Hace 75 años
15 de mayo de 1941
Segunda Guerra Mundial
Gran Bretaña y sus enemigos no se dan tregua en la lucha por el control de los mares. El 9 de mayo, en el frío Atlántico, el convoy aliado OB-318 pierde tres cargueros. Sin embargo, la reacción de los navíos de escolta daña seriamente dos submarinos alemanes y resulta en la captura de una máquina decodificadora “Enigma”, a bordo del “U-201”. Ese mismo día, frente a Sierra Leona, el submarino alemán “U-103” y el submarino italiano “Tazzoli”, consiguen hundir un carguero aliado cada uno. Y no sólo los submarinos son peligrosos: frente a Malta, el carguero británico “Empire Song” impacta dos minas, lamentando la pérdida de 18 tripulantes y 57 tanques destinados a reforzar las fuerzas de la “Commonwealth”, que se baten con el ejército africano de Rommel. El 12 de mayo, no obstante, otro convoy aliado consigue llegar hasta Alejandría, cargando 135 tanques de infantería, 82 tanques “cruiser”, 21 blindados ligeros y 43 cazas “Hurricane”.
Se lucha en los mares, se lucha en África, se lucha en los Balcanes y, dentro de poco, en las interminables extensiones de la Unión Soviética. Y también la guerra se disputa en los laboratorios. El 10 de mayo, los alemanes consiguen que uno de sus motores de cohete alcance la velocidad de 1.002 kilómetros por hora, durante una prueba. Es un paso hacia las fabulosas armas que la Alemania Nazi desplegará hacia el final de la guerra: los cohetes “V-1”, las bombas “V-2” y el temido caza a reacción “Messerschmitt Me-202”, que asombrarán al mundo, pero llegarán demasiado tarde como para dar a Hitler una victoria decisiva. Los británicos, en tanto, también consiguen notables avances tecnológicos. El 10 de mayo de 1941, el prototipo de motor a reacción, diseñado por Gloster Aircraft Company, realiza su primer vuelo de prueba, con el teniente Gerry Sayer a los mandos. Es el antecedente del “Gloster Meteor”, el primer avión a reacción británico, que entrará en servicio hacia el final de la guerra y luchará también en la Guerra de Corea.
Los cielos de Europa siguen siendo escenario de la batalla aérea entre la “Luftwaffe” y la “RAF”. El 9, la aviación alemana causa serias bajas y daños en la base aérea de Waddington, en Lincolnshire, Inglaterra. Gran Bretaña está fuera de una Europa dominada por el nazismo y sus ejércitos acaban de ser derrotados de nuevo en Grecia y Yugoslavia. Dos capitales aliadas más han sido ocupadas por Alemania, que se prepara para lanzar un espectacular asalto aerotransportado sobre Creta. Pero el “III Reich” no acaba de dar el golpe decisivo a un Imperio Británico que puede equipar apenas un ejército en África, pero que sigue siendo amo de los océanos y disputa, golpe a golpe, el control de los cielos europeos. En estos días, la “RAF” bombardea Hamburgo, Cuxhaven, Berlín y Hannover.
En África, hay dos grandes frentes abiertos. En Abisinia, una de las últimas guarniciones italianas está rodeada en la fortaleza montañosa de Amba Alagi. Son más de 7.000 hombres de las tropas coloniales italianas, mandadas por el caballeresco Duque de Aosta, otrora Virrey y comandante militar del efímero Imperio Italiano de África Oriental. El 15 de mayo, una bomba de artillería británica destruye un tanque de combustible, cuyo contenido se filtra en las últimas reservas de agua potable de los defensores. Hace ya algunos días que Addis Abeba, la capital etíope, ha caído y los italianos no tienen ninguna posibilidad de recibir refuerzos o suministros desde la metrópoli. El tiempo parece acabárseles.
En el norte del continente africano, las cosas van un poco mejor para el Eje, que cuenta con comandantes muy capaces, especialmente Erwin Rommel, y tiene a las fuerzas de la “Commonwealth” luchando a la defensiva en la frontera egipcio-libia y en la asediada fortaleza-puerto de Tobruk. En tierra, el “Afrika Korps” y el “Regio Esercito Italiano” enfrentan una fuerza multinacional, bajo la bandera del Imperio Británico, donde confluyen británicos, indios, australianos, neozelandeses, sudafricanos y franceses libres. Contingentes de la Europa ocupada también harán acto de presencia en África, polacos y checos, especialmente, así como judíos y árabes de Palestina. El 12 de mayo, en un duelo típico del asedio de Tobruk, cuatro docenas de “Stukas” se ceban sobre el cañonero “HMS Ladybird”. El cañonero es dañado y empieza a hundirse, pero el fondo bajo del mar africano detiene su hundimiento, al punto de que sus baterías siguen escupiendo fuego a los “Stukas” como poseídas por mil demonios. El “Ladybird” no podrá moverse durante un tiempo, pero seguirá siendo una batería antiaérea y de apoyo a la infantería, mientras se realizan las reparaciones. Al felicitar a la valiente tripulación, el almirante Andrew Cunningham sostiene que su coraje es una “inspiración para todo aquel que lucha en los mares”.
El 10 de mayo de 1941, se produce uno de los episodios más curiosos de la guerra, llamado a causar controversia hasta mucho después del final de la misma. Ese día, Rudolf Hess, tercer hombre del “Reich”, delegado de Hitler para el Partido Nazi, sed dejó caer en paracaídas sobre Gran Bretaña, supuestamente para intentar negociar un arreglo de paz entre Alemania y el Reino Unido. Según parece, Hess estaba muy preocupado por la posibilidad de que los alemanes tuvieran que enfrentar una guerra en dos frentes simultáneos, con la invasión de Rusia a unas pocas semanas de iniciarse y los británicos aún rehusándose a negociar un final a la guerra, a pesar de sus numerosas derrotas militares. Hess supuso que la única manera de poner fin a la guerra con los británicos era que él mismo fuera hasta Gran Bretaña y se entrevistara con las autoridades. Por sugerencia de su antiguo profesor, Karl Haushofer, Hess había escrito alguna carta en este sentido a Douglas Douglas-Hamilton, duque de Hamilton, con quien compartía su interés por la aviación y a quien suponía erróneamente líder de un partido opositor a la guerra con Alemania. Sin embargo, Hamilton nunca respondió a las cartas de Hess y siempre afirmó que nunca supo, ni quiso arreglar un encuentro con el alemán.
A las 17.45 horas del 10 de mayo, Hess despegó a bordo de un caza pesado “Messerschmitt Bf-110”, modificado para llegar hasta su destino. Poco después de las 23.00 horas, Hess estaba falto de combustible y no había podido ubicar su punto de llegada, “Dungavel House”, donde esperaba encontrar al duque. Extraviado, a punto de quedarse sin carburante y perseguido por aparatos de la “RAF”, Hess decidió lanzarse en paracaídas sobre el campo escocés, al sur de Glasgow, donde fue encontrado por un labrador, que lo encontró todavía tratando de desprenderse de su paracaídas y con el tobillo lesionado. Consiguió entrevistarse brevemente con Hamilton, que se encontraba de servicio en una base aérea cercana, pero ese encuentro, así como los que sostuvo con otras autoridades británicas, no tuvo el efecto que él buscaba.
Aunque los especialistas que examinaron a Hess no pudieron calificarlo como derechamente loco, sí establecieron que sufría de paranoia, hipocondría y, en general, inestabilidad mental. Es posible que su misión de paz fuera expresión de una tendencia a la megalomanía, muy extendida en los jerarcas del Partido Nazi, sobre todo, en esos años de victorias resonantes de 1939-1942. Hess había sido muy cercano a Hitler, desde mucho antes de que llegara al poder. Lo acompañó en prisión y lo ayudó a redactar “Mein Kampf”, “Mi Lucha”, el libro escrito por el tirano luego de su fallido intento de golpe de Estado en Múnich. Su posición como delegado del “Führer” en el todopoderoso partido lo convertía en tercero de la sucesión de Hitler, sólo por detrás de Hermann Göring. Para Hitler, la inesperada aventura de Hess fue sentida como una imperdonable traición personal.
Hess pasó el resto de la guerra como prisionero de guerra y se sentó en el banquillo de los acusados durante el juicio de Núremberg, en 1945, donde fue condenado a prisión perpetua por crímenes contra la paz y por conspirar con otros individuos para cometer crímenes. Rudolf Hess murió a los 93 años en la cárcel de Spandau, en Berlín Occidental. Las autoridades responsables de la prisión declararon que la causa oficial de muerte era el suicidio, usando un cable eléctrico para colgarse. Sin embargo, la avanzada edad de Hess hacía dudoso que tuviera la capacidad de ahorcarse a sí mismo. Si tenía algún secreto incómodo que pudiera revelar luego de una eventual liberación, con la Guerra Fría a punto de terminar, Hess se lo llevó a la tumba. La cárcel de Spandau fue demolida, a fin de evitar que se convirtiera en centro de peregrinación para los movimientos Neo-Nazis.
En la fotografía, de izquierda a derecha, durante el juicio de Núremberg, aparecen Hermann Göring, jefe de la “Luftwaffe”; Rudofl Hess; Joachim von Ribbentrop, Ministro de Relaciones Exteriores de la Alemania Nazi, y el mariscal Wilhelm Keitel, jefe del “Oberkommando der Wehrmacht”, el alto mando encargado de coordinar a las tres ramas de las fuerzas armadas alemanas durante la guerra. De los tres, sólo Hess sobrevivió a los juicios. Ribbentrop y Keitel fueron ahorcados, mientras que Göring se suicidó en su celda, para evitar la ignominia de la horca.
Imagen tomada de http://media.gettyimages.com/photos/circa-1946-rudolf-hess-rests-his-hands-over-the-bench-during-the-war-picture-id3312634
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