Hace 75 años
24 de abril de 1941
Segunda Guerra Mundial
El 18 de abril de 1941, en un acontecimiento muy útil para la propaganda nazi, la 6ª División de Montaña de la “Wehrmacht” alcanza el Monte Olimpo. Los restos del Ejército Yugoslavo se han rendido hace unos días, mientras el frente greco-británico empieza a derrumbarse bajo la presión alemana y de sus aliados. Considerando todo perdido, el Primer Ministro griego, Alexandros Koryzis, se quita la vida. El gobierno heleno, para mantener la precaria estabilidad del país, implementa la ley marcial. Al día siguiente, el general Archibald Wavell, que tiene la pesada responsabilidad de defender todo el Medio Oriente y el Mediterráneo, llega hasta Atenas, donde conferencia con el Rey Jorge II. Ambos coinciden en que Grecia ya no es defendible y acuerdan la necesidad de planificar una evacuación de las tropas por mar. El general Henry Maitlan Wilson, jefe de la fuerza expedicionaria de la “Commonwealth” presente en Grecia, recibe la orden de implementar una defensa que permita la evacuación hacia el sur. Como tantas veces, en tantas otras guerras libradas en la cuna de la ciencia, la filosofía y la disciplina militar espartana, el lugar elegido para contener al adversario es el desfiladero de las Termópilas.
El 20 de abril, Atenas y El Pireo son intensamente bombardeados por aparatos de la “Luftwaffe” y la “Regia Aeronautica”. La “RAF” pierde 10 cazas “Hurricane”, intentando repeler el ataque; entre las bajas, se cuenta el líder de escuadrón Marmaduke “Pat” Pattle, uno de los mayores ases de todas las aviaciones aliadas, que llegó a contabilizar 50 derribos. El mismo día 20, lo que queda de las tropas griegas en Albania, rodeadas y aisladas por el avance alemán, faltas de alimento, medicinas y municiones, se rinden a las tropas alemanas, suscitando las airadas protestas de Mussolini, que exigía que la rendición fuera recibida por las tropas italianas, que habían sido vencidas por los griegos previamente en el frente albanés y ahora regresaban, asistidas por sus aliados alemanes. Antes de terminar el 20 abril, el general Georgios Tsolakoglou rinde lo poco que queda del valiente Ejército Griego a los alemanes. Sin embargo, tropas británicas, neozelandesas y australianas siguen ocupando parte del sur de Grecia, aunque ya se hacen los preparativos de un nuevo Dunkerque, esta vez, en el sudeste de Europa.
El 18 de abril, el gobierno de Estados Unidos declara una ampliación de la Zona de Seguridad Panamericana, que llega a acercarse a sólo 50 millas marinas de Islandia. Los norteamericanos, aunque son oficialmente neutrales, están colaborando con los Aliados en todo, menos en luchar directamente con las tropas alemanas e italianas. Pronto, sobre las heladas aguas del Atlántico, se producirán mayores incidentes entre los escoltas de la “US Navy” y los submarinos de la “Kriegsmarine”. Pocos días después, el 23 de abril, el Secretario de la Marina, Frank Knox, declara: “ya no podemos ocupar la inmoral y cobarde posición de pedir a otros hacer todos los sacrificios para esta victoria, que reconocemos como tan esencial para nosotros”. El mismo 23 de abril de 1941, el primer tanque “M3”, ensamblado en Detroit, es entregado al “US Army”. Los primeros usuarios en combate serán, sin embargo, las “desert rats”, las “ratas del desierto” de la “Commonwealth”. Los británicos, australianos, indios, neozelandeses y sudafricanos al servicio del Imperio Británico bautizarán a los “M3” como “Grant” y “Lee”, dependiendo del modelo, honrando a esos dos generales de la Guerra Civil Estadounidense. Con el tiempo, la inmensa capacidad industrial y financiera norteamericana inclinará la balanza decisivamente del lado norteamericano. La logística, no menos que la estrategia y la bizarría, ganará la Segunda Guerra Mundial.
Los “Grant” / “Lee” aún no desembarcan en África, donde los maltrechos soldados aliados defienden Tobruk del asedio de Rommel y sus tropas ítalo-alemanas. Para mediados de abril, Erwin Rommel pensaba que la “Weser Desert Force” de la “Commonwealth” estaba decisivamente derrotada. Suponía que los barcos en el puerto serían usados en una evacuación masiva y que la resistencia se derrumbaría apenas sus “panzer” se dejaran ver en el perímetro de las fortificaciones. Pero los hombres de la 9ª División Australiana no estaban de acuerdo. Su comandante, Leslie Morsehead, un duro “aussie”, al que sus hombres llamaban “Ming el Cruel”, dijo: “aquí no va a haber ningún Dunkerque. Si hemos de largarnos, nos abriremos paso combatiendo. No habrá rendición, ni retirada”. Además de su infantería de la 9ª Australiana, Morsehead contaba, para la defensa del puerto-fortaleza, con elementos de una brigada australiana, parte de un regimiento desmontado de caballería india, artilleros británicos, una mescolanza de los restos de las fuerzas blindadas derrotadas por Rommel en las semanas previas y una brigada antiaérea, recién llegada desde Gran Bretaña, que jugaría un rol decisivo en el sitio de los siguientes meses, que sería empeñado desde el aire, no menos que en las trincheras de tierra. En total, sumaban unos 30.000 hombres al momento en que el cerco alemán se cerró en torno de ellos. Habían sido perseguidos por el “Afrika Korps” hasta Tobruk y habían sido derrotados en regla por las fuerzas del Eje, que habían realizado una brillante maniobra de flanqueo por el desierto. Pero los australianos de Tobruk no estaban más dispuestos a rendirse, de lo que lo estuvieron sus padres y hermanos mayores, 25 años antes, en Gallípoli y Salónica, en la orilla opuesta del mismo Mediterréno.
Los primeros ataques alemanes al perímetro fortificado no consiguen penetrar las defensas, que reciben refuerzos y materiales desde el mar, mediante el concurso de los mercantes aliados y la “Royal Navy”, bajo el acoso constante de los “Stuka” alemanes y los “Savoia-Marchetti” italianos, que causan bajas enormes a los defensores, aunque pagan también un alto tributo en aparatos y pilotos. Tras el primer intento del 8 de abril, Rommel intenta romper nuevamente las defensas de Tobruk el 14 y el 15 de abril, sin éxito. El audaz “Zorro del Desierto” ha sorprendido a todos en las últimas semanas. Ha reconquistado Cirenacia en 9 días, dejando casi fuera de combate a todo lo que tiene el Imperio Británico para luchar entre Bengazi y Bagdad. Sólo Tobruk se interpone entre él y Cairo y el Canal de Suez y Alejandría... y la gloria. Perdido Suez, las consecuencias militares para Gran Bretaña y las políticas para Churchill podían ser insospechadas.
El enorme desierto, con sus interminables planicies, es un lugar ideal para este brillante oficial alemán de infantería, que ha entendido mejor que nadie la manera en que se debe empeñar la guerra de tanques: velocidad, vértigo, sorpresa estruendosa, flanqueos inesperados. Pero, en un asedio, Rommel ya no está en su elemento. Su proverbial impaciencia, que tanto le sirvió en Francia y en las pasadas semanas, combina mal con el tedioso ritmo de una fortaleza sitiada.
Sus adversarios, en cambio, partiendo por Morsehead, están en su elemento. Ya ganaron una guerra de posiciones hace una generación. Y los británicos y sus cachorros, venidos de la India y el Pacífico, no tienen tal vez la intrepidez del alemán, pero no ceden una pizca en valentía. En uno de los ataques, los “pionierie” (ingenieros de combate) alemanes logran romper las defensas de Tobruk. De inmediato, los carros de la 15ª Panzer se cuelan en el hueco abierto. En su experiencia anterior en Polonia, Noruega, Francia, Bélgica y Holanda, una vez penetrada una defensa por los temidos “panzer”, ésta se derrumbaba. Pero los australianos jugaron distinto esta vez. Dejaron pasar a los tanques, agazapados en sus reductos. Al pasar los tanques, diezmaron la infantería alemana que llegaba tras de ellos, dejando a los blindados sin apoyo contra una guarnición que abrió fuego contra ellos con todo lo que servía para disparar. En 20 minutos, los alemanes perdieron 17 tanques y tuvieron que retirarse.
Luego del último intento de tomar Tobruk al asalto en abril, el día 18, quedó claro al mando germano-italiano que sus fuerzas estaban demasiado golpeadas como para entrar a la fuerza bruta en Tobruk. La otrora poderosa división blindada italiana, “Ariete”, al terminar abril, sólo podía alinear 10 tanques… Rommel se dio cuenta de que debía contentarse con mirar la frontera egipcia desde lejos, mientras no llegaran reemplazos de hombres, suministros y, sobre todo, tanques.
Los tenaces alemanes e italianos, a ratos, colocan a la guarnición de Tobruk en una situación desesperada. Todo servía para evitar lo que parecía una derrota segura. En la fotografía, un infante australiano se las ha arreglado para dar buen uso a la ametralladora defensiva de un “Stuka” alemán derribado. La “MG 15”, de 7.92 mm, montada en la misma cúpula de plexiglás que usó para defender a sus infortunados tripulantes, ahora es utilizada para repeler a los aparatos de la “Luftwaffe”.
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