Hace 75 años
5-11 de febrero de 1943
Segunda Guerra Mundial
Baja el telón en Guadalcanal
El 8 de febrero de 1943, los japoneses completan la “Operación Ke”, es
decir, la evacuación de las tropas que luchaban en Guadalcanal. La evacuación
fue exitosa, al conseguir salvar más de 10.000 soldados japoneses de la muerte
o la captura, pero significó reconocer la derrota en la batalla y fue la
primera de una larga serie de retiradas, que llevarían a las fuerzas imperiales
japonesas a terminar luchando en defensa de su propio territorio, poco más de
dos años después.
En agosto de 1942, tropas estadounidenses desembarcaron en las Islas
Salomón, arrebatando a los japoneses el control de, entre otras, la estratégica
isla de Guadalcanal, donde los nipones construían un aeródromo, que los “Marines”
rápidamente terminaron de edificar y utilizaron para su ventaja. La nueva
pista, llamada “Henderson Field”, alojó una importante fuerza de aviones
norteamericanos, que siempre inclinaron la balanza en favor de los
estadounidenses en los momentos decisivos de la batalla. Luego de algunas
semanas, estaba claro que el control de los aires alrededor de Guadalcanal
pertenecía a Estados Unidos y a la improvisada aviación estacionada en “Henderson
Field”, que los soldados bautizaron “Cactus Air Force”, siguiendo el nombre en clave
dado a la disputada islita.
Con los norteamericanos dueños del aire, el mayor problema para los
japoneses era mantener la cadena de suministros para sus miles de soldados que intentaban
reconquistar Guadalcanal. Para disminuir el riesgo de ataques aéreos, los
japoneses recurrieron a hacer llegar los suministros sólo de noche y usando destructores,
mucho más rápidos que cualquier barco de transporte. Las corridas de los
destrcutores, aunque estaban lejos de conseguir su objetivo de mantener bien
provistas a las tropas japonesas, eran hechas con tanta regularidad, que fueron
bautizadas como “Tokyo Express”. Las operaciones navales, destinadas a reforzar
las tropas de ambos bandos, causaron sangrientas batallas navales, a menudo con
participación de cazas y bombarderos basados en portaaviones. Las pérdidas, en
estas batallas alrededor de Guadalcanal, fueron altísimas para ambos bandos,
tanto en número de buques, como en tripulantes de buques y aviones. Mientras las
respectivas aviaciones y marinas se disputaban salvajemente el espacio aéreo y
naval circundante a Guadalcanal, los hombres del Ejército Imperial Japonés y
del “USMC” (“United States Marine Corps”), así como, en menor medida, del “US
Army”, se disputaban cada centímetro de la isla en una lucha casi constante,
jalonada con ocasionales ofensivas mayores, que costaron miles de muertos y
heridos a ambos contendientes, encerrados en un espacio relativamente pequeño,
sufriendo todos los rigores del insano clima tropical.
En los resultados directos de las batallas navales, la “US Navy” se llevó
muchas veces la peor parte. En un momento crítico de la campaña, luego de la
Batalla de Cabo Esperanza, en octubre de 1942, los Aliados tenían apenas un
portaaviones severamente dañado, el “USS Enterprise”, en todo el teatro de
operaciones del Pacífico. Eso demuestra lo difícil que fue vencer al Japón en
esta batalla (y en todas las otras, por lo demás). Por otro lado, los aviones
estacionados en “Henderson Field” siempre inclinaron la balanza en favor de los
estadounidenses, en tierra, en el mar y en el aire. Y los japoneses también
sufrieron severas bajas en hombres, así como graves pérdidas en recursos
materiales que, a diferencia de Estados Unidos, Japón malamente podía reponer;
no, al menos, con la velocidad que la boyante economía estadounidense podía
hacerlo.
Para fines de diciembre de 1942, se instaló en los altos mandos japoneses
la discusión en torno a la posibilidad de evacuar Guadalcanal. En alguno de sus
comunicados, el general Harukichi Hyakutake, comandante del 17º Ejército
Japonés, pidió permiso para atacar en masa las posiciones norteamericanas, para
que sus hombres pudieran morir honorablemente en batalla y no perecieran de
hambre, encerrados en sus trincheras. Con reluctancia, el 31 de diciembre de
1942, los altos mandos obtuvieron permiso del Emperador Hirohito para retirarse
de Guadalcanal, intentando salvar la mayor cantidad posible de soldados. El plan
japonés preveía desembarcar un batallón de refuerzo a mediados de enero, que
serviría de pantalla, mientras los hombres de Hyakutake eran evacuados a bordo
de destructores, algo así como el “Tokyo Express”, pero en reversa. El objetivo
de la evacuación debía estar completado para el 10 de febrero de 1943.
El 3 de enero, un convoy del “Tokyo Express” consiguió, en una audaz
maniobra, llevar cinco días completos de suministros, que fueron arrastrados
hasta la costa, usando barriles flotantes y botes de goma. Y el 14 de enero,
nueve destructores desembarcaron 750 hombres y un destacamento de artillería,
que tendrían la misión de proteger la retirada de sus camaradas del 17º
Ejército. La acumulación de navíos en las bases japonesas y el aumento del
tráfico radial llevaron a los estadounidenses a la errónea conclusión de que
los japoneses preparaban una ofensiva mayor en Guadalcanal o en Nueva Guinea. Nunca
habrían contado con una evacuación. Por eso, cuando se encontraron con fuerzas
japonesas en retirada o posiciones inesperadamente abandonadas, no las
perseguían o lo hacían con mucha cautela, suponiendo que, de un momento a otro,
un gran contingente japonés podría contraatacar. La cautela de los comandante
norteamericanos posibilitó a las fuerzas de retaguardia retirarse usando
posiciones consolidadas y permitió evacuar una cantidad de tropas mucho mayor
que la esperada por los mismos mandos japoneses.
Los oficiales navales japoneses se mostraron horrorizados al comprobar
las espantosas condiciones físicas en que se hallaban sus camaradas del
ejército, que llevaban tantos meses intentando mantenerse en Guadalcanal. La mayoría
llevaba restos raídos del uniforme, estaban severamente afectados por la escasez
de comida y agua, y en su mayoría, habían contraído dengue o malaria. Todos comprendieron
por qué Guadalcanal había sido bautizada “Isla de la Inanición”. El 31 de enero
y el 4 de febrero, se realizaron dos incursiones exitosas de evacuación, con un
total de más de 9.000 soldados llevados hasta Bougainville, al norte de las
Salomón. La “Operación Ke”, hasta ese momento, era muy exitosa en términos de
salvar soldados japoneses, a pesar de que las incursiones niponas causaron
duras batallas entre los destructores, cruceros, lanchas torpederas y
aviaciones de ambos bandos, que sostuvieron importantes bajas. Los norteamericanos,
que intentaron oponerse al movimiento japonés con todo lo que tenían, seguían
pensando que los japoneses intentaban llevar más tropas hasta Guadalcanal. No tenían
idea de que estaban sacándolas a todas. Si el comandante en terreno
estadounidense, general Alexander Patch, hubiese sabido que los japoneses
estaban evacuando, habría podido liquidar sin mayores problemas lo poco que
quedaba de las maltrechas tropas de Hyakutake.
La última ronda de evacuación se produjo en la noche del 7 al 8 de
febrero. Aunque se realizó de noche, recibió igualmente las atenciones de la “Fuerza
Aérea Cactus”, de “Henderson Field”, que pudo dañar un destructor, antes de ser
rechazada por la escolta de “Zeros”. A la 1.30 hrs. del 8 de febrero, la
flotilla de destructores se retiró con 1.972 soldados, incluyendo la fuerza que
había servido de cobertura a la evacuación. Cuando los hombres de la 161ª
División de Infantería del “US Army” reiniciaron su avance, apenas hallaron
unos cuantos soldados japoneses que no podían caminar y mucho menos luchar.
Los comandantes estadounidenses realizaron alguna autocrítica, por
permitir la evacuación de más de 10.000 bajo sus narices y no pudieron más que
admirarse de la eficiencia y hermetismo con que los mandos japoneses pudieron
llevar a cabo la evacuación. Pero los estadounidenses, luego de seis meses de
dura batalla y después de haber pasado más de un año desde Pearl Harbor, podían
celebrar otra victoria, tan decisiva como Midway, y que, junto con esta última,
significaba que la iniciativa pasaba definitivamente a los Aliados en el
Pacífico.
Para el público interno, el gobierno japonés difundió la historia de que
las tropas se habían retirado desde Guadalcanal, porque ya “habían cumplido su
misión”. Sin embargo, aunque pudieron realizar una evacuación exitosa, el final
de la campaña en la isla era un desastre de primera magnitud para el Imperio
Japonés que, a diferencia de Estados Unidos, no tenía capacidad de reponer los
buques, aviones y, sobre todo, el experimentado personal uniformado que había
muerto en Guadalcanal o que había quedado tan malherido, que no podría luchar
de nuevo.
Abajo, los restos de un caza japonés “Mitsubishi A6M – Zero”, derribado
sobre una playa en Guadalcanal, acompañado de algunos botes de transporte
abandonados.