Hace 75 años
18 de septiembre de 1941
Segunda Guerra Mundial
El 12 de septiembre de 1941, los comandantes alemanes reportan la primera nevada en el Frente Ruso. Para Alemania, la llegada de la nieve significa que el tiempo para decidir la guerra en el Este, durante este año, se empieza a agotar. Las primeras nevadas y las lluvias de otoño producen la “rasputitsa”, un fenómeno de infiltración de agua en el suelo, que convierte los campos y los caminos en mares de lodo. Las unidades mecanizadas, blindadas y motorizadas del “Deutsches Heer”, de las que tanto han dependido sus resonantes victorias, se atascan en el barro que causa la nieve que se funde mucho antes de poder endurecerse en hielo. Pero ya antes de la llegada de las primeras señales de mal tiempo, la logística alemana estaba empezando a fallar, sobre todo, en cuanto al combustible, que no alcanza para proveer a un ejército en movimiento sobre un territorio tan inmenso como la Unión Soviética. En poco tiempo más, a la falta de gasolina para los “panzer”, se sumará la falta de ropa de invierno para la infantería.
Sin embargo, a pesar de los problemas, los alemanes siguen justificando su fama de ser los mejores soldados desde que marcharon las legiones romanas. En el Norte, el 16 de septiembre, el Cuerpo 41º del Ejército Alemán consigue aislar al 8º Ejército Soviético en torno a la localidad de Oranienbaum, al suroeste de Leningrado, la gran ciudad asediada por Alemania y sus aliados, que ya no podrá contar con esa gran unidad para su defensa. En el sur, en tanto, los rumanos, aliados de los alemanes, siguen avanzando en Odesa, la gran base naval del Mar Negro, que pronto deberá ser abandonada por los rusos. También en Ucrania, los “Panzergruppen” de Guderian y Kleist hacen contacto al este de Kiev, cerrando una gigantesca trampa, dentro de la cual quedan embolsados cinco ejércitos soviéticos. Los alemanes, muy superados en número, no podrán mantener atrapadas a todas las divisiones rusas, que a menudo logran huir fuera del encierro, pero lograrán, de todos modos, efectuar la batalla de cerco más grande de la historia.
El Grupo de Ejércitos Norte tiene a Leningrado bajo sitio, el Grupo de Ejércitos Centro ha recorrido tres cuartas partes de la distancia a Moscú y el Grupo de Ejércitos Sur ha convertido la mayor ciudad de Ucrania, la tercera ciudad del gigantesco Imperio Marxista, en una trampa mortal para cientos de miles de soldados soviéticos. Pero estas victorias espectaculares han venido acompañadas de atrocidades nunca antes vistas en la historia. Detrás de las tropas regulares de la “Wehrmacht”, llegan los “Einsatzgruppen”, los infames grupos de acción especial de la “SS” y la “Gestapo”, encargados de liquidar a la “intelligentsia” de los países ocupados, los judíos, los gitanos, los minusválidos, las organizaciones de resistencia y otros grupos considerados indignos de vivir en el “Reich”. Las víctimas son en su gran mayoría, civiles no combatientes. Uno de los documentos más interesantes —y más macabros— con que cuentan los historiadores es el llamado “Informe Jäger”, presentado el 1 de diciembre de 1941 a sus superiores por Karl Jäger, comandante del “Einsatzkommando 3”, un escuadrón de la muerte que operó en los países bálticos en la segunda mitad de 1941. Con la frialdad propia de los más fanáticos nazis, Jäger va haciendo un conteo de sus “logros”. El 12 de septiembre, en Vilna, Lituania, 3.334 personas son asesinadas por sus fuerzas: 993 varones adultos, 1.670 mujeres y 771 niños, todos judíos. El 17 de septiembre, las víctimas suman 1.271 personas, todos judíos, excepto por 4 dirigentes locales del Partido Comunista, que no alcanzaron a escapar. Pero no sólo en el norte los asesinos de Hitler están activos; a fines de este mes de septiembre, en el epílogo de la gran Batalla de Kiev, se producirá una de las peores matanzas del Holocausto, en el barranco de Babi Yar. La locura y crueldad nazi se superará muchas veces a sí misma hasta mayo de 1945.
El 17 de septiembre de 1941, se produce la primera misión en la que participa un De Havilland “Mosquito”, enviado a tomar fotografías de reconocimiento a gran altitud. El “Mosquito” será uno de los mejores aviones de la guerra y causa de envidia para los alemanes. Fue concebido como un bombardero ligero rápido, capaz de dejar atrás a los cazas enemigos. Su gran velocidad y versatilidad permitió usarlo también como avión de reconocimiento fotográfico e incluso caza, destacando especialmente en el rol de caza nocturno. Hermann Göring, Comandante en Jefe de la “Luftwaffe”, dijo una vez que se volvía “verde y amarillo de la envidia, cuando veo un ‘Mosquito’”. Además de su sobresaliente desempeño, lo que causaba la envidia de Göring era probablemente el hecho de que De Havilland fuera capaz de producir una aeronave tan notable usando sólo madera y pegamento, cuando ya nadie parecía capaz de hacerlo si no era con materiales metálicos. El análisis costo-beneficio era ampliamente favorable al “Mosquito”, que disfrutó del más bajo nivel de pérdidas, a cambio de producir grandes daños al enemigo, cuando se lo comparaba, por ejemplo, con el mucho más grande y más caro bombardero pesado Avro “Lancaster”. Más de 6.700 unidades salieron de las líneas de producción de De Havilland, muchas de las cuales fueron ensambladas en plantas situadas en las naciones de la “Commonwealth”, como Australia y Canadá. Al terminar la contienda, la “Maravilla de Madera” había arrojado 35.000 toneladas de bombas sobre los alemanes y sus aliados, a cambio de sólo 193 aparatos perdidos.
Los alemanes, que no eran precisamente malos en el campo de la aeronáutica, quisieron emular al “Mosquito”. El talentoso Kurt Tank concibió el “Focke-Wulf Fw. TA-154”, pensado para usar sólo materiales no estratégicos, desarrollar variantes de caza nocturna y ataque a tierra, y usar el relativamente pequeño motor Junkers “Jumo 211”, usado en el menudo Junkers Ju-87 “Stuka”. Las pruebas del TA-154 fueron esperanzadoras y parecía que la “Luftwaffe” podría tener su propio “Mosquito”. Sin embargo, antes de poder iniciarse la producción masiva, la “RAF” bombardeó la planta de Tego-Film, donde se fabricaba el pegamento que se usaría para ensamblar el aparato. Los adhesivos sucedáneos nunca fueron tan resistentes como el original, de modo que el TA-154 sufrió tantos accidentes, que incluso la Gestapo llegó a investigar a Kurt Tank como posible saboteador. No más de 50 llegaron a volar y, en general, el desempeño fue pobre, sobre todo, si se lo compara con las brillantes prestaciones del “Mosquito”.
En la fotografía, un De Havilland “Mosquito” en pleno vuelo.
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