viernes, 16 de mayo de 2025

Hace 85 años. 17 de mayo de 1940. Segunda Guerra Mundial

Hace 85 años 
17 de mayo de 1940
Se inicia la debacle...


En los últimos siete días, la ofensiva alemana en el Oeste ha llevado a las fuerzas aliadas a una situación estratégica crítica. El ataque alemán se abrió el 10 de mayo con dos espectaculares acciones aerotransportadas. En Bélgica, 80 soldados alemanes llegaron en planeadores hasta el Fuerte de Eben Emael, considerado inexpugnable, y lo neutralizaron en un osado golpe de mano, hasta que llegaron las tropas regulares alemanas y obligaron a la guarnición a rendirse. Así, una de las fortalezas principales del dispositivo defensivo belga, que se esperaba detuviera a los atacantes durante semanas, era capturada en menos de dos días. El camino hacia Bélgica quedaba abierto. 

En tanto, en Holanda, 12.000 paracaidistas alemanes caían a las espaldas de las principales líneas defensivas. El objetivo de los paracaidistas alemanes era doble: por una parte, facilitar el ataque principal de la infantería y tanques, al capturar los numerosos puentes necesarios para moverse en el acuoso territorio holandés; por otra, se intentaba capturar La Haya, sede del gobierno y del alto mando militar, descabezando al Ejército y la administración civil, intentando una rendición instantánea de Holanda. El asalto aéreo, sin embargo, fue fallido en su mayor parte y gran parte de los paracaidistas alemanes se convirtieron en bajas o fueron tomados prisioneros. De todos modos, su presencia significaba que los mandos holandeses debieron preocuparse de un frente extra, creado en el corazón mismo del país, que los obligó a distraer fuerzas que, de otra forma, podrían haber reforzado las líneas defensivas principales.

El 12, a dos días de iniciado el ataque, los franceses intentan contraatacar en Bélgica, produciéndose, en Hannut, la mayor batalla de tanques registrada hasta la fecha. La espectacularidad de las acciones aerotransportadas en Bélgica y Holanda reafirmó la convicción del alto mando aliado, especialmente del comandante en jefe francés, Maurice Gamelin, de que la ofensiva repetiría la estrategia de 1914. Los franceses respondieron enviando hacia la trampa de Bélgica a sus mejores ejércitos, incluyendo el 1° y el 7°, que concentraban la mayor y más moderna parte de las unidades blindadas francesas: las “Divisiones Ligeras Mecanizadas” y las “Divisiones de Coraceros de Reserva”, además de las potentes divisiones de infantería motorizada. Junto a lo mejor del Ejército Francés, la “BEF” (“British Expeditonary Force”) también avanzó hacia el norte en pleno, dejando tropas de segunda línea defendiendo lo que sería, en definitiva, el punto decisivo en el ataque alemán: las Ardenas y, más concretamente, Sedán.

El 13 de mayo, se produjo la ruptura del frente Aliado en Sedán. Los mandos aliados todavía creían que la batalla principal se daría en Bélgica y pensaban que lo ocurrido en las Ardenas era una distracción. Con el correr de los días, seis “Panzerdivisionen” se colarían en la retaguardia de las principales tropas aliadas, a través de una región considerada, hasta 1940, como impasable para los tanques. Para ese momento, la mayor parte del poderoso 7° Ejército Francés había llegado hasta el sur de Holanda, donde se suponía debía enlazar con las fuerzas locales y proteger el flanco norte del Ejército Belga. 

El 14, Gamelien empezó a comprender que había conducido a sus fuerzas a una gigantesca trampa. El poderoso 7° Ejército Francés recibió órdenes de deshacer el camino andado y volver a toda prisa hacia el sur, a tratar de taponar la brecha que se había producido en el frente de las Ardenas. Sin embargo, los desplazamientos de los anteriores días habían cobrado un alto precio en las energías de los soldados y en la mecánica de los vehículos, que empezaron a sufrir muchos desperfectos . A estas desventajas, los desmoralizados franceses debían sumar la presencia de los aparatos de la “Luftwaffe”, que no paraba de hostigar sus líneas y de derribar a los aviones del “Armée de l'air” que intentaban oponérseles. Aislada del resto de las tropas aliadas y con los tanques alemanes ya dentro de sus defensas principales, Holanda decidió rendirse el 14 y firmó la capitulación de sus fuerzas el 15. Ese mismo día, los alemanes cruzaron el Mosa masivamente con sus tanques. En la guerra anterior, las mucho más poderosas tropas del Kaser estuvieron cuator años estrellándose contra las defensas aliadas, sin abrir brecha. Esta vez, lo habían conseguido luego de cinco días.

El 14, los tanques franceses se retiraron de Hannut, a pesar de haber luchado con relativo éxito contra los "Panzer". Las alarmantes noticias obligaban al mando francés a reubicar todas sus piezas. 
Aunque el resultado fue estratégicamente favorables a los alemanes, en sus batallas en Bélgica, los modelos franceses se mostraron muy superiores a los carros de combate germanos, que lograron sus objetivos gracias al apoyo de su fuerza aérea y a la superior coordinación entre sus unidades. De todos modos, en su enfrentamiento con los tanques franceses, los alemanes sufrieron graves pérdidas que les hicieron considerar la debilidad de la mayoría de sus blindados.

Winston Churchill había asumido el gobierno británico el pasado 10 de mayo, al mismo tiempo que los alemanes iniciaban su invasión, El 16, visitó París, dándose cuenta de que la situación de las fuerzas aliadas rápidamente está pasando desde crítica a desesperada. Mientras tanto, la fuerzas aéreas aliadas (franceses y británicos; los holandeses ya se habían rendido y la “Aeronautique Militaire” belga había sido borrada del mapa prácticamente en los dos primeros días de lucha) intentaban, sin éxito, destruir los puentes sobre el Mosa para prevenir el paso de más fuerzas blindadas y motorizadas alemanes hacia la retaguardia aliada.

El 17, los alemanes entran en Bruselas, que se une a Viena, Praga, Varsovia, Oslo, Copenhague, Luxemburgo y Amsterdam en la lista de capitales europeas holladas por la bota nazi. Un día antes, el gobierno belga había abandonado el país con dirección a Burdeos. Pronto tendría que partir hacia Londres.

En la imagen, soldados alemanes inspeccionan un grupo de tanques franceses modelo “SOMUA S-35”. El SOMUA demostró ser superior a los carros alemanes en muchos aspectos. Lo mismo pasó con otros modelos de tanques franceses y británicos que individualmente eran mejores que sus contrapartes alemanes y usualmente les 
causaban sensibles pérdidas en sus enfrentamientos directos. Sin embargo, durante la campaña de mayo de 1940, rara vez los franceses supieron explotar sus escasos éxitos y, en cambio, los alemanes siempre fueron capaces de extraer lo mejor de las circunstancias, aunque estaban superados numérica y técnicamente.





Imagen tomada de http://www.worldwarphotos.info/wp-content/gallery/france/tanks/somua_s35/Somua_S35_tanks.jpg



miércoles, 30 de abril de 2025

1940, en la Víspera de Mayo.

 Hace 85 años

30 de abril de 1940

Segunda Guerra Mundial

Los Aliados se preparan para evacuar los principales puertos noruegos. Los Aliados dominan el mar y, en teoría, pueden hacer llegar hasta Noruega cuantos refuerzos necesiten. Sin embargo, los alemanes han mantenido la iniciativa, a pesar de sufrir irreparables pérdidas navales y, al terminar abril de 1940, controlan las principales ciudades noruegas, ocupan todo el sur del país y han obligado a los franco-británicos a retirarse hacia el norte, donde intentarán recapturar el importantísimo puerto de Narvik, como punto de apoyo para tratar de cambiar el destino de una campaña donde la situación de las tropas aliadas está pasando desde mala a grave. Con todo, la guerra está en la víspera de otra gran campaña: la ofensiva alemana sobre Francia y los Países Bajos, que será lanzada el 10 de mayo y significará poner a la Tercera República Francesa fuera de combate en sólo seis semanas.

Los espectaculares éxitos alemanes de 1940 eran impensables, incluso para los propios alemanes. En el papel, la alianza de Gran Bretaña y Francia parecía imposible de superar por una Alemania que no tenía aliados directos todavía y que, a pesar de haberse rearmado notoriamente, no había terminado su preparación para la guerra cuando ésta estalló en septiembre de 1939. Por un lado, el Reino Unido y Francia tenían, respectivamente, la marina y el ejército más poderosos del mundo en la época, eran países que contaban con grandes recursos económicos, tenían grandes poblaciones y eran los centros de los dos mayores imperios coloniales. Cuando Alemania atacó además a Bélgica y Holanda, agregó como enemigos a dos países pequeños en el mapa europeo que, no obstante, eran también el centro de grandes imperios coloniales. Los Aliados tenían más aviones, más tanques, más buques de guerra, más cañones, controlaban casi todo el petróleo del mundo, controlaban también la producción de casi todas las materias primas críticas y podían contar con el respaldo norteamericano, al menos económico, en ese momento.

La Alemania de 1940, en cambio, en muchos aspectos era un rival más débil que el Imperio Alemán del Káiser que, en 1914-1918 intentó infructuosamente romper la resistencia aliada del Frente Occidental durante cuatro largos años. La marina alemana de 1940, la “Kriegsmarine”, no suponía una amenaza real para la poderosísima “Royal Navy” británica, a diferencia de la mucho más fuerte “Kaiserliche Marine” de 1914. El Ejército Alemán de 1914 llevaba décadas preparándose y es posible que, para entonces, fuese el mejor equipado de su tiempo; el mismo ejército, en 1940, había tenido mucho menos tiempo para rearmarse y, aunque estaba aceptablemente bien equipado, había aspectos en que las carencias materiales eran muy grandes, como la artillería y los tanques, que debieron ser subsanadas con mucho ingenio por los comandantes alemanes. Eso sí, debe mencionarse que las tropas alemanas de 1940 estaban muy motivadas y dirigidas por algunos de los generales más brillantes de su tiempo. El único ámbito en que Alemania ostentaba cierta superioridad material y tecnológica era en la aviación, especialmente en la aviación de caza, donde el Messerschmitt Bf-109 no tenía rival, si era conducido por un piloto capaz. Pero esa superioridad duraría poco y ya sería muy relativa antes de terminar 1940.

La aplastante, rápida y humillante serie de derrotas que Alemania propinó a Gran Bretaña, Francia y sus aliados en la primavera-verano de 1940, a menudo se ha querido explicar mostrando a Alemania como una máquina de guerra armada hasta los dientes, materialmente invencible, que pasó por arriba de los Aliados, inferiores en número y equipamiento. Lo cierto es, sin embargo, que los Aliados disponían de muchos mejores recursos que los alemanes y fueron derrotados por una mezcla de imprevisión, mala coordinación e ineficiente liderazgo político y militar. Desde luego, la determinación de los soldados alemanes y la genialidad de algunos de sus comandantes fue clave en saber aprovechar las indecisiones de los que entonces eran sus enemigos.

En la imagen, un “Char B1 bis” fotografiado en su montaje actual en un museo. Este “Chair de Bataille” –“Carro de Batalla”— francés era prácticamente impenetrable para la mayoría de los cañones antitanque alemanes, salvo en puntos y ángulos muy específicos. Era muy robusto y bien armado, pero tenía poca autonomía y era lento, además de propender a la falla mecánica con facilidad. Los franceses, que esperaban repetir el escenario de la guerra anterior, lo concibieron como un arma para la guerra de trincheras, completamente inapropiado para la guerra de rápidos movimientos que los alemanes estaba desencadenando en Noruega y estaban a punto de lanzar sobre los mismísimos campos de Francia.

Imagen tomada de http://www.panzer-modell.de/.../char%20b1%20bis/013g.jpg 
V







lunes, 14 de abril de 2025

Pascua y Pésaj

Mientras los cristianos conmemoramos las fechas más importantes de nuestro calendario litúrgico, los judíos miran también hacia la historia sagrada, viviendo “Pésaj”, la Pascua Judía, que recoge la huida desde Egipto hacia la libertad de la Tierra Prometida. 

He tenido el inmenso privilegio de participar en muchas mesas de “Shabat” (o “Sabbat”) y en alguna de “Pésaj”. Siempre me ha conmovido la continuidad milenaria judía, que se resiste a disolverse, a pesar del paso del tiempo. Una comunidad casi siempre minoritaria y, en los momentos más prósperos de su historia, un estado relativamente pequeño, rodeado de amenazas a su independencia. Contra todo pronóstico razonable, los judíos siguen existiendo. Nadie se declara heredero moderno y directo de los babilonios, de los faraones, de los mitanni, de los asirios o de los seléucidas. Lo más parecido es la romanidad de los católicos, pero somos pocos los que la vivimos conscientemente. Sin embargo, los judíos le han porfiado a la historia y siguen declarando que son uno con esos viajeros errantes, guiados por Dios en un recorrido desértico de 40 años y en un recorrido azaroso de 40 siglos. Sólo la acción providente de Dios puede explicar esta persistente resistencia a la extinción, que debe calificarse de milagro histórico. 

 En estos tiempos, son muchos los que sonríen irónicamente cuando uno afirma que cree en Dios o incluso cuando uno lo menciona, como he hecho recién ¿No nos sentimos acaso acorralados, los creyentes; avasallados en nuestras creencias; a menudo, incluso no se nos falta el respeto a lo que nos es más sagrado como cristianos? El cristiano practicante es una minoría considerada, por algunos, como un grupúsculo ridículo, anacrónico y extraño que debe extirparse o edulcorarse, al menos, para que no se vea tan diferente al resto y no ose oponer su voz impertinente a lo políticamente correcto. Esa sensación de agobio en un mar laicista de indiferencia y hostilidad, que para nosotros no es más reciente que la Revolución Francesa de 1789, para los judíos es tan antigua como la diáspora.

 
La primera vez que asistí a un Sabbat, hace más de 25 años, me dieron una toalla de papel para cubrirme la cabeza, mientras mi anfitrión oraba al Dios de Abraham, de Isaac, de Jacob; a ese “Adonai” que también es mi Señor, en el improvisado escenario de una minúscula pieza de pensión en la Calle Lincoyán, casi al llegar a Maipú, en el centro de Conce. Estando también al frente de la parroquia penquista de San José, comprendí de inmediato que estaba ante una forma de dirigirse a Dios, que prefiguraba el modo en que los discípulos de Jesús nos plantamos ante la trascendencia. Como “Pésaj” ocurre siguiendo el mismo calendario lunar que rige los tiempos de la Iglesia, la Pascua Judía se celebra, al igual que Semana Santa, cerca del comienzo de nuestro año laboral-estudiantil, así que no pasó mucho tiempo antes de que viera por primera vez unas cajitas llenas de lo que, a mis ojos, parecían galletones dietéticos. Era la “matzá”, el “pan ázimo” de los Evangelios, sin levadura, a cuyo tributo, la Iglesia confecciona las hostias, también sin leudar, para que se transfiguren en el Cuerpo de Cristo, que recibimos en cada misa.

Sé que es una cuestión muy controvertida y que la debo mencionar desde la humildad de alguien que habla sobre el judaísmo, mirándolo desde fuera, pero lo voy a decir igual. Pienso que lo que define la identidad judía (o hebrea en sentido más amplio) es lo que el padre carmelita de origen judío, Elías Friedman, llama el “factor de la elección”, es decir, la circunstancia de pertenecer al “Pueblo Elegido”, en cuyo seno debía nacer el Mesías. Es la relación con Dios lo que hace a los judíos ser lo que son y no algo distinto. Y aunque no es una afirmación que pueda comprobar estadísticamente, me parece que los alternativos enfriamientos y entusiasmos de las comunidades judías en su religión, tienen mucho que ver con las alternativas tendencias hacia la asimilación y hacia la afirmación de la singular identidad judía. Si hay algo que la historia de los judíos enseña es que los seres humanos conseguiremos ser lo que debemos ser, sólo si nuestra mirada está puesta en lo alto. 

Ojalá meditemos en estos días (que el Viernes y el Sábado Santo son para meditar y ayunar, no para atracarse con mariscos) sobre la íntima vinculación existente entre la historia humana y la presencia divina, que la trayectoria del pueblo judío evidencia en tantos pasajes, con tanta porfía.

martes, 17 de septiembre de 2024

17 de Septiembre de 1944. Hace 80 años. Operación Market Garden.

  El 6 de junio de 1944, los Aliados habían desembarcado con éxito en Normandía. En las semanas siguientes, a pesar de la feroz resistencia alemana, los Aliados consiguen avanzar hacia el interior de Francia y París es liberado en agosto. La Batalla de Normandía es nada menos que un desastre para Alemania, que también sufre el embate de la llamada "Operación Bagration", una ofensiva del Ejército Rojo en el Frente Oriental, que acabaría pulverizando al poderoso Grupo de Ejércitos del Centro de la "Wehrmacht", que ocupaba Bielorrusia desde junio de 1941.


Para mediados de septiembre de 1944, los Aliados han liberado Bélgica, pero la frontera de esta nación con Alemania no es el lugar más apropiado para una gran ofensiva hacia el interior del Reich. El mariscal británico, Bernard L. Montgomery, quien venciera a Rommel en África, idea un audaz plan para flanquear las mejores defensas alemanas y penetrar hacia el corazón de Alemania desde Holanda. Pero el territorio holandés no es mucho más fácil de transitar que las desafiantes Ardenas franco-belgas, que los Aliados han preferido evitar. El territorio del Reino de los Países Bajos es una complicada tracería de cursos de agua, atravesados por innumerables puentes, cuyo control es clave para cualquier atacante que quiera prevalecer. Así que "Monty" planea usar una enorme fuerza de 35.000 paracaidistas y tropas aerotransportadas en planeadores, que deberán ocupar una serie de puntos estratégicos, desde Eindhoven por el sur, hasta el puente de Arnhem, ubicado sobre el Bajo Rin y que permitía el paso hacia la Renania Alemana.


La operación consiguió liberar gran parte de Holanda, pero no consiguió una "puerta trasera" para los Aliados hacia Alemania. En Arnhem, los paracaidistas británicos no pudieron conservar el puente ante los contraataques alemanes y tuvieron que ser evacuados, luego de perder dos tercios de sus efectivos. 


Es cierto que el Ejército Alemán venía muy golpeado y en retirada. Pero no estaba vencido del todo. No todavía, al menos. El alto mando aliado no cometió realmente el error de elaborar un plan inadecuado, ni de ser demasiado audaz. Lo que ocurrió es que cometió el gigantesco error de subestimar al soldado alemán, cuya capacidad de recuperación y de combate era inigualable. Miles de soldados aliados pagaron un precio muy alto debido a ese error.


La operación ha dado origen a numerosa literatura y documentales, así como a la que, a mi juicio, es la mejor película de todos los tiempos: "Un Puente Demasiado Lejos".


La imagen captura el momento en que los paracaidistas aliados caen tras las líneas alemanas en Holanda, el 17 de septiembre de 1944 (https://www.annefrank.org/es/timeline/90/operacion-market-garden/)


miércoles, 14 de febrero de 2018

¿Por qué?







¿Por qué?



¿Por qué tiemblo cuando estoy contigo, si no te tengo miedo?

¿Por qué me falta el aliento a tu lado, si eres mi oxígeno?

¿Por qué muero en tu abrazo, si eres mi vida?

¿Por qué deseo ser tu siervo y, al mismo tiempo, me haces ser más libre?

¿Por qué mi corazón se agita en tu presencia, si eres mi descanso?

¿Por qué me estremezco con tus besos, si eres la fuente de mi calma?

¿Por qué siento que te he conocido toda la vida, aun antes de hallarte, amando la promesa de tu existencia?

Dame, amante tan amada, en tu beso, las respuestas.

domingo, 11 de febrero de 2018

Hace 100 años · 5-11 de febrero de 1918 · Primera Guerra Mundial · Ucrania lucha por su independencia


Hace 100 años
5-11 de febrero de 1918
Primera Guerra Mundial

Ucrania lucha por su independencia

El 9 de febrero de 1918, en Brest, Bielorrusia, se firma el primer Tratado de Brest-Litovsk, entre la República Nacional Ucraniana, por un lado, y los Imperios Centrales (Alemania, Bulgaria, Turquía y Austria-Hungría), por otro. Tan pronto como los bolcheviques empezaron a negociar un armisticio con los alemanes y sus aliados, el gobierno nacional ucraniano, nacido de la desintegración de la vieja Rusia, hizo lo mismo, toda vez que el frente germano-austriaco corría a través de territorio de Ucrania.

La “Rada”, el Parlamento Nacional Ucraniano, nacido en medio de la Revolución Rusa, consiguió firmar un armisticio con los Imperios Centrales el 28 de diciembre de 1917 y el 1 de enero de 1918, una delegación ucraniana llegó hasta Brest, para negociar un tratado definitivo con Alemania y sus aliados. El 12 de enero, la delegación ucraniana fue formalmente reconocida por los Imperios Centrales, pero las negociaciones se vieron entrampadas por la aspiración ucraniana a ciertos territorios entonces controlados por el Imperio Austrohúngaro. Mientras se producían estas negociaciones, simultáneamente y, en la misma ciudad, los Imperios Centrales discutían términos de paz con los representantes del gobierno bolchevique ruso. La Rada proclamó la total independencia de Ucrania el 22 de enero y fue reconocida por los Imperios Centrales el 1 de febrero, bajo protesta del gobierno bolchevique de Lenin, que deseaba reintegrar, por la fuerza, de ser necesario, Ucrania en el territorio ruso.

El tratado firmado el 9 de febrero reconocía para Ucrania las fronteras existentes en 1914 entre Rusia y el Imperio Austrohúngaro. Las fronteras se determinarían con exactitud posteriormente, mediante comisiones compuestas por representantes de ambas partes, siguiendo criterios étnicos y la voluntad de las poblaciones locales. El tratado también contemplaba la evacuación de las regiones de Ucrania, ocupadas por los Imperios Centrales; el establecimiento de relaciones diplomáticas, la devolución de prisioneros de guerra y el intercambio de civiles internados. Al tiempo que ambas partes renunciaban a reparaciones de guerra, el artículo 7º del tratado regulaba la instauración de relaciones económicas e intercambio, tan importantes para los Imperios Centrales, que llevaban varios meses sufriendo escasez de alimentos, debido al bloqueo naval de las potencias de la Entente. Ucrania, reconocida como uno de los “graneros de Europa”, ponía ahora a disposición de Alemania y sus aliados sus inmensos recursos agrícolas.

La vida independiente de la Ucrania nacida de la Revolución Rusa fue breve y acabó trágicamente, aplastada por la tiranía marxista de Lenin y sus colaboradores, que buscaban restaurar las fronteras del Imperio Zarista y, de ser posible, expandirlas más allá inclusive. Con la presencia de tropas alemanas y austrohúngaras, los bolcheviques tuvieron que reconocer la independencia de Ucrania, pero se volvieron contra el joven estado, casi inmediatamente después de que Alemania y sus aliados fueron derrotados. Después de terminada la Primera Guerra Mundial, la heroica lucha de Ucrania por su libertad se vio confundida con el marco general de la Guerra Civil Rusa y con la Guerra Soviético-Polaca de 1919-1921, en que las fuerzas nacionales ucranianas se aliaron con los polacos. Después de muchos altibajos, en octubre de 1920, Polonia y la ahora Unión Soviética firmaron una paz por separado, que dejó a Ucrania sola frente a sus poderosos adversarios y sin esperanzas de recibir ayuda externa. El movimiento de resistencia continuó hasta 1922, pero el pueblo ucraniano sufrió la persecución, la hambruna y el asesinato de millones de sus integrantes, hasta que consiguió independizarse nuevamente de Moscú en la década de 1990, a fines del siglo XX.

Abajo, soldados de los “Fusileros de Sich”, una de las más conocidas unidades del Ejército de la República Nacional Ucraniana, que intentó resistir la agresión marxista contra su patria.




Hace 75 años · 5-11 de febrero de 1943 · Segunda Guerra Mundial · Baja el telón en Guadalcanal


Hace 75 años
5-11 de febrero de 1943
Segunda Guerra Mundial

Baja el telón en Guadalcanal

El 8 de febrero de 1943, los japoneses completan la “Operación Ke”, es decir, la evacuación de las tropas que luchaban en Guadalcanal. La evacuación fue exitosa, al conseguir salvar más de 10.000 soldados japoneses de la muerte o la captura, pero significó reconocer la derrota en la batalla y fue la primera de una larga serie de retiradas, que llevarían a las fuerzas imperiales japonesas a terminar luchando en defensa de su propio territorio, poco más de dos años después.

En agosto de 1942, tropas estadounidenses desembarcaron en las Islas Salomón, arrebatando a los japoneses el control de, entre otras, la estratégica isla de Guadalcanal, donde los nipones construían un aeródromo, que los “Marines” rápidamente terminaron de edificar y utilizaron para su ventaja. La nueva pista, llamada “Henderson Field”, alojó una importante fuerza de aviones norteamericanos, que siempre inclinaron la balanza en favor de los estadounidenses en los momentos decisivos de la batalla. Luego de algunas semanas, estaba claro que el control de los aires alrededor de Guadalcanal pertenecía a Estados Unidos y a la improvisada aviación estacionada en “Henderson Field”, que los soldados bautizaron “Cactus Air Force”, siguiendo el nombre en clave dado a la disputada islita.

Con los norteamericanos dueños del aire, el mayor problema para los japoneses era mantener la cadena de suministros para sus miles de soldados que intentaban reconquistar Guadalcanal. Para disminuir el riesgo de ataques aéreos, los japoneses recurrieron a hacer llegar los suministros sólo de noche y usando destructores, mucho más rápidos que cualquier barco de transporte. Las corridas de los destrcutores, aunque estaban lejos de conseguir su objetivo de mantener bien provistas a las tropas japonesas, eran hechas con tanta regularidad, que fueron bautizadas como “Tokyo Express”. Las operaciones navales, destinadas a reforzar las tropas de ambos bandos, causaron sangrientas batallas navales, a menudo con participación de cazas y bombarderos basados en portaaviones. Las pérdidas, en estas batallas alrededor de Guadalcanal, fueron altísimas para ambos bandos, tanto en número de buques, como en tripulantes de buques y aviones. Mientras las respectivas aviaciones y marinas se disputaban salvajemente el espacio aéreo y naval circundante a Guadalcanal, los hombres del Ejército Imperial Japonés y del “USMC” (“United States Marine Corps”), así como, en menor medida, del “US Army”, se disputaban cada centímetro de la isla en una lucha casi constante, jalonada con ocasionales ofensivas mayores, que costaron miles de muertos y heridos a ambos contendientes, encerrados en un espacio relativamente pequeño, sufriendo todos los rigores del insano clima tropical.

En los resultados directos de las batallas navales, la “US Navy” se llevó muchas veces la peor parte. En un momento crítico de la campaña, luego de la Batalla de Cabo Esperanza, en octubre de 1942, los Aliados tenían apenas un portaaviones severamente dañado, el “USS Enterprise”, en todo el teatro de operaciones del Pacífico. Eso demuestra lo difícil que fue vencer al Japón en esta batalla (y en todas las otras, por lo demás). Por otro lado, los aviones estacionados en “Henderson Field” siempre inclinaron la balanza en favor de los estadounidenses, en tierra, en el mar y en el aire. Y los japoneses también sufrieron severas bajas en hombres, así como graves pérdidas en recursos materiales que, a diferencia de Estados Unidos, Japón malamente podía reponer; no, al menos, con la velocidad que la boyante economía estadounidense podía hacerlo.

Para fines de diciembre de 1942, se instaló en los altos mandos japoneses la discusión en torno a la posibilidad de evacuar Guadalcanal. En alguno de sus comunicados, el general Harukichi Hyakutake, comandante del 17º Ejército Japonés, pidió permiso para atacar en masa las posiciones norteamericanas, para que sus hombres pudieran morir honorablemente en batalla y no perecieran de hambre, encerrados en sus trincheras. Con reluctancia, el 31 de diciembre de 1942, los altos mandos obtuvieron permiso del Emperador Hirohito para retirarse de Guadalcanal, intentando salvar la mayor cantidad posible de soldados. El plan japonés preveía desembarcar un batallón de refuerzo a mediados de enero, que serviría de pantalla, mientras los hombres de Hyakutake eran evacuados a bordo de destructores, algo así como el “Tokyo Express”, pero en reversa. El objetivo de la evacuación debía estar completado para el 10 de febrero de 1943.

El 3 de enero, un convoy del “Tokyo Express” consiguió, en una audaz maniobra, llevar cinco días completos de suministros, que fueron arrastrados hasta la costa, usando barriles flotantes y botes de goma. Y el 14 de enero, nueve destructores desembarcaron 750 hombres y un destacamento de artillería, que tendrían la misión de proteger la retirada de sus camaradas del 17º Ejército. La acumulación de navíos en las bases japonesas y el aumento del tráfico radial llevaron a los estadounidenses a la errónea conclusión de que los japoneses preparaban una ofensiva mayor en Guadalcanal o en Nueva Guinea. Nunca habrían contado con una evacuación. Por eso, cuando se encontraron con fuerzas japonesas en retirada o posiciones inesperadamente abandonadas, no las perseguían o lo hacían con mucha cautela, suponiendo que, de un momento a otro, un gran contingente japonés podría contraatacar. La cautela de los comandante norteamericanos posibilitó a las fuerzas de retaguardia retirarse usando posiciones consolidadas y permitió evacuar una cantidad de tropas mucho mayor que la esperada por los mismos mandos japoneses.

Los oficiales navales japoneses se mostraron horrorizados al comprobar las espantosas condiciones físicas en que se hallaban sus camaradas del ejército, que llevaban tantos meses intentando mantenerse en Guadalcanal. La mayoría llevaba restos raídos del uniforme, estaban severamente afectados por la escasez de comida y agua, y en su mayoría, habían contraído dengue o malaria. Todos comprendieron por qué Guadalcanal había sido bautizada “Isla de la Inanición”. El 31 de enero y el 4 de febrero, se realizaron dos incursiones exitosas de evacuación, con un total de más de 9.000 soldados llevados hasta Bougainville, al norte de las Salomón. La “Operación Ke”, hasta ese momento, era muy exitosa en términos de salvar soldados japoneses, a pesar de que las incursiones niponas causaron duras batallas entre los destructores, cruceros, lanchas torpederas y aviaciones de ambos bandos, que sostuvieron importantes bajas. Los norteamericanos, que intentaron oponerse al movimiento japonés con todo lo que tenían, seguían pensando que los japoneses intentaban llevar más tropas hasta Guadalcanal. No tenían idea de que estaban sacándolas a todas. Si el comandante en terreno estadounidense, general Alexander Patch, hubiese sabido que los japoneses estaban evacuando, habría podido liquidar sin mayores problemas lo poco que quedaba de las maltrechas tropas de Hyakutake.

La última ronda de evacuación se produjo en la noche del 7 al 8 de febrero. Aunque se realizó de noche, recibió igualmente las atenciones de la “Fuerza Aérea Cactus”, de “Henderson Field”, que pudo dañar un destructor, antes de ser rechazada por la escolta de “Zeros”. A la 1.30 hrs. del 8 de febrero, la flotilla de destructores se retiró con 1.972 soldados, incluyendo la fuerza que había servido de cobertura a la evacuación. Cuando los hombres de la 161ª División de Infantería del “US Army” reiniciaron su avance, apenas hallaron unos cuantos soldados japoneses que no podían caminar y mucho menos luchar.

Los comandantes estadounidenses realizaron alguna autocrítica, por permitir la evacuación de más de 10.000 bajo sus narices y no pudieron más que admirarse de la eficiencia y hermetismo con que los mandos japoneses pudieron llevar a cabo la evacuación. Pero los estadounidenses, luego de seis meses de dura batalla y después de haber pasado más de un año desde Pearl Harbor, podían celebrar otra victoria, tan decisiva como Midway, y que, junto con esta última, significaba que la iniciativa pasaba definitivamente a los Aliados en el Pacífico.

Para el público interno, el gobierno japonés difundió la historia de que las tropas se habían retirado desde Guadalcanal, porque ya “habían cumplido su misión”. Sin embargo, aunque pudieron realizar una evacuación exitosa, el final de la campaña en la isla era un desastre de primera magnitud para el Imperio Japonés que, a diferencia de Estados Unidos, no tenía capacidad de reponer los buques, aviones y, sobre todo, el experimentado personal uniformado que había muerto en Guadalcanal o que había quedado tan malherido, que no podría luchar de nuevo.

Abajo, los restos de un caza japonés “Mitsubishi A6M – Zero”, derribado sobre una playa en Guadalcanal, acompañado de algunos botes de transporte abandonados.




Hace 85 años. 17 de mayo de 1940. Segunda Guerra Mundial

Hace 85 años  17 de mayo de 1940 Se inicia la debacle... En los últimos siete días, la ofensiva alemana en el Oeste ha llevado a las fuerzas...