Hace 100 años
26 de junio de 1916
Primera Guerra Mundial
El 21 de junio de 1916, la artillería pesada alemana concentraba su fuego sobre el pequeño fuerte de Thiaumont, en el teatro de operaciones de Verdún. Más que un fuerte propiamente dicho, como Duaumont o Vaux, Thiaumont era sólo una fortificación menor, destinada a cubrir los vacíos que pudieran generarse en la cobertura de las fortificaciones mayores y servir de enlace en el sistema general defensivo de Verdún. Para cumplir con su propósito, la posición estaba diseñada para contar con un par de ametralladoras y guarecer a 50 hombres. Por otro lado, la ubicación del fortín era importante estratégicamente, al proteger las alturas que se elevan en dirección sureste, formando la última línea de defensa antes del río Mosa y el poblado de Verdún. La posición también flanqueaba la villa de Fleury, que se transformaría en escenario de intensos combates en las semanas siguientes.
Tras machacar el fortín de Thiaumont con proyectiles de 420 milímetros, los alemanes utilizaron gases tóxicos para reducir a la guarnición. Finalmente, el 23 de junio, el 10º Regimiento de Bavaria asaltó y abrumó a los defensores franceses. Poco después, el pueblo de Fleury cayó en manos de los alemanes, marcando el punto de máximo avance alemán en la Batalla de Verdún. En los siguientes tres meses, ambos bandos, sabedores de la importancia del fortín, sacrificarían miles de soldados en defenderlo y reconquistarlo, una y otra vez.
En el Frente Oriental, Aleksei Brusilov sigue empujando a los austrohúngaros hacia el oeste, virtualmente expulsados de la Bukovina, que vuelve a manos de los atacantes rusos. El resuelto ataque de las tropas del Zar consigue avanzar muchos kilómetros y causa decenas de miles de bajas a los Imperios Centrales, especialmente a Austria-Hungría, de las que nunca podrá ésta recuperarse del todo. La presión ejercida por el ejército del general Brusilov obliga además a los propios austriacos a debilitar el frente alpino, dando un muy necesario respiro a los italianos, que vuelven a saborear lo que significa el avance. Hasta los alemanes, que han sido mucho menos presionados en su sector del frente, se ven en la obligación de trasladar tropas desde el Frente Occidental, a pesar de la agobiante necesidad de reservas que impone la sangrienta Batalla de Verdún. En los otros frentes donde está comprometida, Rusia también avanza, pero es muy temprano para pensar que estas victorias puedan ser decisivas para el gigantesco Imperio de los Zares, afectado por fuerzas centrífugas y tendencias revolucionarias, que serán liberadas por los sacrificios que impone la guerra.
El 21 de junio de 1916, son evacuadas las conclusiones de la Conferencia Económica de París, en la que se reunieron representantes de las potencias de la Entente. La cita tenía como objetivo coordinar los esfuerzos de las economías de Italia, Gran Bretaña, Rusia y Francia, a fin de asfixiar la economía de los Imperios Centrales, especialmente la alemana. La conferencia también apuntaba a aislar a Alemania de los mercados y el comercio internacional una vez que acabara la guerra, como una manera de evitar que el “Reich” volviera a ser una amenaza en el futuro. Durante la conferencia, el Primer Ministro Británico, Herbert Asquith, afirmó que esta guerra no era meramente una lucha entre ejércitos, sino también de recursos económicos y materiales. El control de los océanos permitió a Gran Bretaña y Francia mantenerse conectadas con los mercados y las fuentes de materias primas, a diferencia de Alemania y sus aliados, que quedaban más aislados del resto del mundo, a medida que pasaban los meses y la guerra se prolongaba.
El Imperio Británico y la Tercera República Francesa sobrevivieron, a diferencia de lo que ocurrió con la mayoría de los otros gobiernos, aliados y adversarios. El costo pagado fue, sin embargo, muy alto. Al iniciarse la Gran Guerra, Gran Bretaña era la mayor potencia económica del mundo. Con rápido crecimiento y un vastísimo Imperio a su disposición, la “Rubia Albión” era una nación próspera y con muchos recursos. Sin embargo, al igual que la mayoría de los contendientes, no contaba con una guerra larga y su economía no estaba ajustada para una prueba tan desafiante. La primera medida para hacer frente a los inmensos gastos de la guerra consistió en elevar los impuestos. En 1913, un 2% de la población británica pagaba impuestos a la renta. Esa cantidad se cuadruplicaría para 1918.
El dinero prestado fue otra fuente de financiamiento. En el frente interno, masivas campañas de venta de bonos fueron impulsadas para alentar al público a colaborar con el esfuerzo de la guerra. Los préstamos internacionales fueron otro de los mecanismos usados para financiar el esfuerzo bélico, especialmente de Estados Unidos, que pasó de ser deudor a convertirse en el principal acreedor de Europa. Por último, también se recurrió a imprimir dinero inorgánicamente, aunque ello incidiera en una creciente presión inflacionaria.
En lo inmediato, Gran Bretaña consiguió financiar la guerra y, a la larga, la victoria, pero su economía no volvería a recuperar el dinamismo de antes de la contienda.
En el póster de abajo, rodeando los rostros de un marinero y un soldado, se lee el siguiente mensaje: “Tú compra bonos de guerra. Nosotros hacemos el resto”.