Hace 75 años
3 de julio de 1941
Segunda Guerra Mundial
El 1 de julio de 1941, tropas de la “Commonwealth” derrotan a los franceses de Vichy en la Batalla de Palmira. Dos días después, las tropas de Vichy son vencidas nuevamente en Deir ez-Zor. La posición de las tropas que defienden Siria se va haciendo muy difícil de sostener, a medida que aumenta la presión de los británicos y de los “franceses libres”.
En Abisinia, el general Pietro Gazzera rinde su posición en Jimma, uno de los últimos reductos italianos que seguían resistiendo el avance de los británicos sobre el efímero Imperio Italiano de Etiopía. En el otro frente africano, en las ardientes arenas del Sahara, el “Afrika Korps” y las tropas italianas que combaten a su lado mantienen el cerco sobre el vital puerto libio de Tobruk. Las tropas de tierra del Eje poco logran con las incursiones sobre el cinturón defensivo del puerto-fortaleza; además los italianos todavía no han sido capaces de compartir un plano de las defensas, construidas por ellos, para guiar las decisiones de Rommel y sus asesores. Por el momento, el arma más efectiva que tienen los alemanes para presionar las defensas de Tobruk son los bombarderos, especialmente los “Stuka” que, con su ataque en picado, golpean con quirúrgica precisión las posiciones del puerto y de la ciudad, así como las muchas embarcaciones que traen suministros y refuerzos.
En el Frente Ruso, los alemanes avanzan con asombrosa rapidez. Para el 28 de junio, a seis días de iniciada la invasión, la “Wehrmacht” ha alcanzado el corazón de Bielorrusia, rodeando 300.000 soldados soviéticos en una gran bolsa alrededor de Minsk y Byalistok. El 3 de julio, la resistencia organizada cesa al interior del cerco y se produce una de las primeras rendiciones masivas de unidades del Ejército Rojo. El “Grupo de Ejércitos Centro”, una de las grandes agrupaciones de unidades alemanas, es el responsable de lo que ocurre en Bielorrusia, en términos de una serie de éxitos militares sin precedentes y también de una serie de atrocidades cometidas contra prisioneros de guerra soviéticos y contra la población civil. Al comienzo, fue frecuente que las tropas alemanas fueran recibidas como libertadoras, pero este sentimiento fue siendo reemplazado por terror y odio profundo, a medida que la gente de la URSS se daba cuenta de que la campaña nazi no tenía otro propósito que convertir a todos los eslavos en siervos al servicio de la “raza superior”, si es que tenían la suerte de sobrevivir a las brutalidades de la guerra y a las carestías propias de un país devastado.
Más al norte, el Grupo de Ejércitos Norte ocupa Riga, capital de Letonia, el 1 de julio, y se aproxima a Leningrado. En estos días iniciales de julio, tropas finlandesas y alemanas intentan capturar el importante puerto de Murmansk, en el Ártico, pero no tienen éxito. Luego de constatar la lentitud del avance, el mariscal finlandés, Carl Gustaf Emil Mannerheim, ordena retirar sus fuerzas del avance hacia Murmansk, en parte, para evitar involucrar muy profundamente a su país en la aventura militar de Hitler. Los finlandeses ya estuvieron en guerra con los soviéticos en el invierno de 1939-1940. Poco después de iniciarse la invasión alemana a Rusia, las ciudades finlandesas fueron bombardeadas por la aviación soviética el 25 de junio, sin mediar provocación. La valiente Finlandia, pues, se ha visto arrastrada a esta horrible guerra por obra de las dos tiranías totalitarias, pero entiende que tiene poco que ganar en medio de la locura desatada.
Los primeros días y semanas son, para los soviéticos, una catástrofe de proporciones sin igual en la historia militar. En el papel, la superioridad del Ejército Rojo en hombres y armamento era aplastante. Los ineficientes servicios alemanes de inteligencia no lo sabían, pero muy difícilmente habrían conseguido penetrar las defensas rusas si éstas hubieran estado manejadas por personal motivado. Lo que ocurrió, sin embargo, es que la mayor parte de los hombres del “RKKA” —“Raboche-Krestiánskaya Krásnaya Ármiya”, “Ejército Rojo de Obreros y Campesinos”— simplemente desertó o se rindió en masa a la primera oportunidad que tuvo. Un documento desclasificado en los ’90 es muy interesante. Se trata del reporte de acción del mayor general Semión Vasilievich Borzilov, comandante de la 7ª División de Tanques, encuadrada en el 6º Cuerpo Mecanizado, que también alineaba a la 4ª División de Tanques y a las 29ª División Motorizada. El general Borzilov era uno de los tanquistas más experimentados del Ejército Rojo. Al mando de la 20ª Brigada Pesada de Tanques, había penetrado las defensas finlandesas de la “Línea Mannerheim” durante la “Guerra de Invierno” de 1939-1940. El general Borzilov y 20 de sus subordinados recibieron el título de “Héroe de la Unión Soviética” por su desempeño en Finlandia.
El 22 de junio de 1941, la división Borzilov contaba con 51 tanques pesados KV-1, cuyos parámetros de blindaje y armamento no tenían igual en el mundo entero; 150 tanques medianos T-34, que eran medianos comparados con el monstruoso KV-1, pero que eran más resistentes y letales que cualquier tanque alemán; de hecho, el T-34 sería considerado por muchos como el mejor tanque que luchó en la Segunda Guerra Mundial. Los cuadros de la división quedaban completados con 125 BT-5/7 y 42 T-26. Estos dos últimos modelos, más ligeros, eran comparables a la mayoría de los “panzer” alemanes de 1941, pero habían demostrado su valía. Los BT-5 y los BT-7 habían sido protagonistas de primera línea en la victoria obtenida sobre los japoneses, durante la Batalla de Jaljin Gol, en el marco de la guerra fronteriza no declarada, librada en 1939 entre Japón y la URSS. Los “BT”, luego de una durísima marcha por los desiertos de Mongolia, llegaron al campo de batalla en el extremo oriente soviético y superaron sin apelaciones a sus oponentes japoneses. En cuanto a los T-26, eran tanques obsoletos, que podían usarse con éxito sólo contra blancos ligeros; sin embargo, tenían un ilustre historial de combate, como uno de los modelos más usados por las fuerzas blindadas republicanas en la Guerra Civil Española, donde se mostraron muy superiores a las tanquetas italianas y a los ligeros “Panzer I” alemanes, apodados “negrillos” por sus tripulaciones “nacionales”. Se puede concluir que en cuanto a equipamiento, la 7ª División de Tanques del “RKKA” podía considerarse superior a cualquier unidad similar que pudiera alinear en el campo de batalla Alemania o cualquier otra potencia mundial.
De un total inicial de 368 tanques listos para el combate el 22 de junio, para el 26 de junio, la división Borzilov tenía operativos… sólo tres T-34. El mismo informe del general Borzilov casi no menciona contacto con el enemigo, de modo que cientos de tanques se hicieron humo, sin que exista una explicación oficial satisfactoria en los reportes del mando divisionario. Una de las pocas acciones coordinadas en que participaron Borzilov y sus hombres fue una breve contraofensiva conducida conjuntamente con la 4ª División de Tanques en los días 24 y 25 de junio. Las únicas fuerzas alemanas disponibles en el área del contraataque eran fragmentos de dos divisiones de infantería alemana: la 8ª y la 256ª. Estas tropas avanzaban en campo abierto, sin el apoyo inmediato de tanques y sin haber tenido el tiempo de preparar defensas anticarro.
Si se enfrentan, por un lado, el equivalente de una división de infantería y, por el otro, dos divisiones blindadas que sumaban cientos de tanques, con más de 300 correspondientes a KV-1 y T-34, era de esperarse que el destino de los alemanes fuera la muerte o el cautiverio. Sin embargo, luego de perder sólo 18 tanques destruidos por fuego enemigo o averiados, el general Borzilov recibió la orden de retirar sus tropas hacia la línea del río Shara, es decir, 80 a 90 kilómetros hacia el este de donde estaban luchando sus tanques. El orden y disciplina de las unidades, que Borzilov había mantenido a duras penas hasta entonces, se perdió completamente con esta retirada.
En el mismo reporte, Borzilov cuenta que, al darse la orden de retirada, “las unidades partieron en una estampida (…) se hizo un segundo intento por detener las unidades en retirada (…) fue el comienzo de una confusa retirada general”. Fue esta retirada y no las armas ligeras de dos divisiones incompletas alemanas de infantería lo que acabó con dos divisiones soviéticas de tanques armadas hasta los dientes. Al infortunado general Borzilov no le quedó más remedio que relatar en su informe este episodio tan vergonzoso para el Ejército Rojo. Sin embargo, se cuidó mucho de registrar que la causa principal para que sus cientos de tanques se convirtieran en sólo tres fue una supuesta falta de combustible. Sin embargo, era sólo un intento por disculpar a sus hombres que, además de huir desde el campo de batalla en una estampida de pánico, dejaron abandonado casi todo el material de guerra de la división. No obstante, los cálculos aparecidos en documentos desclasificados y estudiados por el historiador ruso, Mark Solonin, muestran que las matemáticas contradicen la afirmación del general Borzilov. Los gigantescos KV-1 y los anticuados T-26 mostraban los peores rendimientos de combustible de entre los modelos de tanques de la división, con 170 y 180 kilómetros de alcance, respectivamente, por cada carga completa de diésel. El 22 de junio, los tanques de la división tenían una carga completa en sus estanques y recibieron otra durante el curso de las acciones ocurridas hasta el 26. La división además llevaba consigo tres cargas disponibles inmediatamente para sus vehículos de combate. Si pensamos que los tanques de Borzilov no recorrieron más de 250 kilómetros en esos días, la falta de petróleo no pudo ser el motivo para abandonar los tanques en el campo.
Por lo demás, el alto mando soviético llevaba meses preparando su propia ofensiva sobre Europa, de modo que el territorio del Distrito Militar Especial Occidental estaba plagado de depósitos de combustible a intervalos que no superaban los 80 kilómetros. Además de los tanques abandonados, estos depósitos de combustible, dejados a merced del avance alemán, fueron muy útiles para las tropas invasoras, que pudieron cubrir alrededor de un tercio de sus necesidades de carburante con las existencias de los depósitos soviéticos capturados, de acuerdo a un reporte del 1 de julio de 1941 del Jefe del Estado Mayor del Ejército Alemán, general Franz Halder.
En la fotografía, una columna de vehículos alemanes atraviesa un poblado soviético, en algún momento de junio de 1941. A la izquierda, se ven los restos abandonados de un auto blindado soviético “BA-10”. En el inventario de una división soviética de tanques, como era el caso de la unidad mandada por Borzilov, debían contarse 95 automóviles blindados, concebidos para exploración, entre otras tareas. De esas 95 unidades, 39 correspondían al modelo “BA-20”, armado con una ametralladora, y 56 al modelo “BA-10”, como el de la foto, armado con un cañón de 45 milímetros. Para comparar, el “Panzer III”, que formaba el modelo más abundante en las divisiones blindadas alemanas y cuyo destino original era destruir blindados enemigos, montaba una pieza de 37 milímetros al inicio de la guerra, que fue reemplazada por otra de 50 milímetros en versiones posteriores. Este contraste nos permite evaluar la importante adición en poder de fuego que estos vehículos ligeros suponían en el total de una división de tanques soviética, ya muy bien provista, en este aspecto, por los tanques propiamente tales.
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