domingo, 20 de septiembre de 2015

Hace 100 años. 20 de septiembre de 1915. Primera Guerra Mundial



Hace 100 años

20 de septiembre de 1915
Primera Guerra Mundial

Los rusos, por fin, consiguen un pequeño éxito frente a la ofensiva austro-alemana. En Tarnopol (actual Ucrania), los primeros consiguen frenar a los invasores y les causan numerosas bajas. De todos modos, el Ejército Ruso no tiene, por el momento, la capacidad de emprender un contraataque de largo aliento y el Zar Nicolás debe conformarse con frenar al enemigo en acciones limitadas. Por lo demás, las fuerzas de Alemania y Austria-Hungría consiguen conquistar Pinsk (actual Bielorrusia) y Vilna, la principal ciudad de Lituania, en ese entonces, parte del Imperio de los Romanov.

Como es tradición, el 19 de septiembre de 1915, nuestras Fuerzas Armadas chilenas se presentan en la Parada Militar, como parte de la celebración de las Fiestas Patrias. La clase política, dominada por la oligarquía parlamentarista y encabezada por el Presidente Ramón Barros Luco, recibe los homenajes marciales de las tropas. El Ejército había recibido un profundo proceso de modernización y contaba con armamento de buen estándar, comparable al usado en Europa. La influencia alemana estaba en su punto álgido y, en general, era una fuerza bien preparada y profesional, que incluso era frecuentemente invitada a instruir a sus similares de Latinoamérica. El Ejército de Chile, ya prusianizado para 1914, había sido también, pues, vehículo para prusianizar muchas otras fuerzas del hemisferio, que recibieron asimismo una doctrina militar chilena adaptada del original alemán.

La Armada podía alinear seis buques capitales: el acorazado “Capitán Prat”; cuatro cruceros protegidos: “Esmeralda”, “Blanco Encalada”, “Ministro Zenteno” y “Chacabuco”; el crucero acorazado “O’Higgins” y un número suficiente de torpederos y destructores, apoyados por escampavías y buques auxiliares. Era una fuerza respetable, capaz de disuadir a los vecinos de cualquier aventura irreflexiva. Los buques capitales eran relativamente nuevos, siendo el más antiguo el “Capitán Prat”, que entró en servicio en 1893. Sin embargo, los avances en la tecnología naval habían sido tan vertiginosos, que las unidades navales nacionales podían considerarse obsoletas en muchos aspectos, sobre todo, comparados con las escuadras más potentes de las potencias europeas. Poco antes de estallar la Gran Guerra, para mantenerse como poder naval hegemónico en el Pacífico, Chile había encargado la construcción de dos “dreadnoughts”, varios submarinos y destructores modernos, pero esas unidades fueron requisadas por los británicos, que las necesitaban desesperadamente para usarlas contra la potente flota alemana.

La Armada, de todos modos, al menos en teoría, tenía la capacidad de hacer respetar la neutralidad chilena, en caso de que fuera vulnerada por alguno de los beligerantes, porque las unidades navales que pudieran desplegar las potencias en guerra serían de carácter secundario, encuadradas en sus flotas coloniales, de acoso al comercio enemigo y de protección del propio. No obstante, cuando se produjeron violaciones de la neutralidad chilena, el Gobierno se limitó sólo a las protestas diplomáticas y nunca se planteó la posibilidad de hacer uso o de amenazar con hacer uso de la fuerza. Esta postura fue la adoptada ante la serie de eventos que rodearon la llegada de la Flota Alemana del Lejano Oriente a Isla de Pascua y sus enfrentamientos con buques de la “Royal Navy”, hasta el hundimiento del “SMS Dresden” en la Batalla de Más a Tierra.

La población chilena tenía sentimientos de simpatía divididos en relación con los beligerantes y eso se reflejaba incluso en las Fuerzas Armadas. El Ejército había recibido fuerte influencia alemana, mientras que la Armada tenía gran cercanía con Gran Bretaña, aunque también fue objeto de influencias germanas. Cualquier acción temeraria, que arriesgara la neutralidad nacional, comprometería esos sentimientos divididos. Por otro lado, más allá de que las violaciones a la neutralidad pudieran ser irritantes, no tenían mayores consecuencias y Chile no tenía intereses vitales involucrados en la Guerra Mundial cuando estalló en 1914. Los incidentes ocurridos en nuestras aguas tampoco habían cambiado ese escenario.

La mentalidad de la clase política y la política de defensa chilenas estaban orientadas exclusivamente hacia las relaciones con los vecinos y las amenazas que pudieran venir desde las fronteras terrestres. A pesar de tener una Marina relativamente poderosa, capaz de hacerse respetar por cualquiera, y de contar con un Ejército igualmente fuerte, era poco esperable que Chile reaccionara con demasiada violencia a las intromisiones británicas y alemanas que además no comprometían los recursos ni los intereses nacionales vitales.

En la fotografía, se ve un aspecto de la Parada Militar de 1915. Fue justamente en febrero de ese año y en la administración Barros Luco que, por la Ley 2.977, se estableció oficialmente el feriado del 19 de septiembre para conmemorar las Glorias del Ejército.



 

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