domingo, 12 de junio de 2016

Hace 75 años. 12 de junio de 1941. Segunda Guerra Mundial



Hace 75 años
12 de junio de 1941
Segunda Guerra Mundial

La lucha por el control del Mediterráneo no conoce pausa. Malta sigue asediada, Rommel mantiene el cerco sobre Tobruk y, el 8 de junio de 1941, se inicia la invasión de Siria y Líbano por parte de las tropas de la “Commonwealth” y de la Francia Libre de De Gaulle.

Siria y Líbano se habían convertido en mandatos, bajo la autoridad francesa, tras la Primera Guerra Mundial. Luego de la derrota francesa de mayo de 1940, el gobierno del mariscal Pétain siguió controlando la mayor parte del Imperio Colonial Francés, incluyendo Siria y Líbano. En rigor, Siria había recibido su autonomía en 1936, pero Francia había conservado el derecho a mantener tropas en el país, incluyendo dos aeródromos, que fueron usados por los alemanes para asistir a los rebeldes iraquíes que se levantaron en armas contra el protectorado británico. De modo que los británicos tenían buenas razones para suponer que la presencia de la Francia de Vichy en Siria podía ser una amenaza para las tropas que defendían Egipto de las fuerzas de Rommel y para la posición británica en el Mediterráneo en general.

En Europa, la guerra entre Alemania y la Unión Soviética es inminente. El 9 de junio, Finlandia ordena la movilización, con la certeza de que sus fronteras serán violadas nuevamente por los soviéticos en cualquier momento. Stalin, que llevaba años preparándose para invadir Europa, había apoyado inicialmente a Alemania en su guerra contra Gran Bretaña y Francia, suponiendo que Hitler era el rival más débil. La idea del tirano marxista era dar a Hitler los medios para desangrar Europa y debilitar al Imperio Británico, para luego quedarse con los despojos. La estrepitosa caída de Francia en mayo de 1940 y las subsecuentes victorias alemanas, ahora aliada también de Italia, obligaron a Stalin y sus colaboradores a cambiar sus planes militares. Salvo que pasara algo muy fuera de lo común, el enemigo inmediato ya no sería Gran Bretaña, sino Alemania, que se había transformado en dueña de Europa continental en poco más de un año de lucha. Hay una serie de documentos estudiados, entre otros, por el historiador ruso Mark Solonin, que permiten reconstruir el plan de Stalin para atacar por sorpresa la Europa ocupada por los nazis, en algún momento del verano de 1941. Se trata de documentos desclasificados en la década de 1990, originados en el Comisariado del Pueblo para la Defensa, el Estado Mayor del Ejército Rojo, el Distrito Militar Especial de Kiev, el Distrito Militar Especial Occidental, el Comité Central del Partido Comunista y las oficinas de Josif Stalin y Viacheslav Molotov, Ministro de Relaciones Exteriores y, en 1941, posiblemente el hombre más influyente de la Unión Soviética, sólo por debajo de Stalin.

De los documentos, se concluye que existía un plan para atacar Alemania, con independencia del Pacto Ribbentrop-Molotov, desde agosto de 1940, al menos. Gran Bretaña ya no es mencionada como el enemigo principal; ahora es Alemania, apoyada por Italia, Hungría, Rumania y Finlandia. Todas las versiones del plan, halladas en estos documentos, coinciden en preparar una operación ofensiva contra los territorios ocupados por Alemania desde 1939, más allá de las fronteras de la URSS, al punto que todos los lugares y accidentes geográficos mencionados están en Prusia Oriental, Polonia y Eslovaquia. El primero en presentar al mundo evidencia de que la Unión Soviética intentaba atacar Alemania por sorpresa fue Viktor Suvorov, capitán del Ejército Soviético y agente del Departamento Central de Inteligencia, organismo encargado de proveer inteligencia de tipo militar dentro de la comunidad de espionaje soviético. En junio de 1978, Suvorov solicitó asilo en el Reino Unido. Al terminar la Guerra Fría, publicó su best-seller, “Icebreaker: ¿Quién Inició la Segunda Guerra Mundial?”, donde detallaba los planes de Stalin.

Suvorov, así como Solonin, han expuesto minuciosamente estos planes ofensivos del Ejército Rojo. Ambos han hallado fuerte resistencia de parte de muchos historiadores rusos y occidentales, que han defendido, durante décadas, la visión de un Stalin que, sin saber lo que Hitler preparaba contra él, intentaba cumplir lealmente los términos del Pacto Ribbentrop-Molotov. Los muchos detractores de Suvorov, no obstante, hasta el momento, no han hallado un solo documento que desmienta los muchos otros que reafirman la idea de que el tirano nazi sólo se adelantó al tirano comunista, ambos ignorantes de los preparativos ofensivos de su adversario.

Los planes fueron ensayados en dos juegos de guerra ejecutados en enero de 1941, en los que participó todo el alto mando de las Fuerzas Armadas Soviéticas, incluyendo todos los generales que debían dirigir tropas en combate durante esta guerra ofensiva. El primero de los juegos de guerra demostró que un ataque por el norte, desde los países bálticos hacia Prusia Oriental, se entramparía en los bosques y los pantanos, incluso contando con aplastante superioridad. El segundo juego, en cambio, demostró que existían condiciones para que, en un lapso de cinco semanas, las tropas soviéticas avanzaran entre 250 y 300 kilómetros desde sus fronteras hacia territorio alemán (polaco y prusiano), eslovaco, húngaro y rumano.

Es muy curioso el marco cronológico mostrado por los documentos asociados a este segundo juego de guerra, que pareció tan prometedor. En vez de hablarse del usual “primer día”, “segundo día”, etc., en el juego de guerra, las referencias fueron hechas a fechas concretas, específicamente desde el “8 de agosto de 1941”. Más que un simple ejercicio teórico, el juego de guerra parece sugerir que Stalin ya había decidido una fecha para atacar la Europa ocupada que padecía bajo la cruel bota nazi, para poder oprimirla con su propia bota, no menos cruel.

Sin embargo, no es posible fijar una fecha específica para el inicio de la planificada invasión soviética de Europa. Es seguro que la URSS estaba preparándose para una operación ofensiva a gran escala y que tuvo que ajustar sus tiempos a una situación internacional muy volátil creada por las impresionantes victorias militares de la Alemania Nazi. Stalin esperaba que, en el verano de 1941, Hitler intentara la invasión de Inglaterra. La inteligencia soviética había detectado los inmensos movimientos militares en la Europa ocupada, pero la conclusión de Stalin era que los alemanes preparaban el asalto anfibio a las Islas Británicas. El tirano del Kremlin, por tanto, tuvo que adaptar sus planes y disponer lo necesario para dar el golpe antes de que Hitler se animara a darlo.

Un documento es muy importante a este respecto, se titula “Consideraciones para el Despliegue Estratégico para las Fuerzas Militares de la Unión Soviéitca, en Caso de Guerra con Alemania y sus Aliados”. De hecho, este documento tiene varias versiones, que actualizan las anteriores, según cambiaban las circunstancias internacionales. En la versión de mayo de 1941, cuando faltaba un mes para la invasión alemana, se menciona la posibilidad de que Alemania se adelante a la jugada soviética y realice su propio ataque sorpresa sobre Rusia. El mando soviético solicitaba a Stalin tomar todas las medidas “sin las cuales es imposible lanzar un ataque inmediato sobre el enemigo, desde el aire y desde tierra.” Los generales del totalitarismo comunista no parecían del todo seguro en ganar la carrera de dar el primer golpe a los generales del totalitarismo nazi. Dadas las condiciones climáticas de Europa Central, donde el Ejército Rojo planeaba dar su golpe, y los datos hallados en los archivos soviéticos desclasificados, la fecha posible de inicio de la ofensiva soviética estaría entre mediados de julio y fines de agosto de 1941.

Se ha dicho que los servicios de información soviéticos se percataron de los preparativos militares de Hitler y empezaron una carrera frenética para fortalecer las defensas de la “Patria del Proletariado”. Sin embargo, es una versión poco probable. Si el espionaje soviético hubiese sabido con suficiente detalle de los planes de Hitler, habría sabido que la primera fecha propuesta para atacar la URSS era el 15 de mayo. Esa fecha de inicio se tuvo que posponer, cuando las aventuras militares de Mussolini obligaron a la “Wehrmacht” a desviar su atención hacia los Balcanes y Creta. Si los soviéticos hubieran estado haciendo preparativos para reaccionar ante un ataque fijado para el 15 de mayo, el documento de las “Consideraciones” estaría planificando irremediablemente tarde, pues las fuerzas que iniciaran su despliegue en mayo, no estarían listas hasta julio.

Otra hipótesis con la que se especula es que Stalin y sus generales no sabían nada de un ataque alemán hasta mayo (en realidad, no lo esperaron nunca y lo que pasó en la madrugada del 22 de junio fue una desagradable sorpresa en Moscú). Consecuentemente empezaron a realizar preparativos frenéticos desde fines de mayo, de modo que el documento de las “Consideraciones”, de fines de ese mes, sería reflejo de una especie de gigantesco procedimiento militar de emergencia. Pero esta hipótesis también se derrumba fácilmente. Las tropas soviéticas se estaban moviendo hacia las fronteras occidentales de su gigantesco país a fines de mayo, eso es cierto; pero no lo estaban haciendo en modalidad de emergencia. Ni siquiera se realizó un anuncio de movilización. Las tropas estaban avanzando hacia las fronteras occidentales haciendo recorridos breves, siguiendo procedimientos de camuflaje y los ejércitos del segundo escalafón estratégico, provenientes desde el interior de la URSS, estaban siendo transportados según el régimen ferroviario de tiempos de paz. Tómese en cuenta que, para implementar la “Operación Barbarroja”, que es como Hitler bautizó su proyecto de invadir la URSS, los trenes controlados por Alemania cambiaron al régimen de transporte militar el 23 de mayo, todo un mes antes de iniciarse la campaña. Los mismos soviéticos habían implementado medidas especiales en su sistema ferroviario para preparar la invasión de una semidestruida Polonia en 1939. Nada de esto se hizo para enfrentar la inminente guerra contra Alemania en 1941. Lo opuesto es cierto. Más que emergencia, Stalin estaba desplegando sus ejércitos en régimen de secreto, para no alarmar a Hitler antes de tiempo y mantener el secreto de lo que era, a todas luces, una campaña de conquista no menos ambiciosa que la planeada por su ambicioso y tiránico colega de Berlín.

En la fotografía, un tanque “Kliment Voroshilov”, más conocido como “KV-1”. Bautizado en honor del Comisario del Pueblo para la Defensa, el KV-1 tenía un blindaje impenetrable para todo el arsenal artillero alemán, con la sola excepción del “Flak” antiaéreo de 88 milímetros, que necesitaba igualmente disparar en algunos ángulos específicos para sortear la coraza en declive. Sumado a su potente pieza de 76 milímetros, los alemanes no tenían nada ni remotamente capaz de derrotar un KV-1 mano a mano. La ingeniería soviética fue capaz de sortear el problema técnico de incluso acomodar un obús de 152 milímetros dentro de la torreta, en una versión especialmente pensada para machacar posiciones fortificadas enemigas, bautizada como “KV-2”. Para comprender el logro, baste tomar en cuenta que los ingenieros del poderoso Estados Unidos no fueron capaces de acomodar una pieza de 75 milímetros en sus “Grant”, que lucharían a fines de 1941 en el desierto africano y debían contentarse con un curioso diseño de dos cañones principales en un mismo vehículo. Al empezar la guerra con Alemania, alrededor de 500 tanques “KV” esperaban a los alemanes que, entre todos sus tipos de tanques, totalizaban poco más de 3.000 unidades, incluyendo los todavía mayoritarios Panzer I, II y III, que no tendrían la más mínima oportunidad contra un KV.


http://www.eurasia1945.com/wp-content/uploads/2015/12/KV-1-sobre-el-Frente-Oriental..jpg



 

domingo, 5 de junio de 2016

Hace 100 años. 5 de junio de 1916. Primera Guerra Mundial



Hace 100 años
5 de junio de 1916
Primera Guerra Mundial

En la mañana del 2 de junio de 1916, los alemanes lanzan un ataque en la zona de Ypres, Bélgica, que será conocido como Batalla del Monte Sorrel. El mando alemán se había dado cuenta de la concentración de medios y hombres implementada por los británicos, que se preparaban para su próxima ofensiva en el río Somme y decidió distraer los esfuerzos británicos en un ataque que, sin embargo, sólo tuvo un alcance local, dado que la mayoría de los recursos alemanes del Frente Occidental estaban siendo destinados a la Batalla de Verdún, en desarrollo desde febrero de 1916. Frente a los atacantes alemanes en Mont Sorrel, estaban las fuerzas del Cuerpo Canadiense, que fue sorprendido en mal pie, mientras sus jefes planificaban su propio asalto sobre lo que consideraban una peligrosa posición alemana. En el primer día de ataque, mientras realizaban una inspección del frente, dos generales canadienses se convirtieron en bajas, el general Malcolm Mercer, comandante de la 3ª División, y el general Arthur Williams, jefe de la 8ª Brigada. El primero, gravemente herido por el fuego artillero alemán, murió al día siguiente, 3 de junio. La misma artillería preparatoria del asalto alemán hirió al general Williams, que cayó prisionero. El bombardeo fue tan intenso, que las unidades adelantadas de reconocimiento sufrieron un 90% de bajas en esa jornada. La lucha en el Monte Sorrel se prolongó por casi dos semanas, sin resultado concluyente.

El mismo día 2 de junio, los alemanes asaltan el Fuerte Vaux, en Verdún. Se convertiría en el segundo fuerte en caer en manos alemanas, luego de la caída de Douaumont, al comienzo de la batalla. A diferencia de este último, Vaux cayó luego de dura resistencia de parte de los franceses, que esperaban listo al enemigo, a diferencia de lo ocurrido en la captura del Fuerte Douaumont. Antes del asalto, el fuerte fue sometido a un intenso bombardeo artillero que dañó la superestructura, pero no consiguió causar efecto en el interior de la fortificación, que siguió dando cobijo a la guarnición de 600 “poilus”. Tropas especiales alemanas obligaron a los franceses a retirarse al interior del fuerte, desde donde siguieron la lucha con notable heroísmo. El comandante del fuerte, mayor Sylvain-Eugene Raynal solicitó a sus jefes, el día 5 de junio, que la artillería francesa bombardeara el fuerte, pues la parte superior del mismo estaba ocupada por los alemanes y, si éstos recibían fuego artillero, tal vez una parte de la guarnición podría retirarse. Con el correr de los días, la situación de los franceses en Fuerte Vaux se haría desesperada.

En el frente alpino, la situación italiana es compleja en los últimos días de mayo. La ofensiva austrohúngara en el Trentino, lanzada el 15 de mayo, ha puesto en serios aprietos al “Regio Esercito”, que cede en su centro y permite a los austriacos llegar a la llanura veneciana, a sólo 30 kilómetros de Vicenza. Al llegar junio, toda la línea italiana corre el riesgo de ser flanqueada. El Jefe del Estado Mayor del “Regio Esercito”, general Luigi Cadorna, dispone el envío de refuerzos a las fuerzas comprometidas, pero la situación sigue siendo crítica. Todo cambia el 4 de junio, cuando los rusos lanzan una gran ofensiva en el Frente Oriental, que viene a aliviar la presión sobre Italia y obliga a los austriacos a retirar una parte considerable de sus tropas desde los Alpes y trasladarlas hasta el este, para frenar a los rusos.

Este nuevo movimiento de los rusos es conocido como la “Ofensiva de Brusilov”, por el general ruso que la gestó, Aleksei Brusilov. Bajo el acuerdo de Chantilly, de diciembre de 1915, las potencias de la Entente se habían comprometido a lanzar ofensivas coordinadas desde los tres frentes europeos en contra de los Imperios Centrales. Con el Ejército Francés desangrándose en la cruenta Batalla de Verdún, París imprimió aún más urgencia a sus aliados, para que aliviaran algo de la enorme presión que los alemanes estaban haciendo sentir a sus tropas. En marzo de 1916, los rusos habían lanzado una ofensiva en el Lago Naroch, en Bielorrusia, que no alcanzó ningún objetivo relevante y, en cambio, costó muchas bajas al ya golpeado ejército del Zar. Para mayo, el general Brusilov ideó un masivo ataque a lo largo del frente de Galitzia, con el triple propósito de aliviar en algo la presión ejercida por los Imperios Centrales sobre Francia, Gran Bretaña e Italia y, de ser posible, dar a Austria-Hungría un golpe lo bastante duro como para sacarla de la guerra de una vez por todas. Como los austriacos estaban muy comprometidos con su propia ofensiva en los Alpes, los rusos disfrutaron de una superioridad numérica considerable al comienzo de la operación.

El general Brusilov lanzó su ofensiva el 4 de junio de 1916. En vez de montar un bombardeo artillero de varias horas o incluso días, como se había hecho hasta entonces en todas las ofensivas montadas por todos los bandos en guerra, la artillería rusa realizó una preparación artillera relativamente breve, pero bien planificada y precisa, de modo que consiguió comprometer las defensas austrohúngaras, que luego fueron penetradas en varios puntos por tropas especialmente encuadradas en unidades de asalto, que abrían brechas en el frente, para que pudieran ser explotadas por el resto del ejército atacante. El comienzo de la ofensiva fue muy prometedor para los rusos y dio a los austriacos un golpe del que nunca se recuperaron, pero no consiguió sacarlos de la guerra. Por el momento, ni Rusia en Galitzia, ni Austria-Hungría en los Alpes, conseguirían la victoria decisiva que permitiera salvar sus respectivos imperios.

En los días 31 de mayo y 1 de junio de 1916, se desarrolla la Batalla de Jutlandia, que pasaría a la historia como la mayor batalla entre acorazados tipo “dreadnought” de la historia y el único encuentro naval a gran escala entre grandes unidades de superficie durante la guerra. El almirante Reinhard Scheer, comandante de la Flota de Alta Mar alemana (“Hochseeflotte”), sabía que no podía lisa y llanamente plantear una batalla mano a mano contra los buques capitales de la “Royal Navy”. La Marina Alemana era muy poderosa, con 16 “dreadnought”, sólo superada por los 28 que podía alinear la “Home Fleet” británica, una diferencia demasiado grande en contra de los germanos. De modo que el propósito del almirantazgo alemán para la batalla era atraer una parte de la flota británica hacia las unidades mayores alemanas, donde podrían ser emboscadas y destruidas, consiguiendo reducir la diferencia numérica de acorazados.

Diez submarinos alemanes fueron puestos en el Mar del Norte, para vigilar al enemigo y para que atacaran a los buques ingleses que se dirigieran hacia sus similares alemanes. Scheer esperaba que cualquier provocación hacia la batalla le permitiría explotar la tendencia centenaria de los marinos ingleses hacia el uso agresivo de sus naves, facilitando así la tarea de emboscar y destruir una parte de sus formaciones.

Sin embargo, el plan alemán no pudo ser ejecutado como lo había proyectado Scheer. La operación se retrasó, obligando a los submarinos alemanes a volver a sus bases, luego de alcanzar el máximo de tiempo que podían estar patrullando en el mar sin reabastecerse y sin empezar a sufrir desperfectos. Los alemanes también esperaban usar sus dirigibles como medio de exploración, pero el clima no permitió desplegarlos en apoyo de la flota. Además los británicos eran capaces de descifrar los mensajes en clave de los alemanes, de modo que se enteraron de antemano de un gran movimiento de las escuadras alemanas y se prepararon en consecuencia.

Al iniciarse la operación, las primeras naves en llegar fueron los cruceros de batalla del almirante británico David Beatty, que se encontraron con los cruceros de batalla del almirante Franz Hipper. Este tipo de buques tenía un poder de fuego similar a los “dreadnought”, pero eran construidos con menos blindaje, para favorecer la velocidad. En el intercambio de disparos que siguió, parece desprenderse que los alemanes supieron encontrar un punto de equilibrio entre velocidad y protección que los británicos no pudieron hallar en sus diseños, pues Beatty perdió tres cruceros de batalla en pocos minutos, que se hundieron con enorme pérdida de vidas: el “Indefatigable”, el “Queen Mary” y el “Princess Royal”. La situación era preocupante para los británicos, que además pudieron contar, en esta parte inicial de la batalla, con el apoyo de cuatro acorazados, que hicieron fuego desde el límite máximo de su rango, sin poder inclinar la balanza a su favor.

Habiendo perdido tres buques capitales en tan poco tiempo, Beatty se retiró hacia sus líneas, perseguido por los cruceros de batalla alemanes y por la flota de acorazados germana, que se había sumado a la batalla. Los alemanes, en ese momento, sin embargo, no sabían que se dirigían a toda máquina hacia los 28 “dreadnought” de la “Home Fleet” británica.

Al final, la batalla se prolongó hacia la noche, con los alemanes percatándose de que su plan había fallado, pero con la satisfacción moral de haber hundido más toneladas que los británicos, que perdieron dos cruceros acorazados y ocho destructores, además de los tres cruceros de batalla perdidos al inicio de la lucha. Los alemanes, en tanto, sufrieron el hundimiento de cuatro cruceros ligeros, un acorazado “pre-dreadnought” y cinco destructores.

Tras llegar a la batalla con sus acorazados, el almirante John Jellicoe hizo lo que pudo por evitar la retirada de la flota alemana hacia sus bases, de modo de presentarle batalla, aprovechando la superioridad numérica de que gozaba. Pero no tuvo éxito en su empeño y la “Hochseeflotte” siguió amenazando, de manera presencial, el dominio naval británico, aunque sin aventurarse de nuevo en grandes números hacia el océano.

Jutlandia fue la batalla naval más grande de la historia, con 249 buques en batalla y más de 100.000 marinos a bordo de las flotas enfrentadas, 8.000 de los cuales se convirtieron en bajas.

La fotografía muestra el severo daño sufrido por el crucero de batalla alemán “SMS Seydlitz”. El “Seydlitz”, no obstante el castigo recibido por parte de la artillería de los navíos británicos, se mantuvo hasta el final de la batalla y, al cabo de pocos meses, estaba reparado y operativo.


https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/6/67/SMS_Seydlitz_damage.jpg


 

Hace 75 años. 5 de junio de 1941. Segunda Guerra Mundial



Hace 75 años
5 de junio de 1941
Segunda Guerra Mundial

El 30 de mayo de 1941, Rashid Alí y sus seguidores huyen de Irak. Al día siguiente, el alcalde de Bagdad rinde la ciudad a los británicos, poniendo efectivamente fin a la Guerra Anglo-Iraquí. Durante los días 1 y 2 de junio, se desarrolla un pogromo contra la comunidad judía de Bagdad, hasta que las tropas británicas toman control de la capital iraquí e imponen un estricto toque de queda para frenar los desórdenes y las muertes de civiles. Por el momento, Gran Bretaña consigue devolver el orden a sus posesiones coloniales y zonas de influencia en el Medio Oriente.

El 1 de junio concluye la evacuación de las tropas británicas desde Creta, que queda bajo completo control alemán desde ese día. Poco más de 18.000 soldados británicos y del Imperio fueron rescatados, pero alrededor de 12.000 de sus camaradas, junto con algunos miles de soldados griegos y casi todo el material de guerra, quedaron atrás. Además de los que tuvieron que rendirse, luego de proteger la retirada de sus compañeros más afortunados, muchos participaron en la resistencia cretense contra los alemanes. La ocupación de Creta mediante un asalto aerotransportado fue un espectacular corolario para la campaña empeñada por los alemanes en los Balcanes. Sin embargo, las bajas sufridas por los paracaidistas alemanes fueron muy altas. En consecuencia, Hitler no volvería a permitir que se llevaran a cabo más operaciones de este tipo, y los “fallschirmjäger” fueron convirtiéndose gradualmente en unidades regulares de infantería. Los aliados, en cambio, impresionados con la actuación de los paracaidistas y tropas aerotransportadas alemanas, empezaron a crear o reforzar sus propias unidades de paracaidistas, que tendrían una destacada participación en las campañas de liberación de Europa, en los años finales de la guerra.

El 3 de junio de 1941, en Doorn, Holanda, fallece Guillermo II, último Káiser. Guillermo partió al exilio el 10 de noviembre de 1918, un día después de abdicar a la corona imperial alemana y a la corona real prusiana. Los gobernantes de la República de Weimar, sucesora del Segundo Imperio Alemán, permitieron a Guillermo llevarse considerables bienes, que le permitieron llevar una vida desahogada en Holanda, donde permaneció hasta el fin de sus días. No volvió a involucrarse en política activa y tuvo una actitud muy cambiante hacia el régimen nazi, desde el desprecio inicial y el horror hacia los abusos perpetrados contra los judíos, hasta cierta simpatía luego de las grandes victorias alemanas de 1939-1941, que estaban construyendo lo que, a ojos de Guillermo, era una federación europea bajo liderazgo alemán. A su muerte, Hitler quiso traer su cuerpo de vuelta a Alemania, para dar un gran funeral de estado al último emperador, que mostrara a todos la continuidad entre el segundo y el tercer “Reich”; no obstante, Guillermo dejó instrucciones claras en torno a que no debía ser enterrado en Alemania, en tanto la monarquía no fuere restaurada. Su funeral contó con la presencia de representantes del gobierno alemán, pero fue más bien sencillo.

En menos de tres semanas, la Alemania Nazi va a lanzar una de las más masivas y crueles operaciones militares de la historia, cuando invada la Unión Soviética. El choque de dos potencias mundiales, gobernadas por dos sistemas abiertamente tiránicos y genocidas va a desatar una ola de atrocidades como el mundo no había conocido en su historia. En lo estrictamente histórico-militar, durante mucho tiempo, buena parte de la historiografía occidental aceptó sin crítica la versión que el gobierno comunista soviético quiso mostrar sobre el inicio de la invasión alemana. Según esta versión, mientras Alemania había estado preparando la operación durante meses, el régimen comunista no había hecho el más mínimo preparativo para entrar en la guerra. Parece cierto que la invasión fue una desagradable sorpresa para Stalin y para el gobierno soviético en general. Pero también es verdad que la tiranía estalinista llevaba largo tiempo preparándose para la guerra, mucho antes de que Hitler tuviera los medios siquiera para soñar con una invasión de Rusia.

Los programas de colectivización forzosa, la brutal transformación de Rusia en una nación industrial, el terror masivo sobre millones de personas, las purgas, las decenas de campos de concentración del GULAG, en fin, todo el espectro de la violencia irracional del totalitarismo marxista, apuntaba al objetivo de convertir a la vieja Rusia, ahora llamada Unión Soviética, en un gigantesco cuartel, desde el cual saldrían las millonarias legiones del Ejército Rojo para cubrir el mundo entero bajo el mando de la “dictadura del proletariado”. No hay ningún descubrimiento novedoso en este propósito, que se puede encontrar expresado en muchos pasajes de la literatura marxista-leninista, y que se puede expresar, más o menos, en la siguiente fórmula canónica: “usar las agudas contradicciones inter-imperialistas en el interés de la U.R.S.S. y del partido.” Lo que dice menos es que, desde fines de los años ’30, se empezaron a preparar planes serios y concretos para implementar ese “sueño”.

Una serie de documentos que avalan los preparativos soviéticos, quedaron desclasificados luego de la caída del comunismo y han quedado disponibles para todo aquel que quiera estudiarlos. El general Dimitri Pavlov, ex combatiente de la Guerra Civil Española, el 21 de junio de 1940, expresaba su opinión al Comisario del Pueblo para la Defensa, mariscal Semión Timoshenko: “después de las purgas de oficiales y del refuerzo de unidades con nuestros miembros comunistas, considero la posibilidad de usar, en el futuro cercano, los ejércitos lituano y estonio para la guerra, fuera del DMEB (Distrito Especial Militar Bielorruso), por ejemplo, contra los rumanos, los afganos, los japoneses.” Es significativo que un oficial experimentado sienta la necesidad de integrar tropas de dudosa lealtad a la tiranía comunista, como era el caso de estonios y lituanos, para reemplazar a los miles de oficiales asesinados o encarcelados durante el “Gran Terror” de fines de la década de 1930. La escasez de oficiales y personal de planta, causada por el terror marxista había creado la necesidad de reemplazos, vinieran de donde viniera.

Un cierto coronel Arman, también veterano de España y uno de los primeros galardonados con el título de “Héroe de la Unión Soviética”, mientras estudiaba en la Academia Militar de Moscú, en un discurso pronunciado en el otoño de 1940, afirmó: “Finlandia será soviética. Las fronteras de la U.R.S.S podrían estar en la costa del Mar Adriático. Si los indios dicen que son hermanos de los eslavos y quieren vivir juntos, no nos opondremos a eso.”

Los almirantes también estaban haciendo sus preparativos. En una nota del Comandante en Jefe de la Fuerza Aérea de la Flota del Mar Negro, redactada no antes del 27 de marzo de 1940, se lee: “el posible enemigo es: Inglaterra, Francia, Rumania y Turquía. La tarea de la Fuerza Aérea es atacar naves en las aguas del Mar de Mármara y el Bósforo, e instalar barreras de minas en el Bósforo.” El mismo oficial, en su reporte al alto mando naval, resumía sus objetivos:

“Las tareas para la aviación, por teatros de acción militar:
1.      Mar Negro. Infligir poderosos bombardeos en las bases de Constanza, Izmaíl y Varna (Rumania)
2.      Mar Egeo. Salónica (Grecia) y Esmirna (Turquía)
3.      Mar Mediterráneo. Alejandría (Egipto), Haifa (Palestina), Suez (Egipto), Malta y Bríndisi (Italia)

Por la vía de ataques sistemáticos sobre el Canal de Suez, negar a Inglaterra y a los países mediterráneos la posibilidad de explotar normalmente esta línea de comunicación.”

El 10 de julio de 1940, el Comandante del Escuadrón de la Flota del Mar Báltico, almirante Nikolai Nesvitskiy, envió un memo a los Cuarteles Generales Navales, proponiendo “resolver la cuestión de la existencia independiente de Suecia y Finlandia, para beneficio de la U.R.S.S. y convertir el Báltico en un mar interior.”

La preparación de esta gran guerra de conquista europea demandaba también un minucioso trabajo de inteligencia. Un documento de agosto de 1940, enviado por un tal mayor Klimashin a un cierto capitán Semishin, daba a este último las siguientes instrucciones: “Para el 1 de septiembre de 1940, reportar sobre qué objetivos en Finlandia y Suecia tenemos perfiles abiertos, y si los perfiles han sido enviados a todos los regimientos. Al mismo tiempo, reportar si usted ha recibido el objetivo ‘Estocolmo’ desde el departamento de inteligencia de la Flota del Mar Báltico y qué limitaciones tiene. Acelerar el proceso de los perfiles, en orden a finalizarlos en el futuro más cercano.”

El desarrollo de la aviación soviética, hasta 1940, tenía un objetivo claramente anti-británico. Stalin entendía que, para dominar Europa, el enemigo a batir era el Reino Unido y sus aliados. En enero de 1939, Stalin ordenó se diseñara un bombardero con un rango de 5.000 kilómetros. Sólo el bombardeo de las Islas Británicas exigiría un aparato capaz de cubrir esa distancia desde la U.R.S.S.

La Marina Soviética también se preparaba para esta guerra global, proyectada desde el Kremlin. En 1938, se adoptó un grandioso plan de expansión naval que, al cabo de un tiempo, fue “recortado” para construir, en el lapso de seis años, seis acorazados, 21 cruceros ligeros y 98 destructores. Al comienzo de la guerra con Alemania, la Unión Soviética contaba con una flota de 267 submarinos. Para comparar con otras potencias navales, la “Royal Navy” británica tenía 58 submarinos; Alemania, 57; Italia tenía 68 y Japón, 63. Nuevamente, el número de submarinos soviéticos sugiere que Stalin se había estado armando hasta los dientes para hacer la guerra a varias potencias mundiales al mismo tiempo y dirigir sus fuerzas principalmente contra los británicos.

En 1939, Stalin firmó el célebre pacto de no agresión, que permitió a Hitler iniciar la guerra con Gran Bretaña y Francia, sin comprometerse en dos frentes simultáneamente, por un tiempo, al menos. Stalin apostaba a que el bando más débil de los contendientes eran los alemanes y, al apoyarlos, esperaba prolongar una guerra que desangrara a las grandes potencias europeas, para avanzar, cuando llegara el momento oportuno, sobre las ruinas humeantes de una Europa devastada que cayera en sus manos sin demasiado esfuerzo. Sin embargo, contra todo pronóstico, para mediados de 1940, la Tercera República Francesa había sido destruida y Gran Bretaña estaba acorralada. Para mediados de 1941, tropas alemanas ya controlaban los Balcanes y amenazaban toda la posición británica en el Mediterráneo. El Ejército Alemán se había convertido en la máquina de guerra más temible del globo y había dejado de ser el rival más débil. Stalin entendió que el enemigo a batir sería la “Wehrmacht” y, fechados entre agosto de 1940 y mayo de 1941, se pueden hallar una serie de documentos que tratan de la preparación de las fuerzas soviéticas para atacar Alemania por sorpresa en algún momento del verano de 1941.

Los dos tiranos, Hitler y Stalin, el nazi y el comunista, que tan alegremente habían estrechado sus manos en agosto de 1939, ahora, en junio de 1941, estaban ultimando detalles para traicionarse mutuamente y echarse sobre el cuello de su aliado de la víspera, transformado en implacable enemigo. Sólo quedaban unas pocas semanas para ver cuál de los dos lograba dar el primer golpe.

En la fotografía, tres “Ilyushin Il-2”, también conocidos como “Shturmovik”, machacan objetivos en tierra con sus ametralladoras y artillería. El Il-2 era un excelente avión de ataque a tierra, ejemplo de lo que era capaz la industria soviética, empujada por el látigo implacable de la tiranía comunista, que preparaba sus garras para la conquista mundial. Al producirse la invasión alemana, esta aeronave representaba el estado del arte en apoyo aéreo estrecho y superaba ampliamente al célebre “Stuka” alemán. El “Shturmovik” estaba fuertemente armado y bien protegido. Con buena tripulación, podía ser un bombardero devastador muy difícil de derribar. En junio de 1941, poco más de 250 aviones habían salido de la línea de producción, lo que puede parecer poco, si pensamos que la aviación soviética podía oponer más de 3.500 bombarderos y más de 4.800 cazas. A esta gigantesca armada aérea soviética, se iba a oponer una cantidad nominal de 2.350 aviones alemanes de todas las clases, en distintos estados de operatividad, desde los recién salidos de la línea de producción, hasta los que necesitaban reparaciones urgentes o simplemente estaban demasiado dañados para ser recuperados.


 https://i.ytimg.com/vi/Sxn2sz8uJi8/hqdefault.jpg
 

Hace 85 años. 17 de mayo de 1940. Segunda Guerra Mundial

Hace 85 años  17 de mayo de 1940 Se inicia la debacle... En los últimos siete días, la ofensiva alemana en el Oeste ha llevado a las fuerzas...