armamento, maniobrabilidad, velocidad y blindaje, también fueron la columna vertebral de las marinas coloniales. Eran lo bastante imponentes para plantear batalla a cualquier buque (excepto acorazados, obviamente) y no tan enormes, ni pesados, como para impedirles unir las metrópolis europeas con sus respectivos imperios coloniales. Fueron cruceros los que lucharon en las batallas navales más alejadas de Europa, como Coronel, Las Malvinas y Zanzíbar.
En la imagen, un grabado propagandístico británico, donde se ve al oficial artillero del maltrecho Pegasus, Richard Turner, que arenga a sus hombres a seguir disparando contra el Konigsberg, a pesar de haberle sido arrancadas sus dos piernas por la metralla (tomada de http:// www.military-art.com/mall/ images/dte363.jpg)
20 de septiembre de 1914.
En el Combate Naval de Zanzíbar, el crucero "SMS Konigsberg", de la "Kaiserliche Marine", hunde al crucero "HMS Pegasus", de la Royal Navy.
El Konigsberg sobrepasó hábilmente la vigilancia del remolcador armado "HMS Helmuth" y sorprendió al Pegasus en el puerto de Zanzíbar, frente al África Oriental Alemana, actual Tanzania, donde había recalado para realizar reparaciones. Tomado por sorpresa, más anticuado y menos armado que el navío alemán, el Pegasus casi no pudo responder al nutrido fuego del crucero germano. Antes de 30 minutos de lucha, el Pegasus empezaba a hundirse, dejando 55 heridos y llevándose 38 marinos británicos al fondo del mar.
Las naves que formaban las marinas de guerra que se enfrentaron en la contienda eran de muchísimos tipos, pero se pueden destacar cuatro categorías como las principales.
En primer lugar, el submarino, que había entrado al siglo XX poco más que como curiosidad tecnológica y, al finalizar la Gran Guerra, se había transformado en la gran sorpresa estratégica. Su uso por parte de los alemanes estuvo a punto de descalabrar para siempre el tráfico aliado en el Atlántico.
El destructor, en segundo lugar, había resultado de la necesidad de proteger a las naves mayores de la amenaza planteada por los pequeños botes torpederos, aparecidos en el siglo XIX. La misión del destructor, al comenzar la guerra, era proteger a las grandes naves, dotadas de grandes cañones, que podían ser catastróficamente dañados por un torpedo disparado con fortuna desde un pequeño bote torpedero. Con el paso del tiempo, resultó claro que los destructores, además de ser muy buenos cazando torpederos, eran excelentes plataformas para disparar torpedos contra otros destructores o contra los buques mayores. Finalmente, el destructor resultó ser un arma muy efectiva contra los submarinos, de modo que los aliados usaron profusamente los destructores para escoltar los convoyes mercantes del Atlántico.
El acorazado, tercera categoría de nuestro recuento, era una gigantesca plataforma de armas de gran calibre. El acorazado tenía un solo propósito en la vida: ser usado en las grandes batallas decisivas y hundir a las flotas enemigas, especialmente a las flotas de acorazados enemigos. Al estallar la guerra, los acorazados tipo "Dreadnought" reinaban en los mares y serían los dueños de las olas hasta que los portaaviones aparecieran en la siguiente guerra.
Por último, tenemos a los cruceros -ligeros y pesados-, que son el tipo de nave que luchó en la Batalla de Zanzíbar. Mejor artillados que los destructores y más veloces que los acorazados, el crucero era ideal para servir de pantalla a las grandes flotas de acorazados y, dado su buen equilibrio entre armamento, maniobrabilidad, velocidad y blindaje, también fueron la columna vertebral de las marinas coloniales. Eran lo bastante imponentes para plantear batalla a cualquier buque (excepto acorazados, obviamente) y no tan enormes, ni pesados, como para impedirles unir las metrópolis europeas con sus respectivos imperios coloniales. Fueron cruceros los que lucharon en las batallas navales más alejadas de Europa, como Coronel, Las Malvinas y Zanzíbar.
En la imagen, un grabado propagandístico británico, donde se ve al oficial artillero del maltrecho Pegasus, Richard Turner, que arenga a sus hombres a seguir disparando contra el Konigsberg, a pesar de haberle sido arrancadas sus dos piernas por la metralla (tomada de http://
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