sábado, 27 de junio de 2015

ALGO SOBRE EL AÑO NUEVO. 30 de diciembre de 2014

ALGO SOBRE EL AÑO NUEVO

¿Por qué, de entre todas las fiestas, el Año Nuevo es la farra más reventada, cuando nos sentimos autorizados a darnos con un fierro y a gastar la plata que no tenemos? Entérense que es una cosa atávica, casi incorporadas a nuestros genes.

En realidad, esto de usar calendarios precisos es una cosa reciente y más aún el andarlos mirando (no digamos los relojes, que son cosa diabólica de la Revolución Industrial). Los seres humanos, durante milenios, en su gran mayoría, nunca se enteraron muy bien de en qué año estaban, salvo por una delgada elite situada en las cúspides de las sociedades, a la que le podía interesar cierto control del tiempo por cuestiones de tipo religioso. Pero la aplastante mayoría de la población se enteraba poco y nada del año en que estaba, razón por la cual, en la mayoría de los casos, la gente desconocía su edad.

Para la mayoría de las personas, el tiempo tenía un significado cíclico, no lineal, como ocurre con los que tenemos la conformación mental cristiana (y judaica) occidental. La inmensa mayoría de la gente, además de ser analfabeta y no saber contar más allá de sus 20 dedos, vivía en el campo o trabajaba en actividades dependientes de la agricultura, de manera que el tiempo era significativo en la medida en que se repetían las estaciones que marcaban el ritmo del trabajo campesino. En efecto, sabemos que siempre el verano, el otoño, el invierno y la primavera llegan en el mismo orden y se comportan más o menos igual (o lo sabíamos hasta antes de destruir los equilibrios climáticos creados por el buen Dios). Para el hombre primitivo, el único ciclo de tiempo significativo era el "eterno retorno" (como decía el gran Mircea Eliade) de las cosas, año tras año, que permitía predecirlas y manejar las cosechas, las siembras y toda la vida, al mismo ritmo en que se manejaban los cambios periódicos del sol, la luna, las estrellas, las nubes, las canículas, las lluvias...

Era lógico, entonces, que los hombres primitivos no pudieran mirar mucho más allá de la escala de una vida humana individual y supusieran que todo el cosmos se comportara de manera similar. Todo el universo, pues, había sido iniciado en un punto y tendría que desaparecer en una enorme destrucción, que precedía al renacimiento continuo de las mismas cosas que existían antes de la destrucción. Para los antiguos, lo que hacían los dioses o los demiurgos era tomar el cosmos desordenado, que estaba en medio del caos. En eso consistían los relatos de las creaciones: "ordenar los elementos", "separar la luz de la sombra", en fin, dar orden al universo que estaba antes caótico. De modo que los antiguos, que daban a todo significado religioso, al llegar al fin de cada año, se sentían al comienzo del ciclo de creación, justamente como participando en la "recreación" del cosmos, por lo que suponían que la víspera del Año Nuevo era como la repetición del caos previo a la actuación de los dioses sobre los elementos. En este caos, no existían normas, ni jerarquías, no había "Dios, ni ley": los esclavos mandaban a los amos, los hijos a los padres, las esposas a los esposos, los plebeyos a los nobles y eran permitidos todos los excesos que usualmente estaban prohibidos por las normas jurídicas o los convencionalismos sociales. Ahí está el origen de todos los carnavales, que son una versión moderada de esas fiestas primitivas y, por cierto, ahí está la razón remota de que muchos se sientan autorizados mañana en la noche a darse como tambor apache y tener dolor de "hachazo" hasta el 2 de enero, como mínimo.

Bueno, los que ya tuvimos suficiente farra en la vida, nos sentaremos a comer rico con la familia, que ya son otras las satisfacciones que uno busca y además vivimos en una concepción civilizada y cristiana del tiempo que, en la linealidad, desde la primera hasta la segunda venida de Jesús, hemos dejado atrás los retornos y las reencarnaciones de nuestros viejos antepasados.

De todos modos... ¡FELIZ 2015!


 

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