Hace 75 años
25 de septiembre de 1941
Segunda Guerra Mundial
Tobruk sigue siendo el punto más importante del frente norteafricano. El 19 de septiembre de 1941, los cruceros británicos “HMS Ajax”, “HMS Neptune” y “HMS Hobart”, regresan al puerto de Alejandría, luego de entregar los tan esperados suministros para la guarnición asediada de Tobruk, en Libia. Inmediatamente los cruceros empiezan a embarcar efectivos de la 70ª División de Infantería británica, que forma parte de las fuerzas que relevarán a las tropas mayormente australianas que han defendido, hasta ahora, la importante fortaleza. Los “aussies”, con su porfiada resistencia, han robado a Rommel su victoria en el verano de 1941 y todo parece indicar que ya no la alcanzará antes de 1942. Como sea, Gran Bretaña domina los mares, tras asestar rudos golpes al poder naval italiano. Con el mar dominado por sus naves, el tiempo correo a favor de la “Commonwealth” y en contra del Eje Roma-Berlín.
El 19 de septiembre, tropas alemanas del Grupo de Ejércitos Sur conquistan Kiev, capital de Ucrania, considerada la tercera ciudad en importancia de la Unión Soviética. El 16, habían hecho contacto los Grupos Panzer del general Heinz Guderian, avanzando hacia el sur, y del general Paul von Kleist, avanzando hacia el norte. Se había cerrado así una gigantesca trampa para medio millón de soldados soviéticos, que protagonizarían una de las peores catástrofes militares de la historia rusa y soviética. A pesar de las amenazas a los soldados y a sus familias, la resistencia de los rusos es mínima. Excepcionalmente, algún comandante lograba motivar un grupo de soldados y daba uno que otro dolor de cabeza a los alemanes, que necesitaban mucho esfuerzo para poner fuera de combate a las excelentes posiciones defensivas soviéticas o a los tanques medianos y pesados soviéticos, por entonces, los mejores del mundo. Pero, en general, la mayoría de las tropas rojas se rendían o huían a la desbandada a los primeros disparos o incluso antes, incluyendo a muchos oficiales que tenían la prudencia de arrancarse las insignias que distinguían su posición, a veces, a la vista de sus hombres. Los ciudadanos soviéticos simplemente se negaban a derramar su sangre por una tiranía tan espantosa como el comunismo.
Sólo una general reluctancia a luchar entre los soviéticos explica que los alemanes estén a punto de conseguir una gran victoria en Kiev, a pesar de estar muy superados en cantidad de hombres y en calidad de armamento. En la gran bolsa que se formó alrededor de Kiev en 1941, quedaron encerrados cuatro ejércitos soviéticos completos: 21º, 5º, 37º y 26º, además de una parte del 38º; en total, unas 40 divisiones, con casi 700.000 hombres, 3.700 piezas de artillería y casi 900 tanques. En tanto, los alemanes llegaron hasta el cerco de Kiev con menos de 500.000 hombres y 325 tanques operativos entre los dos Grupos Panzer, es decir, poco menos de un tercio de su fuerza original de vehículos blindados, incluyendo los ligeros “Panzer I” y “Panzer II”. Esta fuerza alemana, teóricamente escuálida, si se la compara con sus adversarios soviéticos, habrá aplastado toda resistencia antes de que pasara una semana desde la toma de Kiev. Los soviéticos no están luchando mal, ni lo hacen cobardemente: en su mayoría, prefieren no luchar en lo absoluto. Con el tiempo, verán que el nazismo no es la mejor alternativa para la tiranía marxista, pero todavía no se han percatado del cruel dilema puesto ante los sufridos pueblos de la URSS.
En el sur del Frente Ruso, el 19, el crucero ligero soviético Voroshilov bombardea las posiciones alemanas cerca de Sebastopol, en la península de Crimea. El 21, la aviación alemana hunde el destructor “Frunze”, mientras apoyaba una acción anfibia contras las tropas rumanas en Odesa. En general, las flotas soviéticas del Báltico y del Mar Negro no zarparán en misiones de largo aliento, luego de que sus mayores bases fueran capturadas o quedaran seriamente amenazadas por el avance de la “Wehrmacht”. Pero, siempre que pudieron, prestaron apoyo a las fuerzas de tierra con su poderosa artillería y, en esa función, resultaron ser un gran problema para los alemanes. Uno de los duelos más célebres fue el sostenido entre los “Stuka” alemanes, destacados en la zona de Leningrado, y las unidades de la potente Flota del Báltico. El 21 de septiembre de 1941, aparatos del “Sturzkampfgeschwader 2” (“Ala de Bombardeo en Picado 2”) dañaron severamente y hundieron en aguas poco profundas al acorazado soviético “Marat”.
El “Marat” había entrado en servicio en la Flota Rusa con el nombre de “Petropavlovsk” en 1911. Era uno de los cuatro acorazados de la clase “Gangut” construidos en Rusia, como parte del esfuerzo por reconstruir el poder naval ruso, tan disminuido luego de la desastrosa guerra con Japón en 1905. Los “Stuka” alemanes atacaron al “Marat” el 16 de septiembre; no obstante, las bombas de 500 kilos usadas entonces sólo causaron daños menores. Pero el principal problema de los “Stuka” no es penetrar el blindaje de los navíos, sino pasar a través de la cerrada defensa antiaérea que protege a la flota soviética y a las tropas de tierra que aún conservan una franja costera frente al Báltico. Los informes de reconocimiento dieron a los pilotos alemanes la nada alentadora noticia de que, en la zona de ataque del “Marat”, estaban emplazadas, en promedio, 1.000 armas antiaéreas por cada 10 kilómetros cuadrados. Los puertos de Peterhof y Oranienbaum, así como la base naval de Kronstadt, estaban mejor protegidos de incursiones aéreas que Londres durante la Batalla de Inglaterra. Ya sobre las aguas, había que contar con las armas antiaéreas de los cruceros, acorazados y torpederos soviéticos, además de la infinidad de embarcaciones menores que flotan frente a la costa, equipadas cada una con sus propias armas.
El 23 de septiembre, 30 bombarderos en picado del “Sturzkampfgeschwader 2”despegan hacia Kronstadt, donde los aviones de reconocimiento han detectado la enorme silueta del “Marat”, con sus cuatro torretas, armadas de tres piezas de 305 milímetros cada una, que diezman al Grupo de Ejércitos Norte de la “Wehrmacht”, cada vez que lanzan una de sus andanadas. En cabeza de la formación, van el comandante del “geschwader”, capitán Ernst-Sigfried Steen, que no verá la luz del día siguiente, y el teniente Hans Ulrich Rudel, que llegaría a ser el soldado más condecorado de Alemania durante la guerra.
Rudel, en su libro de memorias, “Piloto de Stukas”, cuenta el momento en que su avión termina el picado, casi en 90º y está listo para dejar caer su bomba:
“Ni siquiera un novato podría fallar su objetivo ¡Qué enorme es este acorazado! (…) Aprieto mi pulgar en el botón de lanzamiento y una fracción de segundo más tarde, tiro de la palanca desesperadamente ¿Tendré suficiente tiempo de enderezar el avión? (…) La aceleración es brutalísima; me cruza un velo delante de los ojos, todo se nubla y pierdo la noción de las cosas. Después, lentamente recobro el conocimiento, lo suficientemente a tiempo para oír detrás de mí la voz de Scharnowsky (el artillero de cola):
— Mi teniente, ¡el barco salta!
(…) A mi derecha, el “Marat” desaparece bajo una nube de humo de una altura de quizás 400 metros; mi bomba ha debido estallar en la santabárbara.”
Para este segundo ataque, Rudel, Steen y sus camaradas iban armados con bombas de 1.000 kilos, equipadas con espoletas de acción de retardada, capaces de penetrar el blindaje del acorazado y explotar a los pocos segundos, dentro del casco.
El mismo día 23, el capitán Steen lideró otra misión, pidiendo prestado el “Stuka” de Rudel, por haberse averiado el propio. Pero no volvió a su base. La mortífera artillería antiaérea lo derribó. Rudel sobrevivirá la guerra y llegará a coronel cargado de condecoraciones, luego de destruir cientos de tanques, piezas de artillería y todo objetivo imaginable en tierra o sobre el agua. Stalin llegó a poner precio a su cabeza y, tras la guerra, los soviéticos pidieron insistentemente que les fuera entregado, para ajustar cuentas, a lo que se negaron los norteamericanos. Fue muy criticado, incluso por otros veteranos alemanes, porque nunca renegó del nazismo y de Hitler, a pesar de apercibirse del Holocausto y de las demás atrocidades provocadas por los nazis.
El “Marat” tuvo la fortuna de hundirse en aguas muy poco profundas, de modo que sólo se hundió parcialmente. Parte del navío siguió sobresaliendo y, aunque nunca volvió a navegar, algunas de sus armas pudieron seguir apoyando a la valiente guarnición soviética de Leningrado, que mantuvo la antigua capital de los Zares hasta que las cosas mejoraron para la URSS y pudo ser relevada. Una vez más, sin embargo, un avión o un puñado de aviones a lo más ponían fuera de combate un buque capital enemigo. Ya en Tarento los torpederos Fairey “Swordfish” británicos habían dañado severamente a los acorazados italianos; los mismos “Swordfish” dieron cuenta luego del poderoso acorazado alemán “Bismarck”. Posteriormente, aviones torpederos japoneses mandarían al fondo del mar al acorazado británico “Prince of Wales” y al crucero de batalla “Repulse”, luego de invalidar a casi toda la flota norteamericana en Pearl Harbor, que tomaría venganza en Midway usando, otra vez, sus aviones. Un pequeño aparato, mucho más pequeño, miles de veces más barato que un buque y capaz de ser construido en serie, bien pilotado, podía sacar de circulación a lo mejor de las flotas de superficie.
El reinado de los grandes acorzados tipo “dreadnought” y de los grandes cruceros estaba llegando a su fin.
En la fotografía, se aprecia el considerable daño causado en el “Marat” por las bombas de Rudel y de Steen.
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