sábado, 23 de julio de 2016

Hace 75 años. 24 de julio de 1941. Segunda Guerra Mundial



Hace 75 años
24 de julio de 1941
Segunda Guerra Mundial

En uno de sus famosos discursos para la Europa ocupada, transmitido por la BBC, el Primer Ministro Británico, Winston Churchill, inicia la campaña de la “V de Victoria”. El mismo Churchill adoptaría el ademán de hacer la “V” con el dedo índice y el mayor como uno de sus gestos más característicos. Al mismo tiempo, la BBC adoptó las primeras cuatro notas de la 5ª Sinfonía de Beethoven como cortina para iniciar la transmisión de sus servicios continentales, que llevaban información y, sobre todo, esperanza a los miles de europeos que padecían bajo la tiranía nazi. Además de ser fácilmente reconocible por el público, las tres notas cortas y una larga, con que se inicia la “Quinta”, coinciden con la combinación en código Morse para “victoria”. Los alemanes intentaron adoptar el signo de la “V” y la idea general para ellos mismos, pero no lograron el mismo impacto.

Los alemanes no son capaces de vencer a los británicos en las campañas de publicitarias. Han perdido demasiado crédito invadiendo naciones vecinas sin declararles la guerra, arrasando sus ciudades con terribles bombardeos y cometiendo atrocidades contra los prisioneros de guerra y la población civil de los territorios ocupados, en especial contra los judíos y otras minorías. Estos abusos se intensifican a medida que avanza la invasión a Rusia, donde el componente ideológico y racial de la lucha es exacerbado por los nazis, que consiguen la colaboración, más o menos entusiasta, de los oficiales del Ejército para las “limpiezas” de retaguardia.

Pero en la campaña real, esa que se disputa usando fusiles, los alemanes llevan la delantera en estos días de julio de 1941. El 16, los tanques del general Heinz Guderian llegan hasta Smolensk, desde donde pueden amenazar Moscú, si siguen avanzando. Dentro de pocos días, Hitler ordenará que una parte importante de sus “panzer” sean desviados hacia Ucrania, perdiendo un tiempo precioso que, de otro modo, pudo significar la conquista de la capital soviética antes de la llegada del temido invierno ruso. De todos modos, en el centro del gigantesco Frente Oriental, los alemanes siguen ganando terreno, gracias a su determinación y al hecho de que grandes unidades del “RKKA”, el Ejército Rojo, se desintegran casi sin disparar un tiro. Así, el 23 de julio, la “Wehrmacht” hace suya Brest-Litovsk, la ciudad polaca (hoy bielorrusa) donde alemanes y rusos soviéticos firmaron el tratado que puso fin a la guerra anterior entre ambas naciones, en 1917. En ese entonces, los bolcheviques, aún inestables en el poder, accedieron a hacer tremendas concesiones, en un arreglo que León Trotsky llamó la “paz asquerosa”, a cambio de asegurar la supervivencia de Rusia. Pero ahora, en 1941, todo parece indicar que no habrá acuerdo y, cuando la guerra termina, será en Moscú… o en Berlín.

En la noche del 21 de julio, la “Luftwaffe” bombardea Moscú por primera vez. Los alemanes hacen alardes propagandísticos, pero el efecto de las incursiones es muy limitado. Entre el 21 de julio y el 15 de agosto, la aviación alemana ejecutó 18 ataques sobre la capital soviética. Según Mark Solonin, los puestos soviéticos de observación registraron 1.700 misiones enemigas de combate, pero sólo 70 bombarderos germanos pudieron penetrar el cinturón defensivo moscovita, compuesto por un formidable sistema de artillería antiaérea y por 29 regimientos de aviación, que alineaban 585 cazas, lo que significa que, sólo en Moscú, la aviación soviética disponía de casi tantos cazas como los que la “Luftwaffe” tenía desplegados a lo largo de todo el frente. Y sigue siendo raro que muchos historiadores sigan repitiendo que la aviación soviética fue destruida en un primer ataque masivo alemán al iniciarse la campaña. En fin… No fue casual que los alemanes nunca se atrevieran a realizar bombardeos diurnos sobre Moscú. Por lo demás, el objetivo de los ataques no era otro que entorpecer el funcionamiento cotidiano de la ciudad y embrollar una eventual evacuación de la población, de los servicios, de la industria y de las autoridades gubernamentales. Para fines de julio, los alemanes habían recorrido casi dos tercios de la distancia entre Brest y Moscú, esperando recorrer el último tercio a la misma velocidad que habían logrado en los otros dos, de modo que una campaña de bombardeo de desgaste no tenía ningún sentido contra una ciudad que esperaban capturar con sus fuerzas de tierra dentro de pocas semanas.

La directiva, firmada por Hitler, que ordenaba la “Operación Barbarroja”, encomendaba a la “Wehrmacht” la misión de destruir las principales fuerzas militares rusas mediante “atrevidas operaciones, a través de movimientos rápidos, profundos hacia delante, de las cuñas de tanques.” Para mediados de julio, esa tarea parecía conseguida y la debacle del Ejército Rojo era de tal magnitud que nadie, en su sano juicio, podía esperar que el desenlace de la campaña fuera otra cosa que la total victoria alemana sobre la Unión Soviética. Para la segunda quincena de julio de 1941, más de 70 divisiones rusas habían sido aplastadas, empujadas alrededor de 400 kilómetros detrás de su propia frontera, dispersadas en los bosques o tomadas prisioneras. Los distritos militares soviéticos del Oeste, del Báltico y del Noroeste desaparecieron casi del todo, incluso tras recibir el refuerzo de 60 divisiones frescas que llegaron al campo de batalla desde el inicio de la campaña hasta mediados de julio y que, al igual que la mayoría de sus camaradas, huyeron o se dispersaron a la primera señal de lucha real. La mayoría de las poderosas fortificaciones defensivas soviéticas, levantadas con tanto esfuerzo en los años ’30, fueron abandonadas, al punto de que los alemanes casi ni se dieron cuenta de su existencia, salvo en Minsk, uno de los pocos puntos donde hubo dura lucha y donde los alemanes tuvieron que adoptar formación de combate, en vez del desfile que habían protagonizado durante gran parte del trayecto recorrido.

Para el 11 de julio, los frentes Noroeste, Oeste y Suroeste del “RKKA” habían perdido 11.700 tanques, 19.000 cañones y morteros, alrededor de 1.000.000 de armas de infantería, con un conteo de 749.000 bajas, contra 64.000 bajas alemanas, en términos de personal, y 503 tanques alemanes dañados más allá de reparación. Si agregamos la pérdida de 21 cañones de asalto “Stug III” y 92 tanquetas “Panzer I”, la proporción entre las pérdidas alemanas y rusas en tanques es de 1 a 19, mientras que, en personal, es de 1 a 12.

Los comandantes alemanes ya preparaban sus uniformes de gala para el desfile de la victoria en Leningrado y en Moscú. Hitler ya hacía cálculos sobre cómo alimentar Alemania con el trigo ucraniano y abastecer sus tanques con el petróleo del Cáucaso. La URSS podía ser salvada sólo con un milagro, que seguramente los ateos comunistas no iban a pedir, o mediante una gran estupidez de Hitler. La estupidez o, mejor dicho, una serie de estupideces, de parte de Hitler, evitaron la victoria total de Alemania en 1941.

En la fotografía, Hitler aparece acompañado del coronel Werner Mölders (izquierda), célebre “as” de la “Luftwaffe”; el mariscal Wilhelm Keitel (centro), jefe del Estado Mayor que coordinaba a todas las Fuerzas Armadas (“Wehrmacht”) del “Reich”; y del mariscal Hermann Göring (izquierda), Comandante en Jefe de la aviación germana. La imagen fue capturada en el “cubil del lobo”, el cuartel general usado por Hitler en Rastenburg, Prusia Oriental, para dirigir la guerra.


 

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