miércoles, 30 de abril de 2025

1940, en la Víspera de Mayo.

 Hace 85 años

30 de abril de 1940

Segunda Guerra Mundial

Los Aliados se preparan para evacuar los principales puertos noruegos. Los Aliados dominan el mar y, en teoría, pueden hacer llegar hasta Noruega cuantos refuerzos necesiten. Sin embargo, los alemanes han mantenido la iniciativa, a pesar de sufrir irreparables pérdidas navales y, al terminar abril de 1940, controlan las principales ciudades noruegas, ocupan todo el sur del país y han obligado a los franco-británicos a retirarse hacia el norte, donde intentarán recapturar el importantísimo puerto de Narvik, como punto de apoyo para tratar de cambiar el destino de una campaña donde la situación de las tropas aliadas está pasando desde mala a grave. Con todo, la guerra está en la víspera de otra gran campaña: la ofensiva alemana sobre Francia y los Países Bajos, que será lanzada el 10 de mayo y significará poner a la Tercera República Francesa fuera de combate en sólo seis semanas.

Los espectaculares éxitos alemanes de 1940 eran impensables, incluso para los propios alemanes. En el papel, la alianza de Gran Bretaña y Francia parecía imposible de superar por una Alemania que no tenía aliados directos todavía y que, a pesar de haberse rearmado notoriamente, no había terminado su preparación para la guerra cuando ésta estalló en septiembre de 1939. Por un lado, el Reino Unido y Francia tenían, respectivamente, la marina y el ejército más poderosos del mundo en la época, eran países que contaban con grandes recursos económicos, tenían grandes poblaciones y eran los centros de los dos mayores imperios coloniales. Cuando Alemania atacó además a Bélgica y Holanda, agregó como enemigos a dos países pequeños en el mapa europeo que, no obstante, eran también el centro de grandes imperios coloniales. Los Aliados tenían más aviones, más tanques, más buques de guerra, más cañones, controlaban casi todo el petróleo del mundo, controlaban también la producción de casi todas las materias primas críticas y podían contar con el respaldo norteamericano, al menos económico, en ese momento.

La Alemania de 1940, en cambio, en muchos aspectos era un rival más débil que el Imperio Alemán del Káiser que, en 1914-1918 intentó infructuosamente romper la resistencia aliada del Frente Occidental durante cuatro largos años. La marina alemana de 1940, la “Kriegsmarine”, no suponía una amenaza real para la poderosísima “Royal Navy” británica, a diferencia de la mucho más fuerte “Kaiserliche Marine” de 1914. El Ejército Alemán de 1914 llevaba décadas preparándose y es posible que, para entonces, fuese el mejor equipado de su tiempo; el mismo ejército, en 1940, había tenido mucho menos tiempo para rearmarse y, aunque estaba aceptablemente bien equipado, había aspectos en que las carencias materiales eran muy grandes, como la artillería y los tanques, que debieron ser subsanadas con mucho ingenio por los comandantes alemanes. Eso sí, debe mencionarse que las tropas alemanas de 1940 estaban muy motivadas y dirigidas por algunos de los generales más brillantes de su tiempo. El único ámbito en que Alemania ostentaba cierta superioridad material y tecnológica era en la aviación, especialmente en la aviación de caza, donde el Messerschmitt Bf-109 no tenía rival, si era conducido por un piloto capaz. Pero esa superioridad duraría poco y ya sería muy relativa antes de terminar 1940.

La aplastante, rápida y humillante serie de derrotas que Alemania propinó a Gran Bretaña, Francia y sus aliados en la primavera-verano de 1940, a menudo se ha querido explicar mostrando a Alemania como una máquina de guerra armada hasta los dientes, materialmente invencible, que pasó por arriba de los Aliados, inferiores en número y equipamiento. Lo cierto es, sin embargo, que los Aliados disponían de muchos mejores recursos que los alemanes y fueron derrotados por una mezcla de imprevisión, mala coordinación e ineficiente liderazgo político y militar. Desde luego, la determinación de los soldados alemanes y la genialidad de algunos de sus comandantes fue clave en saber aprovechar las indecisiones de los que entonces eran sus enemigos.

En la imagen, un “Char B1 bis” fotografiado en su montaje actual en un museo. Este “Chair de Bataille” –“Carro de Batalla”— francés era prácticamente impenetrable para la mayoría de los cañones antitanque alemanes, salvo en puntos y ángulos muy específicos. Era muy robusto y bien armado, pero tenía poca autonomía y era lento, además de propender a la falla mecánica con facilidad. Los franceses, que esperaban repetir el escenario de la guerra anterior, lo concibieron como un arma para la guerra de trincheras, completamente inapropiado para la guerra de rápidos movimientos que los alemanes estaba desencadenando en Noruega y estaban a punto de lanzar sobre los mismísimos campos de Francia.

Imagen tomada de http://www.panzer-modell.de/.../char%20b1%20bis/013g.jpg 
V







lunes, 14 de abril de 2025

Pascua y Pésaj

Mientras los cristianos conmemoramos las fechas más importantes de nuestro calendario litúrgico, los judíos miran también hacia la historia sagrada, viviendo “Pésaj”, la Pascua Judía, que recoge la huida desde Egipto hacia la libertad de la Tierra Prometida. 

He tenido el inmenso privilegio de participar en muchas mesas de “Shabat” (o “Sabbat”) y en alguna de “Pésaj”. Siempre me ha conmovido la continuidad milenaria judía, que se resiste a disolverse, a pesar del paso del tiempo. Una comunidad casi siempre minoritaria y, en los momentos más prósperos de su historia, un estado relativamente pequeño, rodeado de amenazas a su independencia. Contra todo pronóstico razonable, los judíos siguen existiendo. Nadie se declara heredero moderno y directo de los babilonios, de los faraones, de los mitanni, de los asirios o de los seléucidas. Lo más parecido es la romanidad de los católicos, pero somos pocos los que la vivimos conscientemente. Sin embargo, los judíos le han porfiado a la historia y siguen declarando que son uno con esos viajeros errantes, guiados por Dios en un recorrido desértico de 40 años y en un recorrido azaroso de 40 siglos. Sólo la acción providente de Dios puede explicar esta persistente resistencia a la extinción, que debe calificarse de milagro histórico. 

 En estos tiempos, son muchos los que sonríen irónicamente cuando uno afirma que cree en Dios o incluso cuando uno lo menciona, como he hecho recién ¿No nos sentimos acaso acorralados, los creyentes; avasallados en nuestras creencias; a menudo, incluso no se nos falta el respeto a lo que nos es más sagrado como cristianos? El cristiano practicante es una minoría considerada, por algunos, como un grupúsculo ridículo, anacrónico y extraño que debe extirparse o edulcorarse, al menos, para que no se vea tan diferente al resto y no ose oponer su voz impertinente a lo políticamente correcto. Esa sensación de agobio en un mar laicista de indiferencia y hostilidad, que para nosotros no es más reciente que la Revolución Francesa de 1789, para los judíos es tan antigua como la diáspora.

 
La primera vez que asistí a un Sabbat, hace más de 25 años, me dieron una toalla de papel para cubrirme la cabeza, mientras mi anfitrión oraba al Dios de Abraham, de Isaac, de Jacob; a ese “Adonai” que también es mi Señor, en el improvisado escenario de una minúscula pieza de pensión en la Calle Lincoyán, casi al llegar a Maipú, en el centro de Conce. Estando también al frente de la parroquia penquista de San José, comprendí de inmediato que estaba ante una forma de dirigirse a Dios, que prefiguraba el modo en que los discípulos de Jesús nos plantamos ante la trascendencia. Como “Pésaj” ocurre siguiendo el mismo calendario lunar que rige los tiempos de la Iglesia, la Pascua Judía se celebra, al igual que Semana Santa, cerca del comienzo de nuestro año laboral-estudiantil, así que no pasó mucho tiempo antes de que viera por primera vez unas cajitas llenas de lo que, a mis ojos, parecían galletones dietéticos. Era la “matzá”, el “pan ázimo” de los Evangelios, sin levadura, a cuyo tributo, la Iglesia confecciona las hostias, también sin leudar, para que se transfiguren en el Cuerpo de Cristo, que recibimos en cada misa.

Sé que es una cuestión muy controvertida y que la debo mencionar desde la humildad de alguien que habla sobre el judaísmo, mirándolo desde fuera, pero lo voy a decir igual. Pienso que lo que define la identidad judía (o hebrea en sentido más amplio) es lo que el padre carmelita de origen judío, Elías Friedman, llama el “factor de la elección”, es decir, la circunstancia de pertenecer al “Pueblo Elegido”, en cuyo seno debía nacer el Mesías. Es la relación con Dios lo que hace a los judíos ser lo que son y no algo distinto. Y aunque no es una afirmación que pueda comprobar estadísticamente, me parece que los alternativos enfriamientos y entusiasmos de las comunidades judías en su religión, tienen mucho que ver con las alternativas tendencias hacia la asimilación y hacia la afirmación de la singular identidad judía. Si hay algo que la historia de los judíos enseña es que los seres humanos conseguiremos ser lo que debemos ser, sólo si nuestra mirada está puesta en lo alto. 

Ojalá meditemos en estos días (que el Viernes y el Sábado Santo son para meditar y ayunar, no para atracarse con mariscos) sobre la íntima vinculación existente entre la historia humana y la presencia divina, que la trayectoria del pueblo judío evidencia en tantos pasajes, con tanta porfía.

Hace 85 años. 17 de mayo de 1940. Segunda Guerra Mundial

Hace 85 años  17 de mayo de 1940 Se inicia la debacle... En los últimos siete días, la ofensiva alemana en el Oeste ha llevado a las fuerzas...