domingo, 5 de febrero de 2017

Hace 75 años. 5 de febrero de 1942. Segunda Guerra Mundial. El Gran Terror (II)

Hace 75 años
5 de febrero de 1942
Segunda Guerra Mundial

El Gran Terror (II)

En el Mediterráneo, la lucha prosigue sin cuartel, para asegurar los suministros de las tropas que luchan en el Norte de África. El 30 de enero de 1942, el submarino británico “HMS Thunderbolt” lanza tres torpedos a un convoy del Eje que navega 6 millas marinas al este de Lefkanda, Grecia. Los tres torpedos fallan, alertando a la lancha torpedera italiana “Solferino”, que contraataca con cargas de profundidad, aunque sin dar tampoco en el blanco. En África del Norte, frente al Mediterráneo, el 30 de enero, Erwin Rommel recibe la promoción al grado de “Generaloberst” (coronel-general), el más alto del escalafón del Ejército Alemán. Al mismo tiempo, las tropas bajo su mando son rebautizadas como “Panzerarmee Afrika” (“Ejército Panzer África”).

En Asia y el Pacífico, Japón conserva la iniciativa. El 30 de enero, las últimas tropas británicas que se mantenían en la Malasia Británica completan su retirada hacia Singapur, dándose inicio al asedio de la plaza fuerte. El 4 de febrero, los defensores rechazarían la primera oferta de rendición japonesa. En Indonesia, ese mismo día, tropas australianas y holandesas que defendían la isla de Ambon, deben retirarse ante la presión de los japoneses. Faltos de apoyo aéreo, los defensores deben abandonar sus posiciones para evitar ser destruidos o capturados. Para el 1 de febrero, a los holandeses no les quedaba más alternativas que rendirse, mientras que unas pocas fuerzas australianas continuaron batiéndose en una desesperada retirada.

En las Filipinas, los hombres del general Douglas MacArthur se aferran a su Fortaleza de Corregidor, con la esperanza de que llegue alguna ayuda. El 3 de febrero, el submarino norteamericano “USS Trout” descarga 3.500 rondas de municiones antiaéreas de 3 pulgadas. Considerando las escasas posibilidades de levantar el cerco japonés, las autoridades militares y civiles deciden embarcar 20 toneladas de oro y plata japonesa en el sumergible.

En Birmania, la campaña va mal también para los Aliados, que deben ceder posiciones, al estar superados en número, armamento y apoyo aéreo. El 31 de enero, el general William Slim, Comandante del “Burma Corps”, emitió un informe a sus superiores, que pedían explicaciones por la serie de derrotas sufridas contra las fuerzas japonesas que invadían Birmania. En el documento, el general Slim hacía notar que, mientras sus tropas contaban con poco más de 30 aviones para cobertura aérea, los japoneses contaban con alrededor de 150 aeronaves. Para marzo de 1942, más de 400 aviones japoneses estarían repletando los cielos birmanos.

Los soviéticos intentan sacar todo el partido que pueden de su contraofensiva, que tuvieron que iniciar de espaldas contra su propia capital. Sin embargo, los alemanes han ido gradualmente estabilizando el frente y los soviéticos están teniendo muchas dificultados para desalojar a los alemanes de las posiciones defensivas que han ido tomando, incluso cuando bolsas de tropas germanas han quedado rodeadas de tropas rusas superiores en número, como ocurriría en Demiansk y Kholm. El Ejército Rojo ha recibido gran cantidad de material de guerra proveniente e Estados Unidos y Gran Bretaña, y sus fábricas siguen produciendo armamento de gran calidad, en grandes cantidades, pero la moral de las tropas aún debe recuperarse del impacto inicial de la invasión alemana. Además, el Ejército Soviético sufrió mucho durante el “Gran Terror”. Miles de oficiales fueron ejecutados o encarcelados, como parte de la última gran purga llevada a cabo por Stalin antes de la guerra contra Alemania.

Los oficiales de las fuerzas armadas fueron una de las categorías de personas más golpeadas por el Gran Terror. Para los historiadores, su represión es un objeto de estudio respecto del cual se cuentan con abundante cantidad de datos precisos. El acoso a los militares empezó el 11 de julio de 1937, cuando la prensa anunció la condena a muerte, por supuesta traición, del mariscal Mijail Tujachevski, el oficial profesional de mayor graduación de la rama terrestre, organizador del Ejército, gran defensor de su motorización, comandante destacado de la guerra civil y que estuvo a un paso de conquistar Varsovia en 1920, luego de expulsar a los polacos de Ucrania. La mayoría de los involucrados en la “conspiración militar” inventada por el NKVD habían sido detenidos desde mayo de 1937 y fueron sometidos a brutales interrogatorios. De hecho, veinte años más tarde, durante la investigación que rehabilitó la memoria de Tujachevski, se encontró que varias páginas de su “confesión” estaban manchadas con sangre.

Como “medios de prueba”, se presentaron una serie de cartas falsas, supuestamente intercambiadas entre Tujachevski y el alto mando alemán. La Gestapo se prestó para corroborar la “evidencia”, sabiendo que era falsa, seguramente esperando algunos favores de Stalin. Cuando, en agosto de 1939, Stalin y Hitler firmaron el Pacto de No Agresión, el NKVD entregaró 570 militantes del Partido Comunista Alemán, que habían buscado refugio de los nazis en la “Patria de los Trabajadores” y que habían sido purgados, junto con varias secciones extranjeras de la “Internacional”, durante el Gran Terror estalinista. El favor quedaría así pagado.

En 1937-1938, prácticamente todo el alto mando del Ejército y de la Marina resultó purgado. De un total estimado de 178.000 oficiales, no menos de 30.000 fueron expulsados, pasando de los cuarteles a los campos de concentración o al paredón. Con su ataque a los militares, Stalin buscaba reestructurar completamente los mandos militares, con elementos jóvenes, que no conservaban memorias de los momentos comprometidos de Stalin y sus secuaces durante la Guerra Civil y la Guerra con Polonia de 1919-1921. Estos “hombres nuevos”, totalmente sometidos a Stalin, no se opondrían a las órdenes del jefe, como sí podría haberlo hecho un hombre como Tujachevski, bolchevique tan veterano (y tan cruel) como el propio Stalin. El tipo de oficial que quedó a cargo del Ejército Rojo, aunque no osaría oponerse a Stalin, tampoco se opondría con fuerza al enemigo en el campo de batalla. En un ambiente lleno de delatores y con la amenaza constante de ser llevado a un campo de concentración, torturado y fusilado, los que conservaron sus puestos no eran seguramente los prototipos de buen líder bélico. En el mejor de los casos, la masiva desaparición de oficiales obligó a colocar hombres relativamente jóvenes en puestos para los que no estaban preparados. Fueron estos oficiales los que condujeron la bochornosa campaña contra Finlandia en 1939-1940 y serían el tipo de oficial que, según muchos reportes del frente, durante el verano de 1941, usualmente preferirían arrancarse las insignias del mando frente a sus subordinados, para sumarse a ellos en la desbandada general, a la primera señal de tropas alemanas.

En la fotografía, los cinco mariscales de la Unión Soviética antes del Gran Terror. De pie, Semión Budionni y Vasili Blücher; sentados, de izquierda a derecha, Mijail Tujachevski, Kliment Voroshilov y Alexander Yegorov. Yegorov, Blücher y Tujachevski serían torturados y ejecutados durante las purgas.




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