Es el sueño de Valdivia, que le contaba al César el futuro esplendor que el extremeño supo ver, ahí donde nadie más veía nada.
Es la porfía del mapuche, que aprendió de todo del europeo y más tarde del criollo, menos a rendirse, y dejó de pelear por su tierra, sólo cuando en su espalda estaba la mar y en su pecho la mejor espada de Sudámerica, que había conquistado tres veces Lima, pero tenía todavía pendiente la conquista de Arauco.
Es el suelo sagrado, que bendice y se adhiere a los pies callosos de los huasos descalzos, que lo trabajan con esfuerzo heroico, hasta extraer de su entraña el mejor vino del mundo y el grano con que hacían pan mi mamá, tu mamá y las mamás de sus mamás. Y es sagrado también, porque es como un altar, donde el Señor dejó para siempre ese pan y ese vino, en que se nos da cada domingo.
Es entraña riquísima de carbón lotino, de salitre tarapaqueño, de cobre del Norte Grande y de plata de Chañarcillo, que son como joyas regaladas por Dios, para adornar la corona de la Reina del Carmelo.
Es la historia llena de las glorias de, Chacabuco, Maipú, Casma, Abtao, Yungay, Iquique, Angamos, Dolores, Arica, Miraflores, Chorrillos, La Concepción, Sangra y Huamachuco. Y de las glorias de las ciencias y las letras y la industria que tenemos y tendremos.
Es la historia de un parlamento viejo y de una democracia vieja, capaz de grandes acuerdos y, a veces, de grandes desacuerdos. Que a veces se vuelven odios, hasta volver a ser amor solidario, de pueblos damnificados y niños de Teletón.
Es la noche más clara que existe, tanto que vienen los sabios del mundo, a descubrir en nuestro cielo los secretos de todas las estrellas. Y será por eso mismo que hay tanto poeta, tanto cantor, tanto verso y tanto enamorado.
Es cordillera alta, baluarte infranqueable, que acuna en su regazo mil valles estrechos y costa larga interminable, adonde acaban cien ríos breves e intensos.
Es la calma de una tarde sureña, la alegría nortina de la eterna primavera y el ritmo incansable de ese Santiago que cuidamos poco y que deberíamos amar mucho.
Es el paisaje más bello de mundo. Es desierto enmarcado de Parinas del Chungará, vuelo de cóndor en precordillera, bosque denso de Nahuelbuta y de Valdivia, atardecer dorado de verano en Chiloé, es lago nevado de invierno cordillerano, pampa agreste de Patagonia y playa Rapa Nui bajo moai milenario. Y es rostro de mujer chilena, más bello que todos los bosques, cordilleras, cielos y atardeceres juntos, que nos hace soñar, vivir y escribir líneas como éstas.
Es Chile, es tuyo, es mío, es nuestro. Es lo que hay que cuidar, para que siga siendo así, cuando ya no estemos nosotros y sean nuestros hijos los que sientan en el pecho el orgullo de ser chilenos.