domingo, 12 de junio de 2016

Hace 100 años. 12 de junio de 1916. Primera Guerra Mundial



Hace 100 años
12 de junio de 1916
Primera Guerra Mundial

El 6 de junio de 1916, fallece Yuan Shi Kai, uno de los tantos caudillos que protagonizó la caída de la centenaria monarquía tradicional china, aunque él mismo realizó un breve e infructuoso intento de restauración, con él mismo como emperador. China llegará a declarar la guerra a Alemania en 1917 y será formalmente partícipe de la contienda, aunque su papel será muy secundario, debido a la debilidad y desorden interno que la aquejan. Los chinos deberán pasar por muchas vicisitudes y sufrimientos, antes de recuperar su sitial de gran potencia, a fines del siglo XX.

En el Frente Oriental europeo, Aleksei Brusilov prosigue su ofensiva. Los resultados de los primeros días del ataque han sido prometedores. El “Ejército Real e Imperial” de Austria-Hungría, que está abarcando mucho más de lo que es capaz, no puede resistir el empuje de los rusos. El 8 de junio, las tropas de Brusilov ocupan Lutsk, en Galitzia. El comandante austriaco, archiduque José Fernando, apenas escapa antes de que los rusos abrumen las defensas y hagan suya la ciudad, lo que habla de la velocidad del avance ruso. Sin embargo, el sector norte del frente está a cargo del general Aleksei Evert, que favorece una estrategia defensiva y no imprime el mismo ritmo a su sector del frente, dando tiempo a los alemanes para usar su excelente red ferroviaria y traer refuerzos desde otros frentes. Al mismo tiempo, los austriacos acceden a detener la ofensiva que están desarrollando contra los italianos en los Alpes y también refuerzan su sector, que parece a punto de colapsar. Las medidas de urgencia adoptadas por el mando austro-alemán evitarán la derrota total de Austria-Hungría, pero ésta ha perdido decenas de miles de hombres que no tiene manera de reemplazar. Rusia ha dado a las tropas del anciano Francisco José un golpe del que ya no se recuperarán.

En estos días de junio de 1916, estalla la llamada Revuelta Árabe contra los turcos. La figura central en la revuelta será Husayn ibn Alí, Jerife de La Meca. La Meca y Medina, ciudades santas musulmanas, estaban al cuidado del jerife, una posición desempeñada por la familia de Husayn, subordinada al califato que ostentaba, hasta entonces, el Sultán de Turquía. Durante siglos, la minoría turca había liderado gran parte del mundo musulmán contando con la lealtad de los árabes, gracias al hecho de que los otomanos supieron tolerar e incluso alentar la diversidad religiosa y cultural de sus muchos súbditos. El movimiento de los “Jóvenes Turcos”, que buscaba restaurar la antigua gloria del viejo y decadente Imperio Otomano, quiso fortalecer el nacionalismo turco, reprimiendo, en muchas ocasiones, las manifestaciones particularistas de sus súbditos árabes. Al entrar el Imperio en la Primera Guerra Mundial, la represión contra los líderes autonomistas árabes se hizo más fuerte y los más desafiantes fueron incluso encarcelados y ejecutados.

Al comienzo de la guerra, Husayn se mostró leal con el Sultán, pero se le mostró evidencia de que el gobierno turco procuraba reemplazar a su familia, la Casa Hachemita, por una familia rival. La represión ejercida contra los líderes árabes en Damasco lo hicieron temer por su vida y finalmente los hijos de Husayn lo convencieron de la necesidad de apartarse de un gobierno imperial otomano que se había vuelto dominado por el nacionalismo turco, además de decadente y condenado a la desintegración si Alemania perdía la guerra.

Otro antecedente importante, es que los británicos habían estado sondeando a los líderes árabes desde 1915, especialmente a Husayn y sus hijos, cuya autoridad moral resultaba clave para el éxito del movimiento. El Jerife intercambió una serie de cartas con el Alto Comisionado Británico en Egipto, sir Henry McMahon, en lo que se conoció como la “Correspondencia McMahon-Husayn”. En el punto cúlmine de estos documentos, McMahon prometió a Husayn el apoyo militar del Imperio Británico en un alzamiento árabe contra la autoridad turca y, lo más importante, el respaldo diplomático para establecer una nación panárabe, extendida desde el norte de Siria hasta el extremo sur de la península arábiga. La promesa empeñada por McMahon era una que Londres y París nunca tuvieron real intención real de cumplir, como demostraría el tristemente célebre Acuerdo Sykes-Picot, que contradecía los términos de lo prometido a los árabes y también entraría en conflicto con lo que, más tarde, se prometería a los líderes sionistas, que deseaban crear un hogar nacional judío en el Medio Oriente.

En los días 5 y 6 de junio de 1916, los hijos de Husayn, emires Alí y Faisal, intentaron hacerse con el control de la ciudad santa de Medina, aunque fueron rechazados por la guarnición turca, tras violenta lucha. El 10 de julio, la revuelta fue sancionada oficialmente por el Jerife, cuando ordenó a sus seguidores atacar las tropas acantonadas en La Meca. Seguiría, en lo inmediato, una batalla terrible, que duraría un mes, en las calles de la ciudad más santa del Islam. Y, en el mediano plazo, una dura y larga lucha para sacudirse la tutela turca, donde llegaría a brillar uno de los personajes más reconocidos de la Gran Guerra, el capitán T.E. Lawrence, que pasaría a la historia y al mito como “Lawrence de Arabia.”

En la imagen, milicianos árabes montados. Además de un pequeño núcleo de soldados regulares árabes, la rebelión extrajo la mayor parte de sus tropas de este tipo de hombres, buenos conocedores del terreno y temibles combatientes, aunque a menudo difíciles de dirigir.


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